Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 22 de abril de 2012

Salir cojeando de Afganistán- Argentina: ¿«Malvinas jurídicas», “corralito 2” y «guerra del gas»?- Sobre Repsol y el autoabastecimiento energético-

Bajo la Lupa
Argentina: ¿Malvinas jurídicas, “corralito 2” y guerra del gas?
Alfredo Jalife-Rahme
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Muestras de apoyo a la mandataria argentina en calles de Buenos Aires, el martes pasadoFoto Xinhua
       Antecedentes: desde hace casi cinco años adelanté la expulsión de Argentina de Repsol, una de las peores empresas privadas del mundo, en similitud a su destitución en EU (¡supersic!), Argelia, Bolivia, Venezuela, etcétera: La retirada de Repsol de América Latina (AL) parece haber iniciado (Bajo la Lupa, 26/12/07). Once días antes de la renacionalización comenté: España, en defensa de Repsol, está dispuesta a entablar un juicio en contra del gobierno argentino en las cortes internacionales, algo así como unas Malvinas jurídicas. ¿Y quién defiende a los argentinos? (Bajo La Lupa, 4/4/12).
Hechos: Repsol y el gobierno español de Mariano Rajoy se encuentran a la caza de Argentina como si fuera elefante, en similitud al barbárico aniquilamiento de paquidermos africanos por su anacrónico rey.
John Gapper, de The Financial Times (19/4/12), desestima las fanfarronadas de Antonio Brufau, director de Repsol, y de Calderón: Argentina sabe que tales desplantes probablemente son falsos (sic), ya que la probabilidad de que sea castigada son mínimas. Gapper vaticinó erróneamente que “ninguna (¡supersic!) petrolera occidental importante (sic) aportará capital y tecnología para desarrollar el pletórico descubrimiento de gas bituminoso (shale gas) en Vaca Muerta”: la tercera reserva más grande del mundo detrás de las de China y EU.
¿Detrás de la renacionalización se encuentra la guerra del gas (Forbes, 17/4/12), por la captura de los riquísimos yacimientos de Vaca Muerta?
La reacción de Estados Unidos (EU) ha sido discreta en comparación a las jeremiadas de Calderón, quien parecía grotescamente el dueño victimizado de Repsol.
La diatriba de The Economist (20/4/12) expone la vulnerabilidad geofinanciera y el peligro de fuga de capitales de Argentina. Las opciones de la Unión Europea (UE) son limitadas (The Financial Times, 19/4/12).
A España se le pasa por alto que se encuentra al borde del precipicio financiero. Con o sin la renacionalización de YPF, los capitales españoles en AL han emprendido la nada graciosa fuga para rellenar los agujeros negros de su atribulada banca y su desfalleciente economía.
También España soslaya que los BRICS pueden acudir al rescate de Argentina, muy vulnerable en geofinanzas, cuando hasta ahora la empresa china Sinopec y la brasileña Petrobras están interesadas en llenar el lugar vacante de Repsol en YPF.
No hay que menospreciar el poder de represalias de Argentina, que puede renacionalizar bancos, telecomunicaciones y otras firmas energéticas españolas.
De las exportaciones de Argentina (50.7 por ciento en productos agrícolas) 21.2 por ciento está destinado a Brasil, 16.4 a la UE-27, 8.5 a China, 6.6 a Chile y 5.4 a EU. La salida de la UE-27 puede ser compensada por los BRICS (y en un descuido hasta por Irán y los países árabes, debido a sus necesidades agrícolas apremiantes).
De las importaciones de Argentina (84.3 por ciento manufactura) 31.3 por ciento proviene de Brasil, 17.3 de la UE-27, 13.5 de China, 10.8 de EU, y 32 de México (¡supersic!). Aquí la UE-27 se flagelaría y México saldría dañado, lo cual beneficiaría a Brasil y a China.
