Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 21 de junio de 2012

Las elecciones en Grecia y AL- RESULTADOS- Los Cabos: epitafio

Las elecciones en Grecia y AL
Ángel Guerra Cabrera
      Las elecciones del 17 de junio en Grecia no las decidió el pueblo, como se supone en democracia(¿?). Estaba en juego la aprobación o rechazo del memorando, nombre dado popularmente al acuerdo firmado por el gobierno griego con la troika (Unión Europea-UE-, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), a cambio de su rescate por estas instituciones. El memorando se traduce en el robo descarado por la banca internacional, principalmente alemana, de la riqueza creada por el pueblo griego en décadas.
Así que las instituciones europeas y el capital financiero lanzaron una campaña de terror que caló en una parte de la población y la inhibió de votar por el antineoliberal Syriza, que rechaza radicalmente el memorando. Si no ganaban los partidarios de cumplir los compromisos con la UE, decían, Grecia saldría del euro, volvería al dracma y retrocedería al paleolítico. Con ello consiguieron aumentar considerablemente la votación del derechista Nueva Democracia (ND) –servil defensor de los acuerdos– respecto a las elecciones del 6 de mayo, que pasó de 18.85 a 29.66 por ciento de los sufragios y terminó puntero. Pese a ello, Syriza le pisó los talones al superar con 26.89 el 16.78 por ciento logrado entonces, aunque no pudiera alzarse con la victoria, como anunciaban varias encuestas e indicaba el humor social. No obstante, si se suma la considerable abstención en comicios tan determinantes de más de 2 millones y medio de electores (38 por ciento) al sufragio conseguido por la coalición Syriza, los Griegos Independientes, los neonazis de Amanecer Dorado –podrida democracia la que tolera un partido racista y xenófobo por sus dichos y violentos hechos contra migrantes y activistas–, el Partido Comunista y otras formaciones menores opuestas al memorando, se advierte que suman casi 5 millones y medio (más de la mitad del registro electoral holgadamente) frente a los menos de 2 millones logrados por ND. Aun añadiéndole a este el ya escuálido voto de los socialistas del Pasok, su cómplice en la aplicación de las crueles medidas económicas acordadas con la UE, a lo más que llegan es a alrededor de la mitad de quienes, votando o absteniéndose, rechazaron el memorando.
La UE y el capital financiero echaron campanas al vuelo ante el resultado electoral, pero en realidad lo único que lograron es evitarse la humillación de negociar con Syriza y su líder Alexis Tsipras las condiciones en que Grecia continuaría dentro de la zona euro. Por lo demás, ya Tsipras ha dejado claro que continuarán rechazando los ajustes y serán oposición en la calle y en el Parlamento. En éste tienen 71 diputados, que pueden hacer mucho por impedir que pasen nuevas medidas antipopulares, objetivo principal de Angela Merckel y de los tiburones de las finanzas. Ni los miembros del nuevo gobierno formado por ND, Pasok e Izquierda Democrática se creen de veras el chiste de que el pueblo griego les permitirá gobernar a gusto de la UE por el hecho de que tengan la mayoría parlamentaria. Pasok ha insistido desde hace semanas en la necesidad de que Syriza formara parte de un gobierno de unidad nacional –rechazado de plano por aquel– y junto a ND habla de la renegociación del memorando, otro chiste, pues la UE no aceptará cambiar nada más allá de retoques cosméticos. En cambio Syriza, las fuerzas de izquierda y el pueblo movilizado podrán ahora continuar la batalla contra el memorando combinando inteligentemente la acción en la calle y el Parlamento. Lamentablemente el Partido Comunista, de admirables hazañas pasadas, no sólo se ha negado a todo tipo de cooperación con Syriza, sino que lo ha atacado constantemente, lo que podría explicar el descenso de sus votos a casi la mitad, de 8.48 a 4.5 ciento.
Con o sin la victoria de Syriza nadie puede asegurar que Grecia no saldrá del euro, como ya no se puede asegurar de España ni de Italia si uno se guía por el Wall Street Journal. En todo caso, la batalla en que está enfrascada Syriza trasciende a Grecia e incluso a Europa, donde ya se ha convertido en un referente para la izquierda auténtica que renace en las luchas populares. Únicamente en América Latina hemos visto a pueblos casi enteros alzarse prolongadamente contra el neoliberalismo y convertirse en opciones de poder, como Syriza en Grecia. Para continuar el ciclo latinoamericano le falta llegar al gobierno y puede ocurrir en cualquier momento. Pues ¿qué otra fuerza política podrá encabezar ese país cuando llegue la debacle?
