Peña Nieto y su asesor que vino del sur
El general Óscar Naranjo y el aspirante presidencial
priista, Enrique Peña Nieto.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
El jueves 14, tres días después de que The New York Times señalara que el
candidato priista Enrique Peña Nieto es “fuente de preocupación estadunidense”
por un eventual cambio en la actual estrategia contra el narcotráfico, éste
anunció que de ganar la Presidencia nombraría como “asesor externo” en materia
de seguridad a un hombre que goza de la confianza de la DEA y de la CIA: el
general Óscar Naranjo Trujillo, quien apenas dos días antes había renunciado a
la Dirección de la Policía Nacional de Colombia en medio de acusaciones de dar
información de su gobierno a la embajada de Estados Unidos.
BOGOTÁ (Proceso).- El 2 de diciembre de 1993 el entonces mayor de la policía
Óscar Naranjo Trujillo llevaba ya una semana escuchando las conversaciones de la
esposa y los dos hijos de Pablo Escobar, jefe del Cártel de Medellín.
El oficial ocupaba una habitación del piso 30 del hotel Tequendama, en el
corazón de esta capital; la familia del narcotraficante permanecía en una suite
del piso 29. Escobar desconocía que Naranjo y los hombres de inteligencia de la
policía –que seguían sus pasos desde hacía más de un año– habían instalado
varios micrófonos en el lugar.
Naranjo supo que el criminal asesoraba a su hijo Juan Pablo en las respuestas
a una larga entrevista que daría a la revista Semana, donde contó las peripecias
que lo llevaron junto a su madre y a su hermana menor hasta ese céntrico hotel
luego de una fallida petición de asilo en Alemania.
Poco después del mediodía de ese 2 de diciembre, Jorge Lesmes, jefe de
redacción del semanario, se comunicó varias veces con el hijo del capo, quien le
pidió esperar a que terminara de responder las 17 preguntas. La última vez que
hablaron fue a la 13:35. Juan Pablo Escobar le dijo a Lesmes que se dirigiera al
hotel a recoger la entrevista. “Habían pasado escasos 10 minutos y cuando salía
para allá me llamó un oficial de la policía y me dijo que acababan de ‘dar de
baja’ (matar) a Pablo Escobar”, recuerda Lesmes.
Lo que sucedió fue que las sucesivas conversaciones del joven con su padre le
dieron el tiempo suficiente a Naranjo y a la policía para monitorear el lugar
desde donde llamaba el capo en Medellín y por medio de un equipo de
triangulación electrónica localizaron el sitio exacto. Era una casa en el
tradicional barrio Las Américas, hasta donde llegaron más de 100 policías que
abatieron al delincuente cuando intentaba huir por el tejado.
Así terminó la carrera del jefe del Cártel de Medellín, cuyo cuerpo
ensangrentado fue fotografiado por quienes le dispararon. Ningún medio registró
en aquella época que uno de los principales oficiales detrás de la operación
contra Escobar fue el mayor Naranjo. Lo supieron años después.
El éxito en la cacería de Escobar catapultó la carrera de Naranjo en la
Policía Nacional de Colombia –de la que fue después director– y en la política
de su país. Sus posteriores logros contra los cárteles de Cali y del Norte del
Valle le granjearon popularidad y la fama de ser “el mejor policía del mundo”.
Era, después del presidente, el hombre más informado de Colombia. Gozaba además
de la confianza y el apoyo de Washington, en particular de sus agencias
antidrogas y de inteligencia: la DEA y la CIA.
Por ello fue sintomático que Enrique Peña Nieto anunciara el pasado jueves 14
que de ganar las elecciones nombraría a Naranjo asesor externo en materia de
seguridad. Tal anuncio lo hizo tres días después de que The New York Times
cuestionara que tres candidatos a la Presidencia de México, y en particular Peña
Nieto, ofrezcan cambiar la estrategia de lucha contra el narcotráfico,
enfocándose en reducir la violencia y no en la captura de delincuentes y el
decomiso de drogas.
El diario sostuvo que “la cómoda ventaja de Peña Nieto en las encuestas se ha
reducido después de que sus oponentes lanzaron, entre otras acusaciones, que él
y su partido pactarían con los cárteles para hacer la paz”.
Al parecer el nombramiento de Naranjo como su eventual asesor en materia de
seguridad fue un mensaje que Peña Nieto lanzó a Washington.
