Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 1 de julio de 2013

American Curios- Romper una lanza- Pymes: el ruido y las nueces

American Curios
Derechos y libertades
David Brooks
Foto
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visitó este domingo la penitenciaría de la isla Robben, en la cual estuvo el ex mandatario sudafricano Nelson Mandela 18 años, durante el régimen del apartheid
Foto Reuters
 
Esta semana no se sabía si existían o no los derechos y las libertades básicas, si se lograron grandes avances o si hubo enormes retrocesos. Además, no se sabía quién era amigo o enemigo de tan nobles conceptos.
 
Estalló el júbilo y las celebraciones en las calles frente a la famosa cantina Stonewall Inn, en la calle Christopher, del West Village, cuna del movimiento gay, por un gran avance en sus derechos civiles, mientras en el sur, cuna del movimiento de derechos afroestadunidenses, hubo furia y desconsuelo por una derrota histórica de los derechos civiles de las minorías. Mientras tanto, se llevaba acabo un debate nacional sobre la violación a las libertades civiles de los ciudadanos de éste y otros países. A la vez, se condenaban en Sudáfrica las violaciones a los derechos humanos dentro y fuera de Estados Unidos durante la visita de Barack Obama.
 
En sólo 48 horas hubo derrota y triunfo para los llamados derechos civiles en Estados Unidos.
 
Primero, un fallo de la Suprema Corte desmanteló el mecanismo fundamental de la histórica Ley de Derechos de Votar, una de las coronas triunfales del movimiento por los derechos civiles de los años 60. Con esa norma los afroestadunidenses lograron echar abajo medidas para suprimir y anular su derecho al sufragio efectivo en este país, sobre todo en los estados sureños. Con el fallo de la Corte, el mecanismo que hacía efectiva la ley fue desechado como medida caduca, argumentando que los tiempos han cambiado en el último medio siglo, desde la promulgación de la fórmula que imponía condiciones a los cambios en las leyes electorales. La medida obligaba a unos nueve estados, casi todos sureños, a someter cualquier modificación a sus reglas y leyes electorales a la aprobación del Departamento de Justicia, para evitar maniobras dirigidas a marginar o suprimir el voto de las minorías, dada la larga tradición en ese sentido en el sur. Por cierto, una investigación concluyó que la mayoría de los actos de discriminación electoral documentados de 1957 a la fecha han ocurrido en jurisdicciones que estaban sujetas a esa regla, reportó el New York Times.
 
Las principales organizaciones afroestadunidenses y de defensa de los derechos civiles denunciaron el fallo, y el presidente Obama y su procurador general, Eric Holder, también criticaron la decisión. Obama afirmó que estaba profundamente decepcionado, y líderes veteranos expresaron tristeza e ira por la decisión, la cual calificaron de revés dramático a la garantía constitucional de asegurar el derecho al voto para toda minoría.
 
Un día después la misma Suprema Corte falló que reconocía los derechos de los matrimonios gays a acceder a los mismos beneficios y trato, dentro de programas federales, que gozan los matrimonios heterosexuales. También, en una maniobra técnica, anuló la ley estatal que prohibía los matrimonios gays en California. Vale señalar que la resolución no determinó un derecho constitucional para el matrimonio gay, y sólo es aplicable en estados donde es legal, o sea, con la inclusión de California suman 13, pero son estados donde vive 30 por ciento de la población nacional. Tampoco anula las prohibiciones estatales del matrimonio gay. Sin embargo, estas decisiones de la Suprema Corte fueron calificadas de avances históricos para los derechos civiles de los homosexuales.
 
El columnista Charles Blow, del New York Times, señala que esos dos fallos no están tan separados como parece a primera vista, ya que no es coincidencia que muchos de los estados cubiertos por la Ley de Derechos al Voto tienen prohibiciones constitucionales contra el matrimonio gay. Son algunos que tienen las leyes más restrictivas sobre el aborto y los que han debatido o aprobado algunos de los proyectos de ley antimigrantes más estrictos.
 