No cundirá la iranización de Argentina ni un “segundo corralito” (cuyas consecuencias del primero perduran 11 años después) ni una segunda Guerra de las Malvinas en nombre de Repsol y de España.
No existe mucha solidaridad con Repsol y España cuando las tres principales petroleras de EU –Chevron, ExxonMobil y ConocoPhilips– es probable que sustituyan a Repsol, al unísono de Petrobras (Bloomberg, 20/4/12).
Tampoco del lado europeo existe mucha cohesión cuando la francesa Total y las inglesas Andes Energía y President Petroleum “anunciaron incrementar sus inversiones (Tiempo, 19/4/12). Dudo que las depredadoras Schlumberger y Halliburton se salgan de Argentina.
Aun quien solamente le faltó privatizar el aire de Argentina, el hoy senador Carlos Menem, vilipendiado entreguista de YPF, aplaudió su renacionalización 20 años después: Estamos en otra época totalmente distinta. Los tiempos cambian. Cambió el escenario. ¡Tesis de Bajo la Lupa!
Esto no es un capricho, sino una tendencia estructural en el globo. No es lo mismo xeno-privatizar en el paroxismo de la globalización financierista del caduco orden unipolar que restatizar durante la decadencia del G-7 y del inicio del nuevo orden multipolar.
¿No estará España involuntariamente abriendo a sus aliadas petroleras anglosajonas y a los BRICS las puertas de par en par de Argentina, tercera economía de AL, superpotencia agrícola y miembro del G-20?
Conclusión: la bondad y/o malignidad, según el caso, entre la xeno-privatización (extranjera) y la estatización de los hidrocarburos es un falso debate vulgarmente maniqueo y lineal. La privatización nacional puede ser exitosa en EU y Gran Bretaña –medible en superlativos ingresos y en control geopolítico global– donde existe una circularidad histórica entre lo público y lo privado: consustancial a la cultura de los fundadores cuáqueros y del calvinismo individualista de EU que exige una responsabilidad social empresarial con una exagerada aversión al socialismo (equiparable a un exorcismo).
AL exhibe una cultura católico/guadalupana, donde la xeno-privatización (y/o nacional y/o mixta con prestanombres triangulados), equiparada a la etapa de saqueo colonial, no goza de resultados plausibles ni de buena fama y cuyos excesos depredadores suelen ser atemperados por la regulación estatal que evocan el bien común y la solidaridad. En forma anómala, Pemex, en apariencia una empresa paraestatal (hoy socia esquizofrénica de Repsol), desde hace mucho se encuentra bajo el control geopolítico/geofinanciero ajeno.
En síntesis: en los países anglosajones lo privado y lo público van de la mano, sin soslayar el control geopolítico de los hidrocarburos, mientras que en AL existe una fractura histórica entre lo privado y lo público cuando las xeno-privatizaciones la han privado de su control geopolítico. De allí que la implementación de la xeno-privatización (maquillada de nacional o mixta; menos cuando se carece de una banca nacional) en AL no signifique lo mismo que en los países anglosajones, quienes fomentan el modelo neoliberal más acorde a sus beneficios geopolíticos: lo contrario de AL donde el neoliberalismo le controla geopolítica y geofinancieramente de facto. Lo trascendente radica en el control geopolítico de los hidrocarburos, más allá de su xeno-privatización y su estatización. El gravísimo error de Argentina no fue la privatización per se (aberrantemente autoflagelante y catastrófica), sino su falta de control geopolítico y su desacoplamiento tanto con sus necesidades energéticas domésticas (que le obligaron absurdamente a convertirse de exportador a importador, pese a sus pletóricas reservas) como con su planeación estratégica, cuando Repsol operó durante 20 años en forma centrífuga a los intereses nacionales de Argentina que se volvieron contrarios a los de España. De igual manera, la restatización de YPF no resolverá nada si no concreta el control geopolítico de sus hidrocarburos acoplado a una planeación estratégica para el bien común. That is the name of game.
