Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 20 de agosto de 2012

Julian Assange: Tormenta diplomática

 

Assange y Garzón en la embajada ecuatoriana en Londres. Foto: AP
Assange y Garzón en la embajada ecuatoriana en Londres.
Foto: AP
Ahora que Ecuador accedió a darle asilo a Julian Assange el problema para el australiano apenas empieza. Requerido por la justicia sueca, el fundador de Wikileaks buscó refugio en la embajada ecuatoriana en Londres y ahora nadie sabe cómo va a salir de ahí. Las autoridades británicas van a aprehenderlo en cuanto ponga un pie en la calle y por ende le niegan el salvoconducto indispensable para que llegue al menos al aeropuerto. Se han barajado muchas posibles soluciones, algunas tan extravagantes como la de meterlo en una gran caja que podría ser considerada una inviolable “valija diplomática”.
LONDRES (Proceso).- “Todos somos Julian”, “Libertad a Assange”, “Ecuador no es una colonia británica”, se leía en algunas pancartas que una veintena de manifestantes mostraba la tarde del jueves 16 frente a la embajada de Ecuador en Gran Bretaña. Pocas horas antes el gobierno de Rafael Correa había anunciado que dará asilo político a Julian Assange, fundador del sitio de internet Wikileaks.
“Julian, querido, el pueblo está contigo”, “Correa, querido, el pueblo está contigo”, coreaban manifestantes ecuatorianos, brasileños, holandeses y hasta ingleses. Los camarógrafos filmaban la escena y reporteros de radio acercaban sus micrófonos para captar los mensajes.
Unos 60 policías cercaban la embajada en la que Assange está refugiado hace dos meses. Según uno de los voceros policiacos, el cerco es para evitar desmanes y el eventual escape del australiano.
A las 13:37 locales del jueves 16 el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño anunció en conferencia de prensa en Quito que Ecuador otorgaba a Assange el asilo político.
El funcionario dijo que su gobierno tomó la decisión pues la integridad de Assange está en peligro por su labor de destapar información secreta de sectores poderosos. Consideró que el australiano podría ser juzgado en Estados Unidos por haber revelado cables diplomáticos secretos y que incluso se le podría aplicar la “pena de muerte”.
Y acusó al gobierno británico de haber amenazado con invadir la sede diplomática para arrestar al fundador de Wikileaks.
El anuncio generó una crisis diplomática entre Ecuador y Gran Bretaña. El gobierno del conservador David Cameron no tardó en pronunciarse. Dijo estar determinado a “cumplir con su obligación legal” de extraditar a Assange a Suecia, cuya justicia lo solicita por supuestos delitos de abuso sexual contra dos mujeres.
“Estamos decepcionados con el comunicado del ministro del Exterior ecuatoriano en el que su gobierno ofrece asilo político a Julian Assange”, indicó a periodistas un vocero de la Cancillería británica.
Agregó: “Con base en la ley británica y luego de que Assange agotó todas las vías de apelación, las autoridades británicas tienen la obligación terminante de extraditarlo a Suecia. Llevaremos a cabo esa obligación. La decisión del gobierno ecuatoriano no cambia esto”.
Indicó que la Cancillería inglesa mantiene su disposición de encontrar una “solución negociada” que le permita llevar a cabo “sus obligaciones en el marco de la Ley de Extradición”, dando a entender que si Assange abandona la embajada ecuatoriana será detenido de inmediato.
Pese a que Ecuador le otorgó asilo, Assange necesita que las autoridades británicas le brinden un salvoconducto que le permita trasladarse de la sede de la embajada al aeropuerto para tomar el vuelo a Quito.
Londres se niega a ello.
Refugio o asilo
El pasado 17 de abril el presidente Rafael Correa concedió una entrevista a Julián Assange, quien estrenó su propio programa de televisión, El mundo del mañana, que transmitía la televisora pública Rusia Today.
