Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 30 de junio de 2012

Narco y elecciones- ¿Una elección comprada?- Los profetas de Peña Nieto


¿Una elección comprada?


Integrantes de #YoSoy132 protestan en Televisa. Foto: Alejandro Saldívar
Integrantes de #YoSoy132 protestan en Televisa.
Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (apro).- La elección de este domingo 1 de julio lleva la marca de un PRI “obscenamente corrupto y corruptor”. Desde las cañerías, ríos de dinero ilegal entre posibles votantes brotaron desde antes de que iniciara formalmente la campaña y, a escasas horas de los comicios, apenas la oposición empieza a documentar y denunciarlo.
Quienes acompañamos al aspirante presidencial priista Enrique Peña Nieto en sus giras proselitistas por el país pudimos constatar que todo fue un montaje apuntalado con millones de pesos.
Cierto es que para los priistas de hueso colorado, para el voto duro, la figura de Peña Nieto siempre fue atractiva, tanto que las mujeres enloquecían con únicamente verlo y gustaban de apapacharlo, besarlo y tomarse fotos con él, pero el resto, los acarreados, la gente que iba por su torta y cientos de enseres y botellas de agua que caían como lluvia ácida en sus manos, no lo adoraron ni vieron en él a “su presidente”.
No obstante, el PRI siempre logró plazas llenas –aunque muchas de ellas empezaban a vaciarse antes de que hablara el galán de telenovela–, sin embargo, el nerviosismo de su equipo de campaña empezó a hacerse evidente después del aciago 11 de mayo, del viernes negro de Peña Nieto en la Ibero, donde fue repudiado y prácticamente expulsado por estudiantes informados.
Del poder corruptor de Peña Nieto y su equipo, la revista Proceso y su reportero Jenaro Villamil dieron cuenta desde el 2005, cuando siendo gobernador en el Estado de México armó junto con Televisa un plan millonario para llegar primero a la candidatura y luego a la Presidencia de la República.
En campaña, ningún medio de información pudo comprobar con documentos en mano del rebase de topes, de la compra de votos o de su coacción, y es que los priistas, con una experiencia de 70 años en el poder, siempre supieron cómo hacer el fraude y cómo desviar recursos sin dejar huella.
En el PRI son corruptos, no estúpidos.
De ese poder corruptor, a sólo tres semanas de la elección empezaron a dar visos empresarios utilizados, burlados por el equipo de Peña Nieto, según denunció uno de ellos, José Luis Ponce de Aquino.
El empresario mexicano-estadunidense reveló que hubo un ofrecimiento de promover la figura de Peña Nieto y que detrás de todo había 56 millones de dólares, dinero que presuntamente provenía de las arcas del Estado de México y del crimen organizado.
En México no pasó del escándalo, en cambio en Estados Unidos hay una denuncia en curso.
Luego se sabría que esos recursos habrían sido depositados en un banco mexicano, Monex.
Más tarde, a sólo una semana de la elección, el PAN denunció la existencia de tarjetas de Monex que el PRI entregó a promotores del sufragio y representantes de casilla para que “compraran votos a favor de Peña Nieto”.
El PAN denunció que eran por lo menos 700 millones de pesos.
Entonces el Instituto Federal Electoral (IFE) “indagó” y detectó una cuenta de 70 millones de pesos para “promotores priistas”, abierta en Monex, pero que no podía sostener que fuera para la “compra de votos”.
Y como cereza del pastel, el PRD reveló la existencia de otras miles de tarjetas, pero ahora de la tienda de autoservicio Soriana –que durante el gobierno de Peña Nieto en el Estado de México recibió millonarios contratos para manejar las tarjetas de apoyo a la tercera edad–, con un valor de mil pesos y para ser entregados a cambio de votos.
Cierto o no, la elección de Peña Nieto tiene tufo de comicios comprados. Una elección que a los poderes fácticos, como por ejemplo las televisoras, la elite político-empresarial que toma las decisiones en este país, y los varios grupos del crimen organizado, no le conviene que la gane un hombre que los investigue o les imponga controles que mitiguen su presencia en la vida política y económica de México.
