Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 28 de junio de 2012

Cierres multitudinarios

Cierres multitudinarios
Elecciones 2012
La noche del domingo habrá fiesta cívica; vamos a construir una nueva patria, afirma
Jamás voy a traicionar al pueblo, jura AMLO ante miles de seguidores
El Zócalo, insuficiente para sus simpatizantes
Ganada la elección, recorrerá el país, anuncia
Foto
Andrés Manuel López Obrador, candidato del Movimiento Progresista a la Presidencia de la República, arribó a la Plaza de la Constitución acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, para el cierre de campaña electoral

Foto Carlos Ramos Mamahua
Alma E. Muñoz y Roberto Garduño
Periódico La Jornada
Jueves 28 de junio de 2012, p. 5
Después de seis horas bajo el sol, seguidores y simpatizantes aceptaron la promesa de Andrés Manuel López Obrador cuando juró no traicionar al pueblo, no fallarle y estar siempre a la altura de las mujeres y los hombres del país. Desbordado el Zócalo de la ciudad de México hasta las avenidas 20 de Noviembre y 5 de Mayo, y las calles 16 de Septiembre, Tacuba, Madero y José María Izazaga, tributó al candidato presidencial su respaldo incondicional para la jornada electoral del próximo domingo.
Al finalizar su mensaje de cierre de campaña, que duró una hora, López Obrador reconoció el vínculo que lo ha unido con la sociedad durante más de 30 años de quehacer político: “No voy a traicionar al pueblo de México, estoy muy consciente de mi responsabilidad histórica. No es sólo un asunto político; esto tiene que ver mucho con los afectos. Sería una canallada fallarles, traicionarlos. Eso no lo voy a hacer nunca. Ustedes me han dado su apoyo, su respaldo, hasta en los momentos más difíciles. Les digo que así como ustedes me quieren, así los quiero yo.
No es una relación utilitaria, fría, de conveniencia entre un político, un dirigente y el pueblo. Lo nuestro es distinto. Aquí recuerdo y así respondo lo que decía José Martí cuando tituló una obra para teatro: Amor con amor se paga.
Marcha unitaria
La última jornada legal para hacer proselitismo del candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista empezó en la columna del Ángel de la Independencia, donde miles de personas, entre ellas su esposa, sus hijos José Ramón, Andrés, Gonzalo y el pequeño Jesús; Cuauhtémoc Cárdenas, Lázaro Cárdenas, Alfonso Romo y Alejandro Encinas, así como integrantes de su eventual gabinete y dirigentes de los partidos que lo abanderan, lo acompañaron en su recorrido al Zócalo.
Era tal la efervescencia popular por ver a su candidato y llegar a la Plaza de la Constitución para el mitin, que la vanguardia de la marcha se difuminó entre el gentío que intentaba acercarse a él.
Al avanzar sobre Paseo de la Reforma, la columna engrosaba y el andar era cada vez más lento. Desde el inicio se planeó una salida alternativa para el candidato por la estación Juárez del Metro, pero el intento falló porque la multitud le impidió tomar la avenida Balderas.
El tortuoso andar continuó sobre avenida Juárez y cerca del Barrio Chino, a un costado de la cancillería, su equipo de resguardo lo condujo a la estación Bellas Artes del Metro para que abordara el tren, acompañado por su familia y Alfonso Romo, que ha sido el vínculo entre poderosos empresarios y López Obrador.
La premura por que el candidato de las izquierdas llegara al templete instalado frente a Palacio Nacional obedecía a que el discurso estaba programado para las cinco de la tarde.
Cuando López Obrador abordó el Metro, faltaban 10 minutos para las siete de la noche.
En esos momentos el ingreso al Zócalo era prácticamente imposible y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ya se había retirado del grupo que acompañaba al candidato presidencial.
En el templete, Jesusa Rodríguez dirigía la ceremonia. Alrededor se apretujaban mujeres, hombres, niños y jóvenes para ver mejor el escenario. En ese remolino humano, dos ancianas que llegaron por distintos caminos a la Plaza de la Constitución comenzaron a padecer falta de aire y alta presión. Una octogenaria de nombre Luciana lloraba, porque no podré ver a Andrés, y me vine sola, me escapé de la casa; les dije que iba a comprar un refresco y por eso estoy aquí.
No muy lejos de ella, otra anciana, Carmen García, llegó al Zócalo en Metro. Vive en la colonia Granada y, también sofocada, decía a quienes estaban junto a ella: Yo no me voy a ir de aquí; tomé el Metro y me vine, pero no me voy. Quiero ver a mi presidente.
