Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 27 de agosto de 2012

ASTILLERO- ¿Qué sigue?

Astillero
Arreglos orquestales
La Emboscada
Marcha contra EPN
Banxico, virginal
Julio Hernández López
 
      El calderonista Ernesto Cordero presidirá la mesa directiva del Senado para testimoniar la asunción de Enrique Peña Nieto como nuevo ocupante de Los Pinos bajo contrato mercantil, en un gesto de clara intencionalidad política que confirma y consolida el pacto electoral del felipismo con el ex gobernador del estado de México. La instalación de Cordero da un puntual adelanto del corregido arreglo orquestal que anima a panistas y priístas (las reformas estratégicas como principal objetivo a aprobar en el Congreso federal), con el concurso amable del perredismo Chucho, que con Miguel Barbosa de la mano de Emilio Gamboa (como Carlos Navarrete lo estuvo de Manlio Fabio Beltrones en su momento) participa gustoso en el reparto que a sí misma se hace la partidocracia en cuanto a presidencias de comisiones, vicepresidencias directivas y otras prebendas.
 
El tribunal electoral juega a aparentar que se quiebra la cabeza estudiando y valorando el expediente presidencial, aunque todo mundo sabe ya el sentido de la resolución definitiva. Menos cuidadosos de las formas, los principales allegados del priísta que está por ser declarado presidente electo se apresuran a ir tomando control del aparato federal: el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, se pasa un par de horas atendiendo a Luis Videgaray, el hombre de máxima confianza de quien aún no es declarado presidente electo. Por otro lado, el asesor colombiano de EPN en materia de seguridad pública y virtual representante de los intereses estadunidenses en México en materia de combate al narcotráfico, Óscar Naranjo, se ha reunido con el secretario de Seguridad Pública del gobierno capitalino marcelista, Manuel Mondragón y Kalb. Activismo abierto de personajes peñanietistas aun cuando, formalmente, el TEPJF no ha validado los resultados comerciales del caso.

Actores nacionales y extranjeros escenifican la más reciente entrega (La Emboscada) de la exitosa serie de acción que en México se rueda desde diciembre de 2006 en escenarios reales y con temática bélica. Un laberíntico guionista jolivudense se sentiría feliz de tener en sus manos los ingredientes esenciales de lo sucedido a la altura de Tres Marías, rumbo a Cuernavaca. Tragedia de enredos, roles contrapuestos: dos interventores estadunidenses viajando a bordo de una camioneta blindada con placas diplomáticas y un capitán de la Marina son perseguidos y puestos bajo fuego de alto calibre por policías federales que dicen haber confundido a los jefes trasnacionales y al acompañante nativo con secuestradores del rumbo, lo que de manera natural les estaría facultando para, sin mayor indagación, tratar de acribillarlos a bordo de la resistente camioneta.

El episodio en mención exhibe algunos de los peores rasgos de la herencia de entreguismo que deja míster Calderón (quien aspira a irse a vivir al país donde más se consume lo que desde México hizo como que combatía en cuanto a producción y distribución, con un enorme saldo funerario, todo un récord mundial, tanto en función del número de caídos físicamente por muerte como de los caídos cívicamente por indiferencia). La administración felipista abrió las puertas a la mayor intervención silenciosa (ni tanto) de Estados Unidos en el manejo de asuntos mexicanos de seguridad pública, asociados los gringos sobre todo con la Marina y confrontados en menor grado con el Ejército y de manera abierta con la policía federal garcialunática.
Foto
HOMENAJE A ROSARIO IBARRA. La escritora Elena Poniatowska conversa con Rosario Ibarra de Piedra, durante el homenaje que se realizó en honor de la activista y de las doñas del Comité Eureka, ayer en el Museo Casa de la Memoria Indómita, en el Centro Histórico
Foto Luis Humberto González
 
Lo sucedido en Tres Marías tiene tufo de pleito en las máximas alturas por el control del negocio que sigue siendo altamente productivo, como si uno de los bandos peleara contra el otro para frenar golpes o investigaciones en curso, como si cada una de las partes protegiera a sus favoritos aun a costa de confrontar a ráfagas a los contrarios. La partitura trágica de fin de sexenio tiene peculiares arreglos tapatíos, como pudo verse este sábado, con narcobloqueos en la capital y en otros puntos de Jalisco, donde de manera singular han sido botados del cargo los gerentes regionales asociados al cártel de Sinaloa, tanto Ignacio Coronel, quien fue acribillado en julio de 2010, como Nemesio Oseguera, jefe del cártel de Jalisco nueva generación –y también aliado al Chapo Guzmán–, cuya detención en este fin de semana generó las nuevas acometidas viales y un estado de alerta en la zona occidental del país.
 
En medio de esos arreglos y desarreglos, pifias y enmendaduras entre los que se van sin querer hacerlo y los que desesperan por hacer ya oficial su arribo, persiste la alerta ciudadana respecto al fallo del tribunal electoral a favor de Peña Nieto. Ayer hubo nuevas expresiones públicas de rechazo a la instalación del mexiquense en la Presidencia de la República, mediante una marcha capitalina del Ángel al Zócalo, cada vez más definido el segmento social que considera inaceptable la manera como se realizaron los comicios de julio pasado pero aún nebuloso el camino exacto que habrá de seguir. Hay, desde luego, una tendencia natural a la protesta activa y la movilización masiva, sobre todo entre los jóvenes y los estudiantes, pero el contexto político general debe ser leído con cuidado para encontrarle viabilidad política a ese movimiento contra el cual ya están nítidamente enlazados múltiples factores de poder tradicional.
 
