Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 22 de junio de 2012

Conflicto electoral- MEXICO S.A.- Mexicanos rescatan Europa- Votar para parar la guerra

Conflicto electoral
Jorge Camil
 
      Llegó el momento de abandonar el espejismo de las encuestas para ubicarnos en el escenario de un conflicto electoral. Tras varias semanas de ir en último lugar, el PAN declaró este lunes, después del cuchi cuchi, que Josefina había rebasado a López Obrador. Y así lo mostró la más reciente encuesta de Excelsior, que la puso dos puntos arriba de AMLO. Es seguramente la última jugada de Josefina, porque parece inverosímil que después de su desabrida campaña electoral haya regresado a una elección de tres. De cualquier manera, tres candidatos buscarán la victoria el primero de julio.

       Tras 71 años de gobierno, el PRI ha pasado dos sexenios fuera de la Presidencia. Los priístas saben que con 18 años fuera se convertirían en una institución sin fuerza política. Hoy, para muchos jóvenes de #YoSoy132, el partido es una anacrónica institución del siglo pasado. Por eso 2012 representa una oportunidad histórica. El problema de López Obrador es diferente. Sabe que en 2006 (haiga sido como haiga sido) fue víctima de un fraude electoral orquestado desde la Presidencia por el neopriísta Vicente Fox. Y tras seis largos años de recorrer todos los municipios del país, siente que su victoria es inevitable. Piensa que nadie sin contacto directo con los pobres debería despojarlos del cambio que él representa. Convencido de que se va a repetir el escenario de 2006, comenzó su campaña esgrimiendo el espectro del fraude electoral. Quiere la Presidencia como mandato para refundar la República.

      Aunque Josefina comenzara a asimilar la derrota, el partido seguiría peleando la victoria. La requiere por salud mental de Calderón: un panista autoritario e intransigente, que llegó al poder envuelto en una nube de sospecha y se retira con una estela de 60 mil muertos. Por su forma de ser, jamás se perdonaría reinstalar al PRI, ni dejar a su partido en último lugar de la contienda.

       La buena noticia es que vamos a descansar del sonsonete de Josefina y de la guerra de las encuestas. Pero la mala es que estamos frente a un conflicto electoral inevitable. En una elección de tres hay material para alianzas, impugnaciones y golpes bajos. Partidos y candidatos saben que son inevitables; que estamos a punto de asomarnos al escenario de 2006. Así lo anunció esta semana López Obrador, cuando declaró frente a una periodista extranjera que “había regresado la guerra sucia de 2006”. Y así lo percibe Enrique Peña Nieto. Por eso pidió a sus seguidores una victoria contundente. A todos nos queda claro el significado de la amenaza de #YoSoy132: ¡si hay imposición, habrá revolución! ¿Pero alguien en su sano juicio se atrevería a desatar un conflicto estudiantil en medio de una guerra civil y con la mitad del Ejército en las calles? Calderón tiene al Ejército de su lado y declararía sin pensarlo el estado de excepción para suspender las elecciones. ¿Por cuántos años?

       AMLO asegura que en sus encuestas ha rebasado a Peña Nieto. Pero no las muestra. Alguien de su equipo debería aconsejarle que guardando in pectore cifras y encuestas su campaña pierde transparencia y desanima a muchos electores.

       Estos comicios, que podrían volverse todavía más violentos, han dejado mucho material para posibles impugnaciones. Parece que los candidatos se vigilaban celosamente y estaban mejor preparados para impugnar la elección que para ganarla. Por eso muchos recomiendan ahora pactos de civilidad, que carecen de valor legal, pero tienen por lo menos fuerza moral frente a los electores.

       Para impugnar la elección los candidatos tienen muchos indicios y sospechas, pero pocas pruebas y datos sólidos: los gastos de campaña, la guerra sucia, la denuncia en Estados Unidos; el pase de charola y Honestidad Valiente; la sorpresiva aparición de la bella chilena Camila Vallejo (nadie sabe quién la invitó ni cómo llegó, pero está interviniendo en el proceso electoral, en violación de la Constitución); los convenios de Televisa mencionados por The Guardian. Si se anulara esta elección ¿aguantaríamos otra campaña?

