Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 27 de abril de 2012

¿Viene una guerra preventiva de Estados Unidos?- Un poco de autocrítica no haría mal- Emirato o república

¿Viene una guerra preventiva de Estados Unidos?
Jorge Carrillo Olea
 
       Se hizo tarde. Estados Unidos, quizá por razón de sus elecciones, fue tolerante o calculador del momento. De una u otra manera éste parece que llegó. Llegó el momento de meter mano a lo que pasa en México. Indicios: la declaratoria de hace unos meses de que éramos un alto riesgo sólo fue la primera alerta. La segunda fue esa serie de visitas indicativas de que algo había llegado a un extremo: la señora Napolitano, el director de la CIA, el subsecretario de Defensa, el jefe de la mayoría de la Cámara de Diputados con seis de ellos, el vicepresidente Biden.
No fue ninguna coincidencia: con ellos no existen. Todos con su propio discurso emitieron el mismo mensaje: estamos muy preocupados por México. Se acuñaron los rubros de delincuencia de alta intensidad (HID) y “organizaciones criminales trasnacionales (TCO). Vale recordar que una guerra no es sólo una acción militar o policiaca. No militares hay guerras políticas, comerciales, financieras, sicológicas, mediáticas, subversivas, etcétera. ¿Cuál se nos podría aplicar?
Históricamente ante sus ojos nuestro país ha evolucionado de ser su patio trasero a vecino incómodo, y de ahí, a ser peligro para su seguridad interior. El vecino que está negado a poder manejar su destino. No lo tolerarán. Ellos tienen muy clara su identidad histórica, su ser actual y su proyecto. No tolerarán amenazas desde su indefendible frontera sur. Ya les son inquietantes a grado extremo la invasión migratoria y la criminal.
Les angustia cómo el crimen pequeño, mediano y mayor de origen mexicano se adueña de sus ciudades. Ellos tienen una definición histórica de vida y no claudicarán: el Destino Manifiesto. En esta definición no cabemos, no tenemos espacio. Ellos se encargarán de que no estorbemos. Otro día fue la apropiación territorial, hoy hay otras formas de imposición, de sojuzgamiento.
La definición de Destino Manifiesto, de mediados del siglo antepasado (John L. Sullivan, Democrat Review, julio de 1845), que tenía también en la mira al Oregon inglés, revela toda una doctrina expansionista que coincidió con una falta de reciedumbre del naciente Estado mexicano. Si es cierto que fuimos despojados, es también verdad que no éramos aún un pueblo consolidado capaz de gobernarse.
Lo lamentable de la revisión histórica es que, cambiadas las circunstancias, hay que aceptar que no hemos evolucionado lo suficiente. Un día esto se vio con el apoyo estadunidense a Madero y Villa durante la primera revolución y después mediante la sanguinaria intrusión de Henry L. Wilson, que generó un cambio de régimen y la segunda revolución. John Gavin instrumentó terribles presiones ideadas por Reagan para condicionar al México que recién entraba en la narcopolítica. Hay que recordar que nos amenazaron con cerrar la frontera y aplicar en noviembre de 1986 la ley Simpson Rodino y expulsar a más de 2 millones de indocumentados. Hoy somos igual de endebles.
La derecha estadunidense sigue siendo anti México y lo será peor en el futuro previsible. Nos desprecian. Les éramos incómodos, hoy les asustamos por nuestra falta de madurez, de reciedumbre y eficacia como país para manejar un porvenir que tanto les afecta. Nos estudia la CIA (The CIA handbook for Mexico), nos estudian centros especializados del Woodrow Wilson Center o la Georgetown University. El Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos (US Army War College), el Centro de Estudios para la Defensa Hemisférica (CHDS) pertenecientes a esa cumbre académica que es la Universidad de la Defensa Nacional (US National Defense University), y el Centro de Estudios Avanzados sobre Terrorismo (CAST), afamado think tank cuya misión es auxiliar al gobierno y al público a entender la naturaleza y magnitud de las amenazas terroristas contra Estados Unidos y formular respuestas.
Ante el entorno internacional México bajo ninguna circunstancia podría presumir de estar cohesionado. No en ningún campo. Menos en el que coyunturalmente más les interesa que es el binomio: política-seguridad y justicia-fuerzas del orden. La calificación no nos da, es muy baja, y con ella se concreta la legitimidad de sus temores. Entonces, ¿cuál será la versión actualizada de los designios de Polk y Poinsett, de la Guerra de Texas, de la invasión de 1847, del cañoneo a Veracruz y la Decena Trágica? Las elecciones estadunidenses de noviembre parecerían ser un détente. ¿Y después? No podemos descartar cualquier forma novedosa de guerra preventiva.
Un poco de autocrítica no haría mal
Gilberto López y Rivas
 