El problema es que, en gran medida, los movimientos por los derechos civiles –gays, afroestadunidenses y migrantes, entre otros– no enfrentan todo esto de manera conjunta, aunque hay excepciones esperanzadoras en algunos lugares y momentos.
 
Al mismo tiempo, algo que afecta a todos, sin importar su preferencia sexual, color u origen geográfico, continúa generando un gran debate nacional. Los masivos programas secretos de vigilancia de potencialmente todos los que tienen acceso a comunicaciones por teléfono o cibernéticas, revelados por las filtraciones de Edward Snowden, han expuesto un gobierno que ya no respeta algunos de los fundamentos básicos de libertad individual o colectiva. “Las tres ramas del gobierno, lejos de limitar el poder de cada una de ellas o proteger los derechos de los estadunidenses, entraron en colusión para violarlas, hasta el grado de inmunizar a los responsables…. En otras palabras, el gobierno está en una insurrección clandestina contra la letra y espíritu de la ley”, acusa Jonathan Schell en The Nation.
 
Fue en un país muy lejos de Washington donde recordaron al jefe del gobierno estadunidense que el mundo esperaba algo mejor. Mientras Obama rendía homenaje a Nelson Mandela, declarando que es una de sus fuentes de inspiración y repetía que su política era guiada por la defensa de los derechos humanos universales, la central obrera de Sudáfrica, Cosatu, fuerza clave en la liberación de ese país del apartheid, convocó a manifestaciones para denunciar la política bélica y el abuso de derechos humanos dentro y fuera de Estados Unidos.
 
Vale recordar que Mandela, símbolo internacional de la libertad, Premio Nobel y ahora elogiado por el gobierno estadunidense, fue oficialmente calificado de terrorista, junto con su partido, el Congreso Nacional Africano, por Washington durante décadas, y estuvo en las listas de vigilancia antiterrorista de este país hasta 2008.
 
Así, fue una semana dedicada a todo tipo de derechos y libertades. Esas palabras siempre suenan bonitas en los discursos, pero no por ello existen.
FUENTE: LA JORNADA OPINION
 
Aplaudiendo la iniciativa-Rocha

Romper una lanza

Bernardo Bátiz V. / II y última
 
Un debate es siempre positivo si hay respeto y buena fe; la verdad es una, pero no todos vemos lo mismo de cada hecho o cada cadena de hechos e interpretamos con el tamiz de nuestra formación, nuestra información y nuestras preferencias y pasiones. El ensayo de Rafael Barajas se funda en una investigación seria, está escrito con talento y defendido con habilidad; sin embargo, aventuro una hipótesis: el iniciador de la polémica, entusiasmado con el descubrimiento de varios números de la revista marginal y poco conocida La Reacción (?), con justa satisfacción y como un buen jugador de ajedrez que descubre un punto débil de su contrincante, pone al PAN en medio de la frente el sello del nazismo, a pesar de que, como reconoce, esa ideología que trajo al mundo de cabeza sería tan sólo una de las varias raíces del panismo, y agrego, no la más importante ni representativa.
 
Mi percepción, mis lecturas de los documentos fundacionales del partido, el trato con muchos panistas, me llevan a la conclusión de que esa posible raíz nazi, si así podemos llamar a expresiones particulares de algunos militantes de la primera hora, se agotó pronto, no dejó huella importante en el PAN y apenas resurge recientemente con la atropellada llegada de los empresarios y el Yunque.

Si existió, no prevaleció sobre las otras raíces recias y hondas que encontré cuando me acerqué al PAN alrededor de 1965. Entre éstas destaco una muy reconocida: el PAN tuvo en sus primeros tiempos una vocación democrática, su aspiración al poder exigía pasar por las urnas electorales y uno de sus fines fue educar a los ciudadanos en la participación cívica; al contrario del nazismo, nunca apostó por la violencia, ni por los aparatos publicitarios que tan eficaces le fueron a Hitler.

No hay que olvidar que el fundador Manuel Gómez Morín fue discípulo de José Vasconcelos y éste a su vez fue maderista, ambos inspirados en el lema de sufragio efectivo no relección. Al Vasconcelos que vale recordar es al impulsor de la cultura, los libros, la educación, el muralismo, la danza, el deporte, las brigadas de alfabetización; al rector de la universidad y al secretario de Educación Pública, honrado y comprometido con su cargo y al mismo tiempo pensador original y brillante escritor.