       No debemos descartar futuras intervenciones ilegales de Calderón. Sabe que Josefina está perdida y, como apunté la semana pasada en mi blog (Un extraño debate: bit.ly/M2X52S), la candidata parece más destinada a convertirse en un simple dato estadístico que a obtener la victoria. Ser la primera mujer candidata presidencial del PAN no es poca cosa. Todos prometen acatar incondicionalmente el resultado de los comicios, salvo López Obrador. Con afilado colmillo político acepta firmar porque vamos a ganar. Y como eso sería una firma sujeta a condición, su promesa no convence, y ha ocasionado que el equipo de Josefina saque esqueletos del clóset y filtre por debajo de la mesa los empolvados videos del 2006, que tanto daño le hicieron a López Obrador.

        Un conflicto electoral acrimonioso en medio de la guerra civil de Calderón, con estudiantes enardecidos como en 68, tendría consecuencias muy graves para México. Yo estoy plenamente convencido de que debemos erradicar la corrupción y cambiar el modelo para beneficio de los pobres, pero sin destruir el país...
Acto magistral-Helguera
México SA
FC, fascinado con el FMI
Mexicanos rescatan Europa
La (nula) memoria de Fox
Carlos Fernández-Vega
 
      Como si México estuviera en jauja y los escasos recursos públicos no fueran necesarios para impulsar el crecimiento y el desarrollo del país, el gobierno calderonista decidió utilizar el dinero de los mexicanos para (¡sorpresa!) fortalecer la capacidad de respuesta y de maniobra del Fondo Monetario Internacional, y contribuir a una recuperación más rápida de la estabilidad y de la capacidad de crecimiento de la economía mundial. Así, por la libre y con peligrosísima alegría, el inquilino de Los Pinos puso a disposición del FMI 10 mil millones de dólares, monto que nada tiene que ver con el reciente incremento de la cuota mexicana en el citado organismo financiero.

      Se supone que la jugada es al revés: los países ricos y los organismos financieros multilaterales (que de multilaterales no tiene nada, porque son dominados por las naciones del primer mundo) deben ayudar a los que están en vías de desarrollo (eufemismo fondomonetarista por pobres y subdesarrollados), y a cambio de esas desinteresadas aportaciones imponen severísimas condiciones y draconianos ajustes (México es un caso ejemplar, porque sirvió de laboratorio para todas las perversidades del modelo neoliberal, con las consecuencias por todos padecidas).

      Pero no, porque ahora resulta que, sin condicionamiento alguno, los fregados rescatan a quienes los friegan y contribuyen a que los países ricos libren la zarandeada económico-financiera y salgan a flote. El del sexenio calderonista es el que reporta el peor resultado económico desde Miguel de la Madrid, y de todas perdió todas: la deuda social se incrementó a paso veloz; el país no creció en términos reales, la desocupación es elevada, la informalidad creciente y la pobreza campea la geografía nacional. Espeluznante balance, pero a Felipe Calderón no se le ocurrió mejor idea que aportar 10 mil millones de dólares para que terceras naciones salgan del hoyo, limpien la casa y superen el trance.

        El inquilino de Los Pinos está fascinado con el FMI, tanto que decidió, y el Congreso aceptó, destinar algo así como 10 por ciento (14 mil millones de dólares) de las reservas internacionales del país para elevar la cuota mexicana en el fondo y así lograr –según él– empoderarse y aumentar su poder de voto (de 1.47 a 1.8 por ciento) en ese organismo financiero. Eso fue en abril pasado, y dos meses después decide inyectar 10 mil millones adicionales, monto que, como precisa el Banco de México, no es, en modo alguno, un incremento de la citada cuota.

       Allá por octubre-noviembre de 2008, cuando el catarrito devino en pulmonía triple, el propio inquilino de Los Pinos rápidamente intentó deslindarse de la sacudida internacional, y una y otra vez repitió: mi gobierno no es responsable de la crisis, porque es externa; nada tiene que ver mi administración. En aquel entonces, el ojo del huracán se localizaba en Estados Unidos, y cuatro años después en Europa, zarandeo este último (en realidad segundo tiempo de la misma crisis) del que también el mismo personaje se hizo a un lado, porque no somos los causantes y la economía mexicana está más sólida que nunca. Pues bien, si supuestamente nada tuvo que ver y la sacudida de la eurozona nos pela los dientes, ¿qué necesidad hay de arriesgar el dinero que no es de él, sino de los mexicanos, para rescatar a los europeos? Y no se trata de una bicoca.