Golpes
A fines de los setenta Naranjo estudió sociología y después comunicación
social en las universidades Nacional y Javeriana de Bogotá, respectivamente.
Quería ser periodista pero al realizar su primer trabajo como reportero sucedió
algo que dio un giro a su vida. Para hacer una crónica le pidió a su padre, el
entonces general Francisco José Naranjo Franco, comandante de la Policía de
Bogotá, que le permitiera acompañar a sus hombres en una operación contra una
banda de ladrones. Así presenció el rescate de un industrial secuestrado por
delincuentes localizados tras una ardua tarea de inteligencia.
Naranjo no dudó. Le dijo a su padre que quería ser policía. En 1978 se graduó
como oficial en la Escuela General Santander. En los siguientes años, mientras
escalaba posiciones, Naranjo supo sacar provecho de la permanencia de su padre
en la institución, de la que fue director general entre 1981 y 1983. En poco
tiempo conoció la policía por dentro y, lo más importante, observó de cerca el
funcionamiento del sistema político colombiano. También fue testigo directo del
crecimiento de dos males que aún hoy azotan a Colombia: la guerrilla y el
narcotráfico.
Ya en las filas policiales Naranjo descubrió que lo suyo era la información
de inteligencia. Entendió que tener primero la información le ofrecía una
ventaja sustancial a los encargados de ejecutar las operaciones. Ascendió a
capitán y fue jefe de un grupo de contrainteligencia, el encargado de detectar
las manzanas podridas en esa institución. La experiencia que acumuló en este
ámbito fue determinante en la azarosa misión para localizar a Pablo Escobar.
Tras la muerte del capo, el prestigio de Naranjo subió como espuma al punto
que fue elegido en 1994 para encargarse de la naciente Dirección de Inteligencia
de la Policía (Dipol), un órgano especializado que sólo le reportaba al director
de la institución y que fue financiada casi totalmente por Estados Unidos.
Respaldado irrestrictamente por el nuevo director de la institución, el
general Rosso José Serrano, y asesorado de cerca por los estadunidenses, en poco
tiempo Naranjo montó una moderna estructura con los mejores equipos de
intercepción de comunicaciones y con los mejores policías.
Desbaratado el Cártel de Medellín, la Dipol se concentró en la influyente
mafia de Cali, cuya cúpula había colaborado en la destrucción del aparato
criminal de Escobar y ahora buscaba beneficios jurídicos del Estado. Naranjo
trasladó la cacería a la capital del departamento Del Valle. Hélmer Herrera
Buitrago y Henry Loaiza, El Alacrán, fueron los primeros en entregarse a las
autoridades a principios de 1995.
La capacidad operativa de la Dipol al mando de Naranjo quedó demostrada el 6
de agosto de 1995 con la captura de Miguel Rodríguez Orejuela, considerado jefe
máximo del Cártel de Cali. El capo fue detenido en un edificio de la ciudad de
Cali luego de varias operaciones fallidas de las autoridades y un mes después de
que otro grupo de inteligencia de la policía –que no dependía de la Dipol–
capturara a su hermano, Gilberto Rodríguez Orejuela.
A partir de ahí y en los siguientes tres lustros Naranjo se convirtió en
punto de referencia de presidentes, funcionarios del Estado, políticos y
organismos internacionales. A medida que crecía el número de estrellas en su
uniforme, aumentaba su influencia. Poseía además una gran capacidad para
comunicarse con la opinión pública y conocía como pocos el intrincado aparato
del Estado. Participó directa o indirectamente en las principales operaciones
contra el crimen en Colombia a los largo de sus 36 años de carrera policial.
En virtud de las operaciones de la Dipol, Naranjo se hizo visitante asiduo a
la Casa de Nariño, la sede presidencial colombiana. En Washington era recibido
sin cita previa por los jefes de la CIA y la DEA y en el Congreso estadunidense
tejió relaciones con los asistentes más importantes de los senadores y
representantes encargados de los temas relacionados con América Latina.
Una llamada o una visita de Naranjo eran suficientes para que los recursos o
las ayudas fluyeran hacia la policía colombiana, que en los noventa abanderó la
lucha mundial contra los cárteles de la cocaína.