Dice el doctor Edgar Buscaglia, investigador y analista de los países que han vivido una transición política y han sido copados por el crimen organizado, que México no podrá romper el binomio crimen organizado-corrupción política, a menos que ocurran tres hechos:
El primero, que quien gane la elección lo haga con un porcentaje mayor a 10%, ya que según los propios estudios mexicanos ese es el porcentaje de votos comprados; otra, que el ganador pueda convocar al resto de los partidos a firmar un pacto político para establecer cuatro controles indispensables para transitar a la vida democrática: patrimoniales, judiciales, políticos y administrativos.
Y mientras esto ocurre, la violencia que hoy se vive en el país afecta ya no sólo a la gente de a pie, como sucedió el viernes 29, cuando en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el crimen organizado hizo explotar un coche-bomba en el estacionamiento de la presidencia municipal, afectando por lo menos a siete personas, entre ellas cinco mujeres, quienes se encontraban cerca de la detonación.
Buscaglia sostiene que para romper el círculo vicioso crimen organizado-corrupción política, la violencia también debe alcanzar a la clase político-empresarial más encumbrada del país, de tal forma que ponga en peligro su vida, bienes y futuro. Este hecho, como sucedió en Italia o Colombia, obligaría a todos a aceptar el establecimiento de controles.
Y el último ingrediente, que en paralelo exista un movimiento social en las calles que pacíficamente “rodee” las instituciones que están en manos de la “mafiocracia”, y desde fuera del Estado haga propuestas y vigile su cumplimiento.
El movimiento #YoSoy132 es una esperanza, destaca Buscaglia, pero antes tiene que evitar ser infiltrado por los partidos e ir más allá de marchas y plantones.
Es justamente este movimiento el que puede, si lo quiere y se organiza, hacer la diferencia en esta “elección comprada” de Peña Nieto.
De esta forma, pueden estos jóvenes “rodear” al IFE y obligarlo a indagar esos millones y millones de pesos que han circulado por todo el país para la compra del voto de parte del PRI.
Es este movimiento el que puede vigilar al IFE y obligarlo a que deje a un lado la tibieza, a que haga a un lado declaraciones tan absurdas como aquella de que “sí hay 70 millones del PRI en Monex pero no podemos asegurar que sea para comprar votos”.
Por favor, el PRI estuvo 70 años en el gobierno y realizó estas y más deleznables prácticas para mantenerse en el poder. Cómo es eso de que ahora el IFE cree en la buena fe de ese partido.
Las denuncias están por todos lados, la gente lo grita a los cuatro vientos, hay documentos que muestran los operativos de movilización y compra de votos por parte del PRI, entonces ¿cómo es posible que el IFE no sea suspicaz, no indague más allá de lo que dicen las instituciones bancarias?
Bueno, pues el grupo de jóvenes puede presionar, “cercar” al IFE para que cumpla con su obligación. De los otros elementos, de la violencia a la elite político-empresarial, nadie desea que avance, pero no hay que olvidar que el mismo Peña Nieto forma parte de ella.
Y si se consuma la compra de la elección para el PRI y su títere Peña Nieto, la paz no llegará a México próximamente; la represión, la corrupción, presencia del crimen organizado y la guerra seguirán, quizá con actores más activos que hoy, quizá habrá disminución de la violencia por plazos breves, pero de que el dinero sucio y quienes lo generan continuará, eso sí muy probable.
El PRI y Peña Nieto no garantizan bienestar para los mexicanos. Eso para quien tiene memoria, y aunque los jóvenes no lo vivieron y que sí están informados, lo saben.
La esperanza, finalmente, siguen siendo los 22 millones de jóvenes votantes y el movimiento #YoSoy132, que se mantenga en la calle, cerque al IFE y obligue a las instituciones a actuar con apego a la legalidad.
Comentario: mjcervantes@proceso.com.mx
Twitter: @jesusaproceso