Y, mientras ha muerto Roberto González Barrera (Gruma y Banorte), cuya historia de éxito empresarial siempre estuvo asociada al contexto del poder político, sobre todo en sus vertientes priístas, ¡hasta mañana, con el Banco de México patinando para explicar que sí pero no: es decir, que sí se modificaron documentos correspondientes a una transferencia por 50 millones de pesos, como denunciaron Ricardo Monreal y AMLO, presumiblemente para financiar la campaña presidencial del PRI, pero que eso sucedió porque el casi virginal banco central, dirigido por Agustín Carstens, recibió instrucciones explícitas del banco receptor de los recursos para corregir información inconsistente, que provenía de una deficiencia en el sistema del propio banco receptor!
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¿Qué sigue?

Bernardo Bátiz V.
Un amigo no militante ni simpatizante de partido alguno en particular, pero defensor del sistema actual de corte neoliberal y extremadamente conservador, descalificó la acusación del Movimiento Progresista de que la elección del Ejecutivo es inválida, entre otras barbaridades, porque se gastó en exceso del tope legal, hubo compra masiva de votos y propaganda escondida en pretendidas encuestas científicas, aduciendo él que así ha sido siempre y que son vicios concomitantes al sistema mexicano.
 
Puede ser que tenga razón en cuanto a los hechos de su argumentación; desde el siglo XIX un encumbrado personaje dijo: Si el pueblo no hace las elecciones, tenemos que hacerlas nosotros, esto es, el grupo de participantes en la vida pública, una minoría frente al resto de la población. Durante el siglo XX, no es necesario recordar que el partido en el poder hacía las elecciones, falsificando actas, votos y resultados y que la oposición, débil pero tenaz, no podía demostrar esa mistificación y si la demostraba no servía de nada, pues quienes resolvían en última instancia eran los mismos interesados en ganar.

Iniciándose el siglo XXI, hubo por fin un cambio, alternancia de partidos en el Poder Ejecutivo, pero el triunfador fue tan torpe o tan insensible, y sus seguidores tan incapaces o tan conformistas, que no cambiaron en nada nuestro sistema político electoral.

Ciertamente algunas formas se han modificado; algunos procedimientos son más complejos y existe hoy una burocracia costosísima que aparenta que hemos avanzado hacia la democracia, cuando lo único que ha sucedido es que se ha tapado un hoyo para abrir otro y los procedimientos son más complicados y kafkianos que antes.

Ya no son los diputados con constancia de mayoría quienes se legitiman ellos mismos en el colegio electoral, hoy el IFE y el Trife deben corregir y evitar simulaciones electorales, pero, excepto en un primer momento, no han demostrado ser imparciales y estar por encima de los intereses partidistas y del sistema autoritario que impera en los hechos.
Los integrantes de estos organismos son parte de la oligarquía, o en el mejor de los casos, de la aristocracia, según la conocida clasificación aristotélica, y resuelven en favor del sector social y la ideología que representan, no para que el proceso sea auténtico, libre y equitativo, como exige la Constitución.
Es cierto que el tribunal aún no resuelve, pero se vislumbra por su integración, declaraciones adelantadas y actitud de sus magistrados, cuál será el sentido de la sentencia. ¿Qué efectos se producirán si no se declara la invalidez de las elecciones?
En mi opinión, son de esperarse dos consecuencias: la primera es la que aguardan los sectores privilegiados del sistema, se cumplen las formalidades legales y los magistrados satisfacen a sus padrinos y benefactores que los pusieron en sus cargos.
Pero también es posible otro efecto deplorable: que se generalice la decepción respecto de las elecciones y la convicción de que es imposible un cambio por la vía institucional o legal.
Esto abre camino para que los más indignados o con más conciencia social lleguen a la conclusión de que en México no es posible alcanzar el poder y cambiar lo peor del sistema por la vía democrática formal; este segundo efecto equivale a encerrar la esperanza popular en un callejón sin salida.
Mucha gente, hace seis años y ahora, ha constatado que la vía electoral no es transitable, que competir en contra de los grandes medios de comunicación y los inmensos recursos económicos legales e ilegales, públicos y privados, no es posible desde la honradez, la honestidad, la participación popular y la voluntad de cambio. Para usar la terminología empleada por Andrés Manuel López Obrador, por ahí el pueblo no ha podido salvar al pueblo.
La siguiente pregunta, por tanto, es: ¿qué hacer entonces? Las respuestas del siglo XX eran dos encontradas: el PAN verdadero, anterior al Neopan y al Priopan, prefería una lucha a largo plazo, construcción de ciudadanía, capacitación popular y organización; la izquierda congruente con la ortodoxia marxista soñaba con el camino revolucionario.
Si el resultado de esta larga lucha por un cambio democrático es una gran decepción, si la revolución no es posible sin una catástrofe simultánea, no queda aparentemente sino volver los ojos a la resistencia civil y a la desobediencia al poder formalmente legal, pero política y moralmente ilegítimo.
El desencanto y la conformidad, el fatalismo del no se pudo, del no se puede, es quizá lo que esperan los momentáneamente triunfadores; no por cierto los grupos como Morena, los estudiantes de #YoSoy132, el sindicalismo independiente y muchos que no aceptan esa opción y, por tanto, buscarán nuevas formas no convencionales de hacer política. Yo ya no estoy joven, pero tampoco estoy viejo, como diría el maestro Carrancá y Rivas; seguiré con quienes, jóvenes o no tanto, procuran el cambio que urge a México.

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