En Cherán, a punto de gritar “a las armas”
Francisco Castellanos y José Gil Olmos
Francisco Castellanos y José Gil Olmos
CHERÁN, MICH.- El pueblo parece un
campo de batalla: 350 barricadas, fogatas, montones de piedras y de leña,
costales de arena y autos hacen las veces de trincheras que los habitantes
utilizan para defenderse de talamontes apoyados por bandas armadas del crimen
organizado.
Desde hace más de un mes se mantiene en
este lugar un estado de sitio autoimpuesto. Los pobladores vigilan día y noche
las entradas y salidas del poblado.
Cada día que pasa la situación se torna
más crítica en la zona purépecha de Michoacán. Además del bloqueo que mantienen
los habitantes de este pueblo, los accesos a toda la zona también fueron
cerrados el jueves 12 por los talamontes, apoyados por bandas de la
delincuencia organizada.
Este doble bloqueo afecta a toda la
Meseta Purépecha, integrada por ocho poblaciones en donde fueron arrasadas 12
mil hectáreas de bosque, informó una comisión de Cherán.
Un comunero comenta: “Las escuelas
seguirán cerradas y los negocios también. Mucha gente que trabaja en otros
lados, incluso en Morelia, no puede salir. La policía municipal se alejó del
pueblo pero nadie confía en ellos porque protegen a los talamontes. El lunes 9,
el subsecretario de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos de la Secretaría de
Gobernación, Felipe de Jesús Zamora Castro, nos dijo que llegarían policías
federales y el Ejército, pero no hay nada”.
Durante casi un mes, los habitantes de
la región estuvieron abandonados a su suerte. Fue hasta el jueves 19 cuando
llegaron integrantes de las Bases de Operaciones Mixtas (BOM), formadas por
policías municipales, estatales y federales y soldados. Les pidieron terrenos
para instalarse y que formaran un grupo para coordinar las labores de
vigilancia. Los comuneros aseguran que las BOM no están operando y se mantienen
en sus puestos sin hacer nada.
“Nosotros cumplimos de inmediato. Les
avisamos que ya estaban los terrenos y la coordinación del pueblo, pero la
situación sigue tensa porque siguen talando el bosque y están armados”, dice un
campesino que pidió el anonimato debido a las amenazas de muerte que han
recibido desde que el pasado 15 de abril formaron el grupo de autodefensa
ciudadana y se impusieron un estado de sitio en Cherán.
Ese día la población purépecha decidió
reaccionar ante los taladores de madera que, dicen, están protegidos por el
crimen organizado, presumiblemente por integrantes de La Familia que aún siguen
operando en la región.
Según algunos comuneros de Cherán este
grupo de narcotraficantes tiene sometidos a decenas de hombres, a quienes
obligan a trabajar en la tala de árboles y sólo les pagan 150 pesos por día.
Un representante de los comuneros
comenta que precisamente el 15 de abril varios pobladores detuvieron 10
camiones cargados de madera y se enfrentaron con los hombres armados que
viajaban en ellos:
“Trataron de rescatarlos y se armó la
balacera. Hirieron a Eugenio Sánchez Rendón, quien se encuentra hospitalizado.
Se llevaron a tres compañeros y se fugaron protegidos por patrullas de la
policía municipal que trabaja para el crimen organizado.”
Dos días después de este enfrentamiento
cerraron todos los accesos al pueblo. Sin embargo, las barricadas no pudieron
detener a los hombres armados, que el 27 de abril se llevaron a dos comuneros,
Pedro Juárez Urbina y Armando Hernández Estrada, quienes aparecieron torturados
y ejecutados días más tarde.
No más violencia
“Ya estamos cansados de tanto abuso y
Cherán está al borde del estallido social. No sólo esta comuna, sino toda la
Meseta Purépecha, se encuentra en estado de alerta. Sólo esperamos una señal
para levantarnos en armas contra el crimen organizado, que ya nos tiene hasta
la madre”, dice a los reporteros un comunero con el rostro cubierto.
Comenta que, de 2008 a la fecha, han
sido asesinados nueve pobladores y cinco más están desaparecidos por haber
defendido los bosques y enfrentar a los talamontes que tienen guardias con
hombres armados.
“La lucha no es entre las comunidades
como quieren hacer creer, sino contra las bandas organizadas y el gobierno. Ya
nos cansamos de explotación, chantaje, secuestros, levantones, homicidios,
extorsiones, y de vivir y morir con miedo. Ahora nos vamos a enfrentar a los
malos, sean mañosos o del gobierno. Sólo estamos esperando un tiempo prudente,
y si no hay respuestas, pues a las armas”, dice a los reporteros un indígena
purépecha.
Los habitantes de Cherán aseguran que
durante tres años los talamontes han saqueado sus bosques en perjuicio de toda
la población, que asciende a unas 18 mil personas.
“Saque cuentas: 180 mil pesos diarios,
casi 35 millones al mes, durante tres años. Una fortuna, ¿no? Los talamontes
están protegidos por un sujeto conocido como El Güero, que sembraba mariguana
en estos sitios sin que nadie le dijera nada. Ahora se dedican a cortar madera
y han pelado 13 mil hectáreas”, acota otro indígena.
Entre las piedras que sirven de retén,
los pobladores de Cherán levantaron una bandera mexicana. Las mujeres hacen
tortillas, cocinan frijoles, arroz, corundas y tamales. Varios niños portan
carteles en los que se lee: “Felipe Calderón, como michoacano, protege nuestros
bosques, no más saqueos”; “No más muertos en la Meseta Purépecha”; “Tenemos sed
de justicia y seguridad”, y “Señor gobernador queremos pronta solución y
efectiva, no más promesas”.
Los hombres llevan azadones, hachas,
machetes, palos con punta, bates, guadañas, hondas, piedras, navajas y
cuchillos. Si hay una señal de alerta lanzan un cohete o tocan las campanas de
la iglesia.
Una mujer del pueblo grita a los
reporteros: “¡Ayúdennos! ¡Queremos vivir en paz! Ya los malos acabaron con
nuestros bosques, los quemaron; quemaron yerbas medicinales, pinos, animalitos
de los cerros. Nos tienen asustados. Llegaron con sus armas a las escuelas y
amagaron a los niños y maestros y los sacaron, por eso no hay clases. Nos
tienen amenazados. Por eso se levantó el pueblo, porque no queremos que
regresen los malos. Queremos que intervenga el Ejército o la Marina, que estén
de manera permanente. Pero vean: ¿Cuál policía ven? ¡Ni uno! Nada de nada!”.
En la noche, los vigilantes prenden
fogatas y sus rescoldos aún se ven cuando los reporteros hacen su recorrido al
amanecer. En el barrio El Calvario todavía se advierten las huellas del
enfrentamiento del 15 de abril: camiones quemados, casas, postes y ventanas
baleadas.
De camino a los montes, los comuneros
muestran a los reporteros la “casita de campo” del alcalde priista de Cherán,
Roberto Bautista Chapina, donde cada ocho días hace grandes fiestas. Los
indígenas aseguran que él es gente del Güero.
La situación es grave, dicen los
encargados de prensa y difusión de los movimientos: no hay alimentos ni clases
y los niños tienen miedo de ir a la escuela y que los saquen a balazos. La
señal de teléfono se va constantemente.
Un encapuchado dice a los medios que
las escuelas no abrirán hasta que no haya seguridad para profesores y alumnos,
hasta que lleguen el Ejército y la Policía Federal.
Integrantes del Comité de Lucha
comentan que para subsistir están recibiendo víveres de organizaciones
sociales, comunidades indígenas y de la sociedad civil, los cuales son
almacenados en el centro de acopio habilitado en el curato de la parroquia del
pueblo.
El abogado de la comunidad, David Peña,
advierte: “Estamos ante una situación excepcional; es la primera vez que una
comunidad indígena decide aislarse y autoimponerse un estado de sitio real para
hacer frente a la delincuencia organizada”.
Y lanza un llamado: “Las autoridades de
los tres niveles de gobierno tienen que actuar de manera inmediata y efectiva
para evitar que este hecho se convierta en una tragedia…” l
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