Osama ha muerto: ¿qué diferencia hace esto?
Immanuel Wallerstein
Osama Bin Laden fue muerto en Abbottabad, Pakistán,
el 2 de mayo de 2011, tiempo de Pakistán. Fue asesinado por fuerzas
estadunidenses, conocidas como US Seals, en una operación especial
ordenada por el presidente de Estados Unidos. El mundo entero sabe esto, y las
reacciones a este acontecimiento han sido extremadamente diversas. ¿Pero ha
cambiado algo, en algún lado, esta muerte? ¿Importa?
La primera pregunta que la mayoría de la gente se
está haciendo es si esta muerte significa la disolución de Al Qaeda. Es claro
desde hace algún tiempo que Al Qaeda no es hoy una sola organización sino una
franquicia. Si Osama comandaba directamente algunos grupos, eran aquellos
localizados en Pakistán y Afganistán. Hay lo que podrían parecer estructuras
autónomas que se llaman a sí mismas Al Qaeda en otras partes del mundo, y
notablemente en Irak, Yemen y el Magreb. Tales grupos han realizado un homenaje
simbólico a Osama pero toman sus propias decisiones operacionales.
Además, el poder político y de combate actual de
los varios grupos parece haber declinado desde hace algún tiempo. La razón más
importante para esto no es el asesinato de los líderes de Al Qaeda por Estados
Unidos u otros gobiernos sino la sensación entre la mayoría de las otras
fuerzas islamitas de que podrían impulsar más sus metas mediante rutas más
políticas. El asesinato de Osama puede inspirar algunos intentos inmediatos de
Al Qaeda de vengarse, pero no es probable que esto frene mucho la creciente
irrelevancia de Al Qaeda en el escenario mundial.
¿Acaso la muerte de Osama cambiará la situación en
Pakistán o Afganistán? El gobierno de Pakistán ya se sentía inseguro desde
antes de esto. Ahora se refunfuña en público tanto en Pakistán y Estados Unidos
por lo que pudo haber sabido el gobierno paquistaní y cuándo fue que lo supo.
La línea oficial del gobierno paquistaní es que durante siete años no supo nada
de que Osama estuviera situado en una villa aledaña a su principal academia
militar. Y también alega que no supo nada previamente al ataque estadunidense y
considera que fue una infracción ilegitima de la soberanía paquistaní.
Ninguno de estos argumentos es plausible. Por
supuesto que sabía dónde vivía Osama, o por lo menos algunos funcionarios
paquistaníes lo sabían. ¿Cómo podrían no haberlo sabido? Y por supuesto el
gobierno estadunidense sabía que Pakistán sabía y no lo decía. Todo esto fue
parte de la difícil y ambigua relación entre los dos aliados durante por lo
menos los últimos 10 años. ¿Cambiará la muerte de Osama algo de esto? Lo dudo.
La alianza continúa siendo mutuamente necesaria.
Y en cuanto a que si los paquistaníes fueron