Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 20 de agosto de 2012

El lío fiscal- EU: macartismo contra la verdad- Felipe Calderón, el finado Payá y la subversión en Cuba

El lío fiscal
León Bendesky
Las posturas políticas se han definido ya claramente en la campaña por la presidencia de Estados Unidos. Si Romney representaba la convencional posición conservadora del Partido Republicano, abiertamente opuesta a la gestión económica y social de Obama, la nominación de Paul Ryan como candidato a la vicepresidencia no deja duda acerca de sus planes de gobierno. Los seguidores radicales del Tea Party han quedado satisfechos.
 
En lugar central está la administración del déficit y cómo se vincula con la reactivación económica, siempre proponiendo la reducción de impuestos y con menor prestación de servicios sociales, especialmente con el muy oneroso sistema de salud.

El enorme déficit fiscal que existe hoy en Estados Unidos tiene su origen en la crisis desatada en el gobierno de George Bush. El razonamiento en términos de los impuestos se basaba en la rebaja de la tributación de los más ricos, que se asume son los creadores de riqueza y de cuyas actividades debe dispersarse la generación de empleos y de ingresos en la sociedad.

Eso no ocurrió –y no debería sorprender que así fuera– y lo que se creó fue valor en términos eminentemente financieros y sustentado en profundos procesos especulativos que terminaron por provocar la crisis de 2008. La riqueza asociada con ese valor se concentró de modo tal que los índices de desigualdad son ahora los más grandes en mucho tiempo en ese país. No debe confundirse el valor con la riqueza, ni en su naturaleza ni en cuanto a su efecto en la acumulación y las posibilidades de creación de mayor bienestar.

Mientras se reducían los impuestos, no se compensaban los menores ingresos públicos con más fondeo de otras fuentes y, ante la necesidad de proveer servicios públicos, el efecto neto es que el déficit no podía bajar. En plena crisis y con la amplia intervención del sistema financiero, el déficit ha crecido vertiginosamente. A eso debe añadirse una política exterior enmarcada en las guerras en Afganistán e Irak. La deuda pública es hoy del orden de 16 trillones de dólares (según la medida usada allá).

Ahora la ideología conservadora ha encontrado un verdadero campo fértil para proponer sus políticas: de nueva cuenta reducir impuestos a los estratos de más altos ingresos, lo que acrecienta el déficit y justifica el recorte en los gastos sociales. Todo ello con el objetivo de ensanchar el campo de las libertades individuales, especialmente la libertad de escoger sin interferencia del gobierno. En ese punto está la disputa por la reforma de salud llamada Obamacare.

Pero hay fuertes críticas al programa fiscal a la manera del ajuste que propone Ryan y ahora también Romney. Estas provienen incluso del mismo campo republicano. David Stockman, antiguo y poderoso jefe de la oficina del presupuesto en la administración de Reagan, ha dicho que el plan de Ryan no tiene una credibilidad matemática ni representa sólidas opciones políticas, aunque admite una excepción en el caso de las medidas que propone al financiamiento del Medicare.
Cómo plantear, entonces, las discrepancias entre las posiciones políticas e ideológicas, y las bases técnicas de la gestión fiscal y monetaria cuyas repercusiones son inevitablemente sociales. Esto incumbe a las propuestas de todos los partidos, estén en el gobierno o en la oposición y, por supuesto, en cualquier país.

Esto no significa una apología de las políticas del actual gobierno demócrata, pero en el entorno prevaleciente hay diferencias entre una y otra posturas. Debe observarse al respecto la situación en cuanto a la actitud ciudadana, lo que indica la complejidad de la situación. Se ha señalado cómo es que en diversas encuestas incluso la gente que usa de modo constante los programas sociales, tiende a manifestar su apoyo a una menor intervención del gobierno. El cuestionamiento de la racionalidad económica viene por muchas partes.

Lo mismo pasa en el campo de la política partidista. Son incesantes las comparaciones, por ejemplo, las que han hecho los que fueron contendientes a la candidatura republicana, entre lo que ahora hace Obama y lo que en su tiempo hizo Ronald Reagan, pero sin ningún filtro acerca de las diferencias económicas entre ese periodo y el actual. Se trata de verdaderas trampas que van más allá de una mera cuestión argumentativa (sobre este tema vale la pena ver el libro de Jamie Whyte, Crímenes contra la lógica).

La elección de noviembre ya no será un referéndum sobre la presidencia de Obama, sino que se convierte en una decisión entre dos formas de gestión social. Sí, ambas enmarcadas en un capitalismo en crisis, con creciente tensiones globales como las que surgen de Europa, y con mecanismos de transmisión cada vez más fluidos hacia otras regiones del mundo.

