Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 29 de abril de 2012

Contrarrevolución: nuevo capítulo en Medio Oriente- Hollande, ¿y después?- Bajo la Lupa

Contrarrevolución: nuevo capítulo en Medio Oriente
Robert Fisk
 
        Fue mi viejo amigo jordano-palestino Rami Khouri quien primero vislumbró lo que hoy ocurre en Medio Oriente: es la contrarrevolución. Bahrein aplasta la disidencia, al igual que Siria. El siniestro Omar Solimán, ex jefe de inteligencia de Hosni Mubarak, se postula para presidente; la cancelación de su candidatura, decidida la semana pasada por un nada confiable comité electoral, bien puede ser revocada. Libia está en guerra consigo misma. Yemen tiene de regreso al hombre de confianza de su antiguo dictador. Hubo 61 muertos en una batalla entre soldados y Al Qaeda la semana pasada… en solo un día. En total, un desbarajuste tremendo.
Déjenme citar a Khouri: “En el lenguaje de Washington, una ‘crisis’ es como el amor: se puede definir como se quiera, pero se sabe cuando le ocurre a uno. Así, una revuelta popular en Bahrein en demanda de plenos derechos civiles es una crisis que debe ser aplastada por la fuerza, pero una revuelta en Siria es un suceso bendito que merece apoyo. De manera similar, este peculiar marco mental advierte contra el apoyo de Irán a los rebeldes houthis en Yemen, mientras acepta como perfectamente lógico y legítimo que Estados Unidos y sus aliados envíen armas y dinero a sus grupos rebeldes favoritos en toda la región… para no hablar de atacar naciones enteras.”
Allí tienen ustedes. Como observa Khouri, existe un nuevo grupo, llamado foro de cooperación en seguridad, que vincula a Estados Unidos con el Consejo de Cooperación del Golfo. Hillary Clinton se apersonó para asegurar a todos los estados petroleros el compromiso indeclinable y sólido como roca de su gobierno con ese consejo. ¿Dónde hemos oído eso antes? Vaya, ¿no es lo que Barack Obama siempre dice a los israelíes? ¿Y no fueron Bibi Netanyahu de Israel y el rey Abdalá de Arabia Saudita los que pidieron a Obama que salvara a Mubarak?
Y en Siria –donde los qataríes y los sauditas estaban más que dispuestos a enviar armas a los rebeldes– las cosas no van muy bien para la revolución. Luego de sostener durante semanas, hace un año, que bandas armadas atacaban a las fuerzas del gobierno, las bandas ahora sí existen y están en plena acción atacando a las legiones de Assad. Para los cientos de miles que estaban dispuestos a manifestarse en forma pacífica –aun a costa de su vida–, esto se ha vuelto un desastre. Sirios amigos míos lo llaman tragedia. Culpan a los estados del golfo de alentar el levantamiento armado. Nuestra revolución era pura y limpia y ahora es una guerra, me dijo uno la semana pasada. Les creo.
Y la violencia se acerca cada vez más a Líbano. El asesinato del camarógrafo Alí Shabaan, la semana pasada, ha estremecido a los libaneses, normalmente imperturbables. Hasta el pro sirio Hezbolá ha condenado su muerte –claro está que Shabaan, al igual que Hezbolá, era chiíta–, en tanto ciudadanos libaneses han observado que mientras las tropas sirias estaban en su frontera, las fuerzas de su propio país no aparecieron por ningún lado durante el tiroteo. Incluso, legisladores pro sirios han culpado a sus propias autoridades de seguridad por la muerte del camarógrafo.
Supongo que esta es una observación irónicamente triste, pero algunas de las primeras revoluciones en el mundo árabe no resultaron conforme al plan. Hace unos días, los argelinos celebraron el 50 aniversario de su victoria contra los franceses. La televisión francesa mostró documentales sobre la terrible lucha que costó por lo menos medio millón de vidas, películas que se pudieron ver en Argelia. Pero, ¿qué obtuvieron los árabes por aquellas batallas titánicas? Un seudodictador y una elite corrupta, una vergonzosa cifra de desempleo y suficiente petróleo para que Argelia rivalizara con Arabia Saudita… si la revolución hubiera funcionado.
La revolución de Nasser no fue precisamente un éxito rotundo; tal vez lo fue para Nasser en lo personal, pero él y sus sucesores fueron deplorables, manejaron Egipto como si fuera de su propiedad y lo llevaron a dos guerras sangrientas contra Israel. Existen indicios de que Irak podría estar ayudando a los rebeldes sirios, como hizo en tiempos de Saddam Hussein, cuando éste y Hafez Assad, el padre del actual presidente, se detestaban. Y ahora, cuando ya no hay estadunidenses a quienes atacar, militantes sunitas dentro de Irak han declarado la guerra a Irán.
Si esto parece un horizonte pesimista, pues que lo sea. Sospecho que el despertar árabe estará todavía en proceso cuando todos hayamos muerto de viejos. Pero a la larga, creo, habrá verdadera libertad en Medio Oriente, sí, y dignidad para todos sus pueblos, y un asombro en la próxima generación de que sus padres y abuelos hayan tolerado a dictadores durante tanto tiempo. Y preguntarán qué fue de sus padres y abuelos desaparecidos.
Digo esto porque un valiente grupo de mujeres se reúne día con día en Beirut para recordar a sus seres queridos –libaneses y palestinos, todos hombres–, que fueron sacados de sus casas o secuestrados en las calles en los largos años de dominio sirio en Líbano. Muchas hicieron el extenuante viaje hasta Damasco atraídas por falsas esperanzas de intermediarios que querían sobornos, pero han mantenido su fe intacta. El diario libanés L’Orient-Le Jour lleva una columna semanal con los nombres de todos los desaparecidos.
Samia Abdalá espera a su hermano Imad, combatiente de Fatah desaparecido en 1984, cuando tenía 20 años. Fatme Zayat quiere que regrese su hijo; ambos llevan 27 años desaparecidos. Afife Abdalá busca a siete miembros de su familia. Adele Said el-Hajj espera a su hijo, Alí, arrestado por los sirios en 1989: hace 23 años.
La guerra civil libanesa terminó en 1990; miles siguen desaparecidos. El mes pasado marcó el 37 aniversario de su principio. En aquel tiempo algunos libaneses afirmaron que era una revolución.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya

Hollande, ¿y después?
Guillermo Almeyra
 
        Lo más probable –aunque, por supuesto, la seguridad matemática no se aplica a la política– es que François Hollande, el candidato del Partido Socialista francés, sume el 6 de mayo a su 28.8 por ciento casi todos los votos de Jean-Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda, que logró el 11, más los dos puntos de los ecologistas, otro punto de la extrema izquierda, un tercio del ocho por ciento que tuvo el centroderechista Bayrou y un quinto del 18 por ciento que votó por la extrema derecha para protestar contra la crisis y contra Nicolas Sarkozy. Eso le daría al socialdemócrata, si votase la misma cantidad de electores que en el primer turno, un piso de entre 47 y 48 por ciento de los votos, contra 44-45 para el presidente saliente. Según las matemáticas, sería suficiente para ganar. Por un pelo y con una Francia dividida en dos, pero ganar.
Pero las elecciones no son más que un termómetro. Lo que importa realmente es la evolución del enfermo. Ahora bien, por un lado, Francia está sumamente integrada en la Unión Europea y sufre demasiado la crisis general del sistema capitalista como para que un gobierno socialdemócrata pueda modificar mucho la economía del país y su orientación. Por consiguiente, difícilmente Hollande podrá cumplir sus promesas de ruptura con la política del dúo Sarkozy-Merkel, a pesar del mandato antiBruselas que le dio el electorado (por eso, entre otras cosas, los grandes patrones franceses no lo atacan ni apoyaron a Sarkozy y están a la espera). Cuando mucho, su eventual victoria debilitará a la derecha en Alemania misma, dificultará la política de la Unión Europea. y le permitirá a su gobierno adoptar alguna medida sobre la creación de empleo y sobre el control a la especulación financiera. Pero no será nada que se parezca al cambio prometido.
Sin embargo, quienes apoyaron a Mélenchon y podrían hacer posible el triunfo del socialdemócrata que repudian, no entrarán en su gobierno y exigirán ese cambio, así como la VI República, desde afuera del mismo mediante movilizaciones y luchas. Los votos son todos iguales en las urnas, pero el sufragio de los que pueden hacer huelgas, manifestaciones y ocupar los centros de trabajo pesa más que el de la polvareda social conservadora y reaccionaria que apoya a la derecha. Las movilizaciones sindicales podrían arrastrar contra el capital, incluso, a una parte de los trabajadores y los jóvenes que votaron por Marine Le Pen buscando una propuesta radical contra el sistema de los ricos.
La oposición de izquierda radical podría ganar así parte de la oposición de derecha que, a partir de ahora, no estará dirigida por Sarkozy sino por Marine Le Pen, porque el primero ahora depende de la segunda. En esa oposición de derecha dura, dada su composición, surgirá probablemente un ala social antisistema y los propiamente fascistas, en cambio, provocarán un efecto de rechazo en la derecha conservadora sarkozista.
Además, no existe sólo la división de Francia entre dos partes de densidad y peso desigual, o sea, la derecha, con el gran patronato y los factores de poder más una difusa y dispersa base conservadora, y la izquierda, formada por las organizaciones tradicionales –sindicatos, partidos, ligas sociales–, más la juventud con empleos precarios, los estudiantes, los empleados. Hay, en efecto, una división de clases entre ambos bloques, pero esa lucha social interactúa con la lucha nacional y descolonizadora de millones de inmigrantes que no votan, pero que son esenciales para la producción, pueden hacer huelgas y además tomar de hecho los barrios pobres, Dependerá de la izquierda real reorganizar una parte del electorado del Frente Nacional y también una buena parte que es racista al revés por repudio al racismo blanco y rechaza la política, de los esclavos de color.
Las elecciones destaparon la Francia profunda –votó más de 80 por ciento del electorado– y pusieron en movimiento al país que, como siempre, da su impulso a toda Europa. ¿Qué hará el capital ante un eventual gobierno de Hollande? ¿Emigrará? ¿Saboteará? ¿Cuáles podrían ser las resistencias a esa reacción? ¿Qué salto dará el nivel de conciencia en un país donde, como en Italia o España, se han multiplicado los suicidios de trabajadores provocados por la sensación de impotencia ante la crisis? Hasta ahora, ha habido cortas ocupaciones de fábricas, pero ninguna trabajó en autogestión obrera. ¿Los ejemplos griego y argentino se repetirán en Francia, donde los obreros son más viejos, están menos sindicalizados y están más divididos, incluso desde el punto de vista de su origen nacional y su lengua? Las respuestas a estas preguntas no están en los escrutinios del segundo turno, aunque éstos –si ganase Hollande– las harían posibles.
El eje de la situación francesa pasa por la evolución del Frente de Izquierda. Ésta tiene como principal componente el viejo Partido Comunista, conservador y propenso al oportunismo para mantener representaciones municipales. El mismo presionará para semintegrarse en el gobierno de Hollande. Los aparatos sindicales, a su vez, son conservadores. Mélenchon dirige el Frente con mano dura. Los revolucionarios anticapitalistas de Izquierda Unida, que rompieron con el agonizante Nuevo Partido Anticapitalista por el sectarismo del mismo ante el Frente de Izquierda, tienen como principal preocupación arrastrar hacia ese Frente a buena parte de los que en su viejo partido (el NPA) ven a éste como inútil y hasta nocivo. El Frente de Izquierda, por consiguiente, es todavía un mosaico de piezas discordantes y mal pegadas, muchas de las cuales se juntaron sólo por las elecciones. Para que pueda ser un organizador de las luchas debe depender menos de la retórica patriótica y republicana y más de la autorganización de los trabajadores. La cuestión del programa pasa así a primer plano porque el mismo seleccionará los dirigentes y podrá dar –o no– una base para la organización de una izquierda anticapitalista en Francia.

Bajo la Lupa
El sexenio Repsol de Calderón: ¿quién controla(rá) el gas shale de México (tercera reserva global)?
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Jóvenes participan en el acto de respaldo al gobierno argentino por la expropiación de YPF, efectuado el viernes pasado en Buenos AiresFoto Xinhua
 
        Antecedentes: desde hace cinco años alerté sobre la Aznarización de Repsol: desastre en Sudamérica y ganga en México (Bajo la Lupa, 26/12/07): “el aznarismo, es decir, el fundamentalismo intervencionista neoliberal fiscalista español […] constituye el suicidio (sic) de España, lo cual empieza a permearse con una de sus principales trasnacionales en Latinoamérica, la prácticamente quebrada petrolera y gasera Repsol que empieza a sufrir las consecuencias de la triple debacle neoliberal global”, al unísono del inminente derrumbe inmobiliario español. Se cumplió nuestro vaticinio al pie de la letra. Por lo visto, nadie lee en el gobierno calderonista que resultó un vulgar sexenio Repsol.
Como si nadie en México supiera comprar o vender gas, gracias a los auspicios de la dupla Calderón/Mouriño, la rama peruana de Repsol vendió gas natural por 6 mil millones de dólares a su matriz Repsol, que a su vez lo revendió trianguladamente a México (CFE) en 21 mil millones de dólares: ¡una ganancia circular exorbitante de 15 mil millones de dólares! En ese momento Repsol había sido expulsada de Argelia (acaba de serlo de Argentina; Bajo la Lupa, 22/4/12) y se encontraba por enésima vez al borde de la insolvencia cuando apareció la providencia energética de Calderón.
Las cantábricas Iberdrola y Gas Natural Fenosa (dominada bursátilmente por Repsol) controlan 30 por ciento de la generación privada de electricidad de CFE.
Gastón Pardo, solvente corresponsal de la Red Voltaire, expuso cómo Repsol y los bancos españoles se encuentran en la retaguardia del engaño a México gracias a Calderón, a quien acusó desde hace cuatro años de maniobrar para la privatización de Pemex mediante su colusión con Repsol (elecodelospasos.net, 21/2/08).
Como fugaz secretario de Energía (duró ocho meses), Calderón entregó la explotación del gas natural de la cuenca de Burgos a… ¿adivinen a quién?: ¡Repsol!
Inter Press Service (27/4/12) expone que Repsol ha recibido un trato preferencial (¡supersic!) en México reflejado en dos grandes contratos para explotación y abastecimiento de gas. Una de esas concesiones la obtuvo en 2003 como única (sic) candidata para explorar y perforar un yacimiento de gas en la cuenca de Burgos (nota: la mayor reserva de gas natural de México situada en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, asignada a la empresa radicada en España a un precio de ganga por 2 mil 437 millones de dólares); el otro contrato es el acordado en 2007 con CFE para proveer de gas natural licuado a sus plantas de las zonas centro y oeste de México. Corre la broma entre mis amigos catalanes que en la Guía Repsol de sus restaurantes recomendados, el platillo favorito es el bocadillo Calderón.
Tras la privatización maquillada del gas natural por el sexenio Repsol, ¿quién controla(rá) el gas shale (gas de esquisto) de México?
Hechos: la extracción del gas shale por “fractura hidraúlica (fracking)” de rocas profundas en el subsuelo con grandes cantidades de agua (¡supersic!) provoca terremotos (¡supersic!), como sucedió en Ohio y Oklahoma (Scientific American, 4/1/12; CBC News, 17/4/12).
El documental Gasland, de Josh Fox, exhibe el impacto depredador del fracking: de alcances profundos en la opinión pública mundial, como Inside job, de Matt Damon, quien desnudó la corrupción de los académicos de las insignes universidades de EU, quienes ocultaron los fraudes de Wall Street que ocasionaron la crisis global.
La angustia mundial crece cuando Francia y Bulgaria han prohibido el fracking.
Los científicos (sic) y académicos (sic) de EU, pecuniariamente muy bien lubricados por las trasnacionales petroleras/gaseras, con tal de beneficiar al depredador “lobby energético”, ¿serán capaces de escamotear los hallazgos incontrovertibles sobre los sismos que causa el fracking?
En un país geológicamente proclive a los sismos y con el trauma del temblor de 1985 a cuestas, como México, ¿no es arriesgado a finales del sexenio Repsol lanzarse a ciegas a la explotación del gas shale con el fin de alimentar la rapiña de trasnacionales ecocidas?
Hoy en EU más de la tercera parte de la producción de gas natural pertenece al gas shale y se calcula que en 20 años alcanzará la mitad.
La Administración de Información de Energía (de EU) considera que el gas shale puede incrementar en 40 por ciento el gas técnicamente recuperable del mundo, lo que marcaría un dramático giro estratégico de EU que pasaría de ser importador de petróleo (para depender menos de Medio Oriente) a exportador del gas shale.
Sylvia Pfeifer, de The Financial Times (22/4/12), aduce que el gas shale reconfigura la geopolítica (¡supersic!) al influir en las decisiones de inversiones de las empresas nacionales (¡supersic!) e internacionales que han gastado miles de millones de dólares adquiriéndolo en América del Norte (sic).
Hasta donde me quedé, la única petrolera nacional todavía de América del Norte es Pemex (muy sui generis, porque se encuentra bajo el doble control trasnacional/geopolítico desde hace mucho). Se infiere que en la fase terminal del sexenio Repsol, Pemex ya tiene línea respecto al gas shale.
En el ranking de los 10 primeros países en reservas de gas shale, medido en billones (trillones en anglosajón) de pies cúbicos (bpc), México ocupa un asombroso tercer lugar mundial: 681 bpc, detrás de China (mil 275, primer sitio) y Argentina (774, ¡segundo!; de allí la guerra del gas con Repsol, Bajo la Lupa, 22/4/12), y antes de Sudáfrica (485, cuarto), EU (482, quinto), Australia (396, sexto), Canadá (388, séptimo), Libia (290, octavo; ahora se entiende la guerra de la OTAN), Argelia (231, noveno) y Brasil (226, décimo).
El tripartito TLCAN norteamericano (mil 551 bpc) viene en segundo lugar detrás de los BRICS quienes ostentan las mayores reservas de gas shale del mundo (mil 986 bpc, sin contar las reservas de Rusia e India).
Conclusión: Pfeifer arguye que los apologistas del gas shale tienen que demostrar en forma concluyente (sic) que sus beneficios superan cualquier costo ambiental (¡supersic!) cuando enfrentan a los activistas del cambio climático, quienes se oponen al mayor uso de hidrocarburos y no faltarán muchos gobiernos –entre quienes, por lo visto, se encuentra el crepuscular sexenio Repsol de Calderón– que harán caso omiso de los riesgos humanos con tal de conseguir la enorme promesa de una energía independiente y barata con creación de empleos. ¿Independiente y barata para quien, cuando su costo telúrico, ambiental y geopolítico es colosal?
Dejo en el tintero la entrega ignominiosa por uno de los peores congresos apátridas de la historia nacional (y quizás mundial) de los hidrocarburos de Pemex en el Golfo de México –el famoso tesoro–, mediante el engaño jurídico de la explotación conjunta de los yacimientos transfronterizos, lo cual, según CNN/Expansión (“México y EU van por el ‘tesoro’ del Golfo”; Edgar Sigler, 22/2/12) que arrojarían un mínimo de 5 billones de dólares, equivalentes a 4.3 veces el PIB nominal (¡supersic!) de México: una privatización de facto, que no se atreve a pronunciar su nombre, del sexenio Repsol de Calderón.

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