Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 18 de mayo de 2013

NERUDA, EL CHOFER Y LA OFENSA AL POETA

NERUDA, EL CHOFER Y LA OFENSA AL POETA

 

Pablo Neruda inventaba al extremo, dicen los que lo conocían bien. Pero desenterrarlo por dudas de su chofer y los políticos que permitieron ese acto de “ignominia”, es una última broma pesada de la sociedad contra sus poetas.

neruda_int1Ciudad de México, 18 de mayo (SinEmbargo).– Matilde Urrutia abre las ventanas. Un chorro de luz cubre su rostro. Delante el mar va y viene tranquilo. El aire calmo apenas mece las flores del jardín. El matrimonio Neruda recibe el día con ilusión. Su amigo y abogado, Sergio Izunza, Ministro de Justicia, llevará los papeles listos para la Fundación Pablo Neruda; los planos y maqueta de la misma, y el testamento del poeta para su firma.
Encienden la radio. Salvador Allende ofrece unas palabras improvisadas, es la última vez que su pueblo lo escuchará. Santiago de Chile quedaba a dos horas en auto de Isla Negra, una playa exclusiva cerca de Valparaíso. La señal de radio local se pierde. Pablo Neruda trata de sintonizar la radio extranjera: “Las Fuerzas Armadas han dado un golpe de Estado. El Palacio de La Moneda, residencia oficial, es bombardeado”.
Salvador Allende, acorralado en La Moneda, se dispara a la cabeza antes que caer a manos de los golpistas. Es el 11 de septiembre de 1973. Neruda a inicios de año renunció a su cargo de Embajador en Francia, padece cáncer de próstata, y esta tarde tiene fiebre. Hay toque de queda. Matilde Urrutia se aventura a la comisaría en busca de un salvoconducto para buscar una enfermera. Se lo niegan, tendrá que ir por su cuenta y riesgo.
Urrutia cuenta en sus memorias que para el 14 de septiembre Neruda quiso dictarle todavía enfermo. En eso estaban cuando se escuchó voces y pasos ajenos en la casa. El chofer entró asustado al cuarto de la pareja: “Es un allanamiento, llegaron en tres carros militares”. La mujer guardó el dictado entre unas revista viejas, y acompañó a los militares a la biblioteca, donde empezaron la revisión. Esta vez irrumpe la chica de servicio: “¡Tienen al chofer encañonado!”.
El chofer se había escurrido misteriosamente a su cuarto cuando creyó que los militares no lo observaban. Fueron tras él. Matilde Urrutia quiso saber por qué había corrido a meterse al cuarto. Según ella, el chofer respondió: “En la mañana lavé unos calzoncillos y unos calcetines, no quería que los vieran cuando entraran a registrar mi pieza”.
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LA MALA BROMA

Los milicos no miran el dictado de Neruda a su esposa; era el último capítulo de Confieso que he vivido, sus memorias, publicadas de forma póstuma. La pareja no tenía manera de saber que su casa en Santiago de Chile había corrido peor suerte, saqueada e incendiada.
El poeta es hospitalizado el 19 de septiembre. El 21 tiene una crisis nerviosa, “le pondremos una inyección para dormir”, informa la enfermera de turno a Matilde. El 22 Neruda lo pasa dormido, el 23 vuelve en sí: “Veo que se agita. Qué bueno, va a despertar. Un temblor recorre su cuerpo, agitando su cabeza. Me acerco. Había muerto”, relata la viuda.
La inyección está en tela de juicio ahora, por ello los restos de Neruda han sido exhumados. Manuel Anaya, el chofer, ha esperado 40 años para declarar que su patrón habría muerto tras recibir una inyección. El poeta de izquierda no era grato al dictador de derecha, Augusto Pinochet. El sospechosísimo ha hecho el resto: ¡Neruda asesinado! Fallecida en 1985, ni Matilde Urrutia ni la Fundación Pablo Neruda pensaron en asesinato.
El poeta fue jefe de propaganda de Gabriel González Videla, y luego perseguido por éste durante su gobierno (1946-1952), que rompió con el Partido Comunista. Sin embargo, Neruda vuelve al poder político cobijado por Salvador Allende. En septiembre de 1969 Neruda es postulado por el Partido Comunista de Chile como precandidato para la Presidencia de su país. A principios de 1970 se retira para apoyar al candidato de la Unidad Popular, el doctor Allende.
En el discurso de aceptación a la precandidatura por la Presidencia, Neruda había dicho: “Nunca he pensado en mi vida como dividida entre poesía y política… Nunca he estado con aquellos en el poder y siempre he sentido que mi vocación y deber fue servir a los chilenos con mis acciones y mi poesía. He vivido cantándoles y defendiéndoles”.
La mala broma en ciertos círculos intelectuales es que el golpista Pinochet era un agudo crítico literario; tenía razón en detener de una vez por todas, los versos propagandísticos del poeta.
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SI LA POLÍTICA FUERA FUTBOLITO

