Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 16 de febrero de 2013

Secreto bancario: opacidad e impunidad- Infancia y Sociedad

Secreto bancario: opacidad e impunidad
Frente a la necesidad de esclarecer las condiciones en que se ha dado el crecimiento exponencial de las deudas de estados y municipios, resulta preocupante la respuesta de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ante la solicitud –formulada por el senador perredista Mario Delgado– de entregar información sobre los créditos contratados por entidades y ayuntamientos. De acuerdo con el propio legislador, la entidad encabezada por Jaime González Aguadé aduce que la información solicitada tiene carácter confidencial, por lo que los bancos en protección del derecho a la privacidad de sus clientes y usuarios, en ningún caso podrán dar noticias o información de los depósitos, operaciones o servicios.

Así, como ha ocurrido en episodios similares del pasado reciente, se pretende generar un falso debate entre los derechos a la privacidad y a la información, como si la defensa del segundo implicara necesariamente la anulación del primero. Tal contraposición es, sin embargo, improcedente, en la medida en que la información solicitada involucra la contratación de créditos que comprometen recursos públicos –es decir, con dinero de la población– y es además riesgosa, por cuanto merma las posibilidades de conocer el monto total y las condiciones del endeudamiento en que han incurrido esos gobiernos, y de determinar, en consecuencia, si dicho fenómeno es en efecto un asunto menor e inofensivo para las finanzas públicas –como insisten las autoridades hacendarias del país–, o si es un asunto más grave de lo que se reconoce.

Por añadidura, la resistencia de la CNBV a informar conlleva riesgos para el propio sistema financiero, no sólo porque obstaculiza el esclarecimiento de posibles prácticas irresponsables de las instituciones financieras que han fungido como prestamistas en estos casos, sino también porque dificulta identificar el grado de afectación del sobrendeudamiento de esos gobiernos sobre los bancos pequeños, los más expuestos al deterioro financiero de estados y municipios.

Por desgracia, el esgrimir el derecho a la privacidad y el secreto fiscal y bancario para encubrir toda suerte de ilegalidades se ha convertido en una práctica común entre las autoridades del país. Un botón de muestra es la recurrente invocación del secreto bancario por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y la propia CNBV para no revelar las identidades de los defraudadores del Fobaproa, responsables de realizar operaciones irregulares o abiertamente ilegales en el proceso de transferencia de deudas privadas al Estado. Sería particularmente desastroso que la voluntad de opacidad de ese organismo en lo que concierne a la deuda pública esté albergando la semilla de un desfalco similar.

En suma, las consideraciones señaladas permiten ponderar la necesidad de reformar las reglas de operación del secreto bancario, a efecto de excluir de su aplicación, cuando menos, la información que involucre recursos del erario. De lo contrario, las autoridades y las entidades privadas seguirán desvirtuando el sentido y el espíritu de principios jurídicos concebidos para proteger la privacidad de las personas pero que hoy son usados, en cambio, para extender patentes de impunidad y para encubrir toda suerte de actividades irregulares.
Infancia y Sociedad
Los dueños del asombro
Andrea Bárcena
Lo que más nos enamora de los niños es su capacidad de asombro. Por eso celebramos íntima y públicamente la aparición del libro La infancia y el filósofo, del doctor Jorge Úbeda, director académico de la Escuela de Filosofía de Madrid, quien durante la presentación del libro, en España, dijo que ser filósofo es como volver a ser niño. El autor ubicó así su obra: Propongo una introducción a la filosofía por un tema que parece ajeno a ella, como es la infancia. Él plantea que la filosofía y la infancia mantienen una relación estrecha que no se ha estudiado bien hasta ahora.

Desde este modo, Jorge Úbeda se lanza al análisis de la infancia como etapa fundamental en la vida de las personas. Y lo hace de la mano de grandes pensadores de la tradición: Descartes, Rousseau, Kant, Nietzsche y otros más. “A pesar de las diferencias –dice el autor– tienen un aspecto en común: la infancia, aquel momento insoslayable de la vida del hombre que habla de nuestra insuperable finitud”.

El autor toma de Platón los diálogos Lisis y Cármides, para proponer una posible solución desde un concepto ciertamente ya olvidado: el alma. Aunque consciente de sus limitaciones, este concepto le parece al autor plenamente inspirador y mucho más descriptivo que otros como la mente, el yo, el sujeto o el Dasein de Heidegger. El alma vive anclada en su presente pero está continuamente saliendo de él. Pero no es este un viaje que termine en sí mismo o en el final de todo presente que es la muerte. Este es un viaje que lleva al alma a salir de sí radicalmente, a vivir una auténtica aventura en relación con los otros y con el mundo. Este viaje le llevará al lugar que ningún ojo ha visto ni ningún oído ha escuchado. Un viaje del que nunca volverá.

Con un lenguaje muy claro, Jorge Úbeda abre un nuevo horizonte para la filosofía, al elegir una de las claves más importantes para entender y superar el proceso que nos ha llevado al momento presente: la infancia. Ciertamente, este periodo de la vida ha sido muy poco estudiado en la historia del pensamiento occidental. El niño es aquella persona que todavía no ha perdido su capacidad de asombro, y justamente el asombro fue el que dio origen a la filosofía. Bien dice otro importante filósofo, maestro del autor, Miguel García-Baró, en el prólogo del libro: Jorge Úbeda habla desde la experiencia que busca retomar los términos esenciales de lo real, y desde el conocimiento de una cultura cuya profundidad no siempre ha estado a la altura de lo simple. Es la suya una voz que no debemos ya desatender.

Corolario: los niños son sabios y es de sabios pensar la infancia.

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