Entonces Assange estaba en arresto domiciliario en una mansión en la zona campestre de Ellingham Hall, 190 kilómetros al noreste de Londres. La entrevista se realizó mediante una teleconferencia. Correa y Assange cruzaron cumplidos y bromas pero fuera de grabación ambos siguieron hablando. El ecuatoriano se interesó por la situación del australiano. Al despedirse le dijo: “Si hay algo que podamos hacer para ayudarlo, búsqueme”.
Assange le tomó la palabra. El 19 de junio ingresó a la embajada de Ecuador en Londres y pidió asilo político. Desde entonces el gobierno de Correa inició negociaciones a varias bandas: con los gobiernos de Gran Bretaña y Suecia y con los abogados de Assange, quienes viajaron varias veces a Quito. Correa designó al vicecanciller Marco Albuja para que, junto con un equipo de expertos en derecho internacional, encontrara una salida jurídica y política al caso.
Debido a que la justicia sueca solicita a Assange para interrogarlo por las acusaciones de abuso sexual –no se ha iniciado formalmente el juicio en su contra–, Ecuador propuso a Londres y Estocolmo que dicho trámite se efectuara en la embajada de Ecuador en Londres. No aceptaron.
Una fuente ecuatoriana que siguió de cerca las negociaciones afirma que el gobierno de Correa ofreció entonces a Assange el estatus de refugiado en lugar del de asilado político. “Como refugiado –categoría que en la mayoría de los casos se otorga por razones humanitarias– obtendría una ayuda urgente y la oficina de las Naciones Unidas para Refugiados podría actuar de inmediato”.
Pero los abogados de Assange rechazaron esa oferta. Para ellos el estatus de refugiado quita peso a los argumentos de persecución política que ha sostenido el fundador de Wikileaks. Además ese estatus desbarataba su discurso y hacía a un lado los principios en los que basa su lucha. “Los abogados mantuvieron la solicitud de asilo, un instrumento de eminente carácter político”, comenta la fuente.
Cuando el exjuez español Baltasar Garzón tomó el caso insistió en que era conveniente mantener la solicitud de asilo político, pues permitiría una mejor pelea jurídica ante instancias internacionales, como la Corte Internacional de La Haya.
“Garzón, que conoce al dedillo la legislación británica desde el caso Pinochet, se convirtió en un elemento de presión para el gobierno inglés”, sostiene la fuente.
Según esta versión, el gobierno de Cameron también tuvo miedo de que el caso contaminara la celebración de los Juegos Olímpicos. Correa lo tranquilizó: Las negociaciones continuarían de manera discreta y su gobierno no haría anuncio alguno hasta después del evento.
“Las negociaciones avanzaban. En la segunda semana de agosto se discutía un documento conjunto. Londres parecía dispuesto a aceptar la decisión del asilo y otorgar el salvoconducto, pero ponía condiciones: Que Quito no facilitara la operación de Wikileaks, que Assange no hiciera declaraciones sobre su caso y que no insistiera en desprestigiar a Gran Bretaña… En otras palabras que se callara la boca”, revela la fuente.
–¿El gobierno de Ecuador iba a aceptar esas condiciones?
–Las estaba evaluando. El asunto era delicado. Assange no iba a aceptar callarse la boca, pero en la tradición de América Latina una persona que recibe el estatus de asilado se inhibe de hacer actos políticos en el país que lo acoge. Además el gobierno se hace cargo en su territorio de la persona a la que se le otorga el asilo.
“Valija diplomática”
El martes 14 el diario The Guardian publicó que el gobierno de Correa había decidido otorgar el asilo político a Assange. La nota fue retomada por agencias internacionales. Correa escribió en su cuenta de Twitter que la decisión aún no se tomaba.
Por la tarde de ese día Jeremy Jobs, encargado de negocios de la embajada de Gran Bretaña en Ecuador, entregó a la Cancillería de este país una “ayuda memoria” sobre las negociaciones que los gobiernos de Quito y Londres habían sostenido para el caso Assange. En ese documento las autoridades inglesas se dicen “sorprendidas” por los reportes de los medios de comunicación que señalan que Ecuador se propone conceder el asilo político al activista australiano.