Entre el gentío figuraba el ánimo de integrantes del movimiento #YoSoy132 y de muchísimo jóvenes en general, que también caminaron desde el Ángel de la Independencia.
Ese ánimo contagió a adultos y viejos, que reconocieron la participación de Elena Poniatowska en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). La escritora respondió a los aplausos: Ustedes son la cultura; que los niños amen a México. ¡Vamos a ganar!
Agustín Ortiz Pinchetti, eventual secretario del Trabajo, prometió que habrá prosperidad: Vamos a crear más empleos y un genuino árbitro en las relaciones entre trabajadores y empresas. Bernardo Bátiz, quien fungiría como procurador general de la República en un gobierno progresista, sostuvo que en el próximo sexenio se serenará al país: Habrá firmeza y decisión, pero se respetarán los derechos.
Como ellos intervinieron Adolfo Hellmund, Fernando Turner, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera, quien agradeció el apoyo multitudinario a su candidatura a jefe de Gobierno del Distrito Federal.
No habrá guerra ni muertes
Los miles de asistentes al mitin escucharon atentos el discurso de López Obrador, quien aseguró que no expropiará Televisa; garantizará la libertad de expresión y manifestación. No habrá censura y nadie va a ser perseguido por su manera de pensar. Vamos a garantizar plenamente el derecho a disentir. Pero, al mismo tiempo, vamos a hacer valer el derecho a la información.
Mediante la fibra óptica llevaremos Internet al más apartado rincón del país. Este servicio permitirá garantizar plenamente el derecho de los mexicanos a estar informados y se terminará con la manipulación que llevan a cabo los que actualmente controlan casi la totalidad de los medios de comunicación.
Prometió que no habrá guerra ni muertes y se respetarán los derechos humanos. Se mejorará la calidad de la enseñanza para que al final del sexenio por lo menos seis de cada 10 jóvenes estén inscritos en el nivel superior.
López Obrador afirmó que el domingo por la noche habrá fiesta cívica nacional, porque fracasó el intento de imponer a Enrique Peña Nieto mediante la mercadotecnia y la publicidad. Pensaron sus patrocinadores, que son los más tenaces defensores del actual régimen de corrupción, que iba a ser un día de campo. Y juntos vamos a hacer historia. Vamos a construir una patria nueva.
Y antes de marcharse, el candidato de las izquierdas prometió que una vez ganada la elección, recorrerá todo el país.

Marchante-Helguera

Astillero
A la goma
Marcar con lápiz
Noventa días después
AMLO en el Zócalo
Julio Hernández López
Foto
Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la coalición Movimiento Progresista, ayer en su cierre de campaña; junto a él, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller
Foto Carlos Ramos Mamahua
           El Instituto Federal Electoral ha decidido mandar los próximos comicios a la goma. Para acomodarse a las pretensiones dinosáuricas de instaurar a partir de este domingo venidero el nuevo horario sexenal de verano, que obligaría a atrasar los relojes históricos varias décadas, el mencionado IFE ha tenido a bien establecer como instrumento confiable, indeleble e infalsificable de marcación ciudadana de boletas electorales, ni más ni menos que… el lápiz.
Sentido homenaje retro a las tareas escolares hechas y rehechas a base de grafito y goma de borrar (sobre todo ahora que con tanto entusiasmo están participando brigadas de profesores gordillistas para revisar y corregir las planas electorales en todo el país). Sistema cilíndrico en madera que en dado caso permitiría a los poseedores de la papelería ciudadana proceder a la patriótica remodelación de voluntades a partir de la sencilla técnica del borrado con goma, como en cualquier salón de primaria. ¿Crayones? Claro que no, porque se podrían derretir con tanto calor físico. ¿Bolígrafos? No, porque se podría correr la tinta. Así que el Instituto Fallido Electoral optó por la fórmula ligera del lápiz.
La Operación Ruleta afinando motores, la compra de datos y copias de credenciales electorales a todo vapor, desatada la guerra sucia telefónica e impresa, robo abierto de mil 200 boletas en Veracruz, decenas de miles de boletas sobrantes por errores de impresión en otras partes del país, caravanas de repartidores de despensas y productos utilitarios en pro del candidato del despilfarro y el muy celoso IFE solamente atina a posar su atención en un rubro sobre el cual no había denuncia pública en contra, el del marcaje de las boletas electorales. Y lo hizo no para dar más seguridad, sino para instalar un elemento extra de fundada desconfianza: lápices. Ganas de mandar el proceso al riesgo de la goma.
