Astillero
Lecciones por aprender
UNAM: negociación
Formas diferentes
Políticos infractores
Julio Hernández López
PLAZA TOLSÁ. Integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación cambiaron la sede de su plantón, del Zócalo capitalino a la Plaza Tolsá, para dejar libre por 48 horas la Plaza de la Constitución, resultado de una
negocacióncon autoridades capitalinas y de la Secretaría de Gobernación
Foto José Antonio López
Al menos en este primer tramo, el más difícil y riesgoso, hubo preferencia por el diálogo y la negociación en la UNAM, de tal manera que se conjuró la absolutamente indeseable opción de la acometida policiaca para enfrentar un problema que, con todos sus claroscuros, tiene origen y significación política y social.
El rector José Narro hizo uso de todas las fórmulas de presión a su alcance, incluso la solicitud de que la fuerza pública desalojara la torre de rectoría (amago que, según relató ayer el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, habría quedado sólo en eso a petición del propio Narro, quien pidió que se preservara el
espacio para la negociación, dejando que el asunto universitario fuese resuelto entre miembros de esta comunidad). Sin embargo, y a pesar de la presión de quienes empujan en busca de mano dura ante disidencias extremas (y del peligro de enfrentamientos entre quienes mantenían tomada esa torre y quienes deseaban su liberación, incluso por métodos también violentos), la rectoría envió a los ocupantes una propuesta de diálogo a través del abogado general de la UNAM, Luis Raúl González Pérez (especializado en atención institucional de conflictos políticos desde que estaba en la Comisión Nacional de Derechos Humanos), que constituyó la puerta de salida en lo inmediato.
Por su parte, los jóvenes instalados en el centro del torbellino universitario tomaron la propuesta no como un triunfo sino como una posibilidad. Nada se les garantiza luego de que salieron de la torre de rectoría. Solamente un diálogo que podría quedar en un ejercicio infructuoso más, de los muchos que suele producir la burocracia gobernante para aparentar que atiende y entiende los conflictos. Ayer mismo, el propio Narro agregó al formato propuesto por González Pérez y aceptado por los estudiantes la variante de la identificación de los participantes en el diálogo, como si no hubiera en México la experiencia del diálogo entre miembros de dos de los máximos poderes del país con un enmascarado, el subcomandante Marcos. Otro tema por dilucidarse se relaciona con las exigencias oficiales de acción penal contra quienes se instalaron en las oficinas ejecutivas de la UNAM. Incongruente, con tufo a celada, sería que se hubiese pedido a Gobernación mantener en suspenso el recurso policiaco cuando los jóvenes estaban en la citada torre y que se pida la reactivación luego que se desalojó el inmueble.
Pero lo más importante es que Narro, es decir, la UNAM, han aportado en estos momentos difíciles, oscuros, teñidos de una violencia imprecisa, susceptible de distintos patrocinios y objetivos, una lección de necesario aprendizaje (
en esta casa de estudios hemos estado acostumbrados a aprender incluso de nuestros problemas, dijo Narro). En particular destaca uno de los pasajes que el rector hizo difundir ayer:
Hay formas diferentes a las tradicionales para sacar adelante los conflictos y aprender de esas condiciones.
La forma tradicional de enfrentar los conflictos, conforme a la escuela política desarrollada por el PRI e inoculada en la colectividad y sobre todo en el ADN institucional, pasa por la criminalización de los problemas que rebasan el marco de tolerancia que el sistema ha impuesto. Una parte sustancial del discurso oficial preparatorio de la represión política enaltece la vigencia del estado de derecho y la obligación de castigar todo tipo de infracciones (
nada por encima de la ley, es una de las frases favoritas de la hipocresía institucional, así como el ir
hasta las últimas consecuenciasen investigaciones relevantes que sabidamente irán al archivo muerto). Bajo esa óptica debería contar con aprobación social automática el ejercicio de la fuerza pública para someter y castigar a quienes llegasen a realizar actos delictivos, con todo y que los autores pretendieran guarecerse bajo argumentaciones de índole social, política, partidista o ideológica.