        Edmilson Costa, secretario de relaciones internacionales del Partido Comunista Brasileño, escribe un afilado artículo reproducido en Rebelión (18 de abril del 2012), titulado Una crítica a los posmodernistas: los movimientos sociales y los procesos revolucionarios en América Latina. Costa incluye dentro de los posmodernistas a quienes: 1) consideran obsoleto el concepto de clase obrera, proletariado y la centralidad del trabajo; 2) alegan el fin de la centralidad de la lucha de clases; 3) piensan que las vanguardias políticas, los partidos revolucionarios, especialmente los comunistas, no tienen ya ningún papel a desempeñar en el mundo actual.
Argumenta que gran parte de las luchas sociales en los últimos años fueron derrotadas exactamente porque no existían vanguardias con capacidad de conducir y orientar esas luchas para la radicalidad de clase y la emancipación del proletariado. Para demostrar esta aseveración utiliza como ejemplos los casos de Bolivia, Ecuador, Argentina, Túnez, Egipto, Brasil y el Foro Social Mundial, donde, “después de un momento de euforia y movilización, los movimientos sociales son capaces de realizar proezas impresionantes, como desacreditar el viejo orden, desafiar las clases dominantes, pero en un segundo momento se agotan en sí mismos sin alcanzar los objetivos por falta de perspectivas… Es necesaria –reitera– la vanguardia política para conducir los procesos de trasformación”.
A partir de esta perspectiva, que engloba movimientos de una compleja y diversa composición social, étnico-nacional, política e ideológica, desde nuestra América hasta el norte de África, el autor expresa el siguiente juicio sumarísimo: La ideología posmodernista es responsable de gran parte de las derrotas de los movimientos sociales en estas dos décadas, no sólo porque ese modismo teórico influenció parte de la juventud y liderazgos de los movimientos sociales, sino también porque llevó a la frustración a miles de luchadores sociales. Eso porque las luchas fragmentadas se desarrollan de manera espontánea. Al inicio, hay una trayectoria de ascenso, envuelve miles de personas, pero inmediatamente después el movimiento va debilitándose hasta ser absorbido por el sistema. Según Costa, los movimientos sociales, influenciados por el fetiche ideológico del posmodernismo –que representa la ideología pequeño-burguesa de la sumisión sofisticada al orden del capital–, hoy más que nunca requieren de la conducción y orientación de las vanguardias revolucionarias, que con una plataforma estratégica de emancipación de la humanidad derrotarán al imperialismo y al capitalismo y transitarán hacia la construcción de la sociedad socialista.
Desde el marxismo y sin ponerme el saco del posmodernismo que Costa hilvana, como en el pasado se utilizaban términos que satanizaban a quien no siguiera las líneas de la ortodoxia, uno inquiere: ¿dónde estaban las vanguardias políticas durante estos 20 años y cuáles fueron las acciones reales de los partidos comunistas (que no siempre son revolucionarios, antimperialistas y dirigentes reales de las luchas de los pueblos) en contra de la mundialización capitalista neoliberal y su brutalidad represiva? ¿Es posible analizar estas dos décadas desde la exterioridad, sin asumir una mínima autocrítica por omisión o comisión frente a hechos juzgados supuestamente desde la centralidad de la vanguardia política?
La crítica al vanguardismo había sido motivo de reflexiones en el marxismo revolucionario del siglo XX, empezando por Rosa Luxemburgo. También, Raya Dunayevskaya, congruente con la idea de que la teoría sólo puede desarrollarse plenamente cuando se asienta en lo que las propias masas hacen o piensan, destaca que para Marx lo fundamental consistía en que el ser humano no era meramente objeto, sino sujeto; que no únicamente estaba determinado por la historia, sino también la creaba. A partir de estos planteamientos, Raya hace una crítica radical al vanguardismo: ¿las masas campesinas o proletarias son las forjadoras de la historia, o solamente les corresponde someterse a una dirección y recibir órdenes? ¿Deben ser masas pasivas al día siguiente de la revolución? En su condena al estalinismo afirma que este régimen sofocó la espontaneidad de las masas: el Estado absorbió a los sindicatos y a todas las organizaciones obreras de tal manera que la propiedad y el plan estatales, el partido, eran los fetiches por los cuales los trabajadores debían ofrendar su vida. Dunayevskaya propone, en cambio, una perspectiva que se fundamenta en el sujeto autodesarrollado, y se alinea con Lenin, quien, a su juicio, consideró a las masas, el proletariado, el campesinado, e incluso la nacionalidad oprimida, como sujetos autodesarrollados. Lenin creía que se necesitaba un nuevo impulso teórico porque había nacido un nuevo sujeto: la autodeterminación de las naciones. También discrepa de Trotsky en su concepción del campesinado, quien no lo consideraba sujeto autodesarrollado ni tampoco le concedía una conciencia nacional ni mucho menos socialista. Dunayevskaya mantiene que la iniciativa política no es siempre patrimonio exclusivo de la clase obrera. Cuando las masas son el sujeto no debe analizarse una revolución a partir del liderazgo, sino del sujeto autodesarrollado. Afirma que Trotsky siempre se preocupó demasiado del problema de la dirección, subordinando al sujeto autodesarrollado. Ante su pregunta reiterada: ¿qué sucede después de la toma del poder?, Raya responde que la cuestión del carácter imprescindible de la espontaneidad es no sólo inherente a la revolución, sino que debe marcar su trayectoria posterior, lo mismo que la diversidad cultural, el autodesarrollo y la instauración de una forma no estatal de colectividad. ¿Serían estas ideas posmodernistas? ¿Se consideran fracasos las luchas antisistémicas y anticapitalistas como las que llevan a cabo los pueblos indígenas del continente? ¿Y el papel en las derrotas de partidos como el PT brasileño y el PRD mexicano?