 Sobre Repsol y el autoabastecimiento energético-
Guillermo Almeyra
       Primero, los hechos. Repsol no es España sino una multinacional petrolera con capitales españoles minoritarios, pues la mayoría está en manos de capitalistas de otros países, que –con la participación de la mexicana Pemex– abarcan más de 51 por ciento de las acciones. Además, es tan poco española que evade impuestos en España y está registrada en paraísos fiscales. Pero los aullidos del gobierno de Madrid (y de la Unión Europea), así como la reacción de todos los capitalistas (y de Calderón y los candidatos del PAN y del PRI, que quieren privatizar Pemex), demuestran que se identifican con los monopolios y el capital financiero y no toleran medidas legales que consideran chavistas.
Ese griterío es un reflejo preventivo. En efecto, todas las empresas (de servicios o bancarias) con mayoría de capitales españoles en Argentina no sólo aportan muchas más ganancias que sus casas matrices ibéricas sino que logran estas superganancias porque depredan y no invierten en el país ni renuevan el material desde hace décadas, cuando el peronismo menemista privatizó todas las empresas de interés nacional vendiéndolas por casi nada. Argentina ya estatizó Aerolíneas Argentinas, que había sido destruida por Iberia y por el grupo Marsans, y exige ahora de las empresas telefónica y de electricidad un servicio eficiente que éstas se niegan a dar pues prefieren mandar sus ganancias a España en vez de reinvertirlas. De ahí que, viendo lo de YPF, pongan sus barbas en remojo.
El gobierno de Cristina Fernández no fue picado por ningún tábano nacionalista. La misma presidenta, cuando era senadora en los años 90, presentó un proyecto de ley para privatizar el petróleo. Ella y su marido aprobaron la política privatizadora de Menem, el ingreso de Repsol en YPF y la peligrosa fragmentación del control nacional del petróleo, que pasó a manos de las provincias extractoras. Además, durante muchos años el kirchnerismo no dijo nada sobre el carácter depredador de la empresa petrolera privada; es más, lo reforzó permitiendo que un grupo de sus amigos capitalistas –el grupo Petersen (de la familia Eskenazy)–, sin poner un peso propio comprase un importante paquete de acciones con crédito público y, hasta el año pasado, Cristina Fernández de Kirchner anduvo del brazo con Repsol.
La presidenta que regala a la depredadora gran minería estadunidense-canadiense los recursos andinos y permite a cuatro monopolios soyeros trasnacionales poner en riesgo suelos y agua y amenazar los cultivos alimenticios, y que concede una base en el Chaco a Estados Unidos, no es, precisamente, un modelo de nacionalismo. Si ahora se viste de blanco y celeste y se pone el bonete frigio, tanto en el caso de las Malvinas como en el de YPF, es por el agravamiento de los efectos de la crisis mundial sobre la economía dependiente argentina y por la necesidad de responder a la creciente agitación social (el año pasado hubo más movilizaciones y paros que en 2001).
Entendámonos: las Malvinas son argentinas y el reclamo es legítimo. Lo ilegítimo es que una causa justa sea utilizada para tapar y poner en segundo plano la imposibilidad de mantener los subsidios a los servicios y la canasta básica, de resolver el desastre del sistema ferroviario o de hacer aceptar el intento de congelar virtualmente los salarios al proponer un tope de aumento por debajo de la inflación real.
YPF, por supuesto, debe ser un instrumento para el desarrollo nacional, nunca debió ser privatizada como lo fue con los gobiernos peronistas de Menem y de Néstor y Cristina Kirchner. Si ahora ésta expropia las acciones de Repsol y construye una empresa privada con control del Estado es porque la factura de la importación energética llegó a ser casi igual al excedente argentino en la balanza comercial y continuaba creciendo, ya que Repsol no exploraba ni explotaba nuevos yacimientos ni reinvertía sus enormes ganancias.
