Se multiplican las autodefensas ciudadanas
José Gil Olmos
José Gil Olmos
Ante la incapacidad de las
autoridades municipales, y aun de las federales, para aprehender a los
delincuentes, controlar los asaltos y los plagios que se han elevado en los
últimos dos años, comuneros, productores y empresarios de los municipios de
Ocuituco, Ocoxaltepec y Tetela del Volcán, todos ellos de Morelos, decidieron
formar grupos ciudadanos de autodefensa. Ellos dicen que sólo siguen el ejemplo
de comunidades de Guerrero, Chihuahua y Michoacán, que desde hace tiempo tienen
sus propios cuerpos de seguridad. Y aclaran: “no somos policías”, así que con
el narco “no nos metemos”.
TETELA DEL VOLCÁN, MOR.-
Desde lo alto del cerro del Calabazo se avistan los pueblos morelenses y
poblanos empotrados en las faldas del Popocatépetl. Desde ahí, un vigía domina
todo el entorno, al tiempo que escucha su aparato de radio de baja frecuencia
que le sirve para comunicarse con sus compañeros, sobre todo cuando algún
maleante merodea por la zona.
“Si los delincuentes se
organizan, nosotros también lo hacemos”, dice el vigía, quien se identifica con
el código Zorro. En su puesto de observación ondea una bandera que simboliza la
unidad nacional y el sentido patriótico de la organización.
Zorro suelta una
advertencia: “Ahora saben que la perra también es brava y no nos vamos a
rajar”. Junto con otros lugareños, empresarios y productores de durazno y
aguacate, él forma parte del grupo ciudadano de autodefensa Relámpago, que
desde septiembre del año pasado opera en los altos de Morelos.
Los pobladores se
organizaron para adquirir la tecnología necesaria a fin de instalar su centro
de operaciones, que incluye una antena de radio instalada en el pico del cerro
para tener una mejor recepción. Gracias a esa infraestructura, la organización
tiene una cobertura que va más allá del estado.
Al igual que en Morelos,
donde la delincuencia se eleva cada día ante la incapacidad de las autoridades,
en otras poblaciones como Cherán, en Michoacán; en las regiones de la Costa y
de la Montaña, en Guerrero, y en LeBarón, Chihuahua, también existen grupos de
autodefensa como Relámpago.
La Policía Comunitaria
guerrerense es quizá la experiencia más antigua. Surgió a finales de 1995,
meses después de la matanza de campesinos en el vado de Aguas Blancas, para
defender a la población de la represión militar y para protegerla de las bandas
delincuenciales de la zona.
Hoy, ese cuerpo está
conformado por 700 elementos y su ámbito de influencia abarca 70 comunidades en
nueve municipios. Su sistema de impartición de justicia es singular, pues se
basa en la reeducación. Así, quien delinque es obligado a pagar su falta con
trabajo comunitario.
“La Policía Comunitaria es
una institución de los pueblos creada como una forma de justicia que no se
cobra, cimentada en un nuevo derecho, distinto al impuesto por el Estado,
vigila la seguridad en los caminos y vela por la impartición de justicia,
derecho arrebatado al pueblo”, comenta Asunción Ponce Ramos, presidente de la
Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), encargada de
supervisar a esta agrupación.
En el caso de la comunidad
mormona de Chihuahua, donde Benjamín LeBarón y su cuñado Luis Widmar Stubss
fueron asesinados el 7 julio del 2009 por sicarios luego de que denunciaron a
un grupo de secuestradores en esa entidad, Julián LeBarón propuso la creación
de una policía comunitaria armada en esta zona de Chihuahua.
Dice que la autodefensa
viene del sentido común y del derecho inalienable que tienen las personas para
defenderse: “Si no tienes manera de hacerlo, se acabó toda tu libertad; si
sabes que la autoridad no ha defendido a tus vecinos y no tomas el asunto en
tus propias manos, entonces estás abdicando de cierta manera tu derecho a la
vida.
“Esa es una mejor manera de
vivir y de morir que aceptar lo que nos humilla y nos denigra como seres humanos.
Como decía Emiliano Zapata: ‘Prefiero morir siendo esclavo de los principios
que vivir siendo esclavo de los hombres’.”