Pero la clase política no puede ordenar abiertamente la represión contra los infractores porque ella misma está constituida por recurrentes e impunes transgresores de la normatividad jurídica y social. E incluso sucede, con una frecuencia altamente significativa, que producen resultados contradictorios las campañas mediáticas que buscan desacreditar a los disidentes que rebasan los límites legales, es decir, que cometen actos tipificados como delitos (obstrucción de vías carreteras, daños a propiedad privada y patrimonio público, por dar ejemplos evidentes). Es tal la falta de legitimidad política de los ocupantes de los diversos espacios de poder institucional que, aun cuando estén frente a hechos que deberían merecer inmediata e indiscutible acción penal, deben refrenarse e intentar salidas negociadas para no desatar mayores protestas generadas no necesariamente por un apoyo a los inconformes pero sí en un rechazo a los políticos depredadores de la nación.
La lección que desde la UNAM debería atender Los Pinos es justamente la de la búsqueda de
formas distintas a las tradicionalespara resolver problemas. Los gobiernos federal y estatales tienen de su lado la legalidad (lo formal, la letra imperiosa) para enfrentar con la fuerza pública a los profesores, estudiantes y activistas de Guerrero, Oaxaca y Michoacán que en un violento curso de protesta han cometido hechos indiscutiblemente constitutivos de delitos, pero sólo aplicando
formas distintas a las tradicionalespodrá haber expectativas de resolución verdadera. Las manifestaciones públicas de protesta y violencia que se produjeron en el marco del Día del Trabajo en diversas partes del país son una expresión más de la descomposición institucional, del agotamiento del modelo político actual, de la insatisfacción que producen los mecanismos actuales de atención a las demandas sociales. Sólo con una visión y un criterio diferentes podrán encontrarse caminos de solución.
Y, mientras un suegro y un cuñado tras las rejas son mostrados al visitante imperial con ánimos efectistas, ¡hasta mañana, con la protesta juvenil nuevamente instalada a las puertas de Televisa!
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El puño obrero-Fisgón
La toma de rectoría
Diálogo, entre universitarios
José Narro Robles *
Muy buenos días tengan todas y todos ustedes, les agradezco mucho que nos acompañen en esta reunión que pretende fijar una posición, que pretende transmitir un mensaje y que seguramente habrá muchas preguntas que les pido que comprendan que el día de hoy no las voy a responder por muchas razones; la principal es porque estamos haciendo una valoración completa de los hechos, de las afectaciones y demás.
Lo es porque, de una parte, hay la satisfacción de encontrarnos de nueva cuenta en la torre de la rectoría, y de otra, un sentimiento contrastante, un sentimiento de tristeza por los acontecimientos registrados y por algunos de los hechos de los que hemos empezado a tomar nota.
Quiero decir a la comunidad universitaria y a la sociedad mexicana que, por supuesto, de nueva cuenta la Universidad Nacional Autónoma de México ha sido afectada, lo ha sido en su patrimonio, lo ha sido en su imagen y lo ha sido también en los servicios que presta a la sociedad. Esto no podemos ignorarlo, no podemos hacer como que no se hubiera registrado de ninguna manera.
Y de manera muy especial, porque estoy plenamente convencido que los hechos que se registraron no debieron haber sucedido. No es la violencia, no es el camino de la toma de instalaciones y la afectación de la normalidad universitaria, la forma de plantear una diferencia, la manera de expresar un desacuerdo, el mecanismo para hacer notar una protesta o un desacuerdo.
Y más cuando hay todos los canales, todas las fórmulas en la universidad para poder atender, conocer, registrar y resolver esas diferencias, resolver esos diferendos.
Ni el plan de estudios, que no existe, el que existe es el que está en vigor en el caso del Colegio de Ciencias y Humanidades, ni el proceso que a lo largo de más de un año ha conducido el consejo técnico del Colegio de Ciencias y Humanidades, son razón justificada para esta condición.
Lo que, desafortunadamente, ha estado presente son acciones violentas, es la afectación a la integridad de universitarios lo que nos ha conducido al punto en que nos encontrábamos hasta el día de ayer.
Para los universitarios y para una sociedad civilizada que se precie de serlo, la violencia es precisamente la antítesis de los valores que se cultivan en esta casa de estudios. Afortunadamente, los hechos nos demuestran que la inteligencia, que la prudencia, son formas y mecanismos que tienen que actuar para enfrentarse a la cerrazón y a la intransigencia.
Quiero decirles que tengo la convicción de que en esta institución todos los días se reciben lecciones, ésa es parte de la razón de ser de la universidad; nuestros estudiantes vienen a formarse, vienen a recibir lecciones que a veces se dan a la manera de contenidos, de información, de métodos, de técnicas, de apreciaciones y en algunas otras oportunidades se dan esas lecciones.
En esta casa de estudios hemos estado acostumbrados permanentemente a aprender, aprender incluso de nuestros problemas. Por eso digo dentro de estos matices que se registran en un día como hoy, cuando regresamos a estas instalaciones, cuando quienes indebidamente las ocupaban las han desalojado, que tenemos que sacar lecciones de esta situación, de este problema.
Ayer por la madrugada, los estudiantes que tenían tomada la torre de rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México decidieron liberar las instalaciones y durante la mañana salieron del edificio
Foto Jesús Villaseca
Que tenemos que transmitirle a la comunidad universitaria, a nuestros alumnos, trabajadores, académicos y trabajadores administrativos, lecciones a favor del diálogo, de la prudencia, de la inteligencia, del uso de la razón.
Creo que para nuestro país en un momento como en el que se vive, en el que nadie puede ignorar el estado de incomodidad y la problemática que afecta a núcleos muy importantes de nuestra sociedad, debe también ser importante entender que en una sociedad tan plural como la mexicana, que en una comunidad tan plural como la universitaria, hay formas diferentes a las tradicionales para resolver problemas, para sacar adelante la solución de conflictos y para aprender de esas condiciones.
Quiero dejar claramente establecido que en ningún momento se ha tratado de judicializar y menos de criminalizar la protesta que, por supuesto, las autoridades universitarias, el rector, la rectoría a mi encargo, lo que hemos hecho es denunciar la violencia, es exigir con firmeza y con respeto la reintegración de las instalaciones, la desocupación de la torre de la rectoría y sancionar, por supuesto, a quienes cometieron, previamente a cualquier planteamiento de orden académico, conductas que son impropias, inadecuadas de un universitario.
Quienes optan por la vía violenta están contraviniendo el orden y los principios de la universidad; quienes ejercen la fuerza como sustituto de la razón se equivocan y transmiten una imagen que no es de ninguna manera la que la inmensa mayoría de los integrantes de esta universidad hoy y siempre han expresado y han mantenido.
Todos, absolutamente todos, tenemos que aprender de lo que ha acontecido. Todos, absolutamente todos, deberemos trabajar para fortalecer la unidad de nuestra comunidad, la integridad de la institución a la que orgullosamente pertenecemos y que le presta servicios invaluables a nuestro país.
Me congratulo que quienes ocuparon indebidamente estas instalaciones las hayan desalojado. Digo y sostengo que veremos hacia delante; digo y sostengo que lo que ya hicimos ahí está en el registro y que el rector de la universidad, un servidor, sabrá dar cuenta a la comunidad y a nuestra comunidad de los actos que tuvimos.
Pero, al mismo tiempo, entiendo con claridad que tenemos que ver hacia adelante, que si lo que se ha pedido es diálogo, diálogo tiene que haber, pero un diálogo de universitarios. Diálogo entre gente identificada, un diálogo donde prevalezca el argumento, la información y el más amplio debate al respecto de los asuntos que preocupan, en este caso respecto del plan de estudios del Colegio de Ciencias y Humanidades.