Volviendo al PAN, en sus raíces más vigorosas están, además de su vocación democrática, la veta social cristiana que dio cuerpo a su doctrina. Los pensadores que inspiraron al panismo inicial eran de esta línea de filosofía social; el más conspicuo fue Jacques Maritain, autor de la obra clave para entender el pensamiento de Acción Nacional, Humanismo integral, y de otra menos visible pero no menos importante, Filosofía de la historia, que es una respuesta a los determinismos de Hegel y Marx. Es importante la aportación de Maritain en la definición adoptada por el PAN, que atribuye a la persona humana tres datos esenciales, la razón, la libertad y la sociabilidad, de las que se desprende la responsabilidad personal frente a las diversas comunidades en las que nos desenvolvemos.
 
Otro autor que alentó al panismo, especialmente a los más jóvenes durante las primeras campañas políticas, fue Emmanuel Mounier (el amigo Gutiérrez Vega lo recuerda sin duda). Pensador y hombre de acción, influyó en los fundadores, especialmente en Efraín González Luna, primer candidato del partido a la Presidencia de la República. Mounier por cierto, severo crítico del capitalismo, fue autor del radical y contestatario Manifiesto a Favor del Personalismo, dirigió la combativa revista política Espirit y lo más destacado para esta caballerosa polémica: Mounier militó activamente en la Resistencia Francesa, precisamente contra la invasión nazi y del gobierno pelele de Vichy.
 
El PAN abrevó también en las encíclicas sociales de la Iglesia católica que marcaron al partido y le proveyeron de argumentos para matizar el liberalismo decimonónico de algunos de sus fundadores; se leían en el PAN de mis tiempos la Rerum Novarum, Cuadragésimo Anno, Populorum Progresio, ahí se inspiraron las propuestas de avanzada en materia de justicia social, como la participación de los obreros en la propiedad y la dirección de las empresas, el apoyo al cooperativismo y el respeto a las formas de tenencia de la tierra, incluidos el ejido y la propiedad comunal, que el partido abandonó cuando, con el gobierno salinista pactó la reforma al 27 constitucional.
 
El PAN tuvo en su época anterior al pragmatismo motivaciones espirituales, de las que derivó el reconocimiento a la dignidad de la persona y a los derechos humanos, la primacía del bien común sobre los bienes particulares o sectoriales, la responsabilidad social de la propiedad privada y la subsidiaridad; todo esto nada tenía que ver con el autoritarismo, el belicismo y el racismo. Si hubo una raíz nazi en el PAN, fue menor, desapreció pronto y no fue compatible con las otras aquí esbozadas que dieron carácter y bandera a ese partido histórico hoy en decadencia.
jusbbv@hotmail.com
FUENTE: LA JORNADA OPINION
Acabó el futbol-Magú
Pymes: el ruido y las nueces

León Bendesky
Se habla mucho de las pymes: del gran espacio que ocupan en la economía, la cantidad de empleos que generan, sus necesidades de financiamiento, del impulso que requieren para crearse y sobrevivir. Se les cuenta en los censos económicos, se les define de diversas maneras, se les clasifica por sectores de actividad.
 
No faltan los estudios sobre este tipo de empresas, tampoco las iniciativas de diversa clase para intentar desenvolver este amplio segmento de los negocios, menos aún faltan las declaraciones oficiales y de los organismos empresariales, tampoco los discursos. Hay también estudios técnicos y académicos.

Pero lo que no existe en el entorno educativo, financiero, laboral, legal, tributario, etcétera, para que las pymes cumplan un papel efectivo es el crecimiento. En este campo, los decretos y programas aislados son, finalmente, irrelevantes: así sólo puede haber algunos casos que señalar.

