Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 28 de octubre de 2012

EL DESPERTAR- El SNTE, problema nacional- El desafío laboral y los primeros pecados políticos-

El Despertar
Una transición insólita
José Agustín Ortiz Pinchetti
Creo que el ambiente en el que se está dando la transición de un régimen a otro es insólito. No tiene el tono de conflicto y resistencia de la transición de 2006. También carece de los destellos de esperanza que tuvo la del año 2000, cuando creímos que la alternancia en el Poder Ejecutivo con Fox abriría las puertas de la democracia. Hoy predomina un tono gris y un ritmo denso. Este cambio se inscribe en una larga etapa de decadencia. El país ha perdido muchas de las condiciones que constituían su fuerza, su importancia y su esperanza de ser lo que potencialmente es: una gran nación. Es lógico que el ánimo general sea la depresión. Es decir, una tristeza profunda y difusa que se extiende a todas las capas de la población. El PRI quiere repetir todos los ritos del viejo sistema. Viajes al extranjero, declaraciones que intentan ser portadoras de esperanza, especulación con los colaboradores. Nada despierta el optimismo y mucho menos el entusiasmo.
 
Además, los hechos que publican y resaltan los medios alimentan esta visión negativa. Por ejemplo: el triunfo de los grandes caciques sindicales que se oponen a la modernización y anidan una corrupción sin límites. Los asesinatos, los asaltos, los secuestros, las imágenes sangrientas de cada día. La impunidad en 90 por ciento de los delitos, incluyendo el saqueo generalizado. El cinismo, la perversión de las instituciones, la débil respuesta de los trabajadores a la agresión de una reforma patronal, y así podríamos seguir.
 
Sin embargo, debajo de esta obscura costra de tiempos malos y turbulentos podemos adivinar una energía y un cambio profundo que se manifestará en los próximos tiempos. La reforma laboral se ha enredado y la perdió el PRI y el presidente electo. Es evidente que los sondeos de opinión seguramente desfavorables, que no han trascendido, obligaron a cambiar la posición de PRI y PAN, porque una reforma impopular dañaría aun más la precaria legitimidad de Enrique Peña y aceleraría el proceso de descomposición del PAN.
 
Como señaló Pablo González Casanova al recibir el premio Cosío Villegas, que le otorgó El Colegio de México: los pueblos originarios y los jóvenes, al hacer valer su inconformidad, abren el camino de los cambios. El duro trabajo de organización de Morena permite vislumbrar que en los congresos distritales, y ahora en los estatales, emerge una nueva organización que puede constituir una oposición verdadera. Una corriente que rompa con el proceso de derechización y que encuentre su energía y su inspiración en la nueva cultura política de México que, como una revolución silenciosa, crece cada día sin prisa y sin pausa.
El SNTE, problema nacional
Arnaldo Córdova
Foto
“(Elba Esther) Gordillo se sintió en la necesidad de advertirle ‘al que anda por Europa’ que ‘nosotros vamos a construir nuestras opciones educativas (…) esperamos la de él, la analizaremos con respeto, con espíritu solidario, con ánimo de contribuir a un buen gobierno y ahí estaremos’”
Foto Luis López Soto
 
 
No es ninguna exageración: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se ha convertido en un obstáculo para la política general del Estado en México, en muchas materias que tienen que ver directamente con la gobernabilidad del país y, por supuesto, con el éxito que las acciones de gobierno deben tener. Una organización que sólo en cuotas de sus afiliados recibe más de tres mil millones de pesos es, sin lugar a dudas, una potencia en todos los ámbitos. Ningún partido político, con todo y el enorme presupuesto dedicado a su mantenimiento, dispone de medios semejantes.
 
Para empezar, el SNTE es un factor sin el cual la política educativa del Estado no podría llevarse a cabo. Desde hace mucho tiempo se encuentra aposentado en las estructuras de poder de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y desde ese sitial decide, la mayoría de las veces, los derroteros que dicha política debe seguir. Muchos de los funcionarios de esa secretaría son miembros o personeros del sindicato y, cada uno en su ramo, decide por sí lo que en él se hace dejando, muchas veces, a los titulares de la secretaría como meros espectadores impotentes de muy diversas y cruciales decisiones en la política educativa.
 