Emirato o república
Abraham Nuncio
 
        Octavio Paz encontraba en la catadura de los presidentes republicanos de México rasgos hereditarios del caudillismo árabe, el imperio azteca y la monarquía española. Más tarde Enrique Krauze recogió la idea de Paz: en esa figura política vio a un monarca sexenal.
En buena medida, ambos autores tenían razón. Aun con el panismo, en los presidentes de la República se percibe una mezcla de los líderes árabes –sobre todo aquellos que tienen un carácter dinástico– con los monarcas aztecas y los borbones.
En las próximas elecciones, el país se enfrenta a la disyuntiva de ver potenciada su condición de emirato pinto de república o bien de avanzar hacia un régimen republicano con mayores posibilidades de funcionamiento democrático.
El regreso del PRI a la Presidencia de la República, con el concurso de ciertos poderes fácticos legales e ilegales, de dentro y del exterior, nos depararía a un emir –ya en el propedéutico desde su condición de candidato– empeñado en encoger al Poder Legislativo con argumentos tan burdos como aquellos que nos dispara la derecha gárrula en la voz de, por ejemplo, Pedro Ferriz de Con.
El grupo periodístico El Norte-Reforma publicó, poco antes de que coincidieran Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto en Monterrey, una nota sobre la manera de transportarse por aire los tres principales candidatos a la Presidencia de la República. Según esto, Peña Nieto tiene a su disposición toda una flota de aviones y helicópteros particulares que renta para recorrer el país durante la campaña. Entre esas naves se hallan un jet Bombardier Challenger (matrícula XA-OHS) de 12 plazas y un jet Dessault Falcon 50 (matrícula XA-PRR) para nueve pasajeros. Precio estimado por hora de vuelo: entre 3 mil 500 y 5 mil dólares. La panista Josefina Vázquez Mota ha rentado 200 horas de vuelo con un avión particular (en precampaña usó una aeronave de Cemex). López Obrador realiza alrededor de cuatro viajes por semana en aerolíneas comerciales.
El único candidato con sentido político republicano parece ser López Obrador. Viajar de esa manera no hace de su campaña un tornado de las arcas estatales y, con la misma furia, un dispendio ilegal y ofensivo –e impune, al cabo, de acuerdo con la experiencia que tenemos documentada. Además, ello le significa, como ya se ha visto, votos cantados.
En su libro Audacia de la esperanza, Barack Obama narra su campaña para el Senado. Allí hace notar el político con gran sentido común que es él, la diferencia entre viajar en un jet particular y hacerlo en naves comerciales: el contacto con el público, rasgo que siempre ha mostrado López Obrador. Un contacto que le impiden, sobre todo a Peña Nieto, su anorexia política y los millones de pesos y numerosos guardaespaldas de que dispone. Salvo por las encuestas amañadas, todo lo coloca a una gran distancia del electorado: desde su condición de redactor nonato al que no ha marcado ni el libro del que se presenta como autor, hasta el lema de campaña que sus mercadólogos, sin exudar, le copiaron a la empresa mediática CNN: Mi compromiso es contigo.
Quienes hemos vivido en entidades federativas en las que se ha instalado el bipartidismo PRI-PAN sabemos que la pirámide política y social tiene un canon ejecutivista: desciende del presidente de la República, continúa en el gobernador del estado y termina en el presidente municipal, jefe de un grupo incondicional que fue elegido junto con él. Monarquía azteca o absolutista injertada de emirato árabe, su sino es el patrimonialismo, la discrecionalidad administrativa y dineraria y el ejercicio autoritario del poder.
En Nuevo León, con el paréntesis de un periodo panista, o en Coahuila y Tamaulipas sin interrupción, por sólo mencionar el noreste, hemos padecido este régimen –el del viejo PRI que jamás pudo renovarse– a lo largo de demasiado tiempo. Por lo mismo sabemos que nada cambiaría por el simple hecho de que el candidato priísta llegara al poder. Pongamos de ejemplo al estado de Coahuila que gobernó Humberto Moreira, acaso la entidad más aventajada –hasta ahora– en ese sentido: endeudamiento escandaloso, opacidad absoluta en la gestión pública, nepotismo, enorme inseguridad producto de múltiples complicidades, decrecimiento de la inversión, del empleo y de la calidad de vida de las familias. Todo aderezado de prepotencia, embustes, demagogia y burla de la sociedad.
Y así seguirá siendo mientras no cambie la orientación de la Presidencia de la República (para empezar, pues no con ello se desgranarán los demás cambios que requiere el país en el intento de alcanzar un aceptable grado de democratización dentro del marco capitalista). La única fuerza política que puede introducir ese cambio, y no sin una participación y vigilancia intensa de la ciudadanía, es la que encabeza López Obrador.
La disyuntiva, en julio, será emirato o república.

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