Twitter: aguerraguerra

Resultados
Orlando Delgado Selley
       La cumbre del G-20 parecía obligada a resolver un desafío fundamental: el del pueblo griego, que decidía iniciar un recorrido complicado para seguir en el euro, pero administrando la crisis de una manera diferente. La decisión electoral del pasado domingo abría la posibilidad de enfrentar un dilema básico: atender las necesidades de la población o las de los bancos. Los gobernantes de los países del grupo tendrían que resolver, como lo habían hecho en aquella primera reunión del G-20 de Washington de noviembre de 2008, urgidos por una situación extraordinaria. En aquella reunión fue la quiebra de Lehman Brothers, ahora hubiera sido la decisión soberana de un pueblo cansado de pagar por lo que otros hicieron.
La decisión electoral griega, sin embargo, aceptó continuar por la misma ruta que les ha llevado a una profunda recesión y un deterioro sensible del nivel de vida de la población. Como bien dice Krugman las elecciones griegas acabaron por no solucionar nada, ya que –de nuevo– la solución no la tienen los griegos, sino los alemanes y el Banco Central Europeo. El mundo no verá que los gobernantes del G-20 resuelvan juntos una crisis que dura ya cinco años y que ha destruido decenas de millones de empleos. Por el contrario, como vimos estos días, habrá declaraciones grandilocuentes, pero vacuas, del tipo de todos los miembros del grupo adoptarán las acciones necesarias para restaurar el crecimiento global y fortalecer el empleo.
Por eso los mercados no tuvieron una reacción favorable. España –el eslabón débil de la zona euro en este momento– sigue pendiendo de la presentación de los resultados de la auditoría independiente realizada a sus bancos y no de resultados electorales. La prima de riesgo ha alcanzado alturas inéditas, colocándose 3 mil millones de deuda española antier al 7.003 por ciento anual, lo que constituye un récord en los tiempos del euro. Consecuentemente la crisis continúa, pero a diferencia de hace cuatro años cuando hubo un acuerdo claro sobre lo que era necesario hacer, ahora existe una divergencia absoluta sobre lo que debe hacerse.
Ese acuerdo fundamental permitió que en la reunión de Washington los jefes de gobierno decidieran inyectar a sus economías dos billones de dólares, deteniendo la recesión en pocos meses. La reunión siguiente en Londres, en marzo de 2009, mantuvo la necesidad de acciones fiscales enérgicas para detener la recesión y salvar millones de puestos de trabajo, aumentando los recursos hasta cinco billones de dólares. Ese año la recesión cedió y parecía que la crisis había sido resuelta con los instrumentos que la ciencia económica diseñó para enfrentar la crisis de 1929.
La reunión del G-20 en Pittsburgh cambió, ya que el momento crítico había pasado y la transición hacia la recuperación puso en el centro la estabilidad fiscal. Afloraron discrepancias que se mantienen entre dos bloques de países que sostenían políticas económicas antitéticas: quienes sostenían que había que mantener los estímulos fiscales e incluso incrementarlos y quienes pensaban que era el momento para reducir el endeudamiento público y limitar el déficit fiscal a niveles sostenibles en el largo plazo.
Todo 2010, 2011 y lo que va de este 2012, esta diferencia domina la discusión mundial. Sin embargo, en términos prácticos se ha impuesto la visión restrictiva.
Europa entera enfrentada a la crisis de deuda soberana ha decidido controlar el gasto público, reduciendo los beneficios sociales que protegen a sus poblaciones.
Ello ha provocado que la zona euro esté nuevamente en recesión y que las dificultades se extiendan a todo el mundo. Las perspectivas generalizadas aunque inciertas, en realidad apuntan a que la recesión está presente y las amenazas a los trabajadores aumentan. Así las cosas, esta reunión del G-20 ha fracasado. Señalar como éxito que se hayan aumentado los recursos del FMI para enfrentar dificultades en los países miembros es ignorar el desafío central del crecimiento y la generación urgente de empleos. No se restaurará la confianza global con anuncios retóricos, sino con acciones contundentes que claramente no aparecieron.
Los Cabos: epitafio
Jorge Eduardo Navarrete
       El epitafio de la cumbre del Grupo de los Veinte (G-20) en Los Cabos, grabado en la lápida respectiva, se escribió antes de que se iniciara: No tuvo oportunidad de hacer algo relevante y menos aún de hacerlo a tiempo. La reflexión, desprendida de un texto de Lawrence Summers propalado el martes 19, resulta apta no sólo como apreciación de lo que habría de ocurrir –o, mejor dicho, de lo que no habría de ocurrir– sino como expresión de lo que algunos hemos calificado como creciente irrelevancia y poco auspicioso futuro del G-20.
Para empezar, hay que detenerse en la declaración de los líderes, texto prolijo y extenso, no demasiado diferente de los surgidos de cumbres anteriores. La extensión y minuciosidad del documento, tras una reunión breve y que dedicó gran parte del tiempo disponible a otros asuntos, refuerza la impresión de que fue formalmente aprobado por los líderes como una muestra de confianza en sus subordinados de diverso nivel, sin discutirlo a fondo y quizá incluso sin leerlo. Es probable, por ejemplo, que los redactores del párrafo 23 –que expresa el compromiso de adoptar acciones concretas para superar las barreras que impiden la plena participación económica y social y la expansión de las oportunidades económicas para las mujeres en las economías del G-20, así como de avanzar la equidad de género en todas las áreas, entre ellas el adiestramiento, los sueldos y salarios, el trato en los espacios laborales y las responsabilidades en el otorgamiento de cuidados– hayan sido funcionarios de tercer o cuarto nivel que nunca se acercaron a Los Cabos. Los líderes discutieron, supongo, unas cuantas cuestiones controvertidas.
