Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 8 de marzo de 2012

Cuaderno de 2002

Cuaderno de 2002

Un migrante mexicano. Foto: Rafael Durán
Un migrante mexicano.
Foto: Rafael Durán
Sala móvil
En la “sala móvil” que lleva del avión al aeropuerto, me veo sentado sin querer ante el expresidente. Ya sin el manto del poder, parece tan pequeño y desamparado como cualquiera de nosotros. En vano le da vueltas a un maletín raído que lleva una cinta tricolor y tiene impreso su nombre en borrosas líneas doradas. Quiere que lo reconozcamos y le hagamos al menos una señal de que él es él.
No hay respuesta. Nadie se vuelve a verlo. Salimos y lo veo arrastrar con dificultades una bolsa de mano. ¿Dónde están los serviles que hasta ayer se hubieran precipitado a auxiliarlo?

Los huéspedes hostiles
Me gustaría saber en qué momento la palabra indoeuropea hostis que significaba “huésped” pasó a querer decir “enemigo”. Esto es, en qué momento la hospitalidad se transformó en hostilidad.

Para mañana
No anglicismo como se cree sino legítima palabra española (pro: para; cras: mañana), la procrastinación es un exorcismo contra la muerte. Dejamos todo para mañana con la esperanza de que habrá un después.

Los monstruos
En la sociedad opulenta del placer y los deseos cumplidos abundan por contraste los antidepresivos. Tienen nombres como los que ostentaban los antiguos monstruos: Trazodine, Zoloff, Haldol, Welldutrin, Effexors.
Y es que nadie más o menos enterado de lo que fue el siglo XX y con los ojos abiertos a lo que sucede hoy podrá creer que la vida es bella, el destino benévolo y nosotros seres incapaces de hacer el mal.

Madres e hijos
B. se reprocha en todo momento el ser débil y caótico. No se explica en qué forma ha sobrevivido a tantos años de tormentas y catástrofes sociales y personales sin dejar nunca de escribir. Debe de tener una fuerza interior que no conoce ni aprecia.
Le sugiero que tal vez la explicación se encuentre en la idea de Freud según la cual el hijo predilecto de la madre tendrá siempre, aunque no se dé cuenta, la convicción profunda de que no nació para ser derrotado y nada sino la muerte podrá destruirlo.

La injusta vida
O. es la primera víctima del Alzheimer a la que veo de cerca y conocí de mucho antes. Me estremece comprobar su deterioro en unos cuantos meses. Una vez más me niego a admitir el dolor del mundo y la injusticia de la vida.

Hamacas en el suburbio
Mientras sigan bajando las materias primas y se cumplan las exigencias del FMI la gente de los países pobres traspasará los muros de los países ricos. Llegan los inmigrantes al suburbio ultraWASP. Hay, digamos, de cuatro a seis familias por casa. Sólo así pueden pagar el alquiler. Sus numerosos vehículos destruyen la armonía de los prados y los jardines delanteros. Suena a todo volumen la música tan ofensiva para los oídos de los antiguos pobladores como los ritmos de la lengua extranjera. Hay por todas partes niños, niños, niños. Crecerán aquí, serán de aquí y odiarán al país que es su país y no los reconoce como suyos.
Mientras tanto las hamacas pendientes de los árboles confirman la imagen que tienen de nosotros como ejemplos de la pereza y la falta de ética. (¿Pereza? ¿Quiénes hacen los trabajos más duros aquí?) Bajo el calor se mecen las hamacas inocentes que son a la vez un símbolo y un desafío.

Memoria de los hospitales de intramar
Cualquier soberbia y toda sensación de autoimportancia ruedan por los suelos en cuanto pisamos un hospital. Nunca pensé que volvería a ver al enemigo y menos en esta antesala del infierno. Yo mal y él todavía peor, ambos con esas batitas azules que añaden una cuarta humillación a la vejez, la enfermedad y la muerte. Parecen diseñadas por el doctor Mengele y, como en un burdel macabro, dejan al descubierto las piernas: piernas esqueléticas, varicosas, elefantiásicas o cubiertas de llagas y cicatrices.
En silla de ruedas, incapaz de hilar una frase y ya con voz y cara de muerto el enemigo trata casi póstumamente de ser cordial, deja de ser el feroz adversario y se vuelve tan vulnerable y doliente como yo mismo.

Victor Hugo en Ciudad Juárez
Actualidad de Victor Hugo (1802-1885) en su centenario. Así como en Los miserables Jean Valjean es condenado a muchos años de cárcel por robarse un pan, en esa Ciudad Juárez tan amada por mí, Beatriz Adriana, niña de 14 años, madre soltera, hija de una obrera despedida de la maquiladora, tras varios días sin comer roba una lata de leche para alimentar a su bebé de seis meses. La envían al tribunal de menores. Allí mismo los monstruosos asesinos de mujeres siguen sus depredaciones libres y en paz.

Frutos silvestres
Al abrirse la temporada el joven matrimonio centroamericano sale a recoger moras en el bosque. Son los únicos “hispanos” que se atreven a presentarse en ese lugar. Todos los miran con furia. Una mujer se acerca y les exige que se vayan: “Las moras las da nuestra tierra nada más para los que hemos nacido aquí.”

El señor B
Extraña sensación de haber leído quizás el único artículo publicado esta semana en medios impresos y electrónicos en que no se cita a Jorge Luis Borges.

La esquina
La ciudad inhabitable es ya un sepulcro y muestra por todas partes las devastaciones del neoliberalismo –según Chomsky, el intento de los ricos por imponer sus intereses al mundo a costa de acabar con él–. Por tanto, me asombra que siga intacta la esquina en que hace mil años esperábamos todas las mañanas el “Santa María-Roma”. Ella no volverá. Murió hace mucho tiempo. Sin embargo, la esquina permanece. Es el monumento erigido, aunque nadie lo sepa, a su memoria.

Los goznes del idioma
Cada semestre llegan a mi clase jóvenes y muchachas que han tomado cursos de redacción en los cuales sus instructores los conminan a eliminar adjetivos, gerundios, adverbios terminados en “mente”. Ahora en 2002 les exigen luchar contra el “que” como pronombre relativo y conjunción subordinada.
Así como refuté sin piedad ni tregua las pésimas enseñanzas anteriores, hoy les cito lo que dice César Aira a propósito de José Antonio Ramos Sucre. Su abstención del que “lo obliga a frases breves, a recomenzar la acción o descripción después de cada punto, a reiterar el sujeto que toma una resonancia casi obsesiva, y el discurso se hace mecánico, inconexo y artificiosamente deliberado.”
Añado las palabras de Alfonso Reyes: “Los qués son los goznecillos del idioma. Sin ellos no se puede abrir ninguna puerta. Les recomiendo el principio de “El Aleph” (¡ya cité a Borges!) para perderle miedo al que. Insisto en que la culpa no es de los gerundios, de los adjetivos ni de los adverbios sino de nuestra ignorancia, nuestra falta de lecturas en español, nuestras pésimas adaptaciones de los manuales de redacción en inglés.

Minorías
Sábato afirma que toda cultura es minoritaria. Una revista de matemáticas superiores tiene que ser elitista. Un artículo sobre la relatividad no atraerá tantos lectores como una crónica de futbol. No se trata de eliminar a Proust ni el cálculo infinitesimal sino de crear una cultura en que toda persona capaz, por humilde que sea su origen, pueda entenderlos y estudiarlos.

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