No obstante Naranjo sufrió el primer revés de su carrera durante el gobierno
de Andrés Pastrana, quien lo relevó de la Dipol en agosto de 2000, dos meses
después de la renuncia del director de la institución, el general Serrano. En
apariencia su carrera había terminado y no le quedaba más que el retiro.
Pero varios políticos que le eran cercanos –como el dirigente del Partido
Liberal, Rafael Pardo, y Francisco Santos, entonces jefe de redacción del diario
El Tiempo y actual vicepresidente de Colombia– abogaron por él. Pastrana lo
envió como agregado de policía a la embajada en Gran Bretaña.
Permaneció en el ostracismo hasta que en agosto de 2002, tras la llegada de
Álvaro Uribe Vélez a la Casa de Nariño, el recién nombrado director de la
policía, Teodoro Campo, lo designó comandante de la institución en Cali, donde
muy pocos días después recapturó a Gilberto Rodríguez Orejuela, quien había
recobrado la libertad mediante acciones judiciales.
En esa ciudad Naranjo recopiló la información de inteligencia que un año
después, cuando lo trasladaron a la Dijin (cuerpo especializado en investigación
criminalística) en Bogotá le permitió enfilar baterías contra el Cártel del
Norte del Valle. Se trataba de un grupo del crimen organizado liderado por
hombres ricos y violentos que sucedieron a los antiguos capos de Cali. Sus
principales dirigentes eran Diego Montoya Henao, Don Diego o El Señor de la
Guerra y Wilber Varela, Jabón.
El primer golpe contundente contra el Cártel del Norte del Valle fue dirigido
personalmente por Naranjo. El 20 de diciembre de 2003, 600 policías ocuparon 10
municipios, realizaron 137 allanamientos y capturaron a 236 personas. Don Diego
y Jabón perdieron poco a poco su poder. La policía capturó al primero en
septiembre de 2007 y el segundo fue asesinado en enero de 2008 en Venezuela. En
ese lapso la Dijin ocupó un centenar de propiedades en el suroccidente del país
y promovió la extradición de al menos 30 personas, entre ellos los principales
lugartenientes de los dos capos del Norte del Valle.
Filtraciones
Su influencia en el gobierno de Uribe creció notablemente y aunque no era
amigo del mandatario se convirtió en pieza clave de la política de seguridad del
gobierno. Su oficina en la Dijin volvió a ser referente de buena parte de los
hechos que sucedían en el país y en todas las esferas de poder no había duda de
que después del jefe del Estado, Naranjo era el hombre más informado de
Colombia.
“¿Si el general Naranjo es tan bueno, por qué no lo nombramos director (de la
policía)?”, preguntó Uribe a comienzos de enero de 2007, pero sus asesores le
respondieron que antes de hacerlo debía retirar a un buen número de generales
que estaban delante de él en la línea de mando.
En mayo de ese año el gobierno enfrentó un escándalo por la filtración desde
la Dipol de decenas de conversaciones interceptadas a jefes paramilitares presos
en la cárcel de Itagüí, Antioquia.
A partir de ese hecho Uribe no dudó y de un golpe forzó el retiro de 11
generales. Luego nombró a Naranjo director de la Policía Nacional de
Colombia.
Con el paso del tiempo el general consolidó su liderazgo en el país y muy
pronto las encuestas de opinión lo posicionaron como uno de los funcionarios con
mejor imagen, muy cerca de la del presidente Uribe.
Diez meses después del arribo de Naranjo a la dirección de la Policía
Nacional, ésta se apuntó un éxito. Penetró los férreos esquemas de seguridad de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y localizó el campamento
donde se refugiaba Édgar Devia Silva, Raúl Reyes, el número dos del grupo
rebelde, en territorio ecuatoriano.
Con base en información satelital suministrada por los policías que se
infiltraron en las FARC, aeronaves de combate bombardearon el campamento de
Reyes la madrugada del 1 de marzo de 2008; además del guerrillero murieron una
decena de personas, entre ellas cuatro estudiantes mexicanos.
El hecho provocó una crisis diplomática entre Colombia y sus vecinos Ecuador
y Venezuela. Actualmente hay una orden de captura contra Naranjo y otros altos
oficiales colombianos solicitada por la Corte Provincial de Sucumbíos, provincia
ecuatoriana en la que incursionó el ejército de Colombia para matar a Reyes.