        La versión oficial dice así: “mediante un acuerdo de préstamo bilateral, el Banco de México pondría a disposición del FMI hasta 10 mil millones de dólares, recursos a los que la mencionada institución podría acceder durante los siguientes dos años. Dicho plazo podría ser prorrogado por dos años más. De darse el crédito referido, sólo significaría una modificación en la cartera de inversión de los activos internacionales del Banco de México. En efecto, en la eventualidad de que el FMI requiera de dichos recursos, éstos seguirán reportándose como reserva internacional de México, con todos los beneficios que dichas reservas representan para la economía mexicana… Es importante recordar que México se ha visto beneficiado en más de una ocasión de la cooperación internacional articulada a través del FMI”. Esta última frase es de colección, y el Banco de México la celebra alegremente, obviando el espeluznante costo social que dejó cada coperacha fondomonetarista.

        Como se ha comentado en este espacio, el gobierno mexicano se ha negado rotundamente a utilizar parte de las sacrosantas reservas internacionales para reactivar la economía nacional, atemperar la pobreza y/o atender la devastación producto de fenómenos naturales. Ni un solo peso, porque el guardadito es intocable. En cambio, sí son utilizables, y rapidito, para fortalecer la capacidad de respuesta y de maniobra del FMI, y contribuir a una recuperación más rápida de la estabilidad y de la capacidad de crecimiento de la economía mundial. Pésimos inquilinos de Los Pinos ha tenido el país, pero el actual se lleva la palma.

Las rebanadas del pastel:

       Desfachatado y bocón, como siempre, Vicente Fox se ha puesto la playera tricolor y llama a votar por Enrique Peña Nieto. Pues bien, recordemos algunos pasajes de este personaje de ideas cortas, lengua larga y memoria inexistente: como cada seis años, pasados los efectos más visibles de la crisis sexenal en turno, quieren volver a engañarnos. Quieren borrar de nuestra memoria los errores del pasado. Quieren hacernos creer que el modelo aplicado es un éxito y que al final de tantos problemas ya encontramos el camino adecuado. Tan grande es el engaño que terminaron por engañarse a sí mismos, y hoy el candidato del PRI, del nuevo PRI, del viejo PRI, del PRI de siempre, nos ofrece más de lo mismo. Creen que somos tontos. Creen que no nos damos cuenta de que más de lo mismo significa más desempleo y menor seguridad en nuestras calles, más atraso, más estancamiento, mayor corrupción y mayor impunidad. Hoy se declaran tristes e indignados por la miseria que ellos propiciaron y la corrupción que ellos generaron. Creen que los mexicanos no tenemos memoria. Creen que no nos damos cuenta de que, más allá de las celebraciones de cada seis años y de las pirotecnias estadísticas de todos los sexenios, las cifras oficiales ocultan la realidad de miseria y falta de oportunidades que han dejado las administraciones priístas. Estamos convencidos de que no es con la conducción del PRI como podemos asegurar la inserción exitosa de México en el concierto de las naciones desarrolladas (Cámara Americana de Comercio, noviembre 30, 1999)… a mí se me podrá quitar lo majadero, pero a ustedes (los del PRI), lo malo para gobernar y lo corruptos, nunca (abril 2000, durante el debate presidencial).
Votar para parar la guerra
Víctor M. Quintana S.
 
        No es políticamente correcto decir en campaña electoral que tenemos seis años de guerra. Ese tema y el de las víctimas no lo comentan los partidos en los gobiernos, porque se agarran los dedos con la puerta. Pero si alguien de oposición osa mencionarlos, de inmediato sobrevienen los linchamientos mediáticos, por estar lucrando políticamente con tanto asesinato, o la descalificación sumaria de violento a quien menciona la realidad de muerte que vivimos.

        Sin embargo, nunca habíamos vivido en supuestos tiempos de paz una guerra con tantos daños como la decretada por Felipe Calderón desde diciembre de 2006. Podrá haber diferencias sobre si fueron 60 o 70 mil muertos, pero por ahí anda el nivel. Y, de nuevo, ahí están también los datos de los 230 mil desplazados, tan sólo en el estado de Chihuahua, o los varios miles de desapariciones forzadas, o de los 10 mil negocios cerrados tan sólo en la masacrada Ciudad Juárez.