Neruda no estaba dividido. Su poesía sí. Existe el poeta de Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), el de Residencia en la Tierra (1933), y el de España en el corazón (1937), y Canto general (1950). El poeta del hombre, y el poeta de la comunidad. El parteaguas es la Guerra Civil española, que estalla cuando Neruda es Cónsul en Madrid.
Procedente de la clase trabajadora, pasa penurias hasta que entra al servicio diplomático; labora en el Consulado de Chile en ciudades de Oriente; en Madrid, Barcelona, París; Buenos Aires, y  México, donde es Cónsul General de Chile de 1940 a 1943. Luis Echeverría Álvarez, Presidente de México cuando el golpe a Allende, le ofrece un avión para que salga, dada la persecución y asesinato de los opositores a los golpistas. Neruda se niega.
Este medio platicó con el librero y poeta Agustín Jiménez (México, 1955), amplio conocedor de la vida y obra de Neruda, de quien dice, “mantuvo una relación bipolar con México”. El autor de Breve combate de inoportuna muerte, refiere cómo Neruda se distancia de Octavio Paz al mezclar la política con la cuestión literaria:
“La antología de poesía hispanoamericana Laurel (1940), la idean Emilio Prados y Juan Gil Albert, españoles que vivían en México, y Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, que era el joven paladín, y asume la mayor parte del trabajo. Las galeras están listas para imprimirse, y Neruda exige en una carta, que lo saquen de la antología si Octavio Paz está incluido”.
Neruda alega que no se incluye a Miguel Hernández, tampoco está León Felipe, “Paz pide autorización a León Felipe para incluirlo, y le niega el permiso”, dice Agustín Jiménez. Lejos quedaba el hotel de la rue Champollion en el barrio Latino de París, donde se hospedó León Felipe con su mujer Bertuca, y Paz con Elena Garro, tras el congreso de intelectuales antifascistas en Valencia en 1937.
“Cuando descubrimos el futbolito en un café cercano al hotel, ya no volvimos a ver París de día –escribe Elena Garro en Memorias de España 1937–, León Felipe y Paz eran la República, y yo, Franco. ‘Es una locura perdernos París jugando al futbolito’, decía Paz al acostarnos”.
“El rencor de Neruda –comenta Agustín Jiménez–, hacia Paz, quien lo tildó de bolchevique y  fascista, es grande. En Para nacer he nacido, en ningún momento cita a dos importantes escritores latinoamericanos: Paz y Borges. Con ninguno tenía buenas relaciones, evidentemente por cuestiones políticas”.
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 RESIDENCIA EN MÉXICO

