Candidatos firman pacto… y sí, parecían civilizados
Presidenciables firman pacto de civilidad ante el
IFE.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- Y sí, parecían civilizados. Un auditorio colmado y un
vestíbulo repleto de periodistas, funcionaros e invitados que ya no pudieron
entrar, fue el marco en el que los candidatos presidenciales llegaron a la sede
del Instituto Federal Electoral para firmar el “compromiso de civilidad”, al que
los llamó la máxima autoridad electoral del país.
Uno a uno fueron llegando. El tempranero fue Enrique Peña Nieto, de la
coalición Compromiso por México, formada por el PRI y el PVEM. Había mucha
expectación al inicio, pero los organizadores conminaron a los asistentes a
guardar silencio y a tomar sus lugares.
Ni cuenta se dieron cuando entró Peña Nieto. Hasta que muchas miradas se
concentraron en el candidato y su acostumbrado séquito. Fue hasta entonces
cuando muchos –no todos– se levantaron y le brindaron un aplauso más bien
magro.
Pasaron cerca de 10 minutos para que arribaran los demás. Peña Nieto,
sonriente, tuvo tiempo de saludar a todos los del estrado: consejeros del IFE,
líderes de los partidos y los representantes de las organizaciones sociales que
atestiguaron el acto.
Josefina Vázquez Mota, del PAN, y Andrés Manuel López Obrador, de la
coalición Movimiento Progresista (PRD-PT-MC) se toparon en el vestíbulo, cerca
del baño de las mujeres, a unos 15 metros de la entrada del auditorio. Se
saludaron cortésmente e intercambiaron algunas palabras.
Andrés Manuel entró. La gente, de pie, lo recibió con un fuerte y entusiasta
aplauso. Él, muy serio, visiblemente cansado, apenas esbozó una sonrisa y
levantó levemente el brazo izquierdo.
Gabriel Quadri, de Nueva Alianza, tuvo el recibimiento menos sonoro; sólo
aplausos de cortesía.
Al final, Josefina, igualmente con evidentes signos de cansancio en su
rostro, entró con la sonrisa ensayada que mostró en toda la campaña. Pero no fue
acogida con mucha calidez.
Otra vez: Y, sí, parecían civilizados. Se saludaron muy bien todos. Peña
Nieto, de beso a Josefina. Cortés con Quadri. Éste, respetuoso, con los tres.
Pero las cámaras, todas, estallaron con el saludo entre López Obrador y Peña
Nieto. Y el público reconoció el gesto con un fuerte aplauso. Algún “¡viva
México!”, se escuchó por ahí solitario.
Para evitar algún incidente –algún diálogo incómodo– o para que no hubiera
excesiva concentración de la prensa y los asistentes en los candidatos, éstos
fueron acomodados de manera intercalada con los consejeros electorales.
De tal suerte que –la muletilla infaltable del consejero presidente del IFE,
Leonardo Valdés Zurita– los presidenciales y los consejeros fueron sentados así,
de izquierda a derecha:
Marco Antonio Baños, Andrés Manuel López Obrador, Macarita Elizondo, Josefina
Vázquez Mota, Leonardo Valdés, Enrique Peña Nieto, María Marván, Gabriel Quadri
y Lorenzo Córdova. Atrás de ellos, los presidentes de todos los partidos y los
representantes de las organizaciones civiles que fungieron como testigos de
honor de la firma del pacto de civilidad.
Escucharon sin mucha atención, primero, a Gerardo Gutiérrez Candiani,
presidente del Consejo Coordinador Empresarial; luego a Fernando Perfecto, líder
del sindicato de pilotos aviadores.
Cambió su actitud cuando tomó el micrófono el presidente del IFE, para
leerles a lo que se comprometían. Pusieron atención, salvo López Obrador, que
parecía ajeno al acto, mirando al infinito.
Estos son algunos de los compromisos que firmaron, que leyó Valdés
Zurita:
“Sea cual fuere el resultado (de la elección) expresamos por este medio
nuestro firme compromiso de respeto a la legalidad.
“Este compromiso se sustenta en un absoluto respeto y reconocimiento a
las leyes e instituciones electorales vigentes en nuestro país.
“Asimismo, reconocemos la generosidad y la entrega cívica de los
ciudadanos que fungirán como funcionarios de casilla, y confiamos en que su
participación como autoridad electoral es una garantía más de la limpieza y
legalidad del proceso electoral.
“Por ello, reiteramos nuestra disposición a respetar las decisiones que
emita el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación, autoridades en las que está depositada la confianza para
organizar, vigilar y decidir sobre los asuntos que han construido esta
elección.
“Instamos a los ciudadanos, representantes de partidos políticos y
correligionarios, a que el primero (sic) de julio hagan la labor que
les corresponde para que se desarrollen los comicios en un ambiente de civilidad
y tranquilidad; que incentive a los mexicanos a ejercer su derecho al sufragio,
y que nos permita avanzar en la maduración democrática que requiera la
convivencia de nuestra pluralidad política.
“En este sentido, expresamos nuestro más enérgico rechazo al uso de
recursos públicos y programas sociales para coaccionar el voto, o cualquier otra
práctica que intente vulnerar el derecho de los mexicanos a votar de manera
libre y en paz.
“De la misma forma, manifestamos nuestro repudio a todo acto de violencia
que inhiba la participación ciudadana en las elecciones del primero (sic)
de julio. La sustitución pacífica de los poderes Ejecutivo y Legislativo por
la vía de las urnas, es una exigencia de todos los mexicanos.”
Un aplauso generalizado, entusiasta, de todos los presentes. Otra vez: menos
López Obrador.
Al término de su discurso, cada uno de los candidatos pasó al frente a
firmar, en el orden de registro de su partido: Vázquez Mota, Peña Nieto, López
Obrador, Quadri.
Termina la ceremonia y todos se despiden de todos; saludos, besos en la
mejilla. El público, jubiloso. Ahora sí se oyeron varios “¡Viva México!”.
Fue breve la ceremonia Vázquez Mota, Quadri y Peña Nieto salieron por la
parte de atrás de la tribuna. López Obrador salió por donde entró. Y para
sorpresa de muchos fue despedido con el más prolongado y entregado aplauso.
El dato es que las butacas del auditorio estaban repletas de funcionarios y
empleados del IFE. Un directivo de prensa, inclusive, comentó al reportero: “No
creí que en el IFE hubiera tanto pejista.”
Andrés Manuel, pese a la seriedad que mantuvo en la ceremonia, se dio tiempo
–conocedor de públicos y pasarelas– para atender cuanta solicitud de fotos con
él le pedían. Había qué ver a las edecanes del IFE, siempre guapas, jaloneándose
para estar cerca de López Obrador y tomarse la foto.
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