Riesgo de
otro presidente “espurio”
John M. Ackerman
John M. Ackerman
Ya es un secreto a voces que la mejor
forma de ganar una elección en México no es a través del cabal cumplimiento del
espíritu y la letra de las disposiciones legales, sino con trampas, engaños y
triquiñuelas. La reciente inacción del IFE en el caso de las groseras
violaciones a la norma por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en las
campañas federales de 2009 proporciona una clara lección de que romper la ley
no cuesta nada. Asimismo, la vergonzosa decisión del TEPJF de exculpar a
Enrique Peña Nieto de cualquier responsabilidad en la ilegal difusión nacional
de su quinto informe de gobierno demuestra que los dados también están cargados
en el seno de la máxima instancia de justicia electoral del país.
Al parecer, el PRI ha decidido
apostarle a un perverso juego de debilitar las instituciones electorales a como
dé lugar. Con sus decisiones y posicionamientos, los consejeros electorales
Marco Antonio Baños y Francisco Guerrero ratifican cada día su lealtad al PRI.
La magistrada presidenta del TEPJF, María del Carmen Alanís, también parece
haber abandonado el partido de su amiga Margarita Zavala para engrosar las
filas del viejo partido de Estado. Todo parece indicar que Alanís alberga la
esperanza de que el arribo de Peña Nieto a Los Pinos le aseguraría su ansiado
lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La falta de acuerdo con respecto a los
tres nuevos consejeros del IFE se debe precisamente a que el PRI prefiere un
IFE debilitado y rebasado a uno que tenga posibilidad de acciones autónomas. El
cálculo es sencillo. Hoy, el PRI solamente necesita convencer a un solo
consejero más de que vote junto con Baños y Guerrero para frenar cualquier
decisión adversa, tal y como ocurrió en el caso del PVEM. Si el PRI coloca a
dos de los tres nuevos consejeros mantendría su posición de fuerza en el
Consejo General ya que quedaría a un voto de la mayoría. Sin embargo, si coloca
solamente a un consejero su fuerza retrocedería de manera significativa ya que
únicamente contaría con tres de los nueve integrantes de la herradura de
Viaducto Tlalpan.
El PRI entonces ha aplicado una
estrategia de “todo o nada” con el fin de no ver reducida su influencia en el
seno de la autoridad electoral. También supone que al final de cuentas le
conviene la sobrecarga de trabajo que hoy afecta gravemente el funcionamiento
del IFE. Consejeros cansados y confundidos son actores más dóciles y fácilmente
manipulables por las alianzas perversas entre Peña Nieto, las televisoras y
otros “factores reales” de poder.
Pero el PRI está jugando con fuego. Por
ejemplo, si el proceso electoral federal iniciara en la primera semana de
octubre de 2011 sin todos los integrantes del Consejo General, nos
encontraríamos en un estado de flagrante ilegalidad. Si las ausencias continúan
durante un tiempo más, estaremos frente a una situación ideal para la posible
nulidad de la elección de 2012. Si el TEPJF decide avalar la elección aún bajo
estas circunstancias, podríamos encontrarnos una vez más con un presidente
marcado durante todo su sexenio con el mote de “espurio”.
Estas circunstancias nos hacen ver que
“el fantasma de 2006” de ninguna manera “está erradicado”, como ha afirmado el
consejero presidente Leonardo Valdés. La abierta partidización de las autoridades
electorales, su falta de acción enérgica para imponer el estado de derecho y
las enormes sobrecargas de trabajo se articulan de forma peligrosa para generar
un potencial conflicto enorme en 2012.
El Congreso de la Unión todavía tiene
una última oportunidad para desarticular esta explosiva situación antes de que
sea demasiado tarde. Urge que la Cámara de Diputados nombre lo más pronto
posible a los consejeros faltantes. Asimismo, aún más importante que aprobar la
cuestionable “reforma política” sería actuar para llenar las lagunas y corregir
los problemas ya identificados con la histórica reforma electoral de 2007-2008.
Un excelente punto de partida para una
reforma correctiva sería el dictamen de reforma al Cofipe que se aprobó el
pasado 29 de abril en el Senado de la República. Incluye sanciones explícitas
para la “adquisición, a título gratuito u oneroso”, más allá de la “compra”, de
tiempo en radio y televisión con el propósito de difundir propaganda electoral.
Así, sería más difícil para las autoridades evitar sancionar a los responsables
en casos de evidentes fraudes a la ley, como la famosa entrevista a Demetrio
Sodi en medio de un partido de futbol durante 2009. Otra innovación estratégica
de la reforma es que dota al IFE de facultades de sanción directa para los
funcionarios públicos cuando éstos intervengan ilegalmente en los procesos
electorales en violación al artículo 134 constitucional. La actual falta de
poder sancionador en la materia ha sido uno de los principales obstáculos que
ha enfrentado el IFE para asegurar la equidad de los procesos electorales.
Sobre estos temas se recomienda
consultar un nuevo libro, coordinado por un servidor, que aborda de manera
exhaustiva todos los temas pendientes: Elecciones 2012: en busca de equidad y legalidad
(IIJ-UNAM/Senado, 2011). Allí se puede leer sobre los retos que existen en una
diversidad de asuntos, desde la regulación de los medios de comunicación hasta
las reformas necesarias al Código Penal y el fomento de la transparencia
interna de los partidos políticos.
Si los diputados, consejeros
electorales y magistrados del TEPJF no modifican su comportamiento pronto, 2012
fácilmente podría llegar a ser un proceso electoral aún más conflictivo que el
de 2006. Queda una última oportunidad para enderezar el camino antes de que sea
demasiado tarde. l
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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