Cumbre de Río: La decepción
Activistas protestan durante la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable: Río 20.
Foto: AP
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RÍO DE JANEIRO (apro).- “Decepción” es la palabra más escuchada en los
corredores del Río Center en esta ciudad para calificar el resultado de la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable: Río+20.
El texto de la conferencia salió después de que la delegación brasileña
tomara el relevo de la ONU en la etapa final de las negociaciones. El país
anfitrión quería obtener, a toda costa, un acuerdo para no repetir el fracaso de
la Conferencia de Copenhague en 2009, cuando ningún texto había sido aprobado
antes de la llegada de los jefes de Estado.
Esta vez, en Río, sí se logró un texto, aunque tampoco tiene “ningún
compromiso serio”, reconoce el secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales
de México (Semarnat), Juan Rafael Elvira Quesada.
“Además, cuando llegamos el documento estaba ya cerrado. Es un texto amplio
que impide ser ambicioso. Entiendo la decepción de la sociedad”, dijo Elvira en
entrevista con apro.
Las organizaciones civiles también fueron muy críticas con los resultados de
la Cumbre: “Estuvimos participando durante dos años en una conferencia que iba a
tratar de la vida y del futuro de nuestros hijos. Al final, vivimos una
demostración de la burocracia de la ONU”, recalcó Lasse Gustavsson, director
ejecutivo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en
inglés).
Sin dinero, sin compromisos
Las ONG esperaban anuncios más serios de parte de los más de 100 jefes de
Estado que habían hecho el viaje a Brasil. Pero nada de eso aconteció, al
contrario: varios de ellos se fueron justo después de haber dado su discurso de
10 minutos (tiempo límite autorizado) en la Plenaria.
“Los Estados llegaron aquí con las manos vacías: sin dinero y sin
compromisos. Culpan a la crisis económica mundial para justificar la ausencia de
acciones”, deploró Daniel Mittler, director ejecutivo de Greenpeace.
Uno de los grandes obstáculos de esta Conferencia tiene que ver, en efecto,
con el financiamiento: la propuesta de tasa a las transacciones financieras para
financiar el desarrollo sustentable fue abandonado y no fue remplazada por otra:
“Se está cayendo la cooperación multilateral porque los países ricos no respetan
sus compromisos de apoyo y de transferencia de tecnología a los países que lo
necesitan”, declaró Barbara Stocking, directora de Oxfam en Inglaterra.
Para obtener un texto común, Brasil usó la estrategia de quitar todos los
“conflictos” que quedaban entre los países. Al final, el texto intitulado El
futuro que queremos, de 49 páginas, no dice mucho de cómo obtener el famoso
“futuro sostenible”.
Un ejemplo muy claro de los puntos incluidos en el primer documento (llamado
“borrador cero”) y que no aparecieron después en el texto final tiene que ver
con el tema esencial del agua. Hasta el inicio de la semana pasada, el texto
tenía cinco párrafos sobre agua y saneamiento, haciendo referencia directa a la
resolución A/RES/64/292 votada en julio de 2010 en las Naciones Unidas y que
considera el acceso al agua y al saneamiento como un derecho humano. En el texto
final no aparece ninguna referencia a la misma resolución debido a, según las
ONG, la presión de Estados Unidos y de Canadá.
“Es inadmisible que en una conferencia de las Naciones Unidas se elimine toda
referencia a sus propias resoluciones. Esto representa claramente una crisis del
propio sistema de las Naciones Unidas que cede por la presión de unos cuantos
países que sólo ven por sus intereses y no los de un futuro sostenible”,
considera Nathalie Seguin, directora de la red de Acción por el Agua,
FAN-México.
Del mismo modo, en lugar de reforzar la cooperación transfronteriza, tal como
señalaba el borrador, el nuevo texto eliminó el imperativo de la cooperación por
el agua a todos los niveles.
En un texto común, las ONG mas importantes en el sector del agua (Green
Cross, The Butterfly Effect, FAN global, Coalition Eau, WWF y Stakholder forum)
pidieron a los países “volver a agregar el lenguaje que reconozca el imperativo
de la cooperación por el agua a todos los niveles. Existen 276 cuencas
transfronterizas en el mundo, las cuales generan aproximadamente el 60% del
flujo de agua dulce. Resulta imposible pensar en lograr una gestión sustentable
del agua sino es una gestión por cuenca, con acuerdos tanto dentro de los países
como entre ellos”.
Otra gran decepción: la protección a los océanos en alta mar; es decir, en lo
que es considerado como “las aguas internacionales”. Se había logrado lo que
parecía ser la única aportación concreta del Río+20, hasta que una coalición muy
extraña entre Estados Unidos, Venezuela, Japón, Rusia y Noruega, logró quitarle
todo sustento.