Narco y elecciones

Elecciones en riesgo. Foto: Benjamin Flores
Elecciones en riesgo.
Foto: Benjamin Flores
MÉXICO, D.F. (apro).- La narcopolítica es lo que interesa a la prensa internacional en las elecciones del próximo domingo en México.
Corresponsales y enviados especiales se preguntan hasta dónde el narco ha infiltrado a los partidos políticos y si la violencia por la que México ha estado en la prensa internacional en los años del gobierno de Felipe Calderón, en especial el asesinato de periodistas, es la expresión de un Estado fallido.
Si bien no se puede comparar a México con países donde las instituciones han colapsado, es innegable que las elecciones generales del 1 de julio ponen en entredicho la “normalidad democrática” que tanto presume el sistema político mexicano, empezando por los partidos y la burocracia de elite del Instituto Federal Electoral (IFE) y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
El escándalo que envuelve al PRI por los monederos emitidos por el Grupo Financiero Monex no sólo exhibe a su candidato Enrique Peña Nieto y refrenda los viejos vicios de ese partido, sino que demuestra, una vez más, la vulnerabilidad del sistema político mexicano: la existencia de millonarios recursos de origen dudoso.
Ocurrió en el año 2000 con los Amigos de Fox y con el “Pemexgate”, ambos demostrados y que acabaron sólo en multas a los partidos políticos.
Las nueve mil 924 tarjetas emitidas por Monex para pagar 70 millones de pesos en la compra de votos a favor del PRI fue lo que la pugna por la Presidencia sacó a flote, pero nada garantiza que haya sido la única utilización de recursos sospechosos.
Los aviones utilizados por el propio Peña Nieto y la candidata del PAN, Josefina Vázquez, son otra muestra de cómo la clase política se ha dejado querer por “empresarios simpatizantes y dadivosos”.
Uno de ellos, Francisco Colorado Cessa, prestó sus aviones a la panista cuando era coordinadora de su partido en San Lázaro. Colorado está ahora detenido en Texas, acusado de lavar dinero para la facción de Los Zetas que encabeza Miguel Ángel Treviño Morales, el Z40. Dice el PAN que Josefina Vázquez sólo los usó en 2010.
Los grupos de delincuencia organizada no buscan el control político. No les interesa. Lo que buscan son aliados y protección política para sus negocios ilegales. Da lo mismo que ese apoyo venga del PRI, del PAN, el PRD o cualquiera de los partidos oportunistas.
No imponen sus leyes en el Congreso, pero sí tienen representantes, como acusó la Procuraduría General de la República al frustrado diputado federal del PRD, Julio César Godoy Toscano. O cuentan entre sus filas de sicarios al destituido presidente municipal de Chinameca, Veracruz, Martin Padua Zúñiga, quien ganó las elecciones al amparo del PAN y que fue detenido durante un enfrentamiento del Ejército con Los Zetas.
Además de sus desplantes de violencia, esos grupos imponen presidentes municipales, conviven con gobernadores, controlan las policías locales, infiltran a las corporaciones policiales federales –como lo demostró la semana pasada el asesinato de tres elementos de la Policía Federal a mano de dos sus compañeros en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México–, compran mandos en las fuerzas armadas, asesinan a periodistas en venganza de alegadas alianzas.
Nada de eso tiene que ver con una “normalidad democrática”. Tampoco, los 55 mil muertos que admite el gobierno calderonista y que suman más de 70 mil, según recuentos independientes; ni los miles de desaparecidos y desplazados.
Incipiente, la mexicana es una democracia capturada por grupos formales y fácticos. En los primeros están los partidos políticos que impiden una verdadera rendición de cuentas y escrutinio. En los segundos, el narco y los monopolios económicos, empezando por el de las telecomunicaciones.
La democracia no se agota en el rito de la votación. En México, hay que construirla a pesar los partidos y sus padrinos.
jcarrasco@proceso.com.mx
@jorgecarrascoa

Los profetas de Peña Nieto

Joaquín López Dóriga, conductor del noticiero nocturno de Televisa. Foto: Eduardo Miranda
Joaquín López Dóriga, conductor del noticiero nocturno de Televisa.
Foto: Eduardo Miranda
Los votantes mexicanos debemos asumir un dogma de fe: la existencia de una trinidad divina. La conforman el Instituto Federal Electoral (IFE), organismo infalible integrado por hombres purísimos; Enrique Peña Nieto, candidato invencible, con gran carisma y un nivel de aceptación similar a la Coca Cola, y finalmente, las encuestas, fuentes científicas de información, imparciales y absolutamente confiables. En caso de no creer en alguna de estas verdades, el ciudadano puede ser excomulgado.
“Hoy estamos a 10 días de las elecciones y a una semana del fin de las campañas políticas, y el promedio de encuestas publicadas da una ventaja de 15.5 puntos al candidato del PRI: Enrique Peña Nieto”, Joaquín López-Dóriga 20 de junio, periódico Milenio.
¿Cuál es el papel de un periodista?, ¿defender a ultranza la verdad del Estado?, ¿lanzar a los opositores a la hoguera?, ¿manipular al público a cambio de un convenio?
“Dentro de diez días tendremos elecciones vigiladas, competidas, con reglas que pueden no gustarnos pero que fueron parejas, con consejeros elegidos por todos los partidos sin excepción, y con cientos de miles de ciudadanos que salieron sorteados para tomar la decisión del electorado”: Pablo Hiriart, 20 de junio, periódico La Razón.
“¿Cómo pasó Peña Nieto de casi un desconocido al aparente candidato invencible?, se preguntó el diario inglés The Guardian en un artículo publicado el 25 de junio pasado. El periódico ofreció una respuesta al cuestionamiento: los medios de comunicación fueron condescendientes con los escándalos que rodean al candidato presidencial del PRI.
Las acusaciones de Maritza Díaz Hernández, anterior pareja de Peña Nieto, de no reconocer a su hijo pasaron de largo entre los periodistas que salen en las pantallas del duopolio televisivo. También el episodio del priista en la Feria Internacional del Libro que lo marcó como amigo de la ignorancia; las acusaciones contra su equipo de campaña por lavado de dinero; el endeudamiento de Coahuila encabezado por Humberto Moreira, expresidente del PRI; la fotografía del exgobernador de Veracruz Fidel Herrera cabalgando al lado de un empresario acusado de servir a “Los Zetas”, la documentada y millonaria campaña de Televisa a su favor. Por mucho menos que eso, las encuestas desahuciaron a Josefina Vázquez Mota.
Nada de eso fue importante para esos periodistas. Para ellos, lo trascendente durante su cobertura era atacar con toda la fuerza de su hígado a Andrés Manuel López Obrador. Debilitar al movimiento #Yosoy132, minimizar la participación de los ciudadanos en las redes sociales, desincentivar el voto bajo la fatídica profecía de que era inevitable el triunfo de Enrique Peña Nieto y endiosar al IFE como fuente de vida eterna.
“(…) Tenemos un país de 110 millones de personas, una cuarta parte de ese país tiene acceso al internet, de esos, un pedacito está interesado en los medios de comunicación, en las opiniones políticas, en las noticias, etcétera, de esos, de un país de 110 millones de personas, 5 millones de personas tienen Twitter, y de esos cinco millones de personas un chorro de gente lo usa para pasarse fotos”, Carlos Loret de Mola, miércoles 16 de mayo, programa Tercer Grado, Televisa.
“A nueve días de que finalice el actual proceso electoral tanto las encuestas como las apuestas ubican al candidato del PRI a la presidencia como el probable ganador y con una cómoda ventaja. Hay quienes piensan que con una gran diferencia de votos entre primero y segundo lugar más la aceptación de la derrota del tercer candidato en la competencia no van a existir muchos argumentos para un conflicto postelectoral mayor; sin embargo, hay otro escenario que no podemos ignorar, ante la evidencia de una nueva derrota del candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador (…) el conflicto postelectoral de 2012 podría ser aún más radical que en 2006 sobre todo si se le suma un movimiento de estudiantes decepcionados porque no fueron aceptados en una universidad pública”: Leo Zuckermann, programa “Es la hora de opinar”, 21 de junio, Foro Tv.
No importó que el periódico La Jornada documentara que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) prepara el operativo Ágora para el día de la elección, un vulgar acarreo con costo de 151 millones 227 mil 750 pesos. Tampoco les pareció relevante que la coalición Movimiento Progresista denunciara a Peña Nieto por rebasar el tope de campaña mediante el desembolso de 150 millones de pesos en la contratación de nueve mil espectaculares. Pasó desapercibida la denuncia de Roberto Gil Zuarth, coordinador de campaña de Josefina Vázquez Mota, del desvío de 700 millones de pesos por parte del PRI para la compra del voto mediante tarjetas de crédito del banco Monex. Las bodegas del gobierno de Veracruz repletas de despensas con el logotipo del PRI, las boletas electorales duplicadas en Oaxaca y la campaña de Televisa para aniquilar a López Obrador, como evidenció The Guardian.
Todo lo que desfavoreciera al candidato del PRI fue marginado como nota de quinta y en cambio nos recetaron el hipnótico mantra: Peña Nieto ya ganó, debemos confiar ciegamente en el IFE, que lo confirmará.
“(…) Lo hago a partir de la información que perfila un triunfo de dos dígitos de Enrique Peña Nieto. Pero aun si la victoria del priista se estrechara a seis o siete puntos, la diferencia rondaría los 3 millones de votos. Sería demencial aludir a un ‘fraude’ con esos números”: Ciro Gómez Leyva, 21 de junio, periódico Milenio.
Estas elecciones fueron el limbo del PRI. Pasara lo que pasara, Peña Nieto estuvo en las nubes de las preferencias, como si fuese el hombre más querido de México. Se volvió costumbre que el IFE sólo ofreciera pretextos legales para cruzarse de brazos ante la evidencia de una elección repleta de porquería. Por más alto que los jóvenes del #Yosoy132 gritaron, los periodistas del sistema sólo respondieron con necia sordera.
Por eso, en caso de que el próximo domingo el presidente del IFE, Leonardo Valdez, confirme la fatídica profecía del triunfo de Peña Nieto, sobre estos voceros recaerá una responsabilidad directa por haber omitido su papel de investigar antes que asumir la verdad del Estado, por ser tan condescendientes con el candidato del PRI y por desmotivar al electorado. Tal vez ni a ellos ni a su reputación les importe, difícilmente alguno de estos rostros aparecerá en la nota roja como el nuevo reportero asesinado. El riesgo del regreso de un nuevo sexenio del PRI es para los líderes opositores, para los dirigentes sociales que arriesgan su pellejo para salvar la vida de un migrante y para los periodistas que asumen su rol de ser agentes de la verdad, no del convenio.
Contacto: www.juanpabloproal.com
Twitter: @juanpabloproal

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