La rectoría a mi cargo ha tratado, y la valoración no me toca hacerla a mí, de actuar con apego a la normatividad, con apego a los principios de la universidad y, al mismo tiempo, agotando las vías institucionales, como lo dije desde el primer momento, ejerciendo el sentido de la universidad, haciendo uso de la inteligencia, de esos principios y de la prudencia para evitar situaciones más complejas, ése es el mensaje que quiero transmitir el día de hoy, y reitero frente a ustedes mi agradecimiento por ayudarnos a que alcance a los universitarios y al resto de nuestra sociedad.
Buenas tardes y muchas gracias.
* Mensaje del rector José Narro Robles en torno al desalojo de la torre de rectoría.
Mayo 1º de 2013
Primero de mayo con outsourcing-Rocha
De provocaciones y violencias
Manuel Pérez Rocha
Mucho se ha escrito sobre la violencia, y hoy nadie ignora que ésta se manifiesta no sólo en actos de fuerza física visibles, sino también en forma de amenazas, agresiones verbales, calumnias, campañas de difamación, en acciones contrarias a la razón, y en injusticias de todo tipo. Estas otras formas de violencia no por ser menos evidentes dejan de ser lesivas para aquellos a quienes se dirigen, y generadoras de irritación y conflictos que si no son atendidos corrigiendo la violencia originaria producen reacciones físicas, algunas veces meramente simbólicas (como marchas y mítines), otras, lamentables, de diversa gravedad.
reforma educativapor ellos diseñada, amenazó:
Si no hay turbulencias, tendremos un signo inequívoco de que no estamos haciendo lo suficiente para cambiar todo lo que hay que cambiar. El elemento central de esta
reforma, impulsada por ese membrete de Televisa y del conjunto de intereses corporativos asociados a este consorcio, es el despido de los
malos profesores, acusándolos de ser los causantes de la mala calidad de la educación y de todos los graves problemas del país: pobreza, corrupción, violencia, criminalidad; sí, como he documentado en artículos anteriores, culpan a los maestros de todo ello. El gobierno federal y los dirigentes de los tres partidos políticos firmantes del Pacto por México han obedecido los dictados de estos poderes fácticos y ya consiguieron las
turbulenciasque buscaban: en Guerrero, en Michoacán, en Oaxaca, en el Distrito Federal y en otras zonas del país. ¿Estarán ya satisfechos? ¿Están haciendo lo
suficiente? ¿Hasta dónde quieren llegar?
En evidente violencia contra la razón han incurrido los gobernantes al imponer mecanismos de control del magisterio sin contar con mínimas ideas educativas que los justifiquen, ni con un proyecto claro para el sistema educativo mexicano, ni un diagnóstico sólido del desempeño del magisterio. Si, como ha reconocido el propio secretario Chuayffet, no saben qué hacer con el sistema educativo, tampoco pueden saber quién es un
buen maestroy quién no lo es. Y no es sólo esta declaración lo que evidencia la falta de proyecto educativo del gobierno, también lo confirma la ausencia de ideas tanto en las reformas ya impuestas como en los
borradoresde las que ahora quieren imponer, falta de ideas que se pretende ocultar con el uso obsesivo de la vana palabra
calidad.
Las definiciones de una
buena educacióny un
buen maestrono son tarea fácil y menos si, como debe ser, no son realizadas en un cenáculo cerrado sino que son producto de una amplia participación de quienes tienen interés legítimo en esta materia: estudiantes, maestros, padres de familia. En este vacío, es un acto de provocación haber llevado a la Constitución, precipitada y violentamente, la disposición de despedir a los maestros que no obtengan resultados satisfactorios en evaluaciones que no se han definido (esa es una de las tareas del nuevo INEE), pero que tienen como antecedentes ominosos la fallida
evaluación universaly la
carrera magisterial.