Agustín Jiménez, propietario de la ya mítica Torre de Lulio, librería de viejo en la Condesa, ahonda en el paso de Neruda como Cónsul por nuestro país: “Lamenta no haber podido conocer a Ramón López Velarde, lo llama poeta angelical, el poeta de los dioses. Después cuenta que vivió en la casa de la familia que era de los López Velarde en Coyoacán”.
–Una leyenda que Neruda escribió.
–Su compulsión lo hace inventar historias. Inventa el mito de los Revueltas. Dice que en la misma casa de Coyoacán, un día llega y encuentra a un hombre al que pregunta quién es: “Silvestre Revueltas –responde el desconocido– me pareció mal estar a punto de morir, y no conocer a un hermano, por eso llegué a tu casa… y como no estabas me bebí tu vino”. Según Neruda, la noche que Silvestre estrenaba en Bellas Artes el Renacuajo paseador, siente que alguien lo toma del hombro. Era José Revueltas: “Mi hermano no puede llegar a dirigir; ha muerto. Tú eres el primero en enterarte”.
Emmanuel Carballo en Notas de un francotirador apunta que Neruda se permite inexactitudes y mentiras que de tan sin pies ni cabeza resultan divertidas, y se detiene en uno de los “embustes”: Me tocó alquilar la vieja villa de los López Velarde, en Coyoacán, a orillas del Distrito Federal. Alguno de mis amigos recordará aquella casa, invadida de alacranes, de vigas que se desprendían atacadas por los insectos, de las tablas del suelo que se hundían… Logré poner al día dos o tres habitaciones, y me puse a vivir a plena atmósfera de López Velarde, cuya poesía comenzó a traspasarme.
Neruda sin tener en cuenta el texto que escribió sobre la casa de López Velarde, se contradice en Confieso que he vivido: “Todo esto [la Segunda Guerra Mundial] llenaba a México de un interés multinacional y a veces mi casa, vieja quinta del barrio de San Ángel, latía como si allí estuviera el corazón del mundo”.
No conforme, en una antología que preparó sobre López Velarde, lo sitúa al lado de Rubén Darío como modernista, y lo hace autor de un corrido. “Neruda, anota Carballo, yerra adrede, quizá con el propósito de divertirse, de divertir a su auditorio, y de crear una nueva mitología poética. López Velarde no escribió corridos, es una tomadura de pelo, otra broma de Neruda”.
neruda_sonrisa3Agustín Jiménez trae a la memoria la carta al entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz cuando encarcelan a José Revueltas por simpatizar con el movimiento de 1968. “Neruda dice que deben dejar libre a Revueltas, no sólo porque duda de lo que lo acusan, sino porque es un gran escritor y, sobre todo, porque lo queremos mucho. Es un acto muy lindo de un poeta, un acto de amor por Pepe Revueltas”.

EL POETA SIN ESPERANZA

En franca rebeldía contra su padre, al que molesta y preocupa las pretensiones poéticas de su hijo, Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, comienza a firmar a los 16 años con el seudónimo Pablo Neruda. Ricardo Eliecer nunca leyó la poesía del checo Jan Neruda, conocía su libro Cuentos de Mála Strana, y de ahí toma el apellido.
–Si se enterara de su exhumación, opina el poeta de Hay que tener paciencia para mirar un mirlo blanco, Agustín Jiménez, criticaría a la sociedad que lo ha desenterrado, a su chofer, a los políticos que permiten tal ignominia. Sólo puedo mirar esto como una broma, no como un acto de justicia. Yo no acusaría el acto del chofer, que parece un personaje de cine negro, sino a la sociedad que se permite esto con sus poetas.
–Está la cuestión política del poeta.
–La segunda etapa de su poesía, que se inicia con Canto general (se publicó primero en México, con las guardas ilustradas por David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera), se compromete con una parcela sesgada, el comunismo. La poesía de Neruda, gran poeta, se vuelve pesada, anquilosada, pierde la luminosidad, el vuelo, y algo que él había tratado, la esperanza. ¿Un poeta sin esperanza? ¿Un poeta sin amor?  Dejó de ser el poeta de la esperanza, intimo, amoroso, para convertirse en el poeta demagógico.
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–Ni habrá una segunda Valencia 1937.
–No la habrá. En su momento los poetas se comprometieron. Ahí está ¡No pasarán! (1936) de Octavio Paz, contra la falange, que sí pasó.
Entrevistado por The Paris Review, Octavio Paz contó su reconciliación tardía con Neruda: Estando en Londres mi esposa, Marie-José y yo, conocimos a Mathilde Urrutia, la esposa de Neruda. Nos preguntó si queríamos visitar a Pablo, dijo que a él le gustaría verme otra vez. Fuimos a su cuarto, Pablo me abrazó, llamándome con emoción mijito, una expresión muy chilena. Yo estaba muy conmovido, casi llorando. Hablamos brevemente porque él estaba a punto de salir para Chile. Me mandó un libro, yo le mandé otro. A los pocos años murió. Fue triste, pero una de las mejores cosas que me ha pasado fue la posibilidad de ser de nuevo su amigo.
Cuando encarcelan a David Alfaro Siqueiros por participar en un atentado contra Trotsky, su liberación depende de que abandone el país; Neruda como Cónsul en México, le otorga la visa de entrada a Chile, y el poeta es suspendido de su cargo por un mes sin goce de sueldo. Años después recibe la Orden del Águila Azteca por el gobierno de México.
Como si estuviera condenado a la ficción, se vuelve a Neruda por su cartero, por el chofer… En la novela Rebecca, el marido asesina a su mujer, sin saber que el cáncer está a punto de matarla. En el filme Gosford Park, el ama de llaves envenena al dueño, sin saber que enseguida otra mano lo apuñalará. “Deja que los muertos entierren a sus muertos…”, según San Mateo.
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