Advirtió: “En caso de recibir una petición de salvoconducto para el Sr. Assange, después de concedido el asilo, ésta será denegada, en línea con nuestras obligaciones legales”.
La fuente ecuatoriana señala que el gobierno británico utilizó las notas de los medios como pretexto para romper las negociaciones, pues se tenía agendada para el jueves 16 una videoconferencia entre funcionarios de ambas naciones.
El documento del gobierno británico fue más allá y advirtió a los ecuatorianos: “Deben estar conscientes de que existe una base legal en el Reino Unido –la Ley sobre Instalaciones Diplomáticas y Consulares– que nos permitiría tomar acciones para arrestar al Sr. Assange en las instalaciones actuales de la embajada. Sinceramente esperamos no tener que llegar a este punto, pero si ustedes no pueden resolver el asunto de la presencia del Sr. Assange en sus instalaciones, esta ruta está abierta para nosotros”.
La Ley de Instalaciones Diplomáticas y Consulares fue aprobada en 1987 por el Parlamento británico en medio de fuertes tensiones entre los gobiernos de Margaret Thatcher y Muamar Gadafi. En esas fechas, durante una manifestación frente a la embajada de Libia en Londres, un disparo que salió del interior de la sede diplomática mató a la policía inglesa Yvette Fletcher. El gobierno de Thatcher argumentó que era necesario tener la facultad de revocar el estatus diplomático a embajadas que no tienen el propósito de impulsar las relaciones bilaterales sino de “apoyar actividades terroristas”.
Ahora Londres evalúa apoyarse en esa ley para arrestar a Assange. Pero de entrada hay un problema: rompería la “regla de inviolabilidad” establecida en la Convención de Relaciones Diplomáticas de Viena de 1961.
Patiño puso sobre la mesa ese argumento durante la conferencia de prensa que ofreció el jueves 16. Incluso leyó un comunicado de prensa emitido en noviembre de 2011 por el Consejo de Seguridad de la ONU en la que –con base en esa convención internacional– se condenó el ataque a la sede de la embajada del Reino Unido en Irán.
Analistas y expertos en diplomacia británica rechazaron que el gobierno de Cameron aplique la ley de 1987. Señalaron que sería contraproducente: pondría en peligro a las embajadas y diplomáticos de Gran Bretaña en el exterior.
“Creo que la Cancillería se ha extralimitado ligeramente. Si vivimos en un mundo donde los gobiernos puede revocar arbitrariamente la inmunidad y entrar en las embajadas, entonces la vida de nuestros diplomáticos y la posibilidad de desempeñar su trabajo normalmente en lugares como Moscú o Corea del Norte será casi imposible”, afirmó el mismo jueves 16 a la BBC Tony Brenton, exembajador del Reino Unido en Moscú.
El diplomático dijo que en todo caso a Londres le quedaría una última opción: romper relaciones con Ecuador, expulsar a su embajador, cerrar la embajada y, entonces sí, detener a Assange.
Así hasta el cierre de esta edición (jueves 16), el caso Assange había entrado en un impasse diplomático. Y los analistas prevén que el australiano podría pasar mucho tiempo dentro del inmueble de la embajada.
No sería el primer caso: el cardenal Josezf Mindszenty estuvo 15 años en la embajada de Estados Unidos en Budapest. Ingresó a dicho inmueble en 1956 durante la represión soviética y salió en 1971, cuando logró exiliarse en Austria.
Sin embargo la prensa británica no tardó en especular que Assange podría legítimamente dejar la embajada ecuatoriana dentro de una maleta diplomática, en un automóvil con bandera ecuatoriana o disfrazado como trabajadora de limpieza del edificio.
El diario The Guardian indicó que si Assange pusiera un pie fuera de la embajada sería arrestado; pero si en cambio viaja en una “valija diplomática” la policía no tendría argumentos legales para detenerlo.
El artículo 27 de la Convención de Viena establece que una maleta de una embajada, no importa qué dimensiones tenga, es inviolable, siempre que se aclare que es una valija diplomática y que esté acompañada por un mensajero diplomático protegido también con inmunidad.