Las iniciativas de reforma financiera que ahora se discuten en el Congreso tienen la mira puesta de modo expreso en el aumento del crédito y la reducción del costo para las pymes. Esta es una aproximación parcial en el mejor de los casos. Pero parecen haber vuelto a la mira luego de la degradación a las que las sometió el gobierno de Vicente Fox, con la ocurrencia de alentar que la gente tuviera un “changarro y un vocho”.

Es muy poco lo hecho para promover y consolidar las pymes y la discusión podrá seguir todo el tiempo que se quiera y con nulo provecho. Pero hay esfuerzos llamativos, aún muy escasos, que pueden contribuir a una estrategia más eficaz y duradera. Existen incubadoras de empresas, operan algunos fondos de inversión para especializados, empiezan a surgir fuentes de capital semilla y algunos estímulos para el arranque (start-up).

Estos mecanismos son insuficientes, están desarticulados, no tienen los estímulos públicos complementarios que se requieren y su efecto, aunque hay casos destacados, es muy limitado sobre todo para el tamaño, la necesidad de crear empleos y los recursos de la economía mexicana.

No hay que olvidar que desde el gobierno de Carlos Salinas se demeritó la política industrial como parte de las acciones públicas para promover la actividad productiva. La mejor política industrial, se dijo entonces, es la que no existe, en un claro arrebato neoliberal muy de moda entonces. Poco a poco, el entramado del financiamiento de los bancos de desarrollo se fue desarmando hasta llevarlos casi a la inanición. Las medidas monetarias y financieras han contribuido, igualmente, junto con las recurrentes crisis financieras, a la debilidad endémica del sector de las pymes.

Pues el caso es que los países más ricos siguen promoviendo las políticas industriales como mecanismo de crecimiento y lo hacen con medidas muy concretas que incluyen la activa relación de las empresas con las universidades y escuelas técnicas (que las hay de alto nivel), con fuentes de financiamiento y ayudas púbicas para insertarlas en el mercado interno y, en muchos casos hacerlas exportadoras.
 
No hay contradicción práctica –y esto me parece relevante advertirlo–, entre el activismo público en materia de la promoción de las pumes y el entorno de libre comercio que se ha ido creando. La hay, sin duda, en términos ideológicos y políticos y su peso en México ha sido considerable por muchos años y pernicioso. Hay mucha hipocresía política por todas partes.
 
Por supuesto que todo esto requiere un ámbito institucional complejo y, sobre todo, eficaz para formar pequeñas y medianas empresas. Eso nos cuesta aquí mucho trabajo y el grado de efectividad es de reprobado.
 
Del gran universo de pymes en el país la mayoría están en el sector del comercio y los servicios; su operación es bastante simple y su escala es en general reducida. Por eso muere una alta proporción de ellas en un plazo de dos a tres años.
 
En el segmento industrial hay algunas redes de proveedores nacionales directos al mercado interno y otros vinculados como exportadores indirectos en industrias como la automotriz, electrónica o aeronáutica. Pero son todavía escasos.
 
Desarrollar el campo de las pymes industriales podría ser un eje para robustecer al resto del sector y crear un estrato productivo, comercial y de servicios mucho más robusto y, sobre todo, rentable. Sería una forma eficaz de ir formalizando la economía. Hoy no hay estímulos reales para salir de la informalidad, al contrario, persisten los que la refuerzan.
 
Una política de fomento de pymes con foco en la producción industrial debe tomar en cuenta una distinción hecha por Joseph Schumpeter en su consideración del progreso tecnológico fuente de la productividad. El papel del emprendedor se señala como una de las causas primarias del crecimiento económico, cuando éste reta a las empresas establecidas al introducir inventos o innovaciones que hacen que la tecnología en uso y los productos que resultan se vuelvan obsoletos. Esto lo llamó la destrucción creativa. Este proceso tiene su contraparte. Cuando las firmas más grandes ya establecidas que operan con una baja estructura de costos relativos desplazan a los competidores más pequeños al establecer barreras a la entrada.
 
La concentración económica crece, y con ella el grado de monopolio que sólo puede allanarse mediante nuevas rondas de innovación. Apple o Microsoft son referencias usuales, entre otras. En México, prevalece en cambio la concentración como norma.
FUENTE: LA JORNADA OPINION

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