Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 16 de enero de 2013

BAJO LA LUPA- Tareas de clase

Bajo la Lupa
China fustiga el bono hegemónico de EU: ¡9.36% del PIB global!
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Marines desplegados en la provincia Helmand en Afganistán, donde se observa una importante reducción de las tropas estadunidense
Foto Ap
 
Yu Ning, del portal chino Global Times (10/1/13), sintetiza un reciente reporte estrujante de la afamada Academia China de Ciencias (ACC) que expone la escalofriante cifra de 7.4 billones de dólares (millones de millones: trillones en anglosajón) que valen los beneficios del sistema global que le aporta su hegemonía a Estados Unidos.
 
Los 7.4 billones de dólares no son peccata minuta: constituyen 9.36 por ciento del PIB global, prácticamente de 79 billones de dólares (medido por el poder adquisitivo, cifras del FMI para 2011).
 
Estados Unidos goza el mayor bono hegemónico del mundo: la monopolización de ganancias en forma directa o indirecta que gana el país hegemónico mediante el sistema global que domina.
 
Vale la pena definir tal sistema en forma sucinta desde los acuerdos de Bretton Woods que fincaron la hegemonía de Estados Unidos, vencedor de la Segunda Guerra Mundial, que impuso organismos internaciv class="col col1" style="text-align: justify;"> Justamente las derrotas militares de Estados Unidos en Afganistán e Irak en la primera década del siglo XXI han puesto en crisis la hegemonía de Estados Unidos, que se acentuó con su debacle financiera de 2008, lo cual ha llevado a la creación disfuncional del G-20 y a la eclosión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que no han podido, dígase lo que se diga, transformar el ancien régime del sistema hegemónico que sigue dominando Estados Unidos, aunque se encuentre en su fase agónica.
 
Justamente las derrotas militares de Estados Unidos en Afganistán e Irak en la primera década del siglo XXI han puesto en crisis la hegemonía de Estados Unidos, que se acentuó con su debacle financiera de 2008, lo cual ha llevado a la creación disfuncional del G-20 y a la eclosión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que no han podido, dígase lo que se diga, transformar el ancien régime del sistema hegemónico que sigue dominando Estados Unidos, aunque se encuentre en su fase agónica.
 
El reporte de marras sintetiza 10 formas que usa Estados Unidos para ganar su bono hegemónico, entre las cuales se encuentran la hegemonía del dólar (nota: el dolarcentrismo financierista, que maneja alrededor de 65 por ciento de los intercambios globales de divisas), el comercio inequitativo y los beneficios de los derechos de propiedad intelectual.
 
La ACC construyó un modelo que arrojó el azorante monto del bono hegemónico de Estados Unidos. Yu Ning aduce que su naturaleza científica y su precisión requieren más pruebas, pero que a favor de su investigación se encuentra que arroja luz de la percepción global de que Estados Unidos ha dominado extensamente el sistema internacional y que, especialmente, el dolarcentrismo le genera considerables beneficios económicos.
 
Yu Ning trae a colación que desde los acuerdos de Bretton Woods, el mundo ha estado bajo la hegemonía del dólar durante 68 años.
 
Han existido reticencias notables, como la del general Charles de Gaulle, quien calificó de un privilegio exorbitante al estatuto favorable al dólar, lo cual –quizá– le valió su defenestración.
 
Yu Ning coloca el dedo en la llaga: Estados Unidos puede todavía pagar sus facturas imprimiendo billetes, mientras el dólar permanezca la divisa mundial, pese a que su presente economía estancada disminuya su influencia económica en el mundo.
 
Para el neoliberal hobbesiano Bremmer los BRICS se reducen a un solo país: China. El ultrarreduccionismo de Bremmer no captura que la multipolaridad de China se mueve en el seno de los BRICS mientras que la unipolaridad de Estados Unidos pasa por la demolición del grupo pentapartita. Esta es la batalla del destino que tiene como foco de atención la vigencia del dolarcentrismo.
 
Yu Ning acepta que el declive de Estados Unidos se ha vuelto un tema de discusión, a grado tal que cita el célebre reporte de dicital chino Global Times (10/1/13) le ha dado mucho vuelo como réplica al artupa, 19, 23 y 26/12/12),e New York Times (330 no existirá ningún poder hegemónico cuando el ascenso de China lo colocará como la mayor economía e influencia de la cultura asiática que superaría la cultura de Estados Unidos y Europa.
 
Admite también que el liderazgo global de Estados Unidos ha sido afectado y su hegemonía es crecientemente desafiada como consecuencia de sus dos guerras frustradas en el Medio Oriente y su crisis financiera.
 
Pese a todos los tropiezos de Estados Unidos, Yu Ning es precavidamente realista: Estados Unidos no se resignará fácilmente a un estatuto declinante. Luchará para mantener su hegemonía en su economía, en su militarismo, tecnología y cultura. ¡Sin duda!
 
Admite también que el liderazgo global de Estados Unidos ha sido afectado y su hegemonía es crecientemente desafiada como consecuencia de sus dos guerras frustradas en el Medio Oriente y su crisis financiera.
 
Pese a todos los tropiezos de Estados Unidos, Yu Ning es precavidamente realista: Estados Unidos no se resignará fácilmente a un estatuto declinante. Luchará para mantener su hegemonía en su economía, en su militarismo, tecnología y cultura. ¡Sin duda!
 
Yu Ning lanza un mensaje de apaciguamiento para no indisponer al gigante herido estadunidense: El ascenso de China coloca amenazas a Estados Unidos, pero China no tiene la intención de asumir el poder hegemónico de Estados Unidos. Cierto.
 
Estados Unidos ha sido hegemónico desde la Segunda Guerra Mundial, cuando pervivió de la bipolaridad con la URSS hasta 1991 y, a partir de entonces, de la unipolaridad, hoy desfalleciente. Mientras el ascenso de China se insinúa en el incipiente nuevo orden multipolar, lo cual, de cierta manera, serena cualquier veleidad hegemónica.
 
Muy realista, Yu Ning aduce que es improbable que algún país sustituya a Estados Unidos en un corto (sic) periodo. China y los otros países deben permanecer sobrios, pero Estados Unidos puede crear más disturbios en la región (sic) para mantener su antigua hegemonía. Se ha de referir por región a la doctrina Obama del pivote y a la preocupante escalada de tensiones de Japón con China.
 
En China sus geoestrategas han de haber leído cuidadosamente la obra que nunca será suficiente recomendar: Caos y orden en el sistema-mundo moderno, de Giovanni Arrighi y Beverly Silver, que aduce que en Occidente desde el siglo XVIII, fase de la hegemonía mundial holandesa, los cambios del orden financiero del momento se han definido, desgraciadamente, por la vía militar.
Twitter: @AlfredoJalife
Facebook: @Alfredo Jalife
 
Tareas de clase
Luis Linares Zapata
El feroz desprecio hacia Hugo Chávez, lejos de amainar con su crítico estado de salud actual, se recrudece. La propaganda que azuza la discordancia y el descrédito hacia el presidente sureño, en gran parte inducida desde los centros de poder hegemónico, ha surtido efecto, al menos entre determinadas clases sociales de distintos países. México es un caso ejemplar de ello; la inoculación colectiva ha sido por completo eficaz entre las capas medias, en especial las de mejores ingresos. La fobia hacia tal personaje alcanza decibeles pocas veces vistos, ni siquiera la figura de Fidel Castro sufrió tales malquerencias. La visceralidad se trae a flor de piel, rayando lo racial, y poco o nada puede hacerse para que, los ya afectados por las tareas de zapa difusiva puedan abrir sus mentes a otros recuentos y visiones. El análisis de datos específicos, aun los provenientes de fuentes independientes, es rechazado de inmediato al simple conjuro del nombre del venezolano.
 