Es un hecho que esa agrupación corporativa de poder se encuentra adueñada de una de las principales funciones del Estado nacional y que es la que tiene que ver con la impartición de la educación pública en México.
 
Es bien sabido, además, que el SNTE controla otros órganos del poder del Estado que nada tienen que ver con la función educativa. A la hora de los repartos de poder, el SNTE y su dirección plutocrática siempre encuentran el modo de colocar a los suyos, sea en un organismo como la Lotería Nacional, sea en el ISSSTE, como una forma clara de cedimiento del poder del Estado. Y no sólo. Varios estados llegan fácilmente a ser gobernados por miembros del gremio o sus allegados como resultado del enorme peso político que el sindicato acumula en el escenario nacional.
 
Hay que recordar, a propósito de este fenómeno, que uno de los puntales teóricos de la soberanía del Estado radica en que ningún poder particular o privado puede prevalecer sobre el mismo. Es un principio rígido pero, como todos los principios, cuando se les ve en la realidad, aparecen mediados por muchas circunstancias y acuerdos que los vuelven diferentes de cómo se les planteaba en la teoría. Pero es un hecho que cuando el Estado cede su hegemonía sobre el gobierno de la sociedad, trátese del asunto de que se trate, el Estado se ve disminuido y limitado, de modo que su soberanía sufre excepciones que la vuelven imposible.
 
En las relaciones del SNTE con el Estado mexicano, aparecen claramente deformaciones y contrastes que nos dicen que el Estado ha claudicado en sus funciones frente a un poder particular, corporativo, y que éste ha acabado sustituyéndose al Estado soberano en sus funciones.
 
Un Estado que cede su soberanía, por entero o por partes, a los poderes privados es un Estado que renuncia a gobernar a la sociedad. Los poderes privados son incapaces de actuar en el nombre de intereses generales o del bienestar de la sociedad en su conjunto. Para eso se inventó el Estado. Cuando un grupo así se sustituye al Estado actúa de acuerdo con sus intereses y en desmedro de los intereses generales. Por ello mismo los privados deben ser mantenidos en su propia esfera y evitar que usurpen las funciones del Estado. El SNTE es incapaz de actuar de acuerdo con una política general de beneficio a la sociedad. Sus intereses son privados y contrarios a los intereses del Estado y de la sociedad.
 
¿Cómo fue que llegamos a una situación como ésta? Desde luego que el SNTE no es una excepción. Muchos otros sindicatos, como el de petroleros, electricistas, empleados del Estado y muchos más también ejercen su dominio sobre funciones que son claramente estatales. Pero en el caso de éstos encontramos siempre relaciones en las que median otros actores y, a final de cuentas, se someten a los designios estatales. En el caso del SNTE hay una tendencia a enrocarse en las posiciones políticas ganadas para defender sus privilegios de casta y, llegado al caso, incluso para confrontar al Estado.
 
Su liderazgo ha llegado a adquirir un grado tal de autonomía que le permite lo que en otros casos sería una anomalía: actuar, por ejemplo, de modo independiente respecto del Estado y de la misma SEP; pasar de un color partidista a otro (del PRI, como tradicionalmente lo fue hasta que su lideresa fue obligada a abandonar sus filas, al PAN o, incluso, a la formación de un partido propio, Nueva Alianza, al que no duda en torpedear cuando se vislumbra en el horizonte una nueva oportunidad política, como ocurrió en las pasadas elecciones); establecer alianzas particulares que los agremiados de ninguna manera controlan y a veces ni sospechan.
 
Todo mundo sabe de la enorme eficacia que los activistas del sindicato suelen mostrar en los procesos electorales. Eso les permite ofrecerse como moneda de cambio siempre al mejor postor. Muchos de esos activistas trabajaron no por su candidato, sino por Enrique Peña Nieto, con el cual está en veremos el tipo de relaciones que se tendrán durante su gobierno. Con un millón y cuarto de afiliados, el SNTE cuenta con 22 mil 353 personas que, según denuncia de Mexicanos Primero, organización patronal acérrima enemiga suya, cobran como maestros o directivos escolares y trabajan para el sindicato (lo mejor sería decir, para su núcleo directivo, liderado por Elba Esther Gordillo).
 
