Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 3 de marzo de 2012

Desfiladero- Pemex: deuda histórica- Las otras campañas

Desfiladero
Las bocas, las vacas, el FMI y la ultraderecha del PRD
Jaime Avilés
 
      Hay, en el norte del océano Pacífico, una isla flotante que empezó a formarse a finales de los años 80 entre las costas de México, Estados Unidos, Canadá, Alaska, Rusia, Japón, China, las dos Coreas, Filipinas y Australia. Es una isla de plástico. De botellas, bolsas, bolsitas, bolsotas, tapaderas, tapones, cajas, envoltorios, zapatos, chanclas, rastrillos y todo lo demás que proviene del petróleo y es transformado en plástico, por no hablar de aletas de buzo, chalecos salvavidas, visores, hieleras, boyas, pedazos de aviones caídos en desgracia, utensilios de barcos venidos a menos, pero también filtros de cigarros, paraguas, impermeables, bidones y un largo etcétera o un breve etc.
De las incalculables toneladas de basura que son arrojadas día y noche al mar desde las costas de tres continentes, y desde las embarcaciones que los intercomunican, el agua fue reuniendo en el centro del Pacífico norte todo aquello que por su ligereza no se hundía. Y girando como han girado siempre, en forma circular, las corrientes marinas juntaron los desperdicios y se encargaron de amasarlos hasta que el plástico se compactó y surgió la isla. Como un cáncer de piel sobre la piel del agua.
La isla de plástico fue descubierta hace algunos años por el navegante Charles Moore cuando viajaba de Los Ángeles a Hawai. De inmediato avisó a las autoridades, pero éstas no le hicieron caso. Básicamente, porque ya lo sabían.
En la actualidad, al observar las imágenes satelitales –que están disponibles en Google bajo el nombre de la nata–, los científicos estiman que la isla de plástico ocupa ya una superficie de 2 millones de kilómetros cuadrados: la misma extensión de México.
¿Alguna vez Televisa nos ha hablado de esto? ¿Alguna vez sus levantacejas han puesto un cerco informativo alrededor de este tumor maligno? ¿Alguna vez la ONU ha convocado a una reunión de emergencia para extirparlo? ¿La Casa Blanca, el Kremlin, Pekín, la Unión Europea, Tokio, Wall Street, Hollywood o Bollywood han llamado alguna vez la atención de los terrícolas para advertirnos de los peligros que entraña la isla de plástico? Por supuesto que no. Como está en aguas internacionales, el problema, formalmente, no es de nadie.
El plástico, sin embargo, al girar y girar, impulsado por las corrientes marinas, se rompe, y luego cada parte se parte en muchas partes más, que por sus respectivas partes se reducen a partículas. Y las partículas son comidas por los peces. Y después por nosotros. Y en las más altas cumbres del poder, todas las bocas guardan silencio.
Al mismo tiempo, hay en el mundo mil 500 millones de vacas. Y como cada una tiene cuatro estómagos, si el ábaco no miente, convivimos en el planeta con 6 mil millones de estómagos de vaca.
Cada vez que las vacas triscan y degluten un poco de hierba expulsan un gas. Cada vez que se pasan el bolo alimenticio de un estómago a otro expulsan un gas. Cada vez que expulsan un gas contribuyen al cambio climático, ese fenómeno que ya derrite los hielos polares y eleva el nivel de los océanos.
Según la ONU –informe presentado por la FAO en Roma el 28 de noviembre de 2006–, en todo el orbe, la ganadería despide más gases de efecto invernadero que el transporte propulsado por combustibles. Las vacas liberan a la atmósfera 18 por ciento del dióxido de carbono (CO2) que ataja el rebote de los rayos del sol, impide que después de chocar con la Tierra éstos vuelvan de inmediato al espacio y en consecuencia aumenten la temperatura del aire y alteren los climas. Es lo que se llama el efecto invernadero.
Pero las vacas también emiten 37 por ciento del gas metano que escapa a la atmósfera como resultado de la actividad económica mundial. Entre 1999 y 2001, siempre según la FAO, la ganadería produjo 229 millones de toneladas de carne y 580 millones de toneladas de leche. En 2050, de acuerdo con las proyecciones de los expertos, proveerá 465 millones de toneladas de carne y mil millones de toneladas de leche. Para entonces, habrá en el mundo alrededor de 12 mil millones de estómagos de vaca.
Alrededor de mil 300 millones de personas viven de la ganadería. Para los más pobres del campo, las reses no sólo proporcionan alimentos. También son un medio de transporte, una herramienta de trabajo y una fuente de fertilizantes naturales. Sin embargo, la multiplicación de las vacas acelera la reducción de los bosques.
Éstos son convertidos en praderas para la crianza de reses, pero la falta de árboles afecta al cielo y al suelo, pues arriba disminuye la generación de lluvias, y abajo, debido a la ausencia de raíces que absorban el agua, la tierra se seca, las rocas se aflojan y las montañas se desmoronan.
En 1996, en la costa de Chiapas, un temporal derribó las crestas de algunas montañas pelonas alrededor de un pueblo llamado Valdivia. Las rocas rodaron hasta los ríos y los ríos se salieron de madre y sepultaron las calles y las casas de Valdivia y de muchas comunidades más. Aún conservo, pero no sé dónde está, una foto que Juan Meléndez me tomó en Valdivia. La recuerdo muy bien. Aparezco de pie, sobre un cúmulo de lodo, con la punta del codo apoyada en el aro de una canasta de basquetbol.
La isla de plástico y la caótica proliferación de las vacas expresan el fracaso tanto de las ideas como de las armas que dominan a la humanidad. O dicho de otro modo, el fracaso del gobierno del mundo.
Gracias a los tres gobiernos neoliberales del PRI, que padecimos de 1982 a 2000, México retrocedió al siglo XIX, por lo menos a la época anterior al tren de pasajeros. Gracias a Fox y Calderón somos de nuevo una colonia española y, por vez primera en nuestra historia, un protectorado estadunidense, casi una estrella más en la bandera de los vecinos del norte.
En los 12 años que lleva el PAN saqueando y destrozando al país, las empresas mineras han extraído más oro que los empresarios españoles del primer virreinato (1535-1821), de acuerdo con una investigación de Carlos Fernández Vega (@cafevega), que La Jornada publicó el año pasado. El oro que sale del país sin dejarnos ningún beneficio, Calderón lo compra en el mercado internacional pagando por cada onza mil veces más de lo que los canadienses dan por la renta de mil hectáreas de la tierra que explotan y envenenan.
Regalamos el oro, regalamos el petróleo, financiamos a los banqueros al cubrir año tras año los intereses de los intereses del Fobaproa y por órdenes del Banco Mundial tenemos prohibido invertir en nuestro desarrollo para cubrir los intereses de los intereses de la deuda externa. Hace dos días, sin embargo, los senadores de la ultraderecha, tanto los del PAN y del PRI como del PRD, llegaron al colmo de la ignominia al autorizar que Calderón aumente, de 8 mil a más de 14 mil millones de dólares anuales el monto de nuestros donativos al FMI. Son los mismos que están por la abolición del Estado laico y besarán el anillo de Benedicto XVI. El PRD, secuestrado por sus dirigentes, es ya sólo un lacayo más del gobierno del mundo. ¿Van a votar por esa inmundicia?
Pemex: deuda histórica
 
      Por lo que puede verse, la administración que afirma haber puesto a salvo a Petróleos Mexicanos (Pemex) y haberle devuelto su viabilidad a largo plazo –las frases fueron utilizadas por el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón, al inaugurar la plataforma Bicentenario el pasado 27 de febrero– también es la que ha llevado la deuda de la paraestatal a niveles astronómicos. De acuerdo con cifras oficiales, la deuda total de Pemex al final de 2011 ascendió a 55 mil 951 millones de dólares, el monto más elevado en la historia reciente, y se espera que suba a más de 59 mil millones de dólares al concluir el presente año.
No ha de pasarse por alto que la producción y venta de hidrocarburos constituye uno de los negocios más rentables del planeta; que la propia Pemex cuenta con un amplio margen de rentabilidad –un costo de extracción de poco más de cinco dólares por barril, y un precio de venta de más de 100 dólares, en la actualidad–, que le reditúa ganancias considerables, y que, no obstante todo ello, la paraestatal opera con pérdidas que la obligan a recurrir a la contratación de deuda para financiar proyectos e infraestructura.
La causa insoslayable de esa contradicción es el mal manejo de Pemex, concretamente el saqueo fiscal de que es objeto cada año y que termina absorbiendo la totalidad de sus ganancias: a guisa de ejemplo, cabe señalar que el año pasado Pemex obtuvo unos 640 mil millones de pesos por sus ventas de crudo, pero tuvo que pagar 984 mil 413 millones de pesos en impuestos, aprovechamientos y otros derechos.
La sangría fiscal, el endeudamiento descontrolado y la falta de capacidad o de voluntad para erradicar la corrupción de sus oficinas provocan que Pemex entregue, año con año, malos resultados en lo financiero, que desmienten la afirmación calderonista de que está garantizada su viabilidad a largo plazo. Y si bien es cierto que ese panorama resulta indeseable para el país, no puede pasarse por alto que el mal desempeño de la compañía petrolera de propiedad nacional concede argumentos a quienes reivindican la supresión de su estatuto público y su traslado a manos de particulares.
No resulta ocioso, pues, preguntarse en qué medida las pérdidas y el endeudamiento de Pemex son una consecuencia de la ineptitud administrativa del gobierno, y hasta qué punto forman parte de un empeño por llevar a la compañía a la insolvencia financiera, alimentar la percepción de un Estado incapaz de administrar y conducir con buenos resultados a la industria petrolera nacional, y desvirtuar, así, el régimen jurídico de la paraestatal y su condición de empresa nacional.
En tal circunstancia se impone la necesidad de que la sociedad, así como los sectores de la clase política comprometidos con el mandato constitucional, exijan a la autoridad que explique las razones del incontrolable endeudamiento de Pemex, que esclarezca el destino de los recursos obtenidos por esa vía y que ponga fin a la depredación fiscal que se realiza sobre la empresa


Las otras campañas
Gustavo Gordillo
 
      En las campañas electorales el centro de la disputa debería ser entre alternativas diferentes para enfrentar problemas que en principio tendrían que ser comunes. Desde la priorización de los temas hasta la agenda misma que los partidos proponen a los ciudadanos y la narrativa que la acompaña, deberían estar claras las opciones.
No es así aún. Las narrativas que subyacen en las figuras de las tres candidaturas presidenciales provienen de los prejuicios del pasado remoto o reciente.
De Peña Nieto es la narrativa del viejo PRI que con sus métodos autoritarios pretende una restauración. De Vázquez Mota es el PAN de la alternancia sin alternativa, del despilfarro del bono democrático y de la guerra que ha costado casi 50 mil personas. De López Obrador es la narrativa del peligro para México, de la imagen intransigente contra empresarios y clases medias.
En el ámbito de la retórica los tres han buscado disolver esas narrativas. Pero en ausencia de verdaderas estrategias de comunicación política –que no sólo de marketing–, lo que prima es la simplificación y la descalificación. De ahí por ejemplo la frase ingeniosa de Vázquez Mota de que el gabinete propuesto por AMLO suma más de mil 500 años o que en el consejo del PRI se podrían sumar mil 500 horas de cárcel. Le faltó añadir que en los dos gabinetes del PAN se suman más de 600 semanas de ineptitud e ingobernabilidad.
El punto es que en ausencia de verdaderos debates sobre los grandes problemas nacionales, prevalece el esquematismo, la vacuidad y sobre todo el protagonismo de otros actores que si están llevando a cabo sus campañas.
Sólo señaló tres. Por un lado el presidente Calderón que lleva meses realizando campaña por su pre-candidato presidencial y luego por la candidata panista. Desde luego se puede argumentar que los jefes de gobierno las hacen en muchas democracias consolidadas. Pero la nuestra no está consolidada, la distinción entre jefe de Estado y jefe de gobierno no es clara, el sistema de partidos es más que frágil y sobre todo las experiencias de las intromisiones abusivas y en algunos casos ilegales del Poder Ejecutivo y de poderes fácticos en 2006; hacen muy dañina para la democracia este protagonismo presidencial.
Hay otra campaña paralela. La que se realiza al interior de los partidos para definir a sus candidatos a diputados, senadores, gobernadores en algunos estados y legisladores y autoridades locales. Aquí el espectáculo ha sido lamentable. No hay tapujos ni atajos: se trata de quién agarra hueso. Y en los tres partidos principales, a consecuencia de estas campañas internas hemos podido constar que son menos partidos y más archipiélagos de caza-empleos. Cada vez se les dificulta una tarea básica: dirimir con reglas claras los conflictos internos. De su otra función central: representar los intereses y las pulsiones de segmentos de la ciudadanía ni qué decir. Estamos, en consecuencia, en presencia de un sistema de partidos sin partidos.
La otra campaña más sutil, menos evidente pero más peligrosa por cuanto atañe a las decisiones soberanas de México, tiene que ver con el combate al narco y el papel de las distintas fuerzas políticas estadunidenses al respecto. El subtexto que se instala en las narrativas bilaterales conforme hay declaraciones mal traducidas, se resume en el comentario de un senador poderoso respecto que al menos uno de los tres principales candidatos presidenciales no proseguiría la guerra contra el crimen organizado. Luego el discurso de la secretaria Napolitano de graves implicaciones en sí mismo, cae en terreno fertilizado con filtraciones sobre presuntos gobernantes priístas ligados al narco.
Sólo menciono de pasada la campaña de la Iglesia católica mexicana con motivo de la gira papal.
En síntesis quienes deberían estar en campaña y en debate ante los ciudadanos no lo están; y quienes deberían guardar prudencia y en algunos casos silencio andan desatados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario