Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 9 de septiembre de 2012

Reitera #YoSoy132 desconocer a Peña; la elección no se apegó a la legalidad, afirma- De la autocomplacencia al autoengaño

Señala que en breve comunicará plan de acción para manifestar su repudio al priísta
Reitera #YoSoy132 desconocer a Peña; la elección no se apegó a la legalidad, afirma

Foto
Aspecto de la asamblea del movimiento #YoSoy132 celebrada el pasado 30 de mayo en la UNAM
Foto José Carlo González
 
 
Fernando Camacho y Leopoldo Ramos
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 9 de septiembre de 2012, p. 10
Saltillo, Coah., 8 de septiembre. El movimiento estudiantil #YoSoy132 reiteró que no reconoce al presidente electo, Enrique Peña Nieto, por considerar que el proceso electoral del pasado 1º de julio no se apegó a la legalidad, y anunció que en breve dará a conocer su plan de acción para manifestar su repudio al ex gobernador mexiquense.
Tenemos que ser congruentes con el señalamiento de que las votaciones no fueron legales, señalaron en conferencia de prensa Tlatoani Flores, integrante de la comisión de prensa del movimiento, así como los voceros Juan Dávila y Enrique Chacón.
La novena asamblea general interuniversitaria de #YoSoy132, iniciada ayer en esta ciudad, abordó durante una sesión de debate de más de 10 horas la pertinencia de efectuar alguna acción para evitar que Peña Nieto tome posesión de su cargo el próximo de diciembre.
A final de cuentas, los integrantes del movimiento estudiantil decidieron postergar la definición sobre la estrategia para manifestar su rechazo a la imposición del priísta, y solamente hizo énfasis en la necesidad de no reconocer su victoria electoral.
En este mismo marco, los jóvenes acordaron manifestar su rechazo a la reforma laboral que impulsa el PRI, y al sistema político y económico que impera en el país.
Este domingo seguirá la discusión en la Casa de los Ejercicios Lourdes, recinto de la diócesis de Saltillo, donde se abordarán los puntos restantes de la orden del día del movimiento, relacionados con su próxima convención nacional –a realizarse los días 22 y 23 de octubre en la ciudad de Oaxaca–; el plan de acción luego de la coyuntura electoral, y algunos detalles organizativos de sus asambleas locales y regionales.
Aunque admitieron que el encuentro en Saltillo no tuvo una asistencia como la que se esperaba, los voceros de #YoSoy132 subrayaron que esto no se debe a que el movimiento se esté debilitando, sino a que muchos activistas prefirieron no asistir por el clima de inseguridad que afecta al estado de Coahuila.
El movimiento no se está desinflando, sigue trabajando con la misma fuerza. Decir que sólo somos seis personas en Saltillo (en referencia a las declaraciones del dirigente del PRI coahuilense, David Aguillón) es una categorización arbitraria, aseveraron Enrique Chacón y Juan Dávila.
Al mediodía del sábado, antes de que comenzara la discusión de los temas pendientes en la agenda, integrantes de la célula independiente 132 Coahuila acudieron a la asamblea para dar lectura a un documento en el que llaman al movimiento estudiantil a democratizarse y estar abierto a la crítica, pero los delegados de la asamblea determinaron que no podían darles voz y voto, pues sus acciones son contrarias al espíritu del movimiento.
Por la mañana, los universitarios ofrecieron una conferencia de prensa donde aseveraron que el movimiento puede servir como base para abanderar y promover diferentes causas civiles.
El colectivo, dijo la vocera Paola Manrique, está dispuesto a escuchar a grupos de ciudadanos sobre los fines que debe buscar #YoSoy132. Es algo bien importante porque la ciudadanía fue invitada, entonces pueden venir y expresar sus ideas, sus opiniones y forman parte de la asamblea, sus opiniones son tomadas en cuenta, aseguró.
 
 Qué irresponsables-Hernández
El Despertar
El destino de Morena
José Agustín Ortiz Pinchetti
 
Morena es una vasta y compleja organización política de clara originalidad, cuyo potencial y destino seguramente producirán inquietud y esperanza no sólo en los cientos de miles de integrantes, sino en toda la clase política, incluidos sus posibles adversarios, y por supuesto en diversos sectores de la sociedad mexicana. Producto de una gestación que ha tomado años, en los pasados tres ha crecido en todo el país sin prisa ni pausa. Sus dirigentes reclaman que tienen más de tres millones de simpatizantes registrados y un buen sector de ellos está en activo. Morena fue la pieza fundamental para la promoción y defensa del voto de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador en las pasadas elecciones federales y, a pesar de los fraudes e irregularidades y de los ataques y calumnias de casi todos los medios de masas, logró convertir a la coalición progresista en la segunda fuerza en la Cámara de Diputados y en números oficiales en la segunda fuerza electoral, con más de dieciséis millones de votos. No es poca cosa para una organización que ha surgido y que ha crecido en la adversidad.
 
Morena es un misterio para los politólogos de la ciudad de México. Ni ellos ni la mayoría de los políticos profesionales creyeron que pudiera surgir una organización verdaderamente popular no de una convención entre figuras destacadas reunidas en un recinto –como ha sido el origen de todos nuestros partidos políticos hasta ahora–, sino de las raíces de la sociedad, de los municipios, de los barrios, de las aldeas y de los pueblos de México. En este sentido, Morena es mucho más moderno que sus posibles antagonistas. El PAN tiene una arcaica estructura de cuadros, que quedó obsoleta en Europa hace mas de 60 años, y el PRI es un partido primitivo, clientelista y corporativo, para no hablar del Panal o del Verde que son en sentido estricto propiedad de un grupo familiar.
 
No hay un trabajo serio de investigación sobre el fenómeno de Morena, y es hasta ahora cuando su presencia no puede negarse y cuando está a punto de iniciar el proceso para convertirse en una organización política institucional y permanente cuando, seguramente, provocará comentarios, muchos de hipócrita satisfacción, otros de sincera sorpresa y no pocos de furiosa descalificación.

Morena y AMLO son inseparables. La iniciativa para su formación y el trabajo heroico para su conformación se deben a la tenacidad y a la visión estratégica del líder tabasqueño. Pero él mismo ha puesto los pilares de una organización democrática, y en cuanto esta se consolide y tome el carácter de una poderosa agrupación política capaz de competir por el poder, empezará a cobrar inevitablemente distancia de su fundador y llegará a adquirir un enorme impulso dinámico que no vendrá de un hombre o de un grupo de hombres sino de un conjunto de ciudadanos, cuyo poder y destino irán en relación directa a la fidelidad de su propósito central: la transformación de México.

 
De la autocomplacencia al autoengaño

Rolando Cordera Campos
Digamos que resulta un poco penoso, hasta bochornoso, enmendarle la plana al que se va y aguarle la bienvenida al que llega. Puede ser de mal gusto, pero parece obligado hacerlo a la luz de lo que ocurre en el mundo y de lo que realmente ha acaecido en esta tierra. Ahora, sobre algunos puntos importantes del desempeño económico nacional.
 
La economía que recibirá el nuevo gobierno no es robusta ni está sólida, como han dicho casi al alimón el secretario Meade y el presidente electo Peña Nieto. El que no se mueva ni emita burbujas peligrosas puede ser más bien síntoma de un preocupante quietismo, que en economía significa cosas malas como el desempleo o el cierre de fábricas.

El triunfalismo que acompaña estos días al presidente Calderón probablemente no tenga parangón, y su insistencia en el buen desempeño económico, laboral y del bienestar, uno de los principales focos donde él y sus colaboradores han desbordado su inveterada autocomplacencia. Para no mencionar el espinoso flanco de la seguridad, donde lo único que se ofrece y reclama es la fe de los justos.

En el resto del mundo se desparrama la recesión, y ni en Estados Unidos de América se ha podido alejar del futuro inmediato el espectro de otra caída en el empleo y la producción. De eso hablaron con valor y enjundia los demócratas encabezados por Obama en su convención, dispuestos a recorrer el camino largo y duro de una recuperación y un cambio estructural de gran envergadura. Pero para eso –lo dijo Obama con fuerza y coraje el jueves pasado– se necesita hablar con la verdad y no engañar a nadie.

El periódico especializado El Economista, en su edición del 31 de agosto pasado, decía en primera plana que la moderación y la disciplina habrían sido la marca de FCH en economía. Esa cabeza provenía de declaraciones de expertos a quienes, más adelante, en sus páginas 4 y 5, el mismo periódico pondría en entredicho. Estabilidad económica con estancamiento; El gobierno de FCH generó poco empleo; “Economía sexenal a la baja… se desacelera la expansión”, eran algunos de los titulares de una bien facturada oferta gráfica sobre el desempeño de la economía en este y sexenios anteriores.

Según el diario, el crecimiento medio anual del PIB fue de 3.4, 1.9 y 1.8 por ciento en los gobiernos de los presidentes Zedillo, Fox y Calderón, respectivamente. Entre el primero y el último año de cada sexenio, el PIB se incrementó 28.2 por ciento con Zedillo, 16.9 por ciento con Fox y 11.1 por ciento con Calderón, lo que ilustra la intrusión malhadada de una tendencia no al estancamiento estabilizador, como la llamamos algunos, inaugurada por el vicepresidente Gil Díaz durante el foxiato, sino a un franco deterioro del mínimo desempeño positivo que, a cuentagotas, se logró en estos 30 nada gloriosos años.
 
En el frente social no ha ocurrido nada diferente. El empleo está abiertamente dominado por la informalidad y, como consigna Ciro Murayama, “por cada empleo formal en el país se crearon 2.7 ocupaciones desprotegidas… Si es la Presidencia del empleo, será del precario” (El Universal, 6/9/12, p. A-15). Junto con el salario en sus diversas acepciones: mínimo, promedio, manufacturero o de cotización, o de milagro, esto desemboca en un panorama de mal empleo y vulnerabilidad social que las estimaciones más recientes de Coneval confirman: más pobres, menor salario real, más desprotección (véase Reforma, 7/9/12, p. 3).
 
Echarle crema a los tacos puede ser afición popular en tiempos de penuria, como placebo o, simplemente, para no caer en un pozo depresivo. Pero distorsionar la realidad, y sus horizontes cercanos, desde el poder, no evita que las cosas de la vida material contradigan cotidianamente los dichos de los dirigentes, y prepara escenarios de hartazgo, enojo y anomia, impulsados por el desengaño y la vivencia diaria de un estado generalizado de malestar frente al que el Estado no puede ofrecer bienestar creíble y duradero. El miedo va y viene, con y sin redes sociales perversas. Lo grave es que vaya a volverse una manera de vivir.
 
No hay duda: el país requiere confianza de sus ciudadanos, para acometer las difíciles tareas que impone abatir la inseguridad criminal que nos abruma. Esta confianza, sin embargo, no puede fincarse en ejercicios públicos de autoayuda colectiva, como en Un mundo feliz, de Huxley; implica incursiones serias y consistentes en el diagnóstico y la autocrítica, para poder fijar los tiempos de sacrificio y espera y convenir los objetivos y metas de mejoramiento que tendrán que ser graduales, precisamente porque la gravedad y vulnerabilidad de la situación así lo impone.
 
Una estabilidad financiera que descansa en el estancamiento del crecimiento y el empleo es engañosa, cuando no de plano falsa. Peor es una estrategia de comunicación sustentada en resultados edulcorados porque, como se dice, no le perdonan a uno ni la burla y no se detienen para pasar de ahí al escarnio. A la vista y el dolor de todos.
 
No es de ciencia infusa, mal aprendida en los manuales de la sabiduría convencional, de lo que está sediento este México atribulado por el miedo y una polarización a flor de tierra, que sólo no ven las tristes familias felices de siempre. Los dirigentes políticos y quienes, además, pretenden gobernarnos, deben arriesgarse a ver, pensar y llamar a las cosas por su nombre, para que la sociedad pueda ser convocada a efectivos, por creíbles, acuerdos en lo fundamental. Lo demás son operetas autocomplacientes, que no puede más que estrellarse en un destructivo autoengaño.
 
 

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