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24 May 2011 02:30 AM PDT
La
Acampada Sol ha lanzado el sitio madrid.tomalosbarrios.net
desde donde buscan coordinar las asambleas en barrios y plazas de Madrid que
se realizarán el próximo aábado 28 de Mayo a las 12:00 en las plazas de los
pueblos y barrios de la capital española.
Estarán
convocando a la primer asamblea de organización con los representantes de los
barrios de Madrid en la Plaza del Carmen el próximo martes 24, en la que
supondría una nueva etapa en la actuación de este movimiento que conforme a
los acuerdos de su asamblea general del 22M, han decidido extender su trabajo
en las comunidades.
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Participación democrática y
estado de rebelión
Enrique Dussel
La
Plaza del Sol de Madrid se llena de jóvenes y ciudadanos indignados; así como
llenaban por mayores motivos la Plaza Tahrir (de la Liberación) en El Cairo, y
el 21 de diciembre de 2001 la Plaza de Mayo en Buenos para derrotar al gobierno
de F. de la Rúa y su estado de
excepción. Hemos ya indicado en otra colaboración de La Jornada que estos
movimientos nos recuerdan un hecho fundamental en la vida política de los
pueblos: el estado de rebelión:
la Comuna de participación
directa en primera persona plural: nosotros. Recuerda al Estado que
no es principalmente un gobierno representativo, sino una comunidad
participativa. Marx propuso esa experiencia límite de la Comuna como un
postulado político (aquello que es pensable lógicamente o por un cierto tiempo,
pero imposible en el largo plazo). Hoy, sin embargo, es políticamente posible.
Los
jóvenes de la Plaza del Sol discuten si permanecerán más tiempo en ella. Ellos
querrían permanecer para siempre ahí (como enuncia el postulado), pero
realistamente deberán volver a sus tareas cotidianas, y no podrán evitar a la
representación frecuentemente corrupta y sin posible control por parte de la
organización de la participación. ¡Volverá a gobernar representativamente!
Aquel: ¡Que se vayan todos! , enuncia el postulado, la idea regulativa,
pero no es factible. Factibilidad
y gobernabilidad no
están contra los ideales, los postulados, pero le marcan sus límites.
Es
decir, es imposible permanecer siempre en la plaza. ¿Hace esto imposible una participación diaria,
cotidiana, organizada, eficaz del pueblo? ¿Cómo puede alcanzarse la práctica
permanente de una participación auténtica? ¿Es para ello necesario negar la
representación (que se va corrompiendo en todos los países actualmente) e
intentar una participación directa imposible? El aparente dilema se disuelve
comprendiendo que es necesario organizar
la participación desde la base (como en los ejemplares caracoles zapatistas o en la
legislación venezolana promulgada el 21 de diciembre de 2010 sobre Leyes del
Poder Popular ) en las asambleas de la comunidad o las Comunas, con la
representación respectiva (el concejo comunal , por ejemplo en
Venezuela). Pero después, hay que ascender a un segundo nivel organizativo de
la participación en la Comuna, representada en el consejo ejecutivo ;
para sólo en un tercer nivel llegar participativamente
a la Asamblea conjunta de las Comunas (en el nivel municipal), con la representación en el parlamento
comunal o municipal. Es decir, desde abajo hacia arriba, desde la base
hasta el municipio, estado provincial o Estado federal, se van organizando, de
manera muy diversa, las dos instancias de la democracia: la participación y la representación. El liberalismo
burgués sólo institucionalizó la unilateral democracia representativa, hoy en crisis.
No hay sin embargo que eliminar la representación. Hay que darle contenido y
controlarla con la organización de la participación
en todos los niveles. Esto último nunca se ha practicado (ni siquiera ideado,
en cuanto articulado con la representación). Es la revolución política del
siglo XXI.
Es
decir, las masas que pueblan las plazas inconformes y rebeldes no han imaginado
todavía cómo permanecer en la participación
factible, organizada, institucionalizada, cotidiana, eficaz. No es
ciertamente gracias a una asamblea directa permanente.
No
serán ya los partidos políticos, necesarios en la representación, los que organicen la participación. Ahora son los
movimientos antisistémicos, las instituciones de la sociedad civil (como
sindicatos, grupos de vecinos, tercera edad, niños de la calle, pueblos
originarios, feministas, etcétera), que con las redes electrónicas (los nuevos
medios de producción de las decisiones políticas se transforman en instrumentos
revolucionarios en manos del pueblo mismo), los que convocan multitudes a las
plazas del mundo. Pero esta revolución de participación
no sólo necesita organización, institucionalización (constitucional y legal,
como en Venezuela2), además de estratégica y táctica cotidiana, sino
también necesita una teoría para dar contenido político al movimiento, y la
aparición de cierto liderazgo orgánico (como enseñaba A. Gramsci), sin las
cuales condiciones se cae inevitablemente en un espontaneísmo ahora sí
populista (y es el peligro inminente de todas esas muchedumbres indignadas
justamente).
Queremos
indicar entonces que la humanidad, las grandes masas de los países periféricos
y centrales, comienzan a tomar conciencia de que la democracia representativa (no la
democracia sin más) y los organismos internacionales (en especial del capital
financiero) no son dignos de confianza por el alto grado de corrupción de sus
burocracias (como lo manifiesta el FMI) y por su opción capitalista. Ante
ellos, se levanta un pueblo en estado
de rebelión (que deja al estado
de derecho y al estado
de excepción en el aire, al menos en Egipto o en el ejemplo
argentino), y que convoca a la imaginación para organizar una nueva estructura participativa del Estado que
exija, con planificación mínima pero estratégica, el cumplimiento de las
necesidades del pueblo a las instituciones representativas,
y que las controle eficazmente. Es la organización participativa del pueblo la
que debe vigilar y castigar (no disolver) a la representación. A la representación le corresponde
aquello de “mandar obedeciendo”;
no a la participación, que “manda mandando”.
1 Filósofo.
2 Expresar esto en los medios intelectuales
y filosóficos de los socialdemócratas europeos o estadunidenses, y sus
comentaristas latinoamericanos, crea fuertes reacciones, donde se confunden los
lentos progresos de la participación (en el cuerpo legal y en la práctica) en
Venezuela con un populismo vulgar, cuando no fascista.
Modelo y descontento
Luis Linares Zapata
A la
mitad de este templado mayo, temporada de prometedores cambios, estalló la
furia de los millones de desplazados en España. El núcleo de sus pancartas
entrelaza a los políticos con banqueros y especuladores para recalar en el mero
sistema de explotación que se les impone y perjudica. La revuelta se extendió,
con rapidez inaudita, por toda España. Los gritos lanzados son, en verdad,
expresiones encapsuladas de su desesperada conciencia de parias. Van al mero
fondo de sus tribulaciones, las individuales y las colectivas. Han tomado por
sorpresa a sus elites que no atinan a dar, siquiera, medianas respuestas.
Atrincheradas en sus compulsiones electorales, no se atreven a entrar, aunque
fuera de manera lateral, en el meollo de injusticias que han procreado. Las
decisiones de gobierno, atiborradas de ambiciones desviadas, han oscurecido el
panorama futuro de millones de españoles: 20 por ciento de ellos han quedado
sin oportunidades presentes o venideras.
Antes
que ellos, jóvenes y viejos franceses protestaron masivamente, durante semanas
enteras, contra los atracos pensionarios que se les plantearon como única
salida de la crisis financiera que otros generaron. Sólo un gobierno
atrincherado en la más reaccionaria de las derechas neoliberales (Sarkozy)
impuso tales recortes. Poco le importó el rechazo, inteligente y razonado, que
se escenificó en calles y plazas públicas. En Inglaterra el tradicional y
gratuito sistema educativo se violentó con alzas en las cuotas al estudiantado.
Los miles de jóvenes, ofendidos por el cobro forzado, se lanzaron, armados de
cólera, contra establecimientos y partidos. Las masas griegas llevan meses mostrando
sus corajes al plan de austeridad que se les ha impuesto desde las sedes
europeas y el Fondo Monetario Internacional. Pero, en todos estos casos, los
protestantes no van al meollo del asunto: el modelo económico seguido, a pie
juntillas, por sus líderes, y el manoseo de una democracia que no convive con
los ciudadanos.
La
rebelión árabe se cuece aparte por su intensidad y penetración en un pueblo
enjaulado por los intereses de las grandes potencias. Su rebelión ha terminado,
a pesar de escollos, con toda una época de indignidades. No sólo derriban a
varios de los sátrapas que los han sometido, sino que han desestabilizado la
estructura imperial que los manipula. La tarea, sin embargo, no ha sido
concluida. Poderosos se conjuran contra un movimiento que pide derechos
básicos: libertad, igualdad y democracia. Pero que, también, como lo hacen los
españoles, quieren finiquitar el sistema de opresión que les sobrepone un
régimen de desigualdades y les priva de toda oportunidad futura de vida digna.
El despertar árabe ha roto ya algunas de sus cadenas al costo de muchas vidas.
Y, al parecer, los cientos de miles de yemeníes, sirios, libios, marroquíes,
bahreiníes, tunecinos y hasta sauditas, están dispuestos a pagar, con generosa
sangre, precios todavía más dolorosos.
En
México los estallidos no han cesado desde hace ya varios años. Y el proceso
continúa y asciende en capacidad de organización. Se ha ido refinando la
conciencia sobre lo que aqueja y oprime. En ocasiones la protesta tomó la ruta
de los derechos conculcados a los indígenas chiapanecos. En otras, se encierra
en los añejos conflictos por tierras o derechos específicos en la Oaxaca
depauperada y sometida al caciquismo más atrabiliario. A últimas fechas el
descontento se ha filtrado a través de la inseguridad que provoca el crimen
organizado. Con la impunidad y el miedo, la aparente comodidad de las mismas
clases medias se tambalea y, en regiones enteras, ocasiona éxodos colectivos. A
pesar de los reclamos que surgen, hasta hoy en día el sistema ha podido
continuar imponiendo sus visiones parciales. Las promesas de atención y
desplantes de duras acciones represivas no encuentran otro cauce que el de una
guerra sin cuartel que se agota en sí misma. Guerrerismo que tiene raíces
inducidas desde el extranjero, ya sea por los temores tan ancestrales cuan
cotidianos de los estadunidenses, como por sus permanentes afanes de conquista.
La
emergencia de un fustigado enojo, que lleva significados y cualidades de
distinto género, se destapó desde la vapuleada región morelense. Distinta de la
gama previa que lanzó proclamas de atención al gobierno por la inseguridad,
este llamado articula una visión penetrante en algunas causales reales de la
criminalidad. Desoídos o simplemente manoseados desde las cúspides y los medios
de comunicación electrónica, las anteriores manifestaciones de esta especie han
tenido débiles continuidades y poco o nulo enraizamiento en la base social.
Esta nueva algarada por la paz con dignidad y justicia está llamada a crecer en
profundidad y abarcamiento. El secreto estribará en su capacidad para
catalizar, aunque sea una porción, del enorme descontento nacional.
Ajeno
por completo a las atenciones de los medios de comunicación de masas que lo
destierran, con ciega táctica, de pantallas y micrófonos, el Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) ha ido engrosando sus filas. Ha recogido ese
larvado descontento que se nutre de manera cotidiana por el modelo expoliador
vigente. No sólo ausculta esas pulsiones de revuelta, sino que ayuda a transformarlas
en un organismo que pugne por una república donde quepan todos, para que se
construya una nación de iguales, donde nadie sea más que nadie como claman los
jóvenes españoles. Plaza tras plaza, ciudad por ciudad, en municipios,
regiones, en barrios o colonias y caseríos desparramados por todo el país se ha
ido auxiliando, con paciencia y duro trabajo proselitista, al crecimiento de la
conciencia individual de la ciudadanía. Sin tapujos, hombres y mujeres quedan
situados delante de la opresión que padecen e identifica, con prístina
claridad, a sus causantes y beneficiarios. Ya suman millones los voluntarios
adherentes y, por lo que se ve, serán bastantes más. Con ellos y para ellos se
trabaja sin descanso a pesar del ninguneo de los poderosos, el de sus socios
menores y la torpe mirada de sus muchos lacayos.
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