Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 24 de marzo de 2012

Duro con el pecado, indulgente con el pecador- Ineficiencia educativa

Duro con el pecado, indulgente con el pecador

El Papa Benedicto XVI y Felipe Calderón en Guanajuato. Foto: Miguel Dimayuga
El Papa Benedicto XVI y Felipe Calderón en Guanajuato.
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- “Es desconcertante saber que el mafioso mientras dispara y mata invoca a Dios”, dice el historiador, político y estudioso de las mafias italianas, Isaia Sales, en su libro Los curas y la mafia.
La cita viene a colación por la visita del papa Benedicto XVI a México y, por supuesto, por el certero comentario del obispo de Saltillo, Raúl Vera, quien dijo que el presidente Felipe “Calderón acudirá a misa con una cola de 60 mil muertos”.
Durante la misa que oficiará el sumo pontífice, seguramente el principal responsable de los ríos de sangre y odio que corren por los poblados de casi todo el país, rezará y comulgará para “recibir el cuerpo de Cristo”.
Entonces Calderón se arrodillará ante el Papa, como lo ha hecho ante su secretario de Seguridad Pública que, como su jefe, violenta la ley, ordena montajes para cambiar la realidad y envía a jóvenes policías como carne de cañón para que se enfrenten al crimen organizado.
Calderón, con sus manos manchadas de sangre (literalmente hablando), se persignará ante el sucesor de San Pedro y hablará de “paz” cuando fue él quien mantiene esta guerra teniendo como estrategia al Ejército en las calles.
Previo a la llegada del Papa a Guanajuato, el obispo Vera López declaró lo que le provoca la figura de Calderón: “A mí me da vergüenza que tengamos al frente de México a una persona que se confiesa públicamente católica y que está llevando una estrategia con ausencia de procuración de justicia”.
Y sí, cómo puede Calderón confesarse públicamente católico cuando “trae una cola de 60 mil muertos”. Es como el mafioso del que habla Isaia Sales, “mientras dispara invoca a Dios”.
Sacerdotes católicos como Raúl Vera o el padre Alejandro Solalinde que pregonan y accionan en beneficio de los más necesitados, como los desplazados, los migrantes, los huérfanos de la guerra, los hambrientos, los desempleados, los abandonados del gobierno, son pocos, pues es bien sabido que la Iglesia católica forma hoy parte de esta complicidad para la expansión del crimen organizado.
¿Acaso podría el crimen organizado penetrar en las estructuras del municipio, de la sociedad con tanta fuerza sin la connivencia de las autoridades, pero también sin el silencio cómplice de la Iglesia?, seguramente no.
La Iglesia, con su silencio, ha sido cómplice del crimen organizado; la Iglesia, con la aceptación de las dádivas del crimen organizado, para la construcción de un templo, por ejemplo, es cómplice y lleva a sus fieles a aceptar el actuar del crimen organizado.

El escritor y político italiano sostiene que la Iglesia ha sido “dura con el pecado, tolerante con el pecador”, y como muestra de ello en México está el obispo Emilio Carlos Berlié que, encargado de la diócesis de Baja California, sirvió de vínculo para que los hermanos Arellano Félix pudieran hablar con el entonces nuncio apostólico Girolamo Prigione y entrevistarse con personeros del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Las palabras del político italiano parecieran haberse concretado con el dicho del papa Benedicto XVI en su trayecto a México: “La Iglesia debe desenmascarar la idolatría del dinero, que esclaviza a los hombres; desenmascarar el mal y las falsas promesas; desenmascarar la mentira y estafa que están detrás de la droga”.
En otras palabras, sólo condena el pecado, mientras algunos de los miembros de la Iglesia católica son “tolerantes con el pecador”; es decir, con el mafioso, el narcotraficante, el que construye el templo, como lo hizo Joaquín El Chapo Guzmán cerca de Badiraguato, Sinaloa, quien edificó una iglesia para que su madre y sus amigas tuvieran un espacio donde hacer sus oraciones.
Por ética y por obligación, la Iglesia no puede seguir en el silencio ante el narcotráfico ni el actuar de Calderón, ya que su poder de influenza y persuasión entre las masas hace indispensable que se pronuncie contra “el pecado y el pecador”
En estos tiempos de odio y sangre que vive México, y de la gran estela de rencor que está dejando esta “guerra”, el representante de Dios en la Tierra ha llegado para ser recibido por quien en público se arrodillará ante él y, en privado, seguirá ordenando más muerte y sembrando más dolor.
Benedicto XVI será, sin duda, “duro con el pecado pero benévolo con el pecador”, en este caso Calderón Hinojosa. Y destacó pecador, pues él mismo se confiesa públicamente católico, aunque para algunos, como el obispo Raúl Vera, debiera ser motivo de vergüenza.
Y si Benedicto XVI quiere cumplir con su misión pastoral, bien hará en recibir a las víctimas de esta guerra y a las víctimas de su Iglesia, los abusados sexualmente por algunos sacerdotes. Un gesto así llevará a los creyentes, sin duda, un poco de paz a sus corazones llenos de dolor.
Pero mientras se hacen las cuentas sobre los beneficios espirituales que puede generar la visita del papa, ya hay quienes seguramente buscarán santificarlo, pues con su visita dará a Guanajuato una derrama económica de unos mil millones de pesos, el doble de lo que se genera en el Festival Cervantino; nada mal para un país donde año con año, desde la llegada de Felipe Calderón al poder, se pierden cerca de 500 mil empleos.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx

Ineficiencia educativa

Enrique Peña Nieto, aspirante a la Presidencia. Foto: Octavio Gómez
Enrique Peña Nieto, aspirante a la Presidencia.
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con un candidato presidencial que presume hasta de su ignorancia, cobijado por los monopolios que le prometen el cuidado de su imagen televisiva, y con una candidata que fue tan débil durante la mitad de este sexenio que hizo hasta lo imposible para entregar la educación nacional en charola de plata al grupo cerrado que comanda el oprobioso sindicato magisterial, es ignominioso lo que de política aprenden las actuales generaciones de niños y jóvenes.
En cuanto a la educación primaria, lo que aprenden no sirve para el 40% de los niños porque no les permite continuar con sus estudios de secundaria. De los que logran ingresar a este segundo nivel, lo que memorizan o repiten tampoco sirve a la mitad de ellos para continuar con sus estudios de bachillerato. Los más necesitados de ambos niveles (una minoría del 10%) optan por los estudios técnicos o terminales de educación media superior, pero muchos de quienes consiguen ingresar a un bachillerato propedéutico no pueden aspirar a continuar con sus estudios superiores, debido a sus deficiencias en habilidades básicas en lectura, en razonamiento lógico y matemático, y en sus capacidades para comunicarse de forma verbal o escrita, así como para construir conceptos que permitan analizar los avances de una disciplina determinada.
A la injusticia social que reproduce el sistema educativo, que va segregando y expulsando a millones de personas, primero por la vía de la reprobación (uno de cada tres reprueba al menos una materia entre cada ciclo escolar) y luego por desidia o insatisfacción cuando esa persona alcanza la extra-edad respecto de su cohorte escolar, ahora se han agregado una verdadera ineficacia pedagógica y mala calidad de los procesos académicos y educativos, para no hacer referencia a las condiciones físicas en las que se desarrollan los aprendizajes.
En general, en lectura, matemáticas y ciencias los alumnos mexicanos están 20% por debajo de sus pares urbanos de unos 30 países, y se llega al extremo de la ineficacia entre la población rural o indígena, que se halla en el verdadero abandono. La mitad de los alumnos en educación media superior cuentan apenas con niveles elementales de lectura (el nivel de Enrique Peña Nieto), mientras que el 46% no pueden resolver ejercicios básicos y simples de matemáticas.
Y luego exigen pasar pruebas y más pruebas, cuando no han podido garantizar que se aprenda en forma adecuada. Ocurre tal y como lo reseña William Ospina para el caso de Colombia, país con el que vamos encontrando muchos parecidos: “Pretende estar poniendo a prueba los conocimientos y la idoneidad de los estudiantes, cuando en realidad está encubriendo su escandalosa ineptitud para ofrecer cupos a todos los graduados y para garantizar la continuidad del proceso. A muchos de los que logran sobrevivir a la contienda todavía los espera, al final de su experiencia universitaria, la frustración posterior de no encontrar oficio y descubrir con asombro, después de lustros de supersticiones académicas, que se ganan mejor la vida los traficantes y los contrabandistas que los jóvenes letrados con sus laureles todavía verdes sobre sus sienes”. (La escuela de la noche, editorial Norma, Bogotá, 2008, página 195.)
La educación es el futuro, repiten incansablemente los candidatos de la superficialidad y la ignorancia, pero ellos han sido quienes la han desacreditado y desechado en el pasado, mientras que en el presente siguen siendo reproductores de lo que sólo es materia imprescindible de su demagogia. Primero tendrían que ser educados ellos mismos, y deberíamos hacerles pruebas de que saben de lo que están hablando, sobre todo cuando se refieren a lo que se enseña y aprende en la vida y en la escuela, porque, a partir de lo que dicen, se ve que no saben qué es la educación ni tienen conciencia de que la falta de ésta es el problema más grave para el desarrollo del país.
No habrá avance en la reconstrucción del tejido social, que se ha vulnerado y resquebrajado por todos lados, si no se entiende que la educación debe cambiar sustancialmente, que debe ser transformada de raíz y contar con leyes, políticas y mecanismos harto distintos a los actuales. Por supuesto que esto es más que válido para las personas que han estado malbaratando la educación, volviéndola una mercancía para el lucro desmedido, o haciendo de ésta un botín para su entero beneficio. Esas personas de plano deberían hacerse a un lado de forma definitiva, sólo por educación

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