En Twitter, el propio IFE justificó: El uso de los lápices del IFE para marcar el voto en la boleta es para evitar que al doblar la boleta se traspase la tinta a otro recuadro. ¿Podrá el IFE sustentar ese dicho en términos cuantificables? Por ejemplo, ¿cuántas boletas sufrieron ese traspaso de tinta en 2006? ¿Cuántos casos han sucedido así en anteriores comicios, provocando adulteración en los resultados, como para motivar ahora esta medida general de última hora?
Eso sí, los tales lápices resultarán una maravilla tecnológica insospechada: el lapicito IFEliz. Los lápices para marcar la boleta son resistentes a la gama de climas, sobre todo los cálidos. Su marca no se borrará sin dejar vestigios, explicó el IFE en tuiteo que llevó a esta arisca columna a preguntarse al estilo juangabrielesco cuál era la necesidad de abrir un expediente más de duda ciudadana, ahora respecto del acto sustancial del protocolo electoral, que es la impresión de la voluntad política en signos permanentes.
Con el nuevo sistema lapicero se quita sentido al resguardo armado de los paquetes electorales e incluso a la tan festejada posibilidad del recuento voto por voto cuando la diferencia sea estrecha. ¿Quién podrá confiar en material electoral cuyos signos contables han sido inscritos con sustancias susceptibles de ser borradas con simpleza de escolapio aunque el mismo árbitro que ha permitido montones de maniobras peores ahora garantice que se podrían encontrar vestigios si se intentara ese borrado? ¿Será ese sistema tan infalible como el entintado de pulgares contra el que había fórmulas de limpieza orgánica inmediata? ¿La infalibilidad de los lápices del IFE será como el blindaje que, según eso, hace imposible un fraude electoral?
El colmo del juego de policías y ladrones electorales, que ahora sería entre lápices y gomas de borrar, es el reconocimiento del propio IFE de que para marcar el voto en la boleta, también es válido que el ciudadano lleve su propio material. Es decir, a pesar de que se ha declarado riesgoso para la confiabilidad electoral que la boleta se cruce con crayón, pluma fuente o bolígrafo, pues al doblado podría traspasarse la tinta (y provocar la anulación), finalmente cada ciudadano podrá hacer lo que se le dé la gana si lleva su propio crayón, pluma fuente o bolígrafo. ¿Ganas de generar más enredos de los muchos que ya hay, o una increíble y peligrosa torpeza más de los súper bien pagados funcionarios y consejeros electorales?
Terminan las campañas y, 90 días después, nada parecería haber cambiado: con menos puntos porcentuales, pero Enrique Peña Nieto sigue inflado en la uniformada numeralia demoscópica como puntero presuntamente imbatible, mientras Andrés Manuel López Obrador continúa condenado a un segundo plano por esos mismos poderes fabricantes de la percepción nacional (como si no hubiese un evidente crecimiento de su candidatura, como si no se hubiera producido una irrupción juvenil favorable a la izquierda) y Josefina Vázquez Mota es artificialmente sostenida como presunta competidora apenas rezagada de AMLO, caminante sin mella, según eso, a pesar de tanto error, maltrato y vacuidad sonriente.
En ese contexto de presunto gatopardismo final (que todo cambie en las campañas para que nada cambie en el proyecto cupular de resultado electoral favorable a EPN), los actos postreros de proselitismo mostraron rasgos definitorios: en la capital del país, AMLO volvió a llenar el Zócalo y varias de las calles que en él convergen, en una efervescencia social que no parece dispuesta a soportar un fraude electoral más; Peña Nieto, por su parte, hizo esfuerzos declarativos para asegurar que no habrá coacción ni compra de votos, llamando desde ahora a los presuntos derrotados del futuro a integrarse a un gabinete de reconciliación nacional (Chepina puede ser secretaria de algo, Quadri quiere ser secretario de ecología, como nuevo negocio de la jefa Gordillo o embajador en China, y AMLO naturalmente rechaza cualquier insinuación de ese tipo) y la propia Vázquez Mota se encomienda abiertamente a la única posibilidad de un milagro.
Y, mientras el movimiento 132 se alista para el lunes 2 y los días siguientes, ¡hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Elecciones 2012
Una vez más, la multitud lo recibe en el Zócalo con el grito: ¡pre-si-den-te!
Los comicios ya no serán mero trámite; ¡vamos a ganar: afirma López Obrador
Agradece al movimiento estudiantil que haya ayudado a sacudir las conciencias
Arturo Cano
Periódico La Jornada
Jueves 28 de junio de 2012, p. 6
Es culpa del tiempo, no de las campañas: ¡Qué vivan los jóvenes! ¡Qué vivan los estudiantes!, grita Andrés Manuel López Obrador, agradecido de que el movimiento juvenil haya ayudado a sacudir las conciencias. Las decenas de miles que alcanzaron lugar en el Zócalo responden con la mayor ovación de la tarde, si se exceptúan las dedicadas al candidato, que tarda más de dos horas en hacer el recorrido del Ángel de la Independencia a la Plaza de la Constitución.
Poco antes, López Obrador ha vuelto a presentar a quienes integrarían su gabinete. El público tiene sus preferencias. Los gritos son más altos cuando menciona a Cuauhtémoc Cárdenas, Elena Poniatowska, Juan Ramón de la Fuente y Marcelo Ebrard. En ese orden, del más alto al menor.
¡Pre-si-den-te, pre-si-den-te!, ha sonado el grito al recibir al candidato del Movimiento Progresista. Pero la espera ha sido larga y la creatividad escénica, por así llamarla, realmente pobre. Muchos, distraídos en la espera, llegados muy temprano a la plancha del Zócalo, reaccionan en el momento en que lo ven aparecer en las grandes pantallas, en los extremos del escenario.
Sólo el entusiasmo de la gente, de los más aguantadores, hace que López Obrador sea recibido con el grito de presidente.
Antes de la llegada del candidato han tomado la palabra algunos de los integrantes de su gabinete y también el aspirante a la jefatura de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. Más para hacer tiempo que por cumplir un plan que incluya, por ejemplo, presentar a los candidatos a diputados, senadores y gobernadores.
Cuando llega el candidato, nadie le avisa a la actriz Dolores Heredia, a cargo de un mensaje inicial, que hay cambio de agenda. Así que ella pregunta si Mancera quiere volver a hablar.
¡Obrador, Obrador, Obrador!, se impone la plaza.
Mancera toma el micrófono otra vez y dice sólo dos frases.
Habla el candidato.
El lugar de Morena
El cierre de López Obrador, su segundo como candidato a la Presidencia de la República, es, en cierto sentido, una alegoría de su campaña. No de los últimos 90 días oficiales, sino de un largo recorrido que comenzó con el levantamiento del plantón en 2006.
López Obrador tarda más de dos horas en el recorrido entre el Ángel de la Independencia y el Zócalo. El andar es lento, porque miles, que han colmado la ancha avenida desde muy temprano, quieren acercarse a la descubierta donde avanza el candidato presidencial al lado de Cuauhtémoc Cárdenas, Alejandro Encinas y otras figuras.
Un andar paso a paso, como el suyo de cinco años pueblo a pueblo, siempre rodeado, estrujado, apachurrado por la gente.
¿Cómo llega López Obrador a su cierre? Hicimos la mejor campaña, dice, y expresa una y otra vez el agradecimiento a quienes lo apoyan. Ustedes son el motor del cambio verdadero. Con el pueblo, todo; sin el pueblo, nada, se arranca, y de ahí hila un discurso que es en parte reiteración de las propuestas que ha hecho a lo largo de la campaña. En el centro, el combate a la corrupción. Pero también habla de empleo, salarios, salud y educación, de reducción de precios de los combustibles.
Y de la violencia, claro. Vamos a serenar al país; no enfrentaremos el mal con el mal, reitera.
En el balance de su campaña va al principio, pero es más que parco en el elogio: Se resolvió bien lo de la candidatura. Marcelo Ebrard actuó a la altura de las circunstancias.
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En el Zócalo, la escritora Elena Poniatowska recibió calurosamente al candidato presidencial de la coalición de partidos de izquierda
Foto Carlos Ramos Mamahua
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En la marcha, Andrés Manuel López Obrador fue acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, el empresario Alfonso Romo y otros personajes
Foto Marco Peláez
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La multitud que asistió al cierre de campaña hizo que el abanderado del Movimiento Progresista viajara en el Metro para llegar a la Plaza de la Constitución
Foto Carlos Ramos Mamahua
Agradece en ese mismo paquete a Cárdenas y a los tres partidos que lo apoyan (el PRD se lleva el aplauso más flojo). El lugar destacado es para su creación, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena, que obtiene el aplauso más sonoro).
Morena fue la base para llevar a cabo la campaña con organización, efectividad y entusiasmo.
Vamos a ganar
A mediados de mayo, López Obrador mostró a los dirigentes de la coalición los resultados de sus encuestas. Iba en ascenso y Peña Nieto caía. Explicó con detalle y remató: Vamos a ganar.
Los primeros incrédulos eran algunos dirigentes perredistas, convencidos, como muchos siguen ahora, de que había sido un error fatal no llevar como candidato a Ebrard. Pero López Obrador logró convencer. No a todos, pero sí a Jesús Zambrano, quien desde entonces enfocó sus baterías a apoyar al candidato y endureció frases contra los priístas.
Pero Zambrano y Dolores Padierna contaron los detalles de la reunión al resto de los integrantes de la Comisión Política Nacional; uno de los principales dirigentes de Nueva Izquierda, futuro senador, peló tamaños ojotes: “Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Ese cuate está loco, va a querer que nos bajemos las dietas a la mitad…”
El ascenso de López Obrador fue bien detectado por sus adversarios. La campaña de Enrique Peña Nieto dirigió sus baterías al renacimiento de la guerra sucia.
Un integrante del cuarto de guerra de Josefina Vázquez Mota dice que los números de los panistas apuntaban, en las mismas fechas referidas, a un triunfo de López Obrador. Y enseguida repara: Pero cometió varios grandes errores. Se le pide que precise y sólo menciona dos: su soberbia en el programa Tercer grado, donde volvió a ser el mismo de siempre, y su desempeño en el segundo debate, donde se negó a atacar a Peña Nieto.
La nota que acompañó los resultados que presentó su otrora encuestadora de cabecera, que lo pone 10 puntos debajo de Peña Nieto, concluía: en el proceso electoral presidencial mexicano de 2012 pasó mucho y, al final, no pasó nada.
No lo ven así los miles de obradoristas que hoy se concentran aquí, lo que es de esperarse. Pero lo notable, y diferente, es la presencia de muchos jóvenes, nuevos en estas lides de llenar el Zócalo, que se estrenarán en las urnas este domingo.
Vamos a obtener muchos votos de priístas y panistas, inconformes con el régimen de corrupción y con la mezquindad de personajes de esos partidos, dice el candidato.
A las encuestadoras les tunden en los carteles en la plaza y López Obrador las remata… con otra encuesta: Nuestra última encuesta, no esas que son parte de la propaganda, nos registra que estamos arriba.
La ovación cierra el tema. O lo pospone para el domingo.
Las elecciones de 2012 ya no fueron, insiste el candidato progresista, el mero trámite para imponer a Peña Nieto a golpes de mercadotecnia.
Y le cuenta a la plaza, en el último de sus actos de esta etapa: “Lo escucho en todos los actos: ‘¡Vamos a ganar, vamos a ganar!’”

Por López Obrador
Adolfo Sánchez Rebolledo
            El domingo iré a votar por Andrés Manuel López Obrador por segunda ocasión. Así lo hice en 2006, convencido que México requería un cambio que sólo puede venir de una gran coalición popular, orientada hacia la izquierda. El primer sexenio de la alternancia (2000-2006) fue catastrófico y terminó en un franco retroceso antidemocrático (con el desafuero y la intervención presidencial en los comicios). Fox asumió como propio el catecismo neoliberal, las directivas del consenso de Washington, haciendo a un lado la reforma institucional del régimen político que se quedó atascado en una democracia mediática, hueca, gobernada por un arribista sin sentido de Estado.
Para enfrentar la continuidad, López Obrador construyó su propuesta a partir de un eje: Por el bien de todos, primero los pobres, claro reconocimiento de que hacía falta una política de Estado dirigida a reorientar el crecimiento y a saldar cuentas con la de-sigualdad, fuente número uno de las dificultades que lastran la convivencia nacional. Esa consigna alertó al clasismo larvado en la sociedad mexicana, indujo al miedo de los privilegiados lanzados sin pudor a la guerra sucia, cuyo beneficiario directo fue el actual presidente Calderón.
Si hace seis años fuimos testigos de la confabulación para impedir que la izquierda ganara la Presidencia, obsesión que no desapareció jamás del tablero político, al iniciarse el actual proceso electoral, en la opinión de expertos y voceros del régimen y medios que lo acompañan, López Obrador nada tenía que hacer. Pero lo cierto es que remontó mil y una adversidades, superó innumerables desventajas, corrigió errores y hoy disputa la Presidencia cuando sus adversarios lo daban por muerto antes de comenzar.
A esta reanimación concurre el movimiento (Morena), creado por López Obrador, cuya trascendencia rebasa las expectativas electorales, pues el solo hecho de que por primera vez las fuerzas progresistas sean capaces de cubrir con sus representantes todas las casillas es un mérito indiscutible, pues supone una implantación nacional susceptible de crecer en el futuro. Además, como expresión de la crisis que agobia a México, es un hecho que la base social de apoyo a Lopez Obrador se ha extendido hacia sectores antes cautivos del PRI o PAN como algunos grupos empresariales que buscan nuevas opciones ante la fracasada la receta liberal.
Si todo esto pudo ocurrir, la razón no está exclusivamente en el tema o tono de la campaña (donde las discusiones menudean), sino en una condición previa: el lopezobradorismo (o lo que en él ven reflejados sus simpatizantes) es una fuerza nacional que no depende de la manipulación de grupos de poder; tampoco de los partidos reciclados por los recursos del Estado como aparatos sin conexión vital con la gente. Esa fuerza es parte sustancial del pluralismo que no de-saparecerá por la voluntad de los grupos dominantes, aunque aún deba construir la gran coalición que permita refundar el Estado y trazar el proyecto nacional del futuro que abra el camino del siglo XXI.
El PRI, apoyado por la mayor campaña mediática, pretende hacer creer que en esta elección la disyuntiva está entre las personalidades de los candidatos, sin ir al fondo: para qué quieren ganar la Presidencia los partidarios de Peña Nieto, tan proclive al ordeno y mando del viejo presidencialismo. Me parece que lo fundamental en el debate público ha sido la coincidencia del PAN y PRI en la promoción de las llamadas reformas estructurales y la solitaria oposición de López Obrador a proseguir el camino que, con grandes sacrificios, se impuso como única alternativa. La eficacia postulada por Peña Nieto no es sino la vuelta al presidencialismo con manos libres en el Congreso para reformar la Constitución, una vuelta atrás en términos políticos, pero sobre todo un terrible paso en falso respecto de la difícil agenda nacional.
Al respecto, hemos visto circular críticas a las propuestas del candidato progresista, pero nadie puede negar que es el único que se propone un cambio verdadero, la transformación del país a partir de una visión que pone en el centro las grandes necesidades insatisfechas de la población, comenzando por los jóvenes y los más pobres. Y es el único, además, que no agota las finalidades del movimiento en la participación electoral. Una política distinta presupone, a estas alturas, reflexionar a fondo sobre el papel de México en el mundo interdependiente de hoy para forjar una postura acorde con los principios fundadores de la República. En pocas palabras: devolver al Estado la capacidad para actuar en un escenario cada vez más complejo que, lejos del recetario, exige una política propia para el crecimiento y el desarrollo sustentable.
Combatir la desesperanza y poner de nuevo al país en pie, luego de fracasos y miles y miles de muertos, no puede ser resultado de un acto burocrático, menos si persisten la corrupción y la impunidad. En esa perspectiva urge que la gente, los ciudadanos de carne y hueso, tomen en sus manos los asuntos que les conciernen, lo cual significa reivindicar la política, no negarla como predican algunas voces.
No estamos en condiciones de adelantar los resultados de las urnas, pero hay una lección esencial: la sociedad busca sus propios cauces de expresión más allá de los deseos de los grupos políticos que en buena medida vienen y son parte del pasado.
El estallido del @YoSoy132 resulta sintomático del cambio profundo que se está produciendo en la sociedad mexicana luego de décadas de hegemonía liberal y alternancia sin visión de futuro. Las disidencias tienden a fortalecer el polo democrático representado por aquellos que se oponen al monopolio del poder en todos los ámbitos, sobre todo en el que es hasta ahora el gran talón de Aquiles para la equidad democrática: el poder en manos de los medios (desplazada la escuela hasta el sótano) para crear el dominio sobre la sociedad. Es un movimiento al que le preocupa tanto la limpieza en las urnas, es decir, el reconocimiento de la decisión ciudadana, como la forma mediante la cual se crean las mayorías en un país cruzado por la desigualdad.
Votaré por Andrés Manuel a la Presidencia y por Graco en Morelos.

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