EU: del sueño americano a la pesadilla económica
El Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz.
Foto: AP
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WASHINGTON (apro).- “Estados Unidos ya no es la ‘tierra de las
oportunidades’” y, a estas alturas, “el sueño americano es un mito”, sostiene el
premio Nobel de economía Joseph Stiglitz en su libro El precio de la inequidad
que empieza a circular en Estados Unidos.
Stiglitz repasa la situación de los estadunidenses y señala que, por ejemplo,
la porción de la riqueza nacional que se lleva 1% de los estadunidenses más
ricos se duplicó en los últimos 30 años, mientras que la del 0,1% más rico se
triplicó en el mismo periodo.
En cambio, señala, los ingresos de la clase media “se estancaron” y nada
indica que eso vaya a cambiar en el corto plazo.
Uno de los caballitos de batalla de Obama es que la educación será la clave
para devolver a la clase media y los trabajadores las oportunidades de escalara
en la pirámide social, pero Stiglitz subraya que apenas el 8% de los estudiantes
de las universidades de élite provienen del 50% de los hogares más abajo en la
clasificación por ingresos.
“La inequidad es peor de lo que se piensa”, dijo el premio Nobel en una
entrevista en video con el blog Daily Ticker, del sitio de internet Yahoo. Y, en
declaraciones a la revista Vanity Fair, el economista estimó que “la marcha
atrás” del “sueño americano” comenzó con la llegada del republicano Ronald
Reagan a la Casa Blanca, en 1981, y su andanada de desregulaciones,
“especialmente en las finanzas”.
En todo caso Stiglitz no hace más que poner en orden, de manera académica, lo
que muchos comentaristas y activistas vienen señalando desde hace tiempo: que
las reaganomics de los años ochenta destrozaron el sistema de controles en el
país y permitieron que los inversionistas y especuladores avanzaran sin
obstáculos en sus apuestas de Wall Street.
“Los bancos usan sus músculos para salirse con la suya”, dijo Stiglitz a
Vanity Fair, “y ellos vieron que sí una pérdida los puede llevar a la
bancarrota, entonces los contribuyentes estadounidenses están allí para
ayudarlos con financiamiento barato” a través del Estado, como ocurrió con el
reciente “rescate” lanzado tras la debacle del 2008.
La brecha
Con semejante trasfondo de inequidad y de privilegios para los más ricos, no
extraña que Stiglitz anuncie el fin del “sueño americano”. Menos todavía cuando,
en estos días, la propia Reserva Federal reveló que, solamente en los últimos
tres años, y a causa de la recesión, el patrimonio neto promedio de la familias
estadunidenses cayó en un impresionante 39%, pasando de los 126 mil 400 dólares
en 2007 a 77 mil 300 en 2010.
“Estados Unidos se ha estado partiendo” entre ricos y pobres “a un ritmo cada
vez más rápido”, alerta Stiglitz en su nuevo libro. Según el economista, entre
los años 2002 y 2007 el 1% más rico de los estadounidenses “se quedó con más del
65% de las ganancias” en la torta nacional de ingresos. “Mientras que al 1% le
va fantástico, a la mayoría de los estadounidenses le va mal”, grafica.
La crisis, continúa el economista, “puso las cosas todavía peor” para la
clase media y los más pobres, no solamente por el alto desempleo sino porque
esos sectores suelen tener concentrado su patrimonio alrededor de sus
viviendas.
“Con los precios de la vivienda cayendo más de un tercio entre el segundo
trimestre del 2006 y finales del 2011 –indica-, una alta proporción de
estadounidenses, aquellos con grandes hipotecas, vieron su riqueza esencialmente
destruida”.
Los números del desempleo esconden innumerables tragedias personales en este
país. Si bien el índice bajó levemente hasta un 8.2% en mayo, sectores que
forman mayoritariamente los estratos más pobres de esta sociedad, como los
afroamericanos y los latinos, están sufriendo la desocupación de manera
desproporcionada, con 13.6% y 11% respectivamente. Por su parte, sólo 7.4% de
población de raza blanca es desempleada, significativamente por debajo del
promedio nacional.
Sin embargo, estos números tampoco reflejan del todo la realidad del mercado
laboral en Estados Unidos, pues la tasa de desempleo cuenta solamente a aquellas
personas que buscan trabajo y no lo consiguen, pero no considera a aquellos que,
cansados de intentar, ya no salen de casa para conseguir una ocupación
remunerada. Algunos analistas estiman que la “tasa real” de desocupación está en
alrededor del 15%.
“Lo que nos tira hacia abajo es una economía donde existe una brecha cada vez
más grande entre aquellos a los que les va extraordinariamente bien y un
creciente número de gente que, no importa que tan duro trabajen, apenas pueden
llegar a fin de mes”, se sinceró Obama durante un acto proselitista el pasado
jueves 14 en Cleveland, Ohio.
Según el Presidente, “lo que hace nuestra economía débil es que cada vez
menos gente puede comprar los bienes y servicios que nuestros negocios
venden”.