Todo el que haya tenido el hígado necesario para escuchar o leer la versión estenográfica del discurso de la Gordillo en el reciente Congreso de Playa del Carmen habrá podido advertir el espíritu de fortaleza sitiada que prevalece en el SNTE. Ello fue notorio después de la ruptura con el PRI. El PAN en el gobierno lo trató como un simple aliado de paso sin que llegaran muy lejos los compromisos contraídos. Ha logrado neutralizar las masivas acciones en su contra de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) cediéndole aquí y allá posiciones que siempre le disputa pero que, en el fondo, deja en manos de sus adversarios para evitar que su oposición se extienda.
 
Con el PAN no debe haber mucho más que el SNTE pueda esperar. Por lo que puede verse, los compromisos se agotaron con la salida de los panistas del gobierno y la Gordillo reclamó en su discurso que de su parte hubo cabal cumplimiento. La preocupación ahora debe estar centrada en las relaciones que habrán de establecerse con el entrante gobierno priísta y muy pocos deben ser los enterados de los acuerdos que ya se hayan logrado, si es que los ha habido.
 
Gordillo se sintió en la necesidad de advertirle al que anda por Europa que “nosotros vamos a construir nuestras opciones educativas (…) esperamos la de él, la analizaremos con respeto, con espíritu solidario, con ánimo de contribuir a un buen gobierno y ahí estaremos”. Se parece a una oferta, pero también a una autodefensa. Ya veremos de qué cuero salen más correas.
En Michoacán-Fisgón
El desafío laboral y los primeros pecados políticos
Rolando Cordera Campos
Por un momento, la sociedad mexicana pudo asomarse a la realidad profunda que la define: una comunidad de trabajadores mal pagados y peor protegidos, donde la informalidad supera a la mayoría de los ocupados y muy pocos logran pagos iguales o superiores a los cinco salarios mínimos. En esta situación radica la pobreza masiva que nos marca y gravita la desigualdad que nos cruza como herida histórica.
 
La convocatoria a trazar un nuevo curso para el desarrollo nacional, que hacemos desde la UNAM un grupo de mexicanos preocupados con la crisis y su destructiva secuela, encuentra en esta documentación de la vergüenza laboral mexicana una de sus más fuertes argumentaciones. La economía adopta un sentido robusto si genera empleo digno; si no, es el momento de imaginar y reclamar un giro en la política y la estructura, que es lo que se hace en el documento referido, que será presentado ante la prensa mañana lunes en la Rectoría de la UNAM.

El tiempo de revelación referido sólo fue un momento, y no nos llevó a una epifanía redentora. Porque la imaginería individualista se impuso en familias, buenas conciencias y medios de comunicación, y para muchos observadores y analistas lo importante y hasta decisivo fue la flexibilización a ultranza de las relaciones laborales, el abaratamiento de la contratación y del despido y la introducción de obligaciones de transparencia y democracia electoral en los sindicatos.

Esto último no es menor ni debería soslayarse, pero en la actualidad no apunta al corazón del mundo laboral mexicano. Sin menoscabo de su importancia y pertinencia, debajo de la democracia y la rendición de cuentas hay panoramas inicuos que demandan un esfuerzo legislativo comprometido y ejemplar, que no hubo.

Es en la extrema heterogeneidad ocupacional y productiva y en los vastos territorios de abuso, explotación y muy bajas cuotas de productividad, donde debía haberse profundizado para tener una norma civilizatoria y justiciera, que asumiera la realidad inicua de concentración de riqueza y abandono que reina en el terreno laboral del país. México es ya, sin duda, una nación urbana y de trabajadores donde, sin embargo, los intereses que mandan no son los de ellos sino los de los patrones. Quienes, para variar, sólo se quejan y demandan más y más.