Algunos países ya utilizaron la valija diplomática para trasladar personas de un país a otro. El 5 de julio de 1984 el exministro nigeriano Umaru Dikko fue escondido en una caja para llevarlo de Londres a Lagos con el propósito de someterlo a juicio, pero la caja no estaba marcada correctamente y fue interceptada por la policía en el aeropuerto de Stanstead, en el norte de la capital inglesa.
Festejo fugaz
Assange escuchó el anuncio del canciller Patiño por televisión. Se encontraba en una de las habitaciones de la embajada ecuatoriana. De inmediato salió al salón principal del inmueble y abrazó emocionado a funcionarios y empleados de la misión diplomática.
Luego escribió en su cuenta de Twitter: “Si bien (la decisión de) hoy representa una victoria histórica, nuestros problemas acaban de comenzar. La investigación sin precedente de Estados Unidos contra Wikileaks debe parar”.
Agradeció a “los ciudadanos ecuatorianos, a su presidente Rafael Correa y a su gobierno” por la decisión de otorgarle asilo, pero advirtió que “las cosas se van a volver ahora más estresantes”.
Anotó: “No fueron ni el Reino Unido ni mi país natal, Australia, los que se levantaron para protegerme de la persecución, sino una valiente nación independiente latinoamericana”.
Consideró “importante” recordar a Bradley Manning, el militar estadunidenses al que Estados Unidos acusa de ser la fuente que filtró a Wikileaks los cables secretos del Departamento de Estado. Manning, apuntó Assange, “lleva detenido sin juicio más de 800 días”.
Y añadió que “la tarea de proteger a Wikileaks, sus empleados, sus simpatizantes y sus supuestas fuentes, continúa”.
Assange entró a la embajada de Ecuador el pasado 19 de junio. Lo hizo después de que la Corte Suprema de Gran Bretaña, la máxima instancia judicial de ese país, desestimó un recurso legal que interpuso para reabrir su caso de apelación contra su extradición a Suecia. La Corte le había dado un periodo de gracia de dos semanas antes de que comenzara el proceso para ser trasladado a Estocolmo.
El australiano teme que su traslado a Suecia sólo sea una argucia para ser posteriormente extraditado a Estados Unidos, donde considera que sería juzgado por espionaje y podría ser sancionado con la pena de muerte.
Desde el 19 de junio Assange vive y trabaja con relativa normalidad dentro de una pequeña oficina de la embajada, que también le sirve de dormitorio. La llama su “búnker logístico”.
Gavin MacFadyen, defensor de los derechos humanos y director del Centro para el Periodismo de Investigación, ha visitado a Assange varias veces en la embajada y comentó a la BBC el pasado 8 de julio que, si bien “no es el (hotel) Hilton”, los empleados de la sede se llevan bien con el activista.
De hecho los cocineros de la embajada le preparan comida típica ecuatoriana, como ceviche de pescado y seco (trozos de carne servida con arroz). Varios de los empleados ecuatorianos empezaron a enseñarle español en previsión de su eventual estancia en el país sudamericano.
La embajada –un edificio de ladrillos rojos y rejas negras en la calle Hans Crescent– tiene alrededor de cinco o seis habitaciones. Antes fue una vivienda.
Assange tiene una cama pequeña, acceso telefónico, conexión a internet y una televisión en la que asiduamente ve noticiarios. Aunque el espacio del que dispone es reducido, ahí recibe a sus visitantes, entre ellos sus abogados y voluntarios de Wikileaks. Sus reuniones con la embajadora ecuatoriana, Ana Mora, son escasas y breves.
De acuerdo con las leyes inglesas, el salvoconducto que le permita a Assange salir del país no sólo debe ser otorgado por el Ejecutivo. Requiere además la aprobación de las cámaras de los Lores y de los Comunes. Ante la falta de un convenio bilateral con Ecuador en materia de asilo, el tema queda a interpretación de Gran Bretaña. Será un proceso legal y diplomático que podría extenderse semanas, meses o años.

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