Repsol sigue siendo una empresa mixta, ahora con mayoría de capital estatal y todavía con participación importante de capitalistas privados. No ha sido convertida en empresa estatal ni desprivatizada, como sugiere tanto la prensa española como la argentina. La acción, aunque tardía, parcial e insuficiente, es necesaria y debe ser apoyada. Sin embargo, para que YPF funcione bien hay que tener los capitales necesarios para explorar y explotar nuevos yacimientos de gas y de petróleo, hay que tener los técnicos y las técnicas que potencien la producción y la refinación, porque la relativa mejoría económica en los últimos años hizo crecer el consumo domiciliario y las necesidades energéticas. El autoabastecimiento energético no se logrará en un día. Además, Argentina tiene reservas petroleras pero cuya extracción es muy costosa, y dañina para el ambiente, y además sus necesidades serán cada vez mayores.
Otras son, pues, las soluciones. En primer lugar, Repsol causó daños por acción u omisión. No hay que pagarle nada, ni los 10 mil millones de dólares que pretende ni los que podría pagar el gobierno. Ese dinero debería volcarse a la exploración y explotación petrolera recurriendo a los conocimientos y capacidades de todos los petroleros expulsados por la privatización de YPF. Al mismo tiempo Argentina debería buscar una integración energética con el resto de los países latinoamericanos, compensando con la cooperación industrial las diferencias que puedan existir en las cuentas de importación-exportación de combustibles y establecer el control de cambios y el monopolio del comercio exterior para no dejar a éste en manos de las grandes empresas extranjeras y para evitar la fuga de capitales, El patrioterismo es el argumento de los canallas para engañar imbéciles. Que los siervos en España del gran capital lo esgriman para ocultar su crisis y la desocupación. En Argentina, por el contrario, el consenso necesario para anular las contramedidas del gran capital se debe lograr diciendo la verdad y actuando con firmeza.

Salir cojeando de Afganistán
Immanuel Wallerstein
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Un soldado estadunidense inspecciona un campo afgano de amapolaFoto Reuters
        Los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos parecen tratar de gritar más fuerte que el otro en lo que concierne a Irán, Siria, e Israel/Palestina. Cada uno de ellos alega que hace más por respaldar los mismos objetivos. ¿No resulta entonces extraño que al momento no haya tal contienda verbal en lo que concierne a Afganistán?
No hace mucho fuimos testigos del mismo juego demócrata-republicano en torno a Afganistán. ¿Cuál era el partido más macho? Recuerden el concepto de que una oleada de tropas podría ganar la guerra, un concepto que el presidente Obama abrazó en su discurso ante la academia militar estadunidense en diciembre de 2009. Ahora, repentinamente, desde marzo de 2012, parece haberse convertido en un tema que nadie quiere impulsar en voz demasiado alta.
Hay explicaciones simples. En la guerra más larga que Estados Unidos ha emprendido, la guerra en Afganistán, tiene muy poco de valioso que mostrar. El enemigo designado, los talibanes, constituyen una fuerza con mucha capacidad de recuperación, particularmente en áreas pashtunes, por supuesto, que juntas constituyen la zona étnica más grande del país.
Estados Unidos, casi con una mano, impuso a Hamid Karzai, un pashtún, pero no un talibán, como presidente de Afganistán. Karzai no era, no es, apreciado por líderes de las otras zonas étnicas en el norte y el occidente del país, que han intentado derrocarlo por años. Estos otros grupos encuentran respaldo en algunos poderes externos: Rusia, Irán e India, todos ellos decididos, al igual que EU, a impedir el retorno del poder de los talibanes. Pero Estados Unidos no va a trabajar con Irán, duda de si lo hará con Rusia y no parece coordinarse con India.
