El Salvador: Las “maras” piden perdon e inician tregua
Un miembro de la mara en el penal de Ciudad Barrios.
Foto: AP
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SAN SALVADOR (apro).- “Estamos conscientes que le hemos fallado a Dios y a la sociedad, y en nombre de toda mi pandilla, la ‘Mara Salvatrucha’ (MSX3), quiero pedirle perdón a la sociedad y que nos den una oportunidad de poder cambiar”, dijo en una misa celebrada el lunes pasado en una cárcel salvadoreña, el reo Dionisio Umanzor, alias El Sirra, jefe de una de las pandillas más violentas, no sólo de El Salvador, sino de Centroamérica, México y Estados Unidos.
La situación actual en El Salvador es parecida a un filme “fantástico y surrealista”, si no fuera porque los protagonistas son personas de carne y hueso, autores de los más graves delitos contra la vida, como masacres, asesinatos selectivos, secuestros, torturas, violaciones sexuales y extorsiones.
El propio Umanzor está condenado a 30 años de cárcel por haber sido encontrado culpable de delitos de homicidios y secuestros en la década pasada.
El Sirra dio su discurso en el marco de una misa celebrada en el penal de Ciudad Barrios, en la oriental provincia de San Miguel, agobiada por la ola de extorsiones que las “maras” han impuesto a los pequeños y medianos negocios, so pena de asesinar a los que no entregan la “renta”.
En el centro del país, en la cárcel de Cojutepeque, Carlos Ernesto Mujica, alias El Viejo Lin, jefe de la “Pandilla 18″, hablaba en los mismos términos que El Sirra. “Estamos dispuestos en seguir adelante, el primer beneficiado será el pueblo…”, apuntó.
Mujica también fue condenado por asesinato agravado en contra de una mujer pandillera, cuyo cuerpo fue desmembrado y sus partes esparcidas por varios puntos de San Salvador.
La tregua
Nunca antes se llevó a cabo un proceso como el que actualmente se mantiene. Las pandillas vivían en guerra a muerte entre sí por dominio de territorio y últimamente por el control de la venta de drogas.
Sin embargo, por una supuesta intermediación de la Iglesia católica las “maras” habrían llegado a un acuerdo para detener el derramamiento de sangre entre ellas y hacia la sociedad.
Los informes son confusos. El capellán del Ejército, Fabio Colindres, ha asegurado que desde hace meses que trabaja “en silencio” para establecer una “tregua” entre las dos principales pandillas salvadoreñas, misma que, al parecer, se logró el pasado 9 de marzo, dos días antes de las elecciones para alcaldes y diputados, momento en que se desplegó un amplio plan policíaco-militar para resguardar la seguridad de los comicios.
¿En qué supuestamente consiste la tregua? Aunque El Sirra lo negó en una entrevista que concedió a un canal de la televisión local, monseñor Colindres ha confirmado que ambas pandillas decidieron detener los asesinatos entre ambas pandillas por los controles territoriales, así como los homicidios hacia el resto de la población, entre ellos los que no pagan las extorsiones o “rentas”.
Esa tregua permitió que el gobierno “facilitara la logística y sin violar las leyes” –como lo ha recalcado el presidente Mauricio Funes-, para que 30 jefes pandilleros fueran trasladados del penal de máxima seguridad, ubicado en Zacatecoluca, y conocido como Zacatraz, hacia cárceles con regímenes flexibles, es decir a los penales Ciudad Barrios los de la “MSX3” y a Cojutepeque los de la “18”.
Lo primero que se ha visualizado desde el 9 de marzo hasta la fecha es una disminución de los homicidios a escala nacional. Antes de la “tregua” pactada, las ejecuciones llegaban a 14 diarias; en la actualidad no se registran más de cinco o seis, de acuerdo con la policía. El fin de semana del sábado 24 y domingo 25 se registraron 11, cuando lo usual era entre 30 y 40 asesinatos.
Al final de la misa en la cárcel, los “mareros” formaron una larga fila para comulgar. El nuncio apostólico Luigi Pezzuto les dio la ostia sagrada.
“Nosotros creemos que el esfuerzo que están aportando a la nación vale oro, es precioso. Por eso, en nombre de Dios, les quiero pedir que tengan el coraje de mantener la decisión que han tomado”, les solicitó a los pandilleros el capellán del Ejército, Fabio Colindres.
Fuera de los recintos carcelarios hay incertidumbre. En las calles, si bien es cierto, los homicidios han menguado, no así las extorsiones o rentas. Los pandilleros han asesinado a miles de personas en venganza por no pagarlas. Es un círculo vicioso que la gente común cuestiona si se logrará terminar.
Efectos adversos
La académica inglesa y experta en violencia pandilleril en Centroamérica, Sonja Wolf, afirma en entrevista con Apro que sin una estrategia integral, la negociación entre pandillas que actualmente se estaría llevando a cabo en El Salvador está abocada al fracaso y no se conseguirá el cese de la violencia.
“La supuesta negociación entre el gobierno y los líderes de las dos principales pandillas en El Salvador ha suscitado controversia, así como preocupación sobre sus posibles efectos adversos. Más allá de las dudas morales o éticas que pueda implicar una negociación o un acuerdo de paz con delincuentes (presuntos o demostrados), habría que encarar la cuestión desde un punto de vista práctico”, apunta Wolf.
“¿Puede una negociación con pandillas callejeras dar resultados positivos y duraderos? ¿Puede dar fruto en el caso de las ‘maras’, grupos que debido al crónico desinterés estatal han dejado de ser pandillas callejeras tradicionales para volverse un fenómeno social y delincuencial mucho más complejo?”, se preguntó la académica inglesa.
Wolf, doctorada en políticas internacionales por la Universidad británica de Aberystwyth, ha dedicado sus últimos años al estudio de la violencia pandilleril y el análisis de conflictos en Centroamérica y México.
“Una visión alternativa propone el diálogo con grupos terroristas, ya que las vías diplomáticas y políticas pudieran resolver conflictos que no se dejan resolver sólo por medios militares”, explica Wolf, pero apunta: “La diferencia entre los grupos terroristas y las pandillas callejeras es que los primeros tienen reivindicaciones políticas que puedan abordar a través del diálogo. Contrariamente, las pandillas no tienen demandas políticas o sociales colectivas.
“Los jóvenes que ingresaron en estos grupos (pandillas) lo hicieron por motivos tan diversos como el vacile, la amistad, la violencia doméstica, opciones económicas y la venganza. Las pandillas se han aislado del mundo convencional y creado su propia sociedad, sin articular demandas que propiciaran su desmantelamiento y su reaparición”, agrega.
La académica Wolf habla de “acuerdos de paz” entre pandillas y gobierno, por ejemplo, en Ecuador, pero en esos casos no se trataba de estructuras desarrolladas como las “maras” en Centroamérica, que tienen nexos con la narcoactividad y el crimen organizado.
“Todavía no se sabe hasta qué punto el gobierno salvadoreño ha trabajado en los aspectos más estructurales. No se trata simplemente de pedir el cese de la violencia. La violencia y los crímenes impactan la población, pero su ausencia no implica que se haya erradicado el fenómeno pandilleril o que estos grupos no sigan creciendo o mutando”, apunta la entrevistada.
Por otra parte, indica la académica, “la negociación con las pandillas aumenta el poder de estos grupos y deja al descubierto del flanco débil del gobierno. Tanto el récord histórico como la dinámica de las pandillas sugieren que la negociación impulsada por la administración Funes no va a funcionar. Tarde o temprano este pacto fracasará y la violencia volverá a subir”.
Wolf finaliza con una advertencia: “una negociación con las pandillas puede permitir una reducción temporal de la violencia, pero no resolverá estos problemas profundamente arraigados. Incluso, puede desincentivar al gobierno de impulsar los necesarios cambios estructurales”.
La situación actual en El Salvador es parecida a un filme “fantástico y surrealista”, si no fuera porque los protagonistas son personas de carne y hueso, autores de los más graves delitos contra la vida, como masacres, asesinatos selectivos, secuestros, torturas, violaciones sexuales y extorsiones.
El propio Umanzor está condenado a 30 años de cárcel por haber sido encontrado culpable de delitos de homicidios y secuestros en la década pasada.
El Sirra dio su discurso en el marco de una misa celebrada en el penal de Ciudad Barrios, en la oriental provincia de San Miguel, agobiada por la ola de extorsiones que las “maras” han impuesto a los pequeños y medianos negocios, so pena de asesinar a los que no entregan la “renta”.
En el centro del país, en la cárcel de Cojutepeque, Carlos Ernesto Mujica, alias El Viejo Lin, jefe de la “Pandilla 18″, hablaba en los mismos términos que El Sirra. “Estamos dispuestos en seguir adelante, el primer beneficiado será el pueblo…”, apuntó.
Mujica también fue condenado por asesinato agravado en contra de una mujer pandillera, cuyo cuerpo fue desmembrado y sus partes esparcidas por varios puntos de San Salvador.
La tregua
Nunca antes se llevó a cabo un proceso como el que actualmente se mantiene. Las pandillas vivían en guerra a muerte entre sí por dominio de territorio y últimamente por el control de la venta de drogas.
Sin embargo, por una supuesta intermediación de la Iglesia católica las “maras” habrían llegado a un acuerdo para detener el derramamiento de sangre entre ellas y hacia la sociedad.
Los informes son confusos. El capellán del Ejército, Fabio Colindres, ha asegurado que desde hace meses que trabaja “en silencio” para establecer una “tregua” entre las dos principales pandillas salvadoreñas, misma que, al parecer, se logró el pasado 9 de marzo, dos días antes de las elecciones para alcaldes y diputados, momento en que se desplegó un amplio plan policíaco-militar para resguardar la seguridad de los comicios.
