Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 28 de abril de 2012

Traileros colapsan por segundo día accesos al DF- Paro transportista: indolencia oficial y discordia social- Los indecisos como premonición

Furia sobre ruedas
Traileros colapsan por segundo día accesos al DF
Nos afectan aumentos al diésel y extorsión de policías federales, denuncian
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Obstrucción en la autopista México-Querétaro, en el municipio mexiquense de Cuautitlán IzcalliFoto Víctor Camacho
De los corresponsales
Periódico La Jornada
Sábado 28 de abril de 2012, p. 2
Por segundo día consecutivo, cientos de agremiados a la Alianza Mexicana de Organizaciones de Transportistas Asociación Civil (Amotac) se manifestaron en varios estados y en vías de acceso al Distrito Federal, en rechazo al aumento en los precios de los combustibles y para exigir a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) cambios en las normas sobre peso y dimensiones de vehículos que circulan en carreteras.
En la mayoría de los casos, los inconformes suspendieron temporalmente las protestas en espera el resultado de las negociaciones que el presidente nacional de la agrupación, Rafael Ortiz Pacheco, inició ayer por la mañana en Querétaro con autoridades de la dependencia federal.
Los transportistas, además de demandar que se ponga un alto a los constantes gasolinazos, exigen que las policías de los tres niveles de gobierno “cesen los operativos de extorsión” en carreteras.
También demandan que se establezcan medidas que regulen peso y dimensiones de unidades motrices, especialmente los camiones de doble remolque con el fin de evitar accidentes como el ocurrido el pasado día 20 en Veracruz, en el que murieron 44 personas.
Por más de nueve horas, contingentes de transportistas bloquearon total o parcialmente, con tráileres y camiones de carga, las autopistas que comunican la ciudad de México con Pachuca, Puebla, Toluca y Querétaro, estrangulando así los principales accesos a la capital.
Desde la noche del jueves estacionaron sus vehículos y bloquearon varios carriles de dichas vías, lo que la mañana de este viernes causó graves asentamientos vehiculares, por lo que miles de automovilistas que se dirigían a la capital del país quedaron varados.
Horas después, ya por la tarde, en espera de las negociaciones de sus dirigentes con funcionarios de la SCT, los transportistas replegaron sus vehículos a carriles laterales para permitir la circulación vial.
A un grupo de 200 integrantes de la Amotac provenientes de Puebla, Oaxaca y Veracruz que se dirigían al Distrito Federal por la autopista México-Puebla, policías les impidieron el paso en dos puntos: los kilómetros 86 y 121, ambos en territorio poblano.
No somos delincuentes; somos trabajadores del volante de carretera, afectados por los incrementos al diésel; por la extorsión de los policías de caminos; y además se nos ha satanizado por los accidentes, cuando es el gobierno el que permite la circulación de los camiones de doble remolque, señaló César Ahedo.
En Puebla, unos 500 transportistas bloquearon por seis horas las autopistas México-Puebla, Puebla-Orizaba y Amozoc-Perote, lo que ocasionó filas de vehículos varados de hasta cinco kilómetros de longitud.
En Chiapas, unos mil 500 agremiados a la Amotac protestaron durante 15 minutos en 10 puntos carreteros de los municipios de San Cristóbal de las Casas, Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, Palenque y Comitán.
En Morelos, choferes de unos 25 camiones de doble remolque se solidarizaron con los miembros de la Amotac y con sus unidades se manifestaron en la carretera federal Izúcar de Matamoros-Cuautla.
Silvia Chávez, Israel Dávila, René Ramón, Elio Henríquez, Rubicela Morelos y Javier Puga/La Jornada de Oriente
Un hombre responsable-Fisgón


Paro transportista: indolencia oficial y discordia social
          El paro efectuado por la Asociación Mexicana de Organizaciones de Transportistas (Amotac) entre jueves y viernes en 25 entidades de la República –en reclamo por las alzas de los combustibles, la falta de regulación en el peso y las dimensiones de los remolques de carga, la inseguridad y las extorsiones policiales contra los trabajadores del gremio– colapsó ayer, por varias horas, tres de los principales accesos carreteros a esta capital (Querétaro, Pachuca y Toluca), lo que ocasionó que se formaran kilométricas filas de vehículos. Por añadidura, la mesa de negociaciones iniciada por la tarde entre representantes del sector y autoridades de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) se interrumpió de forma abrupta ante la falta de consenso, por lo que no pueden descartarse nuevos bloqueos carreteros en horas y días próximos.
Sin desconocer las molestias y afectaciones generadas entre automovilistas y usuarios del transporte público que pretendían entrar o salir del Distrito Federal, y sin afán de defender ese tipo de expresiones, es pertinente ubicar la protesta citada como consecuencia de la indolencia y la falta de capacidad política del gobierno federal para atender las demandas sociales, en este caso las de los operadores de transporte de carga. Dicha incapacidad se expresó en la actitud errática y tardía con que las autoridades hicieron frente a las peticiones formuladas por los transportistas, así como en la ausencia de una solución efectiva a los reclamos de éstos: a guisa de ejemplo, el anuncio de que el gobierno federal suspenderá la aplicación de la norma que permite varias toneladas de peso adicional en los tráileres de doble caja no atiende, en sentido estricto, la petición de los inconformes, quienes piden la prohibición definitiva a la circulación de ese tipo de vehículos, identificados como una amenaza para la seguridad en las carreteras del país.
Más allá de lo anterior, no puede soslayarse que ese paro se inscribe como una más de las expresiones de desasosiego de sectores laborales y productivos ante la política de precios de combustibles y energéticos decretada por el gobierno de Felipe Calderón, la cual ha sido uno de los signos más ominosos y antipopulares del actual sexenio. Durante los recientes años, y a pesar de las demandas de organizaciones sociales en repudio por las alzas recurrentes a las gasolinas, el diésel y la energía eléctrica, la administración federal ha hecho caso omiso a la necesidad de cambiar dicha política –con claros componentes inflacionarios y ofensivos para la economía popular–, y se ha limitado a emprender medidas cosméticas y hasta demagógicas, como el congelamiento del precio de las gasolinas durante 2009 o la reducción del incremento del diésel, que no recogen las demandas de los sectores afectados ni mucho menos revierten las consecuencias de esos incrementos. El efecto de esa tendencia no ha sido, desde luego, una mejora en los indicadores macroeconómicos ni en la calidad de vida de las personas, pero sí ha alentado, en cambio, la multiplicación de expresiones de inconformidad como la comentada.
Por lo que hace al tercer elemento de reclamo de los transportistas –la inseguridad y las extorsiones policiales–, éste resulta sintomático de un régimen que, a lo largo del último lustro, ha sido incapaz de garantizar seguridad al conjunto de la población –pese a haber colocado ese tema en el centro de su discurso y de su agenda política– y de erradicar la corrupción de sus propias oficinas y corporaciones.
La falta de voluntad gubernamental para atender demandas sociales en forma oportuna; la incapacidad de las autoridades de cumplir con tareas elementales de cualquier Estado, y la persistencia de una política económica que atenta contra el interés general, ha provocado que la administración haya sido rebasada en su capacidad de conciliar y resolver conflictos, y que se haya colocado ante la opinión pública como factor adicional de discordia social. El paro transportista así lo confirma.
na gran empresa-Helguera


Los indecisos como premonición
Gustavo Gordillo
       Más que de actos fundadores la transición mexicana fue sobre todo una mezcla de desacoplamiento institucional y transformismo político. Lo que siguió no fue un nuevo régimen, sino una consistente decadencia donde el centro político se desmadeja, combinada con una emancipación desordenada tanto de las entidades federativas como de franjas de la sociedad. Este régimen especial depredador de los recursos públicos se ha nutrido de la ilusión de elecciones plebiscitarias.
Si en las elecciones presidenciales de 1994, 2000 y 2006 su signo distintivo fue una opción clara entre violencia o estabilidad y autoritarismo o democracia; ahora no parece haber esa claridad de opciones.
Lo que pesa en contra de Vázquez Mota son más que los 11 años de desgobierno, los últimos cinco años de violencia. Difícilmente pasaría por una opción a favor de la estabilidad. Tampoco el PRI puede hacer uso de su tema maestro dado que gobierna en muchos de los estados asolados por la violencia criminal.
Con respecto a la otra disyuntiva que jugó un papel crucial en las elecciones recientes no parece creíble la carta que presentó el PAN históricamente como su patrimonio. Aunque se podría argumentar con razón que en estos 11 años ha habido un clima de mayores libertades, las presunciones de corrupciones y contubernios y sobre todo de impunidad, los conflictos internos, la supeditación de la dirección del partido al jefe del Ejecutivo; todo presenta muy desgastada la típica bandera panista.
El PRI desde luego no juega en esa dicotomía del lado de la democracia, empero presenta una opción para no aparecer como lo que es, un partido extremadamente autoritario. Propone un gobierno eficaz con el implícito intercambio político que le permitió gobernar por tanto tiempo: estabilidad y eficacia a cambio de pasividad ciudadana. Pero nuevamente ni los gobiernos estatales ni su presencia mayoritaria en la Cámara de Diputados acreditan esa supuesta eficacia.
El PRD no puede tampoco presentar ni la carta de la estabilidad ni la de la democracia: sus conflictos internos y la presencia de las tribus lo hunden. Es necesario empero señalar que el PRD significó un salto cualitativamente para las izquierdas. La gran aportación de Cuauhtémoc Cárdenas fue haber inspirado una ejemplar canalización de las movilizaciones sociales a una institución crucial en la transición democrática, el propio PRD. Muchos se han decepcionado después ante los descarados clientelismos y la carencia de una cultura política que suponga diálogo y deliberación sustantiva.
Así las cosas se comprende el carácter desangelado de esta campaña. Se supone que los ciudadanos van a votar más por las personas que por los partidos. Pero el signo de estas elecciones se encuentra en el desproporcionado número de indecisos –entre 25 y 30 por ciento– quienes probablemente definan el resultado de julio. ¿Sobre qué bases? Creo dos temas serán cruciales. ¿Quién trasmite mayor confianza y cuál es su reputación?
En todo caso los indecisos son probablemente una premonición sobre el sistema de partidos en México.
Durante la dinastía Ming había un verdugo de nombre Wang Lun cuya fama consistía en esperar a los condenados a muerte al pie de la escalera del patíbulo y degollaba a sus víctimas mientras subían los escalones del patíbulo. Acariciaba una ambición: decapitar a una persona con un golpe tan certero que ésta no se diera cuenta. Al fin le llega el gran momento. Habían rodado 11 de 12 cabezas. A pesar de que la espada de Wang relampagueó, la víctima siguió subiendo los escalones y al llegar al final exclamó: Cruel Wang Lun por qué prolongas mi agonía, habiendo decapitado a los otros de manera rápida y piadosa. Wang, al oír que por fin la ambición de su vida se había cumplido dijo con exquisita cortesía: Haz una reverencia, por favor.
Estos partidos tendrán que hacer una reverencia, idealmente después de julio.

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