España: comicios del desencanto
En las elecciones autonómicas y municipales
realizadas ayer en España, el gobernante Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) sufrió una derrota sin precedentes. El principal beneficiado fue el
derechista Partido Popular (PP), que consiguió un margen de casi 10 puntos en
promedio. Según el conjunto de los analistas políticos de ese país, tales
resultados son consecuencia de la incapacidad del gobierno de José Luis
Rodríguez Zapatero para proteger a la población de los efectos de la crisis
económica, que se ha traducido en un inaceptable porcentaje de desempleados,
especialmente entre los jóvenes, y en una reducción generalizada de los
beneficios sociales y de los derechos laborales.
En efecto, aunque se proclame de izquierda, el PSOE
ha venido aplicando las fórmulas económicas tradicionales de la derecha para
hacer frente a la recesión: sacrificio de las personas y favores a los
corporativos con cargo al dinero público. Si se cotejan los resultados
comiciales de ayer con las grandes expectativas que generó Rodríguez Zapatero a
su llegada al gobierno, en marzo de 2004, habría que señalar el desencanto como
el factor principal de la derrota para el partido gobernante.
Por otra parte, resulta inevitable proyectar los
resultados comentados con las elecciones generales previstas para marzo del año
entrante y preguntarse si el PSOE será capaz, en menos de un año, de remontar
su mal desempeño electoral. Aunque en política no hay nada escrito y no es
prudente descartar la ocurrencia de cambios bruscos en las preferencias
ciudadanas (como el que tuvo lugar en España hace siete años, cuando el PP
perdió unas elecciones que días antes parecía tener en la bolsa), los elementos
de juicio disponibles indican que España parece encaminarse a un nuevo cambio
de siglas gobernantes.
Mención aparte merece la paradoja de que el
desencanto de la ciudadanía ante un PSOE derechizado termine por favorecer al
PP, el cual, ciertamente, no habría actuado, en circunstancias similares, con
mayor sensibilidad social, y cuyas filas han sido salpicadas por el caso
Gürtel, trama de corrupción y desvíos de fondos que involucra a decenas de
mandos del partido que encabeza Mariano Rajoy.
Una novedad destacable en la jornada electoral de
ayer es la irrupción de la izquierda nacionalista en el mapa político del País
Vasco. A pesar de los esfuerzos del gobierno de Madrid y de la clase política
española en general por proscribir a ese sector político e impedirle participar
en los comicios, la coalición Bildu, que agrupa a la izquierda abertzale,
se colocó como segunda fuerza electoral, precedida sólo por el Partido
Nacionalista Vasco (PNV) y muy por arriba de la rama local del PSOE, cuya
votación se derrumbó.
Este dato no sólo demuestra la vitalidad de la
izquierda nacionalista en Euskadi y de su capacidad de sobreponerse a los
numerosos intentos por criminalizarla y proscribirla, sino también la
viabilidad de una fórmula independentista democrática y legal que termine por
eliminar, a un tiempo, los espacios sociales residuales en los que aún se mueve
el nacionalismo armado de Euskadi Ta Askatasuna (ETA), así como los pretextos
del gobierno de Madrid para mantener su inveterada política represiva contra
todas las expresiones del nacionalismo vasco, indiscriminadamente acusadas de
terroristas.
El 15M no es sólo de España
León
Bendesky
Las protestas sociales de los últimos días en España
tienen mucho que ver de manera inmediata con las repercusiones de un largo y
fuerte deterioro desatado a raíz de la crisis económica de fines de 2008.
Cuestionan de lleno el carácter formal y el sentido práctico de un sistema
político que en 30 años se ha vuelto esclerótico y tiene daños severos, y que
aún se desenvuelve sobre un franquismo soterrado.
Tampoco es un fenómeno independiente de las
protestas de los ciudadanos de los países árabes. En esos casos la gente se
volcó a las calles para intentar sacudirse unos regímenes opresivos, corruptos
y algunos de ellos sanguinarios, y cuyos jefes se han creído dueños de las
vidas de las personas y de los recursos de los que disponen.
Debe haber, por supuesto, mucho más de fondo en
estas manifestaciones de hastío y desaliento en muchas plazas de España, en
especial, aunque no únicamente, por parte los jóvenes. La naturaleza de los
procesos sociales es compleja y de largo aliento. Pero cuando se dan estos
desbordes, que cuestionan de manera directa al poder reinante, ponen al
descubierto aspectos del modo de la organización social que parecían ser ya una
parte del paisaje de la vida cotidiana, estructuras inamovibles de un modo de
ser con visos de normalidad y que de pronto se vuelven cuestionables y hasta
transparentes, como el nuevo traje del emperador en el cuento de Andersen.
Tal y como se ha presentado y reseñado en la prensa
el movimiento del 15M, se advierte que ha sido espontáneo y que ha logrado
convocar a la gente por la claridad de sus demandas y, hasta ahora, la forma
bien delimitada con las que han sido expuestas.
No es nuevo el desencanto de los jóvenes españoles
con las condiciones que enfrentan: pocas opciones de empleo, bajos ingresos
(los llamados mileuristas), callejones sin salida luego de acabar estudios
universitarios, restricciones para vivir independientemente. Un agotamiento de
los horizontes.
En fin, un panorama cada vez más restrictivo de
oportunidades; lo que se ha descrito como una situación en la que las
expectativas de vida de los hijos son inferiores a las que alcanzaron sus
padres.
Y, en el entorno de crisis económica y el muy alto
nivel de desempleo que existe en España, a esto se añade el efecto sobre muchas
familias por la ruina de las hipotecas, la pérdida del trabajo y el daño
personal y colectivo que se genera. Súmese el caso de los pensionados y la
reducción real de sus ingresos.
En España privó por mucho tiempo una especie de
euforia de progreso económico y modernidad democrática. Hoy, el movimiento del
15M abre un cuestionamiento formal y ineludible a esta visión que según parece
tenía mucho de autocomplaciente.
Los primeros azorados han sido los políticos y sus
partidos. Estos se preparaban para las elecciones municipales y regionales del
22 de mayo que aun en el marco del desgaste de los socialistas se instalaban en
la regularidad del bipartidismo y la alternancia con los populares.
El PSOE, gobernando, ha estado en el centro de las
condiciones de la crisis y tiene gran responsabilidad por la situación actual.
Pero el PP la comparte plenamente por la estructura social y económica que
fraguó en los gobiernos de Aznar, por sus maneras legislativas como oposición
política, por la corrupción que lo erosiona y no puede fingir demencia. Todos
están abiertamente cuestionados por el 15M.
El aparato partidario en conjunto se lanzó a las
elecciones como de costumbre. Y de pronto el escenario cambió de forma
insospechada, por donde menos se esperaba y la capacidad de respuesta ha sido
nula. Los resultados de las elecciones no serán ajenos a las grandes
movilizaciones sociales que se han reproducido por todo el país y que no han
sido mitigadas por las disposiciones en contra de las autoridades electorales.
A las elecciones precedió el sábado 21 la llamada
jornada de reflexión y vaya que ha sido precisamente eso, y no sólo para esos
jóvenes españoles acompañados de muchos insatisfechos solidarizados con sus
demandas.
La esencia de la situación española es la misma que
priva en muchas sociedades del mundo.
La globalización y los entusiastas que la promueven
no han tenido una correspondencia con las necesidades básicas de mucha gente en
todo el planeta. Las clases medias se han recompuesto haciéndose más
heterogéneas, y su situación se ajusta a la baja por los desequilibrios
fiscales y financieros que se han vuelto recurrentes, y muchos van perdiendo.
Los pobres siguen rezagándose y la fragilidad social crece.
El consumismo y el endeudamiento son las pautas de
una modernidad definida cada vez de modo más próximo por el dinero y sus
circuitos, los que se hacen más ajenos a las necesidades sociales y debilitan
los mecanismos de cohesión que habían surgido con las reformas en distintas
etapas históricas para suavizar las contradicciones del capitalismo.
Hoy, la política social padece fuertes embates y se
debilita su capacidad de aguante frente a los argumentos y posturas que
provienen con distintos matices tanto de la derecha como de la izquierda.
Los manifestantes españoles han mostrado una forma
de resistencia social que exhibe a los políticos y, sobre todo, al entramado de
la democracia tal como se vive en el siglo XXI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario