Andrés Manuel López Obrador, el candidato
Víctor Flores Olea
Las dos comparecencias recientes de Andrés Manuel López Obrador no pueden pasarse por alto: la primera, el pasado domingo 18 de marzo, en que, al lado de Marcelo Ebrard, expone sintéticamente su plan de seguridad para el país; la segunda, el miércoles 21 de marzo, con motivo de su registro en el Instituto Federal Electoral (IFE) como candidato presidencial de las izquierdas para las elecciones de julio.
Ambas circunstancias muestran a López Obrador con una calidad de político maduro y experimentado, y seguro en los pasos que va efectuando como candidato presidencial, y acerca de la visión de conjunto que tiene del país que se propone gobernar.En la comparecencia en que se presenta al lado de Marcelo Ebrard, ya señalado en la eventualidad como posible secretario de Gobernación, simultáneamente sostienen que no habrá verdadera
pacificacióndel país si no se logra un avance visible del respeto a los derechos humanos de la ciudadanía más amplia, batalla que al final de cuentas consiste en disminuir las tremendas desigualdades que vive México y una política de seguridad que la aproxime a la sociedad entera. Entre las condiciones previas deberá lograrse también, por supuesto, la formación de una policía federal nacional altamente
moralizada y capacitada, que sustituya, incluso con ventaja, al Ejército y a la Marina, que efectúan ahora lo principal de la
contencióndel crimen organizado. En tal momento, sometido a revisiones constantes y paulatinas, las fuerzas armadas deberán retornar a los cuarteles.
En la misma presentación, ambos dirigentes, Andrés Manuel y Marcelo Ebrard, se refirieron a temas vinculados estrechamente al de la seguridad nacional. Sin embargo, diría que lo más impresionante del acto fue algo que no veíamos hace mucho en nuestros escenarios políticos: la presencia de dos hombres del servicio público de tal seriedad actuando en plena conformidad, dos políticos de esa dimensión que están reflexionando combinadamente en los problemas del país y llegando a conclusiones semejantes. Es decir, lo que hace unos cuantos meses parecía, del lado de las izquierdas, un horizonte de incertidumbre y confrontación, hoy se presenta como una visión constructiva y altamente promisoria si realmente nuestro futuro gubernamental es encabezado por dos políticos de la calidad de Andrés Manuel y Marcelo Ebrard. Los mexicanos votantes el próximo julio han de pensar muy seriamente en estas perspectivas y diferencias con los otros candidatos.
En la segunda de las comparecencias recientes –su protesta como candidato a la Presidencia de la República en el IFE– no estuvo ausente en Andrés Manuel López Obrador su derrota de 2006, que dio paso a uno de los episodios de perseverancia política más extraordinarios en la historia de la República, un sexenio de peregrinar y recorrer el país entero, seguramente varias veces, por el candidato despojado, para movilizar y consolidar la organización que debería darle el triunfo.
Por supuesto que mencionó que el triunfo le fue arrebatado en 2006, por esa misma institución que ahora visitaba, sin dejar de decir que ahora
ganaría la Presidencia de la República. Añadió también en tono profesoral: “Ustedes, como autoridades electorales, tienen una gran responsabilidad. Espero que estén a la altura de las circunstancias. Que no se repita lo que sucedió en 2006, que no se vuelvan a pisotear los derechos de los ciudadanos. Que se respete la voluntad del pueblo, que tengan ustedes la capacidad –con la ley en la mano– de garantizar elecciones limpias y libres”.
Varios consejeros no dejaron de exhibir molestia por la indirecta reprimenda y por el señalamiento propedéutico. Pero en un acto de esa naturaleza, uno de los más altos de cualquier proceso electoral, resultaba absolutamente indispensable referirse a las elecciones de hace seis años, en que México, precisamente por el despojo de que fue objeto López Obrador, se exhibió a una escala vergonzosa de nivel electoral y democrático. En mi opinión nada más oportuno que recordar ahora la nube negra que pesa sobre ese cuerpo colegiado, en la esperanza de que se reivindique en adelante.
Añadió López Obrador:
Resulta fundamental cuidar que no se utilice el dinero del presupuesto, que es dinero de todos, para favorecer a partidos y candidatos, y que no se trafique con la pobreza de la gente, que no se compren los votos, que no se compren lealtades, que no se compren conciencias. Que sea el pueblo libremente el que decida por qué partido y por qué candidato votar.
Muchos observadores están sorprendidos de que algunos consejeros del IFE, la estricta minoría, hayan interpretado las palabras y la presencia de López Obrador en este acto de registro como una violación a la legalidad y a la famosa veda política dictada por el mismo IFE que ahora lo recibía. El registro, para todos los candidatos, quiérase o no, resulta uno de los actos más importantes de las campañas electorales de los candidatos. Ahí exponen sus motivos de registrarse y, por supuesto, sus objetivos de sustancia en la batalla electoral para llegar a la Presidencia de la República.
Ahora son claros también los ataques de sus enemigos de siempre, de quienes ya anuncian su intención de quemarlo otra vez en la hoguera, si posible, de quienes están dispuestos a recurrir a todo tipo de marrullerías para descarrilar su candidatura.
