Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 21 de noviembre de 2012

ASTILLERO- Cardenal Robles, aliado estratégico de Peña Nieto

Astillero
AMLO, el jefe
Presidente del consejo
Lista sin novedades
Batres, líder formal
Julio Hernández López
Foto
SIMULACRO EN EL SENADO. Los senadores Roberto Gil, Armando Ríos Piter, Javier Lozano, Ernesto Cordero y José Rosas Aispuru, durante el simulacro de evacuación del edificio de la Cámara alta
Foto José Antonio López
 
El rasgo distintivo de la nueva etapa del Movimiento Regeneración Nacional, ya formalmente encarrilado hacia la consecución de su estatus como partido político, es el peso político personal, definitorio y vigilante, de Andrés Manuel López Obrador.
 
El tabasqueño recibió la votación más alta para formar parte del consejo nacional de la nueva organización, con mil 571 sufragios de entre más de mil 700 posibles, pero entre él y el resto de los miembros de ese órgano directivo quedó establecida una distancia apabullante: Paco Ignacio Taibo II quedó con 426, Martí Batres con 356, Octavio Romero con 265 y Claudia Sheinbaum con 218. Si esta cuarteta de los mejor votados sumara sus votos no alcanzaría la cifra recibida por AMLO. Luego de ese grupo privilegiado en cuanto a apoyos viene una cascada de escasa cuantía: 21 de los siguientes consejeros nacionales de Morena tuvieron entre 200 y 100 votos (Ricardo Monreal, por ejemplo, solamente tuvo 148), y los restantes 178 consejeros tuvieron menos de 100, con los últimos 62 miembros con menos de 40 voluntades a su favor.
 
Más allá de la significativa conformación desde el punto de vista numérico, la lista de los consejeros de Morena no ofrece novedades ni incorporaciones especiales. Está la gran mayoría de los que hasta ahora han acompañado al dos veces candidato presidencial en las diversas modalidades de su trayecto político y electoral: Elena Poniatowska, Clara Brugada, Bertha Luján y Luisa María Alcalde Luján, Bernardo Bátiz, Rosario Ibarra de Piedra y Rosario Piedra Ibarra, Layda Sansores, Jaime Cárdenas, Alejandro Encinas (con 103 votos), Raquel Sosa, Andrés López Beltrán y Pío Lorenzo López Obrador (hijo y hermano del máximo líder, respectivamente), Jesusa Rodríguez, Pablo Moctezuma Barragán, René Drucker, César Yáñez, Genaro Góngora Pimentel (con 65 votos), Héctor Díaz Polanco, Arnaldo Córdova, José Agustín Ortiz Pinchetti, Lenia Batres, Julio Scherer Ibarra, Enrique Dussel, Pedro Miguel, Alfredo Jaliffe (sic), Carlos Payán y Laura Esquivel, entre los más conocidos, según la lista oficial de los integrantes del consejo, con sus respectivas votaciones individuales, que en http://bit.ly/XyPeST puede ser vista).
 
Dando un paso atrás en el foro, para quedar como guardián de la honestidad y la justicia internas, López Obrador no quedó como presidente ejecutivo del proyecto de nuevo partido, sino como presidente del consejo nacional. Originalmente se había establecido que este consejo elegiría a los miembros del comité ejecutivo, lo que habría significado una virtual entrega de esa facultad al tabasqueño, pero el congreso realizado los pasados 19 y 20 decidió que la designación fuera hecha por la sesión plenaria (http://bit.ly/TOSaCz). La presidencia del comité ejecutivo tuvo como contendientes a Octavio Romero Oropeza, un hombre de la más absoluta confianza de López Obrador, quien sin sombra de duda le ha entregado el manejo de asuntos administrativos y financieros (fue oficial mayor del gobierno capitalino encabezado por AMLO); Bertha Luján, contadora pública chihuahuense que fue titular de la contraloría capitalina con López Obrador, y Martí Batres, quien ha sido asambleísta capitalino y diputado federal, así como subsecretario de gobierno con AMLO y secretario de desarrollo social con Marcelo Ebrard. En esa contienda interna no apareció Ricardo Monreal, quien hasta meses atrás parecía encaminado a ocupar el liderazgo de Morena a la sombra del tabasqueño en jefe.
 
El ganador de ese liderazgo condicionado fue Batres, quien días atrás había renunciado al PRD. Político fogueado, de pensamiento liberal y militante formación de izquierda, el abogado nacido en enero de 1967 en la ciudad de México tiene bases de apoyo en la capital del país, donde manejó la primera asamblea legislativa como coordinador de la mayoritaria bancada del sol azteca, también fue presidente del PRD en el Distrito Federal y ha sido diputado federal en dos ocasiones, la más reciente en la legislatura en curso, a la que ha pedido licencia para dedicarse a plenitud al nuevo encargo partidista.
 
Batres perteneció a la corriente política encabezada por René Bejarano, pero se distanció de éste y de Dolores Padierna hasta constituir su propio grupo, Izquierda Social. Como secretario de desarrollo social con Ebrard, y siendo entendido por éste como una cuña del lopezobradorismo a la que debía sostener en aras de las buenas relaciones formales, Batres fue destituido a principios de septiembre de 2011 por criticar la asistencia del jefe del gobierno capitalino a la especie de fiesta privada que Felipe Calderón se organizó para dar un mensaje a invitados personales en el Museo de Antropología, con motivo del quinto informe del gobierno federal panista. A propósito del apretón de manos entre Calderón y Ebrard, y con el telón de fondo de la inicial negativa marcelista a reconocer a Felipe como presidente, Batres dijo que su jefe en el gobierno capitalino carecía de autoridad moral y reivindicó la importancia de sostener la lucha contra el fraude electoral.
 
Ante esas críticas, Ebrard demandó congruencia de su subordinado, invitándolo a dejar la Secretaría de Desarrollo Social del GDF si no estaba de acuerdo con lo que el jefe de gobierno realizaba. Batres se negó a renunciar y Ebrard terminó removiéndolo. Entendido como un golpe al lopezobradorismo, Martí pareció quedar al garete, sin respaldo de aquél a quien estaba defendiendo, pues el tabasqueño lo calificó como un compañero consecuente, pero prefirió dejar esa evidente confrontación por razones políticas e ideológicas en un plano parecido al de los pleitos personales: Es una discrepancia entre el ex secretario y el jefe de gobierno; no me voy a meter.
 
Ahora, Batres es llevado a la presidencia formal de Morena por el jefe real, ya se verá si logra mantener capacidad personal de maniobra, congruencia ante imposiciones o caprichos y entereza política para constituirse en verdadero dirigente de una organización nacida bajo un signo personal, definitorio y vigilante. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
Cardenal Robles, aliado estratégico de Peña Nieto

Bernardo Barranco V.
La elección del cardenal José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, como nuevo presidente de la CEM es una clara señal política del episcopado para facilitar la relación, la convivencia y los apoyos entre el próximo gobierno de Enrique Peña Nieto y los obispos mexicanos. Es evidente que la vía política, en la historia reciente del episcopado, le ha otorgado jugosos dividendos y mayores privilegios, que sin empacho se dispone alcanzar nuevos beneficios y concesiones al futuro gobierno. Los mayores logros y posicionamientos del episcopado los ha obtenido negociando con la clase política mexicana. Por tanto, la designación de Robles tiene un destinatario: Enrique Peña Nieto. En la corta trayectoria del mexiquense se ha distinguido por su disposición a negociar con la jerarquía católica, así como consentir al alto clero con delicadezas materiales y atenciones de privilegio. En otras palabras, el próximo presidente de la República desempolva la tesis salinista de la necesaria participación del clero católico como un factor clave para la gobernabilidad.
 
El cardenal Robles Ortega fue poyado por el sector más conservador del alto clero, encabezado por los cardenales Norberto Rivera y Sandoval Íñiguez, quienes apuntalan una cadencia política y uso del poder eclesiástico en las políticas públicas frente al aperturismo con estilo concertador que encabezó Carlos Aguiar Retes. Bajo el calificativo de protagónico Aguiar Retes, soportó metralla de los halcones del episcopado, quienes encontraron en Robles Ortega una nueva carta que no pudo resistir y se desdibujó la oferta continuista representada por monseñor Rogelio Cabrera López, flamante arzobispo de Monterrey.

El episcopado ha optado una vez más por la línea política y la vía de imbricación con el poder. Opera con estricto apego a los manuales de los grupos de presión de los poderes fácticos. Los mensajes episcopales, de que el regreso del PRI a Los Pinos no supone el retorno del autoritarismo político, así como la apertura de diálogo y cooperación de Robles, nos indican posicionamientos de apoyo institucional y de cimentación de una relación constructiva con el nuevo gobierno peñista. Los obispos pasaron a los hechos y colocaron en la presidencia de la CEM a un obispo amigo de la cultura política del grupo Atlacomulco. No debe pasarse por alto que la formación pastoral como obispo de Robles ha transcurrido en la práctica política mexiquense, es decir, el mayor argumento de José Francisco Robles Ortega como candidato a la CEM fue su cercanía con el grupo que gobernará en unos cuantos días el país. Efectivamente, desde 1990 hasta 2003, Robles Ortega convivió, negoció, se mimetizó y se dejó consentir por el grupo Atlacomulco, encabezado entonces por Arturo Montiel, mentor y maestro político de Peña Nieto. Sin embargo, en la nueva estructura de la CEM, el cheque no es totalmente en blanco, el obispo auxiliar de Puebla, Eugenio Lira Rugarcía, nuevo secretario de la CEM, es un joven prelado –cuyo principal mentor ha sido el actual nuncio en México, el francés, Christophe Pierre–, quien poco a poco y casi de manera silenciosa se está convirtiendo en un nuevo polo de poder en el episcopado mexicano. Muy probablemente el punto intermedio entre la presidencia y la secretaría se juegue bajo la influencia de la actual nunciatura apostólica.
 
A su vez, Enrique Peña Nieto no ha ocultado sus inclinaciones católicas. Siendo gobernador se mantuvo interesado en cubrir las necesidades y requerimientos de los 14 obispos mexiquenses. Atento a festejar los cumpleaños de los prelados, en especial de Onésimo Cepeda, ir a cada reunión de la CEM durante seis años. Peña Nieto no escatimó recursos para proveer de atenciones y privilegios materiales a los prelados. En 2009 financió la numerosa comitiva clerical, en la que Peña visitó al papa Benedicto XVI para presentarle con grandes reflectores a su futura esposa Angélica Rivera.
 
La Iglesia católica ha venido ganando agudeza política para posicionarse desde los tiempos del nuncio Girolamo Prigione. Cada vez más astuta, sabrá sacar provecho político con creces, aprovechará coyunturas para ejercer todo su peso simbólico. Usará su lobby para posicionar su visión, misión y acentos políticos propios. Peña Nieto y el PRI, con su apoyo a la reforma del artículo 24 constitucional sobre la libertad religiosa, han abierto la puerta para que la jerarquía católica irrumpa con mayor empuje en la escena política del país; veremos las consecuencias. Ésta se ha beneficiado de un diagnóstico errado formulado por la clase política, que otorga un excesivo peso electoral al clero y, por tanto, la Iglesia goza de una sobredeterminada gravitación en la estabilidad política del país. Sin duda, el próximo presidente parece resignificar las viejas tesis salinistas sobre el papel político de la Iglesia y asignarle un papel de aliada estratégica.
 
Más allá de los intereses visibles acariciados por la jerarquía desde hace años –medios de comunicación e incidencia en la educación pública, financiamiento público, etcétera–, el tema que está de fondo es el debilitamiento del carácter laico del Estado mexicano, aun con toda la reforma al artículo 40, se corre el riesgo de convertirse con Peña en letra muerta. Una jerarquía posicionada y filosa para incidir en las políticas públicas. El mayor riesgo es que Enrique Peña Nieto privilegie con sus decisiones a la Iglesia católica en detrimento de las demás iglesias y multitud de expresiones religiosas que han venido floreciendo en las últimas décadas. Esto es, que el Estado deje de ser garante de la necesaria equidad y protección de las minorías. La amenaza es real, con una Iglesia en el poder, la intolerancia puede imperar no sólo ante otras confesiones, sino contra los grupos que reivindican derechos de minorías, como los homosexuales. El peligro es latente para que Peña Nieto ceda y se retroceda en las políticas de género y las conquistas, aún insuficientes, que han alcanzado las mujeres. Efectivamente, no sólo estamos ante la elección de un nuevo prelado en la presidencia de la CEM: estamos en la configuración de nuevos entramados políticos y apuestas políticas que determinarán nuestra itinerario inmediato.
El Buen Fin-Ahumada

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