Añade: “Creo que todas las
leyes o las autoridades que nos dicen que no tenemos derecho a defendernos o
que no podemos defendernos están mal, porque esa es una obligación de la
autoridad, y si no cumple con eso es una autoridad totalmente falsa que
traiciona a la ciudadanía porque no permite que se defienda”.
Miembro ahora del
Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el poeta y
colaborador de Proceso Javier Sicilia, Julián LeBarón, productor de algodón,
dice que está totalmente convencido de que la violencia no se puede combatir
con la violencia. E insiste: “Pero creo en el derecho de todos los seres humanos
a defenderse”.
Instinto cazador
Renuentes a dar sus nombres
por temor a represalias –“en octubre pasado atrapamos a varios delincuentes y
sus compañeros nos amenazaron de muerte”, dice a Proceso uno de los
entrevistados–, los integrantes del grupo Relámpago comentan que no están
armados porque, insisten, su única defensa es la unidad y la red de
intercomunicación.
“No somos policías ni
queremos enfrentar a los narcotraficantes. Si hacemos labores de seguridad es
porque tuvimos que entrarle; el pueblo nos apoya. En septiembre del año pasado
ya no podíamos vivir tranquilos, por lo que decidimos constituirnos en un grupo
de autodefensa ciudadana”, dice uno de los lugareños.
Incluso muestra su
credencial, autorizada por la Dirección General de Enlace Interinstitucional
Comité de Colaboración Comunitaria de la Procuraduría estatal, en la que se
especifica que los integrantes del grupo no están autorizados a portar armas.
Por eso, insiste, “sólo actuamos como autodefensa. Cuando agarramos a un
delincuente, lo entregamos a las autoridades para que lo arresten; cuando se
trata de armamento, de inmediato informamos a las corporaciones policiacas. Esa
es nuestra labor”.
Zorro es un campesino que
admite que en un tiempo estuvo en el Ejército. Y aunque aclara que no tiene
experiencia en logística militar, cuando explica la estructura del grupo se
notan de inmediato sus reminiscencias castrenses.
Los integrantes de
Relámpago, expone, se dividen en tres secciones, cada una con tres pelotones
que reportan sus actividades a un comandante; también cuentan con escuadras que
le dan una verticalidad a toda la estructura. En total son 200 elementos cuyo
tiempo de reacción es de tres a cinco minutos. Todos portan radios o celulares
y su cobertura incluye a los pueblos colindantes con Puebla, Tlaxcala y el
Estado de México.
“No hemos recibido
instrucción militar de nadie –dice Zorro–; es nuestro propio instinto cazador
el que nos ha ayudado. Aquí todos somos campeadores, conocemos perfectamente el
monte, la montaña, las veredas, todos los caminos. Eso nos ha ayudado mucho.
“Cuando hay un evento, en
menos de tres minutos más de 200 elementos reciben la comunicación. Saben cómo
liberar la frecuencia, pues todos manejan las claves. Nadie pregunta, sólo
actúa. En el caso de un secuestro, cerramos de inmediato el pueblo. La gente
tiene claves y consignas, órdenes precisas para cerrar las calles. La señal
puede ser un toque de campana, un cohete”, explica.
Las instituciones,
rebasadas
Al igual que los habitantes
de este municipio morelense, sus vecinos de Ocuituco y Ocoxaltepec decidieron
organizar sus grupos de autodefensa. Dicen que están cansados de las
“deficiencias de los gobiernos municipal y estatal”, incapaces de “detener la
violencia, los secuestros, asaltos y robos”.
Durante los últimos dos
años, los levantones, extorsiones y robo de autos se dispararon; los asaltos y
plagios en carreteras y en las viviendas han afectado lo mismo a los campesinos
que a los empresarios locales de esta próspera región de los altos de Morelos
por su producción de aguacate y de durazno californiano de exportación.
Los primeros en organizarse
fueron los de Ocuituco, señala Heberto Escobar, quien trabaja como ayudante
municipal. Relata que el 15 de octubre de 2009 la población acordó poner un
alto a los secuestros y el robo de autos que, dice, “nos traían asoleados”.
“Todos los hombres mayores
de 18 años nos organizamos en grupos; somos como 3 mil. Vigilamos las cuatro
entradas y salidas del pueblo, sacamos nuestras armas de campo, escopetas,
pistolas, machetes... Hasta que los del gobierno y el Ejército llegaron y nos
dijeron que no podíamos hacer eso. Entonces nos dieron algunos radios e
instalaron módulos.
“Desde esa fecha hemos
participado en la vigilancia con grupos de cinco personas en el día y ocho en
la noche. Lo hacemos sin armas; sólo llevamos radios, que nosotros mismos
compramos”, explica el ayudante municipal.
Escobar asegura que los
habitantes de Ocoxaltepec siguieron el ejemplo de sus vecinos de Ocuituco y
comenzaron a organizar sus grupos de vigilancia de día y de noche. Luego lo
hicieron los de Tetela del Volcán.
La diputada local del PRI
Liliana Ibarra Campos, originaria de Ocuituco, narra a Proceso: “Yo lo dije en
la tribuna del Congreso: la desesperación de la gente era mucha y ya no estaba
dispuesta a arriesgar su vida. Ante el vacío que dejaban las autoridades del
gobierno del estado y del municipio, el pueblo de Jumiltepec comenzó a
organizarse y a armarse. Pusieron retenes, lo que es ilegal, pero lo hicieron
para defenderse, como en Cherán, Michoacán, y otras comunidades del país”.
Por fortuna, agrega, el
alcalde de Jumiltepec reaccionó y envió a unos policías para reforzar la
vigilancia. Sólo así los pobladores dejaron las armas; únicamente se quedaron
con machetes y palos. Incluso se construyó un módulo para que organizaran sus
guardias de vigilancia.
En 2010, la ola de
violencia se elevó en las comunidades de Jumiltepec, Ocoxaltepec y Huecahuaxco,
del municipio de Ocuituco y en Tetela del Volcán. En dos años, en este
municipio se registraron 50 secuestros. Eso fue lo que movió a los habitantes a
organizarse.
“Agarraban pobres, ricos;
de todo. Los niños ya no podían salir a jugar, los jóvenes tampoco. Había
psicosis”, dice uno de los integrantes de Relámpago. Al principio sólo participaban
los de más confianza porque, aclara, ellos ya tenían identificados a los
asaltantes y secuestradores que vivían en la misma comunidad.
Zorro comenta: “Empezamos
con 30 personas equipadas con radio de escasa frecuencia porque nos los
prestaba la presidencia municipal. Ahora somos 200 y contamos con equipo propio
y de mayor alcance, incluidos celulares.
–¿Las instituciones han
sido rebasadas?
–Estamos conscientes de
esta situación. La seguridad a nivel nacional está por los suelos.
Definitivamente no sé cómo analizarla pero la maldad se ha desbordado.
Los límites
Los grupos ciudadanos de
autodefensa del poblado de Jumiltepec, perteneciente al municipio de Ocuituco,
y los de Tetela del Volcán, aseguran que ellos no se meten con los narcos.
Heberto Escobar, de
Jumiltepec, expone: “Nosotros revisamos los autos… que no lleven a gente
secuestrada o cosas que se hayan robado del pueblo. Pero si vemos que llevan
droga o armas, no nos metemos… Los dejamos pasar”.
Cuando se le pregunta a
Zorro sobre el mismo asunto, el comunero responde: “Sabemos que existen (los
narcos) pero no nos metemos con ellos. Nuestro problema es la seguridad;
nosotros no haremos nada (contra ellos) porque no somos policías. Que quede
bien claro: no somos policías: somos un grupo de autodefensa; somos un grupo de
reacción inmediata y queremos mantenernos independientes del gobierno”.
Dice que el propósito del
grupo Relámpago es fortalecerse e interactuar con organizaciones ciudadanas de
otros poblados, como Ocoxaltepec, Jumiltepec y Zacualpan.
“Hemos invitado a más
comunidades. Ya nos reunimos con la gente de allá y están totalmente de
acuerdo. Vamos a ver a todos los pueblos circunvecinos para que se unan a la
causa, para que nos apoyen a limpiar completamente la región. Ojalá el
movimiento se extienda por todo el país.”
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