No fue esta circunstancia sociológica y económica, bien glosada el jueves pasado por Adolfo Sánchez Rebolledo en estas páginas y José Woldenberg en Reforma, la que inspiró a la mayoría legislativa. Tampoco parece haber conmovido al nuevo grupo gobernante, cuyos personeros, sin más, hicieron suya una iniciativa presentada de forma irreflexiva por el presidente que se va.
 
A juzgar por las maneras adoptadas por la mayoría y sus ocasionales aliados, el nuevo gobierno parecía dispuesto a probar sus armas de inmediato. Sin dar explicación satisfactoria alguna, ni dar cuenta de sus conocimientos políticos y económicos sobre lo que ocurre en el grotesco mercado laboral mexicano, el gobierno entrante hizo suya una inopinada iniciativa del presidente saliente y abrió hostilidades contra la izquierda alojada en el Congreso, los sindicatos que buscan ser independientes y los ciudadanos que reclaman del Estado una acción afirmativa dirigida a sanear el opaco mundo sindical mexicano, con algo de transparencia y la exigencia a los sindicatos de que sus dirigencias respeten los mínimos civilizados de cualquier democracia.
 
Ganen o pierdan los priístas en ésta su intrigante campaña inaugural, o la pongan a enfriar como sugiriera el diputado Beltrones el jueves, el juicio sobre sus primeros pasos en el terreno social, cuyo corazón está en el mundo laboral, no será favorable. De poco le servirán los elogios siempre sibilinos de la patronal y sus lugares comunes sobre la competitividad. Un gobierno que se estrena poniendo en entredicho los derechos de los trabajadores, cuya situación ignora olímpicamente, no puede reclamar acto seguido la aprobación de las bases sociales del país que, informales y no, aseguradas o no, son en su mayoría trabajadoras.
 
Darle un nuevo curso al desarrollo nacional es obligado. El argumento inicial para hacerlo radica precisamente en la indecente situación de sus trabajadores. No hay, aquí, petate del muerto con el cual asustar a nadie.
 
Sólo la realidad avasalladora de millones de trabajadores que apenas cubren los mínimos necesarios para un elemental bienestar y de otros millones dejados de la mano de Dios y del Estado, que renunció a sus compromisos históricos y dejó de ser un Estado nacional popular digno de tal nombre. La suerte de México y de su Estado se juega dramáticamente aquí, donde se inicia toda relación social que merezca ser cuidada y expandida, para formar una comunidad nacional de ciudadanos trabajadores, libres y orgullosos. Lo que no tenemos hoy, por más que se esfuercen los jilgueros y exegetas a la orden.
Nada es para siempre-Hernández
 
Estado, sindicatos, burocracias sindicales
Guillermo Almeyra
Mientras exista el régimen salarial los trabajadores serán explotados o por los empresarios capitalistas o por el Estado como capitalista colectivo y, por consiguiente, deberán defenderse de ambos tratando de vender su mercancía particular, la fuerza de trabajo, por un precio más alto y en mejores condiciones. Para ello les convendrá unirse en grupos de productores de esa mercancía, o sea, en sindicatos por rama y por industria, para pesar más en el mercado frente a los capitalistas, que hasta forman monopolios. Los sindicatos son así, por un lado, una escuela elemental de unión y solidaridad clasista frente a los capitalistas y al Estado y, al mismo tiempo, instrumentos de incorporación de los trabajadores al sistema capitalista y de su asimilación por la ideología de mercado, así como una herramienta de dominación del Estado, en su acepción más amplia, y de control y sometimiento de los trabajadores mediante la mediación entre el aparato estatal, los capitalistas y las burocracias sindicales; éstas no son obreras sino burguesas porque defienden y difunden la ideología de las clases dominantes.
 
La independencia de los sindicatos frente a la patronal y frente al Estado, así como el pluralismo y la democracia en el seno de las organizaciones sindicales, son requisitos indispensables si se quiere evitar que los sindicatos sean simples instrumentos de los patrones o meras correas de transmisión del partido de gobierno (que, a veces, incluso es único y está fusionado con el Estado) y pierdan, por lo tanto, su papel en la defensa de los intereses de sus miembros para pasar a defender los del capitalismo de Estado o los de la burocracia (como en la ex Unión Soviética y en los países mal llamados socialistas).