Dos años después, el 22 de septiembre de 2010, los servicios de inteligencia
de la policía localizaron en la selva de la serranía de La Macarena, en el
departamento del Meta, a Víctor Suárez Rojas, Mono Jojoy, jefe militar de las
FARC. Allí fue abatido tras un violento bombardeo de la Fuerza Aérea de
Colombia.
La caída
Paralelamente a sus éxitos Naranjo empezó a enfrentar señalamientos por una
supuesta reunión con un dirigente paramilitar y por filtrar información a la
embajada estadunidense.
En septiembre de 2009, durante una declaración ministerial ante la Fiscalía
de Justicia y Paz, el exjefe paramilitar Daniel Rendón Herrera, Don Mario,
afirmó que Naranjo se reunió en 2004 en una finca del Meta con el
narcotraficante Miguel Arroyave, poco antes de que lo asesinaran. La reunión
nunca se confirmó. En enero de este año Naranjo reveló que Don Mario le ofreció
disculpas por ese señalamiento. Le comentó que lo hizo porque él (Naranjo) lo
había comparado públicamente con Pablo Escobar.
El 9 de diciembre de 2010 el periodista Paulo Paranagua publicó en el diario
francés Le Monde un cable secreto filtrado por WikiLeaks que hace referencia a
Naranjo.
Dicho cable –el número 3441– fue enviado el 13 de diciembre de 2009 por el
embajador de Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, al Departamento de
Estado. En él comenta que recibió a Naranjo en su calidad de director de la
Policía Nacional y que ambos abordaron el tema de “las escuchas ilegales”, en
referencia al escándalo que enfrentó el gobierno de Uribe a raíz de que se
conoció que el Departamento Administrativo de Seguridad interceptó entre 2005 y
2008 las comunicaciones de magistrados, periodistas y dirigentes políticos
opositores al presidente colombiano.
Según ese cable, Naranjo compartió con Brownfield sus sospechas: que la orden
de las escuchas ilegales habría partido del secretario general de la
Presidencia, Bernardo Moreno, y del consejero presidencial José Obdulio
Gaviria.
El embajador advirtió en el cable que se trata de una “especulación… pero una
especulación de Naranjo tiene altas probabilidades de ser cierta”. E hizo una
precisión sobre su fuente: “Es la segunda persona más popular en Colombia y tal
vez la más inteligente y mejor informada del gobierno colombiano. Sus puntos de
vista y observaciones son consideraciones muy serias”.
Naranjo no reaccionó públicamente a los señalamientos del cable filtrado. El
presidente Juan Manuel Santos lo hizo por él. Al día siguiente de la filtración
realizó una ceremonia en la que impuso la cuarta estrella al director de la
Policía Nacional y ante decenas de asistentes declaró: “El general Naranjo tiene
el aprecio, el respaldo y la admiración del presidente de la República, de su
institución y de todo el pueblo colombiano”.
En marzo de 2011 Le Monde volvió a publicar otro cable estadunidense, fechado
en octubre de 2009, el cual señala que Naranjo dijo al embajador Brownfield que
José Obdulio Gaviria, entonces asesor de Uribe, gestionó en 2005 el ingreso a la
Casa de Nariño del jefe paramilitar Antonio López, Job. Posteriormente el propio
gobierno difundió un video en el que, en efecto, se ve a Job caminar por un
pasillo de la sede presidencial.
Gaviria respondió en su cuenta de Twitter: “Es evidente: Naranjo le mentía a
la embajada (traición a Colombia) y al presidente (traición al gobierno):
Llevaremos esto hasta las últimas consecuencias ¿Yo en tratos con Job? El ladrón
suele juzgar con su condición. No confunda, Naranjo”.
En otro mensaje agregó: “Sus componendas no lo autorizan a endilgarme la
‘jobesca’. Usted, Naranjo, es mendaz. Su avilantez no tiene límites. Usted es un
peligro de Estado”.
Las filtraciones de WikiLeaks debilitaron la posición de Naranjo en el
gobierno. Irascible y poco tolerante a la crítica, renunció a la dirección de la
Policía Nacional el pasado martes 12. Dos días después apareció en la Ciudad de
México junto a Peña Nieto, quien lo presentó como su eventual asesor externo en
materia de seguridad, de ganar las elecciones del próximo 1 de julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario