Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 25 de agosto de 2012

México: juventudes lanzadas al vacío- Un mal profundo

México: juventudes lanzadas al vacío

Aspecto del Faro de Oriente. Autor: Marisol Enríquez Martínez
Aspecto del Faro de Oriente. Autor: Marisol Enríquez Martínez
“Cada hora de tiempo perdido en la juventud es una posibilidad más de desgracia en la adultez”: Napoleón Bonaparte.
En México los jóvenes no tienen derecho al bienestar. El sistema educativo carece de espacios para ellos: los trata como a un mendigo en un crucero. Cursar una carrera se ha convertido en un lujo que sólo un puñado puede darse.
En el periodo de admisión de 2012, tan sólo la UNAM tuvo que rechazar al 90 por ciento de los aspirantes, un aproximado de 60 mil jóvenes. Muchos de ellos insisten año con año en ingresar a alguna universidad pública, en un peregrinar encomendado a la fe.
A continuación presento cuatro historias de rechazo de los miles de relatos desoladores que padecen las familias mexicanas.
Jannete Martínez Galindo.
Valle de Chalco, Estado de México, 1985.
En 2004 presenta el examen de admisión para ingresar a la carrera de Pedagogía, en la UNAM. Le faltan quince aciertos para ser aceptada. Miembro de una familia de siete integrantes, se ve obligada a buscar trabajo. La aceptan en una sucursal de la tienda departamental Sears, en el área de ventas. Trabaja de las nueve de la mañana a las diez de la noche con un día de descanso entre semana. En los pocos ratos libres que tiene, estudia por su cuenta. Dos años y medio después aplica nuevamente para la misma carrera y por segunda ocasión la rechazan:
“Me empiezo a dar cuenta que mis compañeros de trabajo son profesionistas, yo tenía un compañero ingeniero industrial, otra abogada, una tenía una maestría y desempeñaban el mismo cargo que yo, al final veo que tener una licenciatura no te garantiza un trabajo”.
En enero pasado intenta ser parte de la UNAM por tercera ocasión, esta vez para Historia. Tampoco tiene éxito. Lleva sus papeles a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, no la aceptan. Finalmente, en mayo pasado, ocho años después de concluir la preparatoria, le avisan que fue admitida en la Universidad Pedagógica Nacional.
José Ignacio Valencia Robles.
La Perla, Estado de México, 1988.
Cuando cumple tres años de edad, su papá avisa a la familia que migrará a Los Ángeles, Estados Unidos. Jamás regresa. Su madre termina por educar y mantenerlos a él y su hermana, cuatro años mayor. En 2006 presenta el examen de admisión para estudiar Derecho en la UNAM. Lo rechazan. En 2009 concursa para Ciencias de la Comunicación en Ciudad Universitaria, tampoco lo aceptan. Ese año intenta ser incluido en esa misma carrera, pero en la Facultad de Estudios Superiores Aragón. También le cierran las puertas. Insiste dos veces más, obtiene los mismos resultados. Entra a trabajar a una farmacia como asalariado y, a la par, se suma al Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior. Gracias a su participación social, consigue una beca. Actualmente estudia Comunicación en la Universidad Insurgentes.
Cintia Guadalupe Rodríguez Valle.
Distrito Federal, 1991.
En 2009 presenta dos exámenes para estudiar administración en la UNAM. No ingresa. Para ayudarle a su madre, comerciante, comienza a deshebrar pantalones de mezclilla a cambio de cincuenta centavos por pieza. En promedio, gana 250 pesos semanales por terminar 500 prendas.
En 2010 hace un intento para entrar a la máxima casa de estudios y otro a la Universidad Autónoma Metropolitana. No tiene éxito. De 2009 a 2012 aplica para seis exámenes, no entra a escuela alguna. En abril pasado consigue salir sorteada en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Actualmente estudia Comunicación y trabaja tres días a la semana como capturista a cambio de trescientos pesos, mismos que le alcanzan para pagar los pasajes del transporte público.
José Luis Morones Cruz.
Chimalhuacán, Estado de México 1986.
Su padre es taxista y su madre atiende un negocio en un mercado. Debido a los bajos ingresos de ambos, es imposible imaginar que le puedan pagar una escuela privada a él y a sus dos hermanos. Presenta exámenes para la UNAM y la UAM: no lo aceptan.
Ingresa al sorteo de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, no entra en la primera ronda, pero, gracias al sistema de esta casa de estudios, obtiene un lugar para el periodo siguiente. En el ínterin, comienza a estudiar cursos de cine documental y periodismo en el Faro de Oriente.
Ha filmado siete obras, algunas han sido presentadas en la Cineteca Nacional, en el festival DocsDF y una muy pronto en Europa. Dejó los estudios: los considera una pérdida de tiempo.
-.-
Estas cuatro historias tienen un punto en común: el Faro de Oriente. En los largos periodos en que presentaban sus exámenes de admisión, ellos fueron acogidos por este espacio cultural ubicado en la calzada Ignacio Zaragoza, entre los metros Acatitla y Peñón Viejo. Este foro se dedica a ofrecer talleres de formación artística y artesanal a la clase popular. Los jóvenes llegan con la seguridad por los suelos, sintiéndose fracasados. Ahí les dan fuerza para creer en ellos.
-.-
México arroja a sus jóvenes al vacío. La mayoría no tiene más opción que las universidades públicas. Muchos estudian por años, presentan exámenes de escuela en escuela y en toda les cierran las puertas en su cara.
El mundo laboral es igual de desolador. Empleos mecánicos, rutinarios y con nulos retos intelectuales a cambio de míseros pagos. De acuerdo con el INEGI, hasta junio de 2012 el 34.6 por ciento de la población con secundaria estaba subocupada; según la misma fuente, el promedio del salario diario del país es de 263.7 pesos.
Estas son las oportunidades que el país ofrece a sus jóvenes. No hay derecho a estudiar, tampoco a un empleo decente ni mucho menos a una vida medianamente digna. Como en la selva, sólo sobrevive el más apto.
Twitter: @juanpabloproal
Sitio: www.juanpabloproal.com
 

Un mal profundo

Peña Nieto en una reunión con legisladores del Partido Verde. Foto: Octavio Gómez.
Peña Nieto en una reunión con legisladores del Partido Verde.
Foto: Octavio Gómez.
MÉXICO, D.F. (apro).- “El mal es hoy tan profundo que no es seguro que la elección del señor Peña Nieto cambie algo: significa el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que dominó la vida política del país durante décadas con un trasfondo de corrupción y complacencia hacia los narcotraficantes”.
La cita es del diario francés Le Monde; sin embargo el fraseo bien puede ser de cualquier mexicano que tenga memoria, claro, con excepción de los consejeros electorales que ni ven ni oyen las tropelías de muchos priistas, en especial de Peña Nieto y su equipo.
Hace dos semanas supimos de la detención del priista y exprecandidato a diputado federal, Rafael Celaya Valenzuela, en España por sus vínculos con Joaquín Guzmán Loera, El Chapo; hace un par de meses, de la indagación que Estados Unidos abrió contra los exgobernadores priistas de Tamaulipas, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández Hernández, por presunto “lavado dinero del narcotráfico”.
Hace dos años, cuando Proceso indagaba sobre legisladores federales en activo con posibles vínculos con el crimen organizado, se nos aseguró que Baltasar Hinojosa, diputado federal por Tamaulipas, “llevaba la lana a Rogelio Montemayor Seguy y a Tomás Yarrington que Osiel Cárdenas (entonces líder del cártel del Golfo y creador de Los Zetas), les enviaba”. El señalamiento no se publicó debido a que no había averiguación previa en donde se le acusara.
Sin embargo, apenas la semana que terminó, el diario Reforma nos regaló una joya informativa: Parte de la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/ 012/2009, y en donde se establece por un testigo protegido que Osiel Cárdenas financió campañas de ediles priistas en Tamaulipas a cambio de nombrar a los jefes policiacos. Entre los presidentes municipales mencionados está justamente Baltasar Hinojosa.
La lista de priistas involucrados con el narco es interminable, además de ser parte del vox populi, sin embargo, los nombres de conocidos o desconocidos miembros del PRI señalados como cercanos a grupos de narcotraficantes y operadores de Enrique Peña Nieto, apenas empieza a conocerse.
Baltasar Hinojosa, expresidente municipal de Matamoros, cercano colaborador de Tomás Yarrington, dejará el cargo de diputado federal el próximo 29 de agosto y… el fuero. Podría ser investigado si la Procuraduría General de la República se lo propusiera, pero… ¿alguien cree que el coordinador regional de campaña de Peña Nieto en la primera circunscripción será investigado?
Hinojosa fue operador electoral de Peña Nieto en la Primera Circunscripción. A él, el candidato priista le encargó organizar la campaña presidencial en los estados de Baja California, Baja California Sur, Colima, Guanajuato, Jalisco, Sinaloa y Nayarit… Difícilmente será investigado. No hay que olvidar también que Rafael Celaya Valenzuela, también operador de Peña Nieto, pero en el distrito federal 1 de Sonora –por cierto, vecino de Baja California–, fue detenido por la Policía española por sus vínculos con El Chapo.
El diario francés Le Monde duda de la capacidad de Peña Nieto para cambiar este “mal endémico”, como le llama a la “barbarie” que se vive en México, la presencia del narcotráfico, sus actividades, ejecuciones y grado de violencia.
Lo que no dice Le Monde, es que parte de los mexicanos no dudamos de este nuevo sector de la vida pública, los narcopolíticos.
La vida social, política, financiera y de gobierno cuenta ya con una mezcla de políticos y narcos, sea por amenaza, por gusto o por interés. El resto del mundo lo sabe. En México existen dudas sobre si en la campaña electoral del Peña Nieto hubo lavado de dinero, incluido el del narcotráfico. Los taxistas, estudiantes, amas de casa, trabajadores, empleados públicos, maestros, todos tienen la duda. Parece que los únicos que no se atreven siquiera a cuestionarlo son los funcionarios electorales.
Quizá en México suceda lo que en Colombia con Ernesto Samper, que la sospecha se mantenga durante la gestión de gobierno y no sea hasta el final cuando la duda se disipe. Por el bien de México esto no debería de ocurrir.
A 11 días de que el Tribunal Electoral determine si fueron válidas o no las elecciones presidenciales, los magistrados deberían ponerse a pensar que no sólo se trata de que un grupo político se robe la Presidencia de la República, sino más bien de la forma en que pudieran robarla, con el apoyo del narcotráfico.
Dice Peña Nieto: “Lo que menos podemos permitir es que se haga de la democracia una forma que divida y genere encono en la sociedad mexicana”.
No entiende Peña Nieto que no es “la democracia” la que divide, sino su incumplimiento. No se le puede pedir a “la democracia” que no divida, se le debe exigir a los políticos y a los funcionarios electorales que tengan vergüenza, que no sean cínicos y, sobre todo, que tengan ética y no violen las leyes; hacer lo contrario sí que divide y genera encono.
Si los magistrados electorales van a actuar como los consejeros electorales, no quedará otra que “cercarlos”, que plantarse afuera del Tribunal para que en caso de validar la elección y a Peña Nieto y sus socios, den la cara a la sociedad que afuera los estará esperando.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
Twt @jesusaproceso
www. rompeviento.tv

No hay comentarios:

Publicar un comentario