¿En qué supuestamente consiste la tregua? Aunque El Sirra lo negó en una entrevista que concedió a un canal de la televisión local, monseñor Colindres ha confirmado que ambas pandillas decidieron detener los asesinatos entre ambas pandillas por los controles territoriales, así como los homicidios hacia el resto de la población, entre ellos los que no pagan las extorsiones o “rentas”.
Esa tregua permitió que el gobierno “facilitara la logística y sin violar las leyes” –como lo ha recalcado el presidente Mauricio Funes-, para que 30 jefes pandilleros fueran trasladados del penal de máxima seguridad, ubicado en Zacatecoluca, y conocido como Zacatraz, hacia cárceles con regímenes flexibles, es decir a los penales Ciudad Barrios los de la “MSX3” y a Cojutepeque los de la “18”.
Lo primero que se ha visualizado desde el 9 de marzo hasta la fecha es una disminución de los homicidios a escala nacional. Antes de la “tregua” pactada, las ejecuciones llegaban a 14 diarias; en la actualidad no se registran más de cinco o seis, de acuerdo con la policía. El fin de semana del sábado 24 y domingo 25 se registraron 11, cuando lo usual era entre 30 y 40 asesinatos.
Al final de la misa en la cárcel, los “mareros” formaron una larga fila para comulgar. El nuncio apostólico Luigi Pezzuto les dio la ostia sagrada.
“Nosotros creemos que el esfuerzo que están aportando a la nación vale oro, es precioso. Por eso, en nombre de Dios, les quiero pedir que tengan el coraje de mantener la decisión que han tomado”, les solicitó a los pandilleros el capellán del Ejército, Fabio Colindres.
Fuera de los recintos carcelarios hay incertidumbre. En las calles, si bien es cierto, los homicidios han menguado, no así las extorsiones o rentas. Los pandilleros han asesinado a miles de personas en venganza por no pagarlas. Es un círculo vicioso que la gente común cuestiona si se logrará terminar.
Efectos adversos
La académica inglesa y experta en violencia pandilleril en Centroamérica, Sonja Wolf, afirma en entrevista con Apro que sin una estrategia integral, la negociación entre pandillas que actualmente se estaría llevando a cabo en El Salvador está abocada al fracaso y no se conseguirá el cese de la violencia.
“La supuesta negociación entre el gobierno y los líderes de las dos principales pandillas en El Salvador ha suscitado controversia, así como preocupación sobre sus posibles efectos adversos. Más allá de las dudas morales o éticas que pueda implicar una negociación o un acuerdo de paz con delincuentes (presuntos o demostrados), habría que encarar la cuestión desde un punto de vista práctico”, apunta Wolf.
“¿Puede una negociación con pandillas callejeras dar resultados positivos y duraderos? ¿Puede dar fruto en el caso de las ‘maras’, grupos que debido al crónico desinterés estatal han dejado de ser pandillas callejeras tradicionales para volverse un fenómeno social y delincuencial mucho más complejo?”, se preguntó la académica inglesa.
Wolf, doctorada en políticas internacionales por la Universidad británica de Aberystwyth, ha dedicado sus últimos años al estudio de la violencia pandilleril y el análisis de conflictos en Centroamérica y México.
“Una visión alternativa propone el diálogo con grupos terroristas, ya que las vías diplomáticas y políticas pudieran resolver conflictos que no se dejan resolver sólo por medios militares”, explica Wolf, pero apunta: “La diferencia entre los grupos terroristas y las pandillas callejeras es que los primeros tienen reivindicaciones políticas que puedan abordar a través del diálogo. Contrariamente, las pandillas no tienen demandas políticas o sociales colectivas.
“Los jóvenes que ingresaron en estos grupos (pandillas) lo hicieron por motivos tan diversos como el vacile, la amistad, la violencia doméstica, opciones económicas y la venganza. Las pandillas se han aislado del mundo convencional y creado su propia sociedad, sin articular demandas que propiciaran su desmantelamiento y su reaparición”, agrega.
La académica Wolf habla de “acuerdos de paz” entre pandillas y gobierno, por ejemplo, en Ecuador, pero en esos casos no se trataba de estructuras desarrolladas como las “maras” en Centroamérica, que tienen nexos con la narcoactividad y el crimen organizado.
“Todavía no se sabe hasta qué punto el gobierno salvadoreño ha trabajado en los aspectos más estructurales. No se trata simplemente de pedir el cese de la violencia. La violencia y los crímenes impactan la población, pero su ausencia no implica que se haya erradicado el fenómeno pandilleril o que estos grupos no sigan creciendo o mutando”, apunta la entrevistada.
Por otra parte, indica la académica, “la negociación con las pandillas aumenta el poder de estos grupos y deja al descubierto del flanco débil del gobierno. Tanto el récord histórico como la dinámica de las pandillas sugieren que la negociación impulsada por la administración Funes no va a funcionar. Tarde o temprano este pacto fracasará y la violencia volverá a subir”.
Wolf finaliza con una advertencia: “una negociación con las pandillas puede permitir una reducción temporal de la violencia, pero no resolverá estos problemas profundamente arraigados. Incluso, puede desincentivar al gobierno de impulsar los necesarios cambios estructurales”.
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