Es obvio que no puede haber independencia sindical sin democracia interna en los sindicatos, ni tampoco una real democracia sindical en sindicatos dependientes políticamente de los patrones (o del Estado, que defiende a muerte la libre circulación de mercancías pero pone cadenas a la mercancía fuerza de trabajo). Es igualmente obvio que, a la influencia difusa de la ideología capitalista debida al papel del sindicato en el mercado se agrega en los sindicatos, que son –repetimos– organismos de mediación y dominación del Estado capitalista, la influencia organizada y concreta de la burocracia sindical.

Sin embargo, las burocracias sindicales no forman una capa homogénea. Un sector de ellas trabaja de común acuerdo con la oficina de personal de los patrones o del patrón-Estado e incluso se ha convertido en un grupo de empresarios privados en su propio gremio u en otro y, por lo tanto, acepta cualquier medida o ley antiobrera tratando sólo de salvaguardar sus privilegios ilegítimos, como hacen, por ejemplo, los charros clásicos priístas frente a la reforma de la Ley Federal del Trabajo, o la fracción de la CGT argentina que acepta sin rubor llamarse Balcarce (por la calle en que está la Casa Rosada) y que, por boca de uno de sus líderes, declara que es oficialista de todos los gobiernos y ni pestañea ante la reaccionaria ley oficial sobre accidentes de trabajo. Otro sector de la burocracia sindical de México o de Argentina, como la CGT Azopardo (sede histórica de la Confederación General del Trabajo peronista) dirigida por Hugo Moyano, al mismo tiempo que teje alianzas sin principio con partidos capitalistas opositores para presionar mejor al gobierno, comprende que debe luchar por algunas reivindicaciones justas y muy sentidas para mantener una base fuerte –el sindicato– como instrumento de negociación política (y, por supuesto, también como fuente de sus privilegios) Hay por último otros sectores que, por su origen o por razones históricas, son combativos y hasta lanzan declaraciones contra el capitalismo y colaboran con partidos anticapitalistas, pero reducen el margen de decisión de las asambleas de base y defienden contra toda competencia política el verticalismo del núcleo dirigente (como sucedía siempre, por ejemplo, en la izquierda sindical metalúrgica de la CGIL italiana y sucedió en la última elección en la fábrica ceramista Zanón en Argentina).
 
El capital, en su ofensiva general contra los trabajadores, intenta aplastar todas las resistencias y solidaridades (familiar, comunitaria, barrial, territorial, étnica, sindical) y volver al siglo XIX cuando no existían los sindicatos. Las burocracias no son capaces de resistir a esa ofensiva, porque, para poder intentarlo, deberían movilizar detrás de un proyecto anticapitalista no sólo a sus bases sino también a los desocupados y semiocupados, que son mayoría. De modo que hoy se combina la tarea de defender los sindicatos con la de darles, democratizándolos, una política anticapitalista capaz de arrastrar a vastas capas de explotados y oprimidos –hoy desorganizados– allí donde actúan los trabajadores sindicalizados.
 
La Organización Política de los Trabajadores (OPT) podrá cumplir con esa tarea a condición de ser democrática, pluralista, de romper con todo residuo de la idea de la unión nacional entre explotados y explotadores y de dedicar un esfuerzo poderoso a la formación política de sus miembros y de la sociedad mediante publicaciones periódicas, una revista organizativa y política, escuelas de cuadros y conferencias y planes de estudio sobre qué es el capitalismo actual, sobre la economía, sobre la historia del movimiento obrero mundial…
 
Las luchas que libran hoy bases sobre comunitarias o territoriales deben contar con el apoyo de los sindicatos combativos. Así como los IWW (Trabajadores Industriales del Mundo) de Estados Unidos dieron nacimiento a los sindicatos combativos en México, esa alianza entre las luchas y los organismos extrasindicales y los sindicatos clasistas en nuestro país puede ser un factor muy importante para politizar y organizar a los hermanos del otro lado de la frontera, cuyo apoyo será decisivo.

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