Tratar de llevar una discusión ordenada, racional, informada, que intercambie puntos de vista, es casi perder el tiempo. La posibilidad de recapacitar cuando se trata de observar lo que sucede en el país sudamericano se reduce a lo mínimo. Todo se traduce en juicios terminales: es un tirano, estúpido, tramposo, feo, hablador, insoportable: está hundiendo a su país. Un bufón, tal como lo calificó Carlos Fuentes en un arranque de sonoro desprecio. No hay que olvidar, en este preciso aspecto, que el escritor recién fallecido fue amigo cercano del zar de medios venezolanos, Cisneros, con quien vacacionaba con frecuencia. Poco importa entonces que el ingreso per cápita venezolano sea de los tres mejores en Latinoamérica (13 mil dólares), muy por encima del de México, que ocupa un pobre sexto lugar (10 mil 500 dólares). También se ignora la mejoría reciente en la igualdad, medida por el índice de Gini. Venezuela tiene la menor desigualdad en este continente, similar a la canadiense, según datos confiables.

Solicitar que se ponga atención a cifras económicas, logros educativos, de salud y vivienda, elecciones calificadas, interacciones continentales, nuevas concepciones latinoamericanas, es tarea de titanes. Todo retorna al origen de la viral discordancia en la persona de Hugo Chávez. Intentar la descripción del fenómeno venezolano es rechazado de inmediato; las voces se uniforman con desdén inocultable. La labor destructiva llevada a cabo desde dentro de Venezuela y, sobre todo, desde los distintos ambientes decisorios de varios países, en especial los patrocin. ¡Sin duda!
La crisis social chilena, centrada en la desigualdad y la educación privatizada, al ser presentada por los medios masivos –la televisión en primer lugar– se congela en las pantallas como luchas callejeras de estudiantes contra policías. Nada se dice del endeudamiento familiar, de la baja calidad y elevado costo de las escuelas, de la pauperización del trabajo, de la insuficiencia de las cuentas de retiro, de los millones de inconformes y un largo etcétera. El modelo chileno, idealizado por seguidores neoliberales, es preservado a toda costa, incluyendo, claro está, el silencio y la desinformación. Similar fenómeno acontece con el asunto venezolano, pero en sentido inverso. Hasta las mismas manifestaciones de apoyo a Chávez y las preocupaciones por su salud son presentadas como actos compulsivos, llenos de fanatismo, rasgo común, se presupone, entre la masa de color oscuro.
 
El desconocimiento de las clases medias mexicanas sobre lo que acontece en varios países sudamericanos, en especial Bolivia y Ecuador o, en menor grado, en Argentina o Uruguay, es rampante, discriminador e intencionado. Es por eso que también se ningunean los efectos y preocupaciones que la enfermedad de Chávez causa en esas naciones y sus gobiernos. La pesadumbre que invade a países como Brasil, varios centroamericanos y del Caribe no es suficiente para repensar posiciones ya encallecidas por la intensa propaganda. Poco importa que la presidenta Fernández viaje hasta Cuba para mostrar su congoja con el grave enfermo. O que el de Perú, Humala, haga lo mismo. Y qué decir de la intermediación venezolana en las negociaciones de la paz colombiana, tan incómoda para Estados Unidos. Esos actos, de significación política innegable, son descartados sin discusión y, en su lugar, se aduce, en las pantallas y la radio, la sospechosa cantaleta de siempre: nadie ha visto a Chávez desde tal fecha.
 
Muy a pesar del efecto demoledor que causa la campaña difusiva fincada en Chávez (y en menor medida en Correa y Evo), pero centrada en realidad en la continuidad del modelo neoliberal vigente, éste está siendo contrariado en amplias regiones latinoamericanas. Y es precisamente ahí, en esos lugares, donde el crecimiento económico es mayor, la mejoría de los beneficios sociales se nota y la riqueza empieza a repartirse con equidad creciente. La pérdida de protagonismo totalizador del empresariado, de las clases medias, las partidocracias, de los enclaves industriales, comerciales y financieros globales, de la hegemonía estadunidense, de la academia y la crítica orgánica, en esos países es considerable. En sentido contrario sobresale, eso sí, la emergencia –como actores y sujetos decisorios– de amplios conjuntos de los de mero abajo y un proceso solidario e integracionista a escala subcontinental.

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