El IFE, organismo gubernamental bien pagado, debe impulsar la democracia y no romperla. Esperamos que haya una primera vez en que los procedimientos se desarrollen más que razonablemente.
Los candidatos y la ciencia
Javier Flores
Todos ofrecieron apoyar el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación. Los tres se comprometieron a incrementar los recursos para estas actividades. Lo que ocurrió el viernes en el Congreso de la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico, donde Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota respaldaron el documento titulado Sociedad del conocimiento para impulsar la competitividad y crecimiento de México, conocido como Declaración de Monterrey, es un anticipo de lo que será el discurso de los tres aspirantes a la presidencia de la República mexicana durante las campañas que se inician este fin de semana. ¿A quién creerle?
En este caso la respuesta es muy sencilla, pues sus mensajes, si bien potencialmente tendrían consecuencias para todos los mexicanos, van dirigidos especialmente a un sector de la sociedad interesado en el desarrollo científico y tecnológico de México, para el cual, la elocuencia de las piezas oratorias, los estadios llenos o vacíos, las cubetas de plástico, matracas, tortas y refrescos, en realidad significan muy poco, o más bien nada. Lo que se espera es otra cosa: las pistas que razonablemente den certeza de que los ofrecimientos puedan cumplirse. La idea de que en el proyecto de nación que dicen tener, la educación superior, la ciencia, la tecnología y la innovación, sean piezas indispensables del rompecabezas que le permitan a nuestro país, salir del atraso en el que se encuentra e incursionar por un camino de auténtico desarrollo.El candidato del PRI puede ser descartado de entrada, pues no tiene la menor idea acerca de lo que habla. Frases huecas, que nos remiten a los concursos de oratoria. Un monumento al lugar común:
La ciencia es la llave mágica para convertir a México en un país de primera.
Corea avanzó y México no, sin darse cuenta de que fue algo que ocurrió en buena medida por responsabilidad de los gobiernos de su partido. Sus asesores escarban en cifras y documentos oficiales para nutrir sus penurias discursivas. Oportunistas ex funcionarios del ramo a su lado y, en un descuido, nos prometerá, no el uno por ciento del producto interno bruto (PIB), sino el 2. 3 por ciento. Y lo peor de todo: ¡lo firmará ante notario público!
La candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, se comprometió a elevar a uno por ciento del PIB los recursos para ciencia y tecnología, y descubrió la importancia de la educación, al proponer un nuevo modelo educativo que acerque a los niños a la ciencia –algo que no se le ocurrió cuando fue titular de la Secretaría de Educación Pública. También respaldó la creación de una nueva secretaría para la ciencia, tecnología e innovación. Estos tres elementos coinciden con el programa de uno de sus oponentes, el candidato de las izquierdas Andrés Manuel López Obrador, quien fue el primero en comprometerse con ellos, lo que sugiere que la candidata y su equipo están muy atentos a lo que ocurre en el cuartel del tabasqueño.
Hay en el discurso de Vázquez Mota dos elementos interesantes. Por un lado abordó el tema de qué hacer con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt); al respecto propuso un nuevo diseño de este organismo, con el fin de aumentar la presencia de las instituciones de educación superior (IES) y abrirlo a la participación del sector empresarial. También señaló la necesidad de dar impulso a las incubadoras de base tecnológica en las IES. Sus propuestas iniciales sugieren que la orientación de su política consistirá en fortalecer la participación del sector privado en las tareas científicas y tecnológicas, algo que ha sido la característica en las administraciones panistas desde 2000, que no se han traducido en un avance significativo de la ciencia en México. La pregunta sería cómo lograr que lo que hasta ahora no ha tenido éxito esta vez lo tenga.
Como ha hecho desde hace varios meses, Andrés Manuel López Obrador se refirió directamente a la educación superior como parte de su política de ciencia y tecnología. En su intervención propuso duplicar el número de jóvenes universitarios en el próximo sexenio. Explicó que la falta de acceso a las universidades obedece a que éstas no cuentan con recursos suficientes. También se comprometió a incrementar el número de investigadores, que pasarían de 18 mil (considerando las cifras del Sistema Nacional de Investigadores) a 50 mil en los próximos seis años, así como a elevar a uno por ciento del PIB los recursos para ciencia. Reiteró su compromiso de crear una secretaría de ciencia, tecnología e innovación, para cuya dirección invitó al doctor René Drucker Colín.
El candidato de las izquierdas fue el único que expresó una idea clara sobre el papel de la ciencia para el desarrollo nacional. Fijó dos áreas prioritarias, una de ellas fue el impulso a la biotecnología para garantizar la autosuficiencia alimentaria. La segunda, la de energía, para enfrentar el rezago en las áreas del petróleo y la electricidad.
Ante la carencia de ideas del candidato del PRI, el debate en las campañas políticas sobre el futuro de la ciencia, la tecnología y la innovación quedará entre los abanderados del PAN y la izquierda. La disyuntiva aparece desde ahora muy clara: más de lo mismo o explorar un cambio de rumbo.
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