Un estudio de la Universidad de Indiana, difundido a principios de este año,
halló que el número de estadounidenses que viven por debajo de la línea de
pobreza (que en este país se encuentra en el umbral de los 23 mil dólares
anuales para familias de cuatro personas) creció en un 27% a causa de la
recesión, hundiendo a unos 10 millones de habitantes.
En Estados Unidos, cuya población alcanza unos 311 millones de personas, unos
36.5 millones vivían en la pobreza en 2010. Se estima que ese número ha crecido
de manera alarmante.
“El número de ‘nuevos pobres’ seguirá creciendo”, aseguró John Graham, decano
de la escuela de Asuntos Públicos y Ambientales de la universidad de Indiana, y
quien estuvo a cargo del informe.
“Una de la mayores sorpresas” de la investigación, continuó Graham, es que
“es probable que la pobreza en Estados Unidos siga creciendo, incluso si se
recupera la economía”. Una característica “única” de una “gran recesión” como la
actual, explicó, “es no solamente el alto índice de desempleo, sino la larga
duración” del periodo sin puesto de trabajo que vienen sufriendo millones de
estadunidenses.
“Para muchos de esos desocupados de largo plazo –lamentó–, el puesto de
trabajo que perdieron ya no existirá cuando vuelvan al mercado laboral”.
“Food stamps”
La inequidad, el desempleo, el crecimiento de la pobreza, están creando un
nuevo trasfondo económico en este país, uno que –muchas veces- los políticos
prefieren enmascarar con promesas.
En las elecciones de noviembre, dijo Obama a los votantes desde Cleveland,
“ustedes pueden recordarle al mundo cómo se hace para construir una economía
fuerte: no de arriba hacia abajo sino desde una clase media creciente y
vibrante”.
En general, las encuestas vienen señalando que los afroamericanos, los
latinos, los trabajadores sindicalizados y los sectores más pobres a los que les
interesa votar, lo harán por Obama. Pero el malestar y el desgano pueden llegar
a ganar la batalla si las cosas no cambian en el corto plazo en este país.
Es que, a pesar de las promesas, en partes de Estados Unidos la pobreza se
está haciendo sistemática, y cada vez más difícil de erradicar. Para millones de
estadunidenses ya no hay lugar para el “sueño americano” sino para una verdadera
“pesadilla económica”.
Historias de ese Estados Unidos escondido están siendo contadas a través de
un proyecto del Institute for Policy Studies, un think tank de Washington,
ligado al ala izquierda del Partido Demócrata. El programa se llama Economic
Hardship Reporting Project (EHRP), y está liderado por la investigadora Barbara
Ehrenreich, autora de Nickel and Dimed, uno de los más resonantes libros sobre
la pobreza en Estados Unidos de los últimos años.
El EHRP encargó a periodistas desempleados salir a las calles y reportar
“historias de la extrema, y cada vez más profunda, inequidad, y la declinación
de la clase media”.
Entre los primeros artículos publicados en el portal del EHRP figura uno del
profesor Peter Edelman, de la universidad Georgetown Law, quien destacó que, por
ejemplo, en el 2010 había en Estados Unidos unos 20.5 millones de personas
viviendo bajo la línea de pobreza extrema, que es de menos de 9 mil dólares
anuales para familias de tres miembros.
Peor todavía, indicó Edelman, 6 millones de personas en este país “no tienen
otro ingreso” más que las food stamps, los bonos para alimentos que entrega el
gobierno.
“¿Cómo hacen para sobrevivir?”, se preguntó el académico. “La verdad que no
lo sabemos”, admitió.
Por cierto, las food stamps son un símbolo escondido de la inequidad en
Estados Unidos. Y no porque millones de personas necesiten del Estado para poder
comer, sino porque el programa es administrado en gran parte por una
organización señalada entre los principales responsables del desbarajuste
financiero de los últimos años.
Las food stamps eran en el pasado, como su nombre lo indica, una especie de
estampillas, es decir, impresas en papel. Pero, actualmente, el dinero que
desembolsan los estados se distribuye a través de tarjetas de débito
electrónicas.
La mayor parte del negocio de la administración de estos plásticos está en
manos de… JP Morgan. Con un número record de 43.6 millones de estadunidenses
recibiendo food stamps (contra los 26 millones del 2007), este “mercado”
gigantesco le generó a JP Morgan ingresos por 5 mil 470 millones de dólares
solamente en el año 2010.
JP Morgan Chase tiene incluso un sitio de internet donde los beneficiarios
del sistema pueden checar en línea cuánto dinero les queda en estas “tarjetas de
débito para pobres”, en el que incluso existe una versión en español. El coloso
financiero tiene contratos para manejar las “estampillas de comida” en 26
estados de la Unión Americana y en el distrito de Columbia, que engloba a la
ciudad de Washington.
Otra paradoja del capitalismo a ultranza que gobierna Estados Unidos:, los
gigantes de la especulación hacen dinero cuando al país le va bien, y también
cuando le va mal, y hasta genera enormes ganancias del drama de la desocupación,
y de la inequidad.
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