También es evidente violencia la feroz campaña contra los maestros mexicanos orquestada por Televisa, y secundada por las demás televisoras y la mayor parte de los medios impresos. Recuérdese el panfleto llamado De panzazo (divulgado en todo el país con recursos millonarios) y véase la forma de tratar los asuntos del magisterio en noticiarios y reportajes. Es violencia usar los medios para atacar a los maestros difamándolos, afirmando, por ejemplo, que se oponen a que la educación sea reformada o que se oponen a la evaluación, cuando ellos (señaladamente la CNTE y otros grupos disidentes) se han pronunciado por una auténtica reforma educativa y por la evaluación integral (concepto que el gobierno ha empezado a usar).
Sorprende que esta rijosa postura establecida de entrada por esos intereses privados, tan irresponsable, haya sido secundada por viejos y experimentados políticos del PRI. ¿Cuál es su estrategia? Para mejorar la educación, si es que eso es lo que en verdad quiere el gobierno, ¿era imprescindible empezar con amenazas a los maestros? ¿Ignoraban el conflicto en que los estaban metiendo Televisa y sus asociados? De hecho, en estas últimas semanas, estos priístas ya han tenido que retroceder en varios aspectos: el secretario Chuayffet, que se había sumado a las descalificaciones y amenazas que Mexicanos Primero lanzó contra los maestros, hace ahora un reiterado y extemporáneo reconocimiento a los méritos del magisterio mexicano, y sostiene que las escuelas normales deben ser fortalecidas (cuando Mexicanos Primero y la maestra Gordillo habían urgido a que desparecieran).
Una forma particularmente hipócrita y perversa de violencia es el silencio, el
ninguneo. Treinta años tiene la CNTE luchando en contra de la corrupta dictadura que ha ejercido la dirección del SNTE y la respuesta del gobierno ha sido la complicidad con los dirigentes y sus grupos de beneficiarios; 30 años tienen los maestros de la CNTE pugnando por una reforma educativa y el gobierno
ni los ve ni los oye, en cambio los acosa, los reprime y los acusa de destruir la educación.
En estas circunstancias, cerrada cualquier posibilidad de diálogo, ¿qué otras armas tienen los maestros para avanzar en sus justas demandas si no son las marchas, los mítines y los paros? Si quienes preocupados por estas manifestaciones, con espíritu policiaco, andan buscando autores de conspiraciones, bien harían en voltear la mirada a aquellos que con un irresponsable afán provocador han ideado e impulsado esta farsa de reforma educativa.
El PRI decepciona-Magú
Al maestro con cariño
Adolfo Sánchez Rebolledo
La idea ampliamente difundida de que todo el problema de la enseñanza nacional tiene su origen en el dominio del sindicato sobre el aparato educativo, lejos de cuestionar la naturaleza antidemocrática del SNTE, se aprovechó en sentido contrario para identificar a los maestros como la
causaobvia, automática, de las deficiencias de toda la enseñanza, y a su organización, el sindicato, como un elemento
extraño, ajeno por completo a la práctica vocacional del magisterio.
conquistaslaborales que ninguna ley podría proteger, como la herencia de plazas. Reconocida la profundidad del desastre educativo, vimos en los últimos tiempos cómo en lugar de propiciarse un verdadero debate nacional, cuidadoso e incluyente, en torno a los objetivos de la educación que necesitamos, se abrió paso una interpretación simplificadora promovida por importantes grupos privados, amparados bajo el paraguas mediático de los poderes fácticos, en la cual se hace creer que bastaría con expulsar de las aulas –y de la plantilla laboral– a los maestros incompetentes, a los flojos o revoltosos, para limpiar el terreno y acceder a niveles del primer mundo en calidad de la enseñanza. Así, junto con la campaña a favor de la evaluación necesaria (irrecusable en cualquier servicio público) se conjugó otra cuyo objetivo (alcanzado en parte) era –y es– devaluar a los maestros para culparlos unilateralmente del desastre de la educación nacional. Más adelante, consumada la defenestración de la lideresa vitalicia del SNTE por sus desacuerdos con el nuevo gobierno, se dio a entender que el camino para la reforma ya estaba despejado y sólo se trataba de armar el rompecabezas legislativo para asegurar en la Constitución los principios que adquirirán sentido al aprobarse las leyes secundarias. Y, en efecto, el SNTE hizo mutis para que todo siguiera igual.