Esta crisis pone en el centro de la disputa social al Estado. Las contiendas fiscales por todas partes así lo demuestran. El gobierno español ya tiene que dar algunos pasos atrás, aunque con poca convicción, para frenar el deterioro de las familias desempleadas. Hay que distinguir entre lo que es un problema y lo que constituye un conflicto. Lo que ocurre es un conflicto permanente entre lo público y lo privado; los acuerdos que fueron de algún modo funcionales ya están acabados.

 
       EU: macartismo contra la verdad
       Julian Assange, fundador de Wikileaks, refugiado en la embajada ecuatoriana en Londres por la persecución judicial emprendida en su contra, envió ayer desde esa sede diplomática un mensaje al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el que le pidió que “renuncie a la cacería de brujas contra Wikileaks” y que cese la persecución contra sus integrantes e informantes, particularmente contra el soldado Bradley Manning, acusado de haber entregado al portal de las filtraciones centenares de miles de documentos que ponen en evidencia los crímenes de lesa humanidad cometidos por Washington en Afganistán e Irak y testimonian el constante injerencismo de las representaciones diplomáticas de Washington en los países anfitriones.
 
La expresión cacería de brujas, así como los hechos a los que hace referencia, remiten indefectiblemente a la época negra en que el senador republicano Joseph McCarthy encabezó la tristemente célebre Comisión de Actividades Antiestadunidenses y emprendió, con el pretexto de combatir el comunismo, una cruzada hacia quienes profesaran esa ideología, pero también contra socialistas, liberales, demócratas, librepensadores o cualquier persona que osara formular cuestionamientos sobre el régimen político, el sistema económico o la política internacional de Estados Unidos.

Al igual que ocurre ahora, la seguridad nacional fue usada de pretexto para el ejercicio autoritario y discrecional del poder y para perseguir expresiones de libertad y transparencia. El macartismo generó un clima de terror en la política, la academia, el periodismo, la literatura, el cine y el teatro y un estancamiento generalizado; incluso, una regresión en el desarrollo político de la sociedad estadunidense.

El encono del actual gobierno de la superpotencia contra los informadores que han tenido el valor de hacer públicos los entretelones siniestros del poder público––empezando por Manning, Wikileaks y el propio Assange– resulta hoy más grotesco que hace cinco o seis décadas, si se considera que en la actualidad Washington no tiene un enemigo global como pudo ser la Unión Soviética. Las revelaciones que ha hecho la organización fundada por Assange no son una amenaza a la seguridad de Estados Unidos, sino en todo caso, a las prácticas oscuras, corruptas e ilegales que ocurren de manera regular en las instituciones públicas de ese y de otros países. En forma paralela, el trabajo del informador australiano y de sus compañeros e informantes constituye un impulso para la democratización efectiva de las sociedades y de sus gobiernos.
Esa misma disyuntiva se expresa ahora por medio de la crisis diplomática desatada a raíz de la decisión de Assange de buscar refugio en la embajada de Ecuador en Londres y de la determinación del gobierno de Quito de concederle asilo. En torno a ella se fragua también una importante fractura internacional: mientras Washington, Londres y Estocolmo se empecinan en impedir la salida del periodista australiano con rumbo a Ecuador, el sábado la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (ALBA), integrada por Nicaragua, Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia, expresó su respaldo a la decisión de Rafael Correa, y otro tanto hizo ayer la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), entidad que agrupa a todos los países de Sudamérica y a varios del Caribe, al expresar su respaldo a la vigencia del derecho de asilo y a la inviolabilidad de los recintos diplomáticos en general, y el de Ecuador en Londres en particular.

Cabe preguntarse hasta qué punto llevará la troika compuesta por Estados Unidos, Gran Bretaña y Suecia el afán de venganza contra Wikileaks y su determinación de dar un escarmiento, en la persona del fundador de esa organización, a quien se atreva a exhibir las miserias del poder público. Por lo pronto, ese afán parece una indeseable y vergonzosa resurrección del macartismo en pleno siglo XXI.

Felipe Calderón, el finado Payá y la subversión en Cuba
Carlos Fazio
       El pasado 23 de julio, durante una ceremonia oficial, Felipe Calderón pidió un minuto de silencio por el deceso del contrarrevolucionario cubano Oswaldo Payá, acaecido un día antes en la isla a raíz de un accidente automovilístico. Ante la muerte de tantos buenos cristianos en el mundo, fue un hecho desusado que reveló una intencionalidad político-ideológica. Máxime, cuando al calificar a Payá de uno de los más valientes y comprometidos luchadores por la libertad y los derechos humanos en Cuba, Calderón recuperaba la añeja matriz de opinión acuñada por Ronald Reagan en los tiempos de su guerra encubierta contra la Nicaragua sandinista: aquella de la guerra fría que, con base en la doble moral imperial, identificaba como luchadores por la libertad a connotados terroristas sufragados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Payá encabezaba el Movimiento Cristiano de Liberación Nacional, grupúsculo auspiciado y financiado por la comunidad de inteligencia de Estados Unidos. De allí que –y dada su investidura de presidente de México–, lejos de reflejar un sentido ético y humanista, el lamento de Calderón Hinojosa fue un guiño sumiso a los patrocinadores del extinto Payá en Washington.
Calderón guardó un minuto de silencio y reveló que durante su pasada visita a la isla, los días 11 y 12 de abril, quiso hablar con Oswaldo Payá, pero no fue posible. Sin embargo, no dijo por qué. Una pista sobre las razones de su mensaje críptico podría estar en el editorial La verdad y la razón del diario Granma del 31 de julio, donde el gobierno de Raúl Castro dio respuesta a la campaña de intoxicación propagandística orquestada por el Departamento de Estado a través de los monopolios mediáticos y las redes informáticas internacionales, que buscó presentar la muerte accidental de Payá como un asesinato político manufacturado por el Estado cubano.