El proyecto de protección abarcaba al 50% de todos los océanos donde no
existe ninguna regulación ambiental por estar fuera de los territorios
nacionales. “Pertenecen a nadie y a todos al mismo tiempo. Pero es un espacio
capital no nada más para la pesca: la mitad del aire que respiramos viene de los
océanos y la mitad del carbono que producimos también es absorbido por los
océanos. Pero proteger este espacio implicaba limitar la pesca industrial, lo
que provocó que varios países rechazaran todo acuerdo”, dijo Marcelo Furtado,
director de Greenpeace Brasil.
Tampoco se logró una propuesta francesa de crear un Organización Mundial del
Medio Ambiente como una instancia de Naciones Unidas, al igual que la
Organización internacional del Trabajo (OIT) o que la Organización Mundial del
Comercio (OMC). Solamente se ampliaron las atribuciones del Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“Paseo frustrante”
En relación con las cuestiones sociales, se decidió que los Objetivos del
Milenio (que se iban a acabar en 2015) se transformaran en Objetivos del
Desarrollo Sostenible (ODS), incluidos unos parámetros sobre medio ambiente.
Pero varias organizaciones denunciaron esta resolución como un “cambio de nombre
sin cambio de fondo”.
Los Objetivos del Milenio no han tenido el apoyo financiero para su
realización, reconoce en varios de sus informes la ONU.
Al final, el único logro que se obtuvo fue un aumento de la participación de
la sociedad civil en las tomas de decisiones y en la fase de consulta. Por
primera vez, se organizó una serie de debates donde la sociedad pudo hacer
recomendaciones por votos, las cuales fueron entregadas a los jefes de
Estado.
Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, invitó a los representantes de la
Cumbre de los Pueblos. En ese acto, Iara Pietrovsky, representante de la Cumbre,
le dijo: “Para nosotros Río+20 acabó pero nuestro proceso no depende de ustedes
y va mucho más allá. Esta Conferencia fue sólo un paseo, un paseo extremamente
frustrante, nada más.”
La Cumbre, que reunió activistas del mundo entero, pero sobre todo de América
latina, logró algunos de sus objetivos: en primer lugar, que el concepto de
economía verde, creado e impulsado por la Unión Europea, no se aprobara en el
Río+20.
Según el activista brasileño Frey Betto, esta propuesta quería “poner un
precio a las servicios ambientales que la naturaleza ofrece gratuitamente: agua,
alimentos, plantas medicinales, etcétera. La propuesta (de la UE) es poner un
basta a dicha gratuidad”.
Para los defensores de la economía verde, por el contrario, poner un valor
comercial a los servicios ambientales evitara su desperdicio. Pero los
movimientos sociales critican que no exista un análisis crítico de las razones
de las crisis económica y ambiental, sino “hacer lo mismo con los mismos métodos
en una área mucho mas grande que es todo lo que tiene que ver con la vida”,
consideró la activista india Vandana Shiva.
La mayoría de los foros y discusiones en la Cumbre de los Pueblos tenían que
ver con oposición a proyectos de energía e minería.
Es el caso de México, donde “existen 502 proyectos de hidroeléctricas de
diferentes tamaños que están planeados para responder a la demanda de energía
del modelo capitalista. No es energía limpia y renovable como lo definen porque
hay impactos muy fuertes tanto para los ríos como para las poblaciones
ribereñas”, explica Rosalinda Hidalgo, de la Asamblea Veracruzana de Iniciativas
y Defensa Ambiental.
En una mesa sobre agua, energía y extractivismo, la Red de Acción por el
Agua, FAN-México, explicó que 28 % del territorio mexicano ha sido concesionado
a las minerías.
“Estamos sumamente preocupados por la incursión de las empresas extractivas
estadunidenses, tanto en nuestro país como en América Latina. Hacen un uso
indiscriminado del agua, mezclándola con tóxicos como cianuro, que escurre
después hacia los cuerpos de agua y tierras”, explicó la directora de esta ONG,
Nathalie Seguin.
Gustavo Castro, representante del Movimiento Mesoamericano contra el Modelo
Extractivista Minero (M4 Chiapas), presente también en Río, hizo el mismo
análisis: “Es una contaminación irreversible, no se puede regenerar la
naturaleza después de esas minas. Es un ejemplo del capitalismo totalmente
insustentable que no recibió ninguna crítica aquí en Río”.
Para los movimientos sociales de América Latina, la minería es vista como la
peor amenaza para el medio ambiente. “Por eso, estamos aquí, para organizarnos,
proponer otras alternativas pero sin los gobiernos que no entienden la urgencia
de cambiar de modelo”, agregó Castro.
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