Mientras, en la estela del problema magisterial iban quedando huellas de cada uno de los pasos dados hasta llegar aquí. Los encargados de promover la reforma constitucional se abstuvieron de aclarar hasta qué punto la aparente ambigüedad de algunos conceptos no implicaba meter por la puerta falsa el espíritu privatizador que alentó la gestión de Calderón, cuando muchos de los gestos presidenciales se dirigían a reforzar la preferencia ideológica hacia los valores de la escuela particular, creada y multiplicada por entidades privadas y religiosas para oponerse a la enseñanza pública, laica. Uno puede decir que no es eso lo destacable en la reforma constitucional, pero es imposible pedir que no se desconfíe de la buena fe de las autoridades (hasta ayer aliadas con Gordillo) cuando en el pasado reciente se hizo todo lo imaginable para fomentar el temor entre los maestros ante las proclamadas dudas sobre la vigencia de sus derechos laborales, sobre todo entre aquellos que viven y trabajan cotidianamente allí donde el desastre pedagógico y material es más visible, esto es, en las zonas críticas de la pobreza y la marginación, que son las mismas donde la protesta magisterial adquiere visos alarmantes de conflictividad y donde hablar de
privilegiosen relación con la masa magisterial es una leyenda obscena.
Sin embargo, es notable el silencio amenazador de la autoridad, incapaz de atender una problemática que se le escapa peligrosamente de las manos. Después de varias semanas de duras y reprochables confrontaciones, además de condenar los actos irreflexivos de violencia en la Autopista del Sol y en los locales de los partidos, ¿no sería adecuado, junto con las exigencia de tolerancia y respeto hacia los demás, que el secretario de Educación, tan proclive a las grandes frases, intentara diluir con argumentos convincentes la idea de que detrás de la reforma hay una conspiración contra la gratuidad de la enseñanza, los derechos de los maestros y el cuidado de los educandos? ¿O es que está en el cálculo político la esperanza de que la disidencia se vea destruida a sí misma por la acción de los aventureros y provocadores que reaparecen puntualmente?
La reforma educativa pondrá en manos del Estado mejores instrumentos para recuperar la rectoría del Estado que éste había perdido, y no sólo a manos del SNTE, pero ninguna transformación de la escuela pública a mediano plazo podrá realizarse sin el concurso activo de los maestros. Lo peor que puede pasarle a la sociedad mexicana es que se dé crédito a las visiones clasistas y discriminatorias que desprecian a los profesores que viven y trabajan en las regiones más empobrecidas de México. Debería ser lo contrario: sus voces tienen que escucharse y ser atendidas, antes de que la vorágine del conflicto acabe con la esperanza. Esa es la única defensa contra las provocaciones en la grave situación actual.
No está de más recordar que la enseñanza entró en crisis cuando los grandes valores de la reforma social desaparecieron de la vida pública: el magisterio, que llevó sobre sus hombros buena parte de la responsabilidad por la socialización del cambio en México, fue desplazado ignominiosamente con la represión contra el movimiento de Othón Salazar, en 1958. El gobierno abandonó la alianza con el magisterio, dejó de lado toda idea de futuro en la educación básica y se conformó con llenar las estadísticas a cualquier precio. El sindicalismo más corrupto se eternizó como simple instrumento del poder. Hoy, cuando la necesidad de salvar a la educación consiste en elevar significativamente su calidad, urge que los trabajadores de la enseñanza en todos los niveles sean considerados sujetos activos de la reforma estratégica, no simples empleados al servicio de un ente burocrático sin ideas propias. Y eso exige democracia interna en sus organizaciones, deliberación efectiva y responsabilidad social.
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