Tras reseñar las afinidades político-ideológicas y las actividades conspirativas de los dos extranjeros que viajaban con Payá el día del accidente, el hispano Ángel Carromero, cercano al ex jefe del Estado español José María Aznar y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, representantes del ala franquista del Partido Popular, y el sueco Jens Aron Modig, del Partido Demócrata Cristiano Sueco, émulo del ultraconservador Tea Party estadunidense, el órgano oficial cubano confirmó la detención de cuatro jóvenes mexicanos acusados de prácticas subversivas durante la visita del papa Benedicto XVI a Cuba en marzo último, con el auspicio de René Bolio Hallorán, ex senador suplente del Partido Acción Nacional (PAN) y con vínculos confesos con grupos contrarrevolucionarias de Miami, como el Directorio Democrático Cubano (DDC), organización fachada de la CIA.

Bolio fue compañero de la fórmula que encabezó en el periodo 2000-2006 Cecilia Romero –surgida del grupo ultraderechista El Yunque, ex comisionada del Instituto Nacional de Migración y actual secretaria general del PAN–, y dejó de militar en ese partido en 2007. En la actualidad forma parte del movimiento Volver a Empezar (VAE), que encabeza el ex dirigente nacional panista Manuel Espino. Bolio, Espino y los miembros del VAE se aliaron con los ex perredistas Rosario Robles, René Arce y Víctor Hugo Círigo para formar un nuevo grupo denominado Concertación Mexicana, que apoyó la candidatura presidencial del priísta Enrique Peña Nieto.
En sendos testimonios presentados por la televisión cubana, los cuatro jóvenes turistas mexicanos admitieron que fueron reclutados en México por Bolio y su colaborador Miguel Ángel Pateyro, y entrenados y pagados por los líderes del Directorio Democrático Cubano, Orlando Gutiérrez Boronat y Jenisset Rivero. ¿Su misión? Realizar operaciones de abastecimiento (entre otros medios, celulares, computadoras portátiles y memorias USB) y suministrar propaganda clandestina a grupúsculos de la oposición interna, e incitar al pueblo a convertir las parroquias en centros de lucha, distribuir panfletos anticastristas y realizar desórdenes y protestas callejeras durante las actividades del papa Benedicto XVI, con la finalidad de aprovechar la cobertura mediática para desacreditar al gobierno. Con anterioridad se había habilitado el sitio de Facebook Por el Levantamiento Popular en Cuba, que registra 13 proyectos para promover la desobediencia civil.

En declaraciones al semanario Proceso, Bolio reconoció ser amigo de Gutiérrez Boronat y Pateyro, y haber colaborado con el envío de documentos y materiales de resistencia civil a la isla. Las actividades desestabilizadoras de Bolio y sus socios del DDC miamense –que forman parte del mismo plan conspirativo del que participaron Carromero y Modig, con los trágicos resultados conocidos– se inscriben en la política de cambio de régimen de la Casa Blanca, que sueña con fabricar las condiciones para un estallido social –el esquema utilizado antes en Libia y ahora en Siria– a fin de propiciar una intervención militar encubierta del Pentágono.

Más allá de las actividades del neosinarquista Bolio –quien reveló que el PRI de Peña Nieto es el de Ernesto Zedillo, que fue muy duro con el gobierno de Castro–, Felipe Calderón debería preocuparse de que el territorio mexicano no fuera utilizado para orquestar acciones subversivas contra el pueblo y el gobierno cubanos. Pero su entreguismo a Washington está documentado. Por ello sería deseable que el Congreso de la Unión y las autoridades jurídicas y fiscales supervisaran e investigaran de dónde provienen los recursos que entran en el país para sufragar las actividades clandestinas de organizaciones como el Directorio Democrático Cubano, que están utilizando a jóvenes mexicanos como emisarios. Sin duda, la ruta del dinero los conducirá a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y una red de instituciones y organizaciones pantallas de la comunidad de inteligencia estadunidense.

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