       Lo que pocos han señalado, pero que Hugo Almada, académico, activista social juarense, analiza con lucidez, es que esta guerra calderoniana contra el crimen organizado no es la de un cártel contra otro, ni siquiera, como se nos ha querido hacer entender, una guerra del Estado contra los cárteles. Hugo dice que se trata de una confrontación armada de una fracción del Estado, aliada con ciertos grupos criminales, contra otra fracción del Estado, aliada con los grupos contrarios. Entonces los principales actores armados serían, no los sicarios sino las fuerzas policiacas y militares alineadas con uno u otro bando. Más aún, habría gobernantes –y no de bajo nivel– alineados también con diferentes bandos, lo que explicaría las zonas bajo control de cada uno.

        Los ejemplos demostrativos sobran: hay varios municipios del estado de Chihuahua –seguramente sucederá también en otras entidades– donde el crimen organizado controla totalmente la policía municipal. Todo mundo lo sabe, y todo mundo lo teme. No respetan jurisdicciones, y lo mismo actúan en una municipalidad que en otra. Mantienen un control total de quién entra y quién sale: ay del que caiga en sus manos, así sea por una infracción de tránsito inventada por ellos. En los poblados serranos, tanto en Michoacán como en Chihuahua y Durango, los criminales no sólo controlan las fuerzas policiacas; también se han adueñado de los bosques que quedan, y ahuyentan a las autoridades forestales. Talan la pinería a su antojo, sacan la madera sin ninguna traba de inspectores, pues ellos mismos los controlan o los amenazan, y luego incendian los predios. Otro dato: mientras permaneció la Policía Federal en Ciudad Juárez era evidente cómo una parte de ella cometía ilícitos para un grupo criminal y otra parte para otro; por eso los juarenses descansaron cuando los azules dejaron la plaza.

        No sólo se trata de una guerra de una fracción del Estado contra otra, sino también se involucra a importantes actores sociales: a todos quienes operan la cadena del lavado de dinero, a quienes operan y se benefician de las negocios lícitos del narco, a quienes conscientemente les brindan servicios. Se trata, como habíamos dicho hace tiempo en estas mismas páginas, de una societas sceleris, de una sociedad de crimen, estructurada e invadida por el delito, efecto de la corrupción, la colusión y las complicidades.

         Y, sin embargo, la guerra de Calderón no ha sido contra esta sociedad, contra la alta sociedad del crimen. Ha sido mayoritariamente una guerra contra los jóvenes y una guerra contra los pobres. Ellos son los que más han caído asesinados, quienes más han sido perseguidos, desaparecidos, encarcelados. Ha sido muy fácil aprehender o ultimar chavos de barrio, pero no se ha visto tras las rejas a los grandes operadores de las redes sociales del crimen; a quienes reciben las megaganancias de las actividades criminales.

        Ante la sucesión presidencial, el peligro verdadero para la nación es la continuidad de esta sociedad de crimen, de una estrategia guerrerista fracasada. Josefina no ha acreditado ninguna diferencia significativa con las políticas de Calderón; nada hay en su proyecto que rompa con la lógica de enfrentamiento entre fracciones del Estado, nada que hable de su decisión de dejar de criminalizar a los jóvenes y a los pobres. Peña Nieto podrá ofrecer lo que quiera, pero por el tipo de aliados que tiene, por el origen oscuro de los millonarios recursos que maneja, por las ligas de varios de los gobernadores y ex gobernadores priístas con la delincuencia organizada, porque lo único original que se le ocurre es invitar como asesor a un general colombiano, es muy claro que dará continuidad no sólo a la estrategia, sino a la societas sceleris, casi patentada por el PRI.

          Entonces no queda sino López Obrador. Lo que deja cobijar esperanza en su propuesta es su reiterado no se combate a la violencia con violencia, su compromiso de retirar al Ejército y a la Marina de las calles en un plazo fatal, así como la orientación de sus mejores esfuerzos a atender con programas concretos a los jóvenes y a los pobres. Su insistente llamado y voluntad por serenar al país, comenzando incluso por su propio lenguaje, nos hablan de un compromiso indeclinable por la vía no violenta, con la restauración de la justicia como condición básica de la paz. Y, sobre todo, la prioridad que da al combate ejemplar a la corrupción y a la impunidad, factores claves en la generación de las violencias, nos manifiesta la voluntad política de rescatar a un Estado fracturado, cooptado por los criminales, y unificarlo y fortalecerlo para que proteja y sirva al pueblo.

          Por eso, aunque parezca un galimatías o una contradicción, la única forma de empezar a parar la guerra que nos ha asolado por seis años es votar por aquel a quien las guerras sucias tachan de violento: Andrés Manuel López Obrador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario