Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 24 de noviembre de 2012

El gabinete y los aliados de Peña- Obama y Peña, el próximo encuentro

El gabinete y los aliados de Peña

Murillo, Coldwell, Peña, Videgaray y Osorio. El equipo de transición. Foto: Germán Canseco
Murillo, Coldwell, Peña, Videgaray y Osorio. El equipo de transición.
Foto: Germán Canseco
MÉXICO, D.F. (apro).- Enrique Peña Nieto tiene jefes, amigos y aliados. Con ellos gobernará el país, por lo menos los tres primeros años.
Sus jefes, nada nuevo, van desde Carlos Salinas de Gortari hasta los organismos internacionales, a quienes deberá resarcir los apoyos; de lo contrario, los grandes bancos asentados en el extranjero no le hubieran ayudado en su entramado económico y del cual se valió para comprar la Presidencia.
Ahí están los casos de HSBC, Scotia Bank, Bancomer y Banamex, así como el local que ya hasta presencia tiene en España e Inglaterra: Grupo Financiero Monex.
Sus amigos: Miguel Ángel Osorio Chong, que podría ocupar la supersecretaría de Gobernación, que por cierto ya quedó acotada en algunas de sus acciones policiacas. En la pasada entrega se hizo referencia a la amistad y vínculo del exgobernador de Hidalgo con la maestra y eterna líder sindical, Elba Esther Gordillo.
Sin embargo, a este espacio llegaron varios mensajes que buscan aclarar el punto. Cierto es que fue un político impulsado por la maestra pero, aseguran, es de los pocos que se logró “sacudir” el yugo de la maestra sin romper políticamente con ella.
“Osorio Chong es ahora Osorio Chong”, comentan. Se mueve solo, responde a su propio proyecto y sí es muy amigo de Enrique Peña Nieto.
Otro amigo de Peña Nieto, Luis Miranda Nava, quien fuera su secretario de Gobierno en el Estado de México y, apuntan, artífice del convenio entre autoridades mexiquense y Gobernación para que el PAN no se aliara con el PRD en las elecciones de ese estado.
Ahora Luis Miranda parece estarse perfilando para la dirección del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, el Cisen. Así, la policía política que tanto resquemor genera entre las izquierdas estaría a su cargo.
Un amigo más, Luis Videgaray, y quien forma parte del equipo de tecnócratas comandado por Pedro Aspe, pero que por supuesto tiene a la cabeza al priista que estuvo en Hacienda en el primer gobierno panista, a Francisco Gil Díaz.
A Videgaray, se asegura, ya le tienen lista sus oficinas en Hacienda, muy cerca de las del presidente de la República en Palacio Nacional.
Y por extensión de Pedro Aspe llegó al círculo cercano de Peña Nieto su amigo Aurelio Nuño, quien le hacía los discursos en campaña electoral. Es el mismo egresado de la Universidad Iberoamericana y quien no pudo prever la furia de los estudiantes contra Peña Nieto aquel viernes 11 de mayo.
Aurelio Nuño es pariente político de Pedro Aspe y se dice que ya tiene su lugar apartado en la Secretaría de Educación Pública (SEP). Operadores de la maestra Gordillo aseguran que es el nombre que les han manejado para “acordar” en esa dependencia.
Así, las dos instancias sobre las que descansará la gobernabilidad y la economía del país, Peña Nieto las dejará a cargo de sus amigos.
Y como parte del equipo de aliados se especula que, quien le ponga la banda presidencial al mexiquense, Jesús Murillo Karam, será el próximo procurador general de la República, recobrando esta posición la fuerza y uso que tuvo durante los gobiernos priistas.
Un aliado más, el brillante abogado Alfonso Navarrete Prida; un hombre que no sólo sabe de leyes sino también de negociaciones. A él, pronostican, tocará quedarse al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS), así tendrían un fuerte competidor para otras áreas.
Y el gran aliado de Peña Nieto: Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien desde su llegada a San Lázaro ha movido todos los hilos posibles para brindar un 1 de diciembre si no tranquilo, por lo menos “respetuoso y republicano”, como gustan llamar los priistas a estas rancias y condescendientes ceremonias.
Los últimos movimientos los realizó Beltrones la semana pasada: se creó la comisión Monex y se aceptó, de último momento, la inclusión del Partido del Trabajo (PT).
Beltrones espera que en ese espacio las izquierdas del Movimiento Ciudadano (MC) y el PT se mantengan ocupadas y saquen toda su furia contra Peña Nieto.
Lo que del otro lado no se esperaba es que se diera “inmunidad y protección” al aún titular del Sistema de Administración Tributaria (SAT), Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, el hombre que tiene toooda la información de cómo se dio el Monexgate. Ahora, desde su posición de integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), será difícil que algo salga de su boca.
Al PAN y al PRD, a los que por su número resulta para Beltrones más complicado controlar, les concedió cambios en la reformada ley de la administración pública. A la nuevamente temida Secretaría de Gobernación, Beltrones Rivera le quitó lo que oliera a represión y autoritarismo; además, dejó intocables al Instituto Nacional de las Mujeres (Indujeres) y Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Cuatro cambios le dio al PAN y cuatro cambios le dio al PRD.
Los “chantajes” estuvieron a la orden del día el jueves 22 en la Cámara de Diputados. Beltrones Rivera, como buen aliado de Peña Nieto, operó para llevar la fiesta en paz el próximo 1 de diciembre, bueno, hasta el área de Comunicación manejó el mismo discurso, pues si a algún funcionario de San Lázaro se le preguntaba qué esperaban para ese día, la respuesta es que “todo tranquilo”.
Pero lo cierto es que el operador sonorense no pudo cooptar al MC y algunos otros diputados de otros dos partidos, y quienes en suma llegan a una treintena. Con éstos no pudo o no quiso negociar Beltrones Rivera, y seguro serán los que por lo menos pancartas de repudio exhibirán en la asunción de Peña Nieto, en un intento por representar a esa tercera parte de la población que votó por Andrés Manuel López Obrador y que tiene la certeza, y las pruebas, de que se “compró” la Presidencia.
Pasado el 1 de diciembre, el aliado mayor de Peña deberá sacar, en mancuerna con Emilio Gamboa Patrón en el Senado de la República, las reformas, hacendaria y energética. Estos movimientos se esperan para marzo de 2013.
Pasados los tres años, seguramente aliados y amigos harán un reacomodo y cobrarán facturas.
Nota: La semana pasada en este mismo espacio se ofreció un dato totalmente erróneo, dije que el general de división retirado en 2008 y quien fuera jefe del Estado Mayor de Ernesto Zedillo durante su paso por la Presidencia de la República, Roberto Miranda Sánchez, estaba a cargo de la seguridad de Enrique Peña Nieto. No es así. Quien hoy tiene parte de la seguridad y se espera sea nombrado jefe del Estado Mayor es el general brigadier Roberto Miranda Moreno, quien por cierto fue jefe de la sección segunda del EMP cuando fue nombrado encargado de la seguridad del mexiquense. Y un dato más, cuando Miranda Sánchez era jefe del EMP con Zedillo, Miranda Moreno apenas era un coronel, quien ingresó al EMP como jefe de ayudantes del presidente, esto en 1995. Agradezco a quien me envió los datos y me hizo ver la imprecisión.
Por cierto, para la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) también se maneja, entre algunos políticos, al general Miranda Moreno como una pieza más del zedillismo. Otro puede ser el general Salvador Cienfuegos, hoy parte del Estado Mayor de la dependencia y, en tercer lugar, se ubica a quien fuera comandante de la Zona Militar de Toluca, del que aseguran es compadre de Peña Nieto y hoy anda por allá, en el sureste mexicano, encargado de otra zona militar.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
Twitter: @jesusaproceso

Obama y Peña, el próximo encuentro

Obama después del anuncio de la tormenta. Foto: AP
Obama después del anuncio de la tormenta.
Foto: AP
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La reelección del presidente Barack Obama –festejada por la mayoría de la opinión pública mundial– lo conduce a un segundo periodo en el que los problemas a resolver no serán fáciles. De inmediato debe negociar con la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, un acuerdo fiscal que permita reducir la deuda pública. De no lograrse dicho acuerdo, a partir del 1 de enero entrarán en vigor automáticamente recortes hasta por 500 mil millones de dólares que augurarían una recesión económica e innumerables descontentos.
En tales circunstancias, es difícil imaginar que Obama pueda dedicar mucha atención al encuentro con el presidente electo de México el próximo 27 de noviembre. Y, sin embargo, es un evento de trascendencia para la vida de los dos países. A pesar de sus tribulaciones, Obama deberá recibir un mensaje lo suficientemente convincente como para elevar la prioridad otorgada a México durante su primer periodo presidencial.
Los dirigentes estadunidenses raramente han tenido conciencia de la dimensión que merece su política hacia el vecino del sur. Durante años, ésta sólo adquiría importancia cuando era necesario apuntalar su estabilidad política o económica. Superado ese problema, las relaciones se dejaban a la inercia de dos países fronterizos integrándose de manera creciente. Basta ver las cifras de comercio, inversión, número de mexicanos que trabajan en Estados Unidos, turismo, cruces fronterizos, para dar cuenta de ello. No está demás recordar que se trata de una integración asimétrica en la que la parte más débil es México.
Paradójicamente, es semejante debilidad la que coloca del lado mexicano la responsabilidad de romper la orientación con que durante los últimos años se conducen las relaciones entre los dos gobiernos; presionar a favor de una relación que refleje, en la riqueza de su agenda, en el buen funcionamiento de los mecanismos de comunicación y en su nivel de cooperación, la importancia que tiene la interacción de los dos países.
Con excepción de los años en que la Comisión Binacional México-Estados Unidos reunía con periodicidad a casi la totalidad de miembros del gabinete de uno y otro lado, esa interacción no se refleja en el diálogo gubernamental. Los encuentros para fines casi exclusivos de seguridad son los que han dado el tono a la relación los últimos seis años.
Un primer encuentro como el que ocurrirá el día 27 no es la ocasión para negociar problemas específicos. Pero sí es el momento de imponer un nuevo estilo. Se trata de hacer sentir que tanto por la existencia de una frontera como por la intensidad de los vínculos existentes entre México y Estados Unidos la relación debe ser una “relación especial”, distinta y más favorable respecto de la existente con cualquier otro país. Desde luego es algo muy diferente a la relación especial que existe entre Estados Unidos y el Reino Unido; es algo singular que debe caracterizarse por el esfuerzo en identificar los intereses comunes, y por la convicción de que sólo estableciendo principios sólidos de cooperación se pueden manejar adecuadamente asuntos que son urgentes en ambos lados de la frontera.
Enrique Peña Nieto no puede perder de vista que los intereses que están en juego en la relación con Estados Unidos son decisivos para su plan de gobierno; a su vez, el sello que vaya a estampar en dicha relación tiene la mejor oportunidad de expresarse ahora, cuando se inicie su administración.
No es posible fijar metas de un Plan Nacional de Desarrollo sin tomar en cuenta la manera en que se desenvuelva la economía de Estados Unidos; no es posible trazar un plan energético de largo plazo sin saber cómo será el entendimiento con Estados Unidos en materia de hidrocarburos y energías renovables; no es posible hacer planes para el futuro de regiones expulsoras de migrantes sin saber cuál sería el contenido de la reforma migratoria en Estados Unidos, si es que llega a aprobarse; no se puede reflexionar sobre la competitividad de la economía mexicana sin saber el papel de las empresas automotrices instaladas aquí. Finalmente, no conoceremos el destino de la lucha contra el crimen organizado sin conocer la anunciada revisión de los acuerdos actuales, tanto en el marco de la Iniciativa Mérida como en el de otras agencias de seguridad estadunidenses como la DEA, la CIA, el FBI y los diversos agentes de inteligencia que asesoran y orientan las acciones para la persecución de traficantes en México.
Por lo que toca a Estados Unidos, México es su segundo socio comercial, el principal proveedor de mano de obra para diversas actividades agrícolas, de servicios, de manufacturas. Además, la importancia política de los latinos (la mayoría mexicanos) se puso de manifiesto en la última elección, cuando se convirtieron en el elemento decisivo para ganar la batalla del voto electoral en estados clave.
Esto y muchas otras razones, como la imposibilidad de cuidar las fronteras del territorio estadunidense sin contar con México, son el contexto que invita a buscar una relación más benéfica y construida sobre instituciones más firmes. Tal es la tarea de Peña Nieto en este encuentro. Además de un buen apretón de manos y una mirada que despierte simpatía, la química de la que tanto se habla, lo deseable es un discurso o intercambio de ideas breve pero muy bien construido, punto de partida para colocar la relación en un nuevo nivel de prioridad y un nuevo marco conceptual.
Con la opacidad que ha caracterizado al equipo de transición, hasta ahora sólo se ha obtenido el comentario (Reforma, 12/11) sobre un comunicado del vocero de dicho equipo informando que Peña Nieto hablará de seguridad, migración y derechos humanos (?). Esperemos que haya un propósito más amplio. En las breves palabras que el presidente electo intercambie con Obama va de por medio su legitimidad como un presidente con tamaño de estadista. ¿La obtendrá?
 

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