Estímulo o consolidación, la primera de ellas. La declaración abre con el compromiso de promover el crecimiento y el empleo… y fomentar la estabilidad financiera, a través del Plan de acción de Los Cabos para el crecimiento y el empleo. Este plan se recoge en un documento por separado, tan prolijo y extenso como la declaración misma. Desde sus párrafos iniciales y a lo largo de su amplio desarrollo, el Plan de acción de Los Cabos trastoca las prioridades, privilegiando la estabilización y la consolidación financieras sobre el crecimiento y el empleo.
También contiene una discriminación interesante: en su párrafo 5 señala: Si las condiciones económicas se deterioran aún más en medida importante, Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Corea, China, Estados Unidos y Rusia están dispuestos a coordinar e implementar acciones adicionales para apoyar la demanda, tomando en consideración las circunstancias y compromisos nacionales. ¿Cómo entender este párrafo del Plan de acción de Los Cabos? Sólo esos nueve países del G-20 van a adoptar medidas de estímulo coordinadas y suficientes para responder a un deterioro grave de la situación económica global. ¿Qué van a hacer los demás, México entre ellos? Seguirán defendiendo una estabilidad más o menos libre de amenazas y sacrificando de manera innecesaria el crecimiento y el empleo.
La declaración continúa con los apartados habituales en este tipo de documentos. En todo momento se subraya la prioridad a la estabilización sobre el crecimiento y el empleo. Algunos puntos que llaman la atención: en el párrafo 13 se señala que la política monetaria mantendrá la estabilidad de precios a mediano plazo, en tanto continúa apoyando la recuperación económica. ¿Cómo y en qué medida va a aprovecharse esta rendija que permite acciones de estímulo en la actual coyuntura recesiva pero las frena de antemano en un mediano plazo no definido?
En materia cambiaria, China es el único país al que la declaración alude en particular, para reconocer que ha emprendido el camino de la reforma y aumentado la transparencia de su política cambiaria. Este reconocimiento de los líderes del G-20 debería ser suficiente para que China respondiese a las frecuentes presiones bilaterales, sobre todo de Estados Unidos, para que acelere la transición hacia el yuan-renminbí convertible.
La declaración contiene también, en sus párrafos 20 y siguientes, una respuesta adecuada a las vociferantes demandas de reforma laboral. La que proponen los líderes del G-20 se orienta a “combatir el desempleo a través de reformas del mercado laboral que fomenten el empleo digno y los trabajos de calidad –con derechos laborales, cobertura de seguridad social y salarios dignos–, en especial para los jóvenes y otros grupos vulnerables, que han sido severamente lastimados por la crisis económica”.
En cuanto a la reforma de las instituciones financieras multilaterales, se reafirma que en septiembre próximo, en las reuniones anuales del FMI y del Banco Mundial, se pondrán en vigor las relativas a cuotas y gobierno acordadas en 2010; en enero de 2013 se concluirá la revisión de la fórmula para calcular las cuotas en esas instituciones, superando las deficiencias y debilidades de la actual, y en enero de 2014 se concluirá la revisión general de cuotas. Tres fechas claramente inscritas para medir el grado de cumplimiento de los acuerdos del G-20, validados en su momento por los órganos de gobierno de las instituciones de Bretton Woods.
La reunión se inició en un ambiente de reclamo hacia Europa y de denuncia de las limitaciones reales o percibidas en su manejo de la crisis del euro. Tras las expresiones críticas del primer ministro de Canadá y del secretario general de la OCDE, el presidente de la Comisión Europea –tras recordar que la actual crisis no se había originado en ese continente, que resultó contaminado por el colapso financiero en Estados Unidos– señaló que Europa no había llegado a Los Cabos para recibir lecciones de democracia o de manejo de la economía.
Escrito ya el epitafio de Los Cabos, cabe especular que si la cumbre se hubiera celebrado un año y no siete meses después de la realizada en Cannes, quizá la Unión Europea habría tenido oportunidad de hacer algo relevante –adicionando, como lo propuso François Hollande, medidas efectivas de estímulo al crecimiento y el empleo; modulando, como demanda Grecia, los términos y exigencias de los programas de consolidación fiscal, e implementando las propuestas de coordinación y regulación de los bancos, que apenas empiezan a discutirse– y la historia de la cumbre del G-20 de 2012 habría sido diferente. Esta oportunidad quedó clausurada por la premura política del anfitrión, cuya presidencia del grupo, en el ocaso de Los Cabos, enfrenta un triste y solitario final.

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