En febrero de 2012, algunos Coranes fueron quemados por soldados estadunidenses, lo que condujo a violentas protestas públicas en Afganistán. Luego 16 niños mujeres y hombres fueron masacrados por un soldado estadunidense. Estados Unidos se disculpó por ambos acontecimientos, pero eso a penas calmó la tormenta. El 18 de marzo, el presidente Karzai denunció a los estadunidenses en Afganistán como demonios involucrados en actos satánicos. Dijo que Afganistán estaba acosado por dos demonios –los talibanes y los estadunidenses.
El New York Times citó a un diplomático europeo anónimo: Nunca en la historia ha gastado tanto dinero una superpotencia, ni ha enviado tantas tropas a un país con tan poca influencia sobre lo que dice y hace su presidente.
Tratando de salvaguardar su posición un poco, EU comenzó a retirarse. En febrero el secretario de la Defensa, Leon Panetta, dijo Estados Unidos se retiraría de su rol de combatiente no hacia finales de 2014 como se planeó originalmente, sino a mediados de 2013. A principios de abril, fue más allá. Anunció que entregaría el control de las misiones con operaciones especiales (como el uso de drones y ataques nocturnos) a fuerzas afganas. Las tropas de EU ahora jugarían un rol sólo de respaldo.
El primer ministro afgano Zalmai Rassoul no sonaba agradecido al anunciar que, una vez que las tropas estadunidenses y de la OTAN se fueran en 2014, Afganistán no permitiría que su territorio se convirtiera en plataforma de ataques con drones contra Pakistán.
Los paquistaníes asestaron un jab a Estados Unidos. El 12 de abril, el parlamento aprobó unánimemente una lista de condiciones para mejorar las relaciones Estados Unidos-Pakistán y reabrir las rutas de abasto de la OTAN a Afganistán. Entre las condiciones incluyeron el cese a los ataques con drones en territorio paquistaní y una disculpa incondicional por matar a 24 soldados paquistaníes en un ataque aéreo de la OTAN en noviembre de 2011. Estados Unidos se resiste a estas condiciones. Pero dado que ahora es clara la divergencia en los objetivos de política de Estados Unidos y Pakistán con respecto a Afganistán, no queda claro que EU pueda ganar.
El 4 de abril, Lawrence Korb, secretario adjunto de Defensa en el gobierno de Reagan, publicó un artículo: Es tiempo de permitirle a Karzai que nos saque a patadas. Korb argumentó que desde 1945 Estados Unidos ha sido mucho mejor para empezar guerras que para terminarlas satisfactoriamente. Apuntó lo que consideraba una pérdida innecesaria de vidas en los últimos dos años de las guerras de Corea y Vietnam.
La excepción, argumentaba, era Irak, donde Estados Unidos se retiró porque el primer ministro iraquí Nouri Al-Maliki no dejó opción. Y vitoreó: En Irak el gobierno estadunidense tuvo suerte. Su conclusión: Justo como Al-Maliki nos forzó a hacer lo correcto, debemos permitirle a Karzai asumir el control del país tan pronto como quiera”. Korb es una analista republicano conservador, que piensa que Estados Unidos obtiene una máxima ventaja por ser forzado a retirarse de Afganistán lo más pronto posible.
Korb no está solo. La encuesta del Washington Post/ABC News del 12 de abril, muestra que sólo 30 por ciento de la población dice que la guerra vale la pena lucharla, y es más notable que, por vez primera, una mayoría de republicanos concuerde en que no vale la pena. Dos cosas están ocurriendo en términos de la opinión pública. Primero, los afganos no parecen saludar los esfuerzos estadunidenses ni sus pérdidas militares. Más bien lo contrario. El machismo está cediendo lugar en EU ante la postura de una retirada después del rechazo. Además, los costos de la guerra son astronómicos en un momento en que Estados Unidos, y particularmente los republicanos conservadores buscan reducir gastos drásticamente.
Mi predicción: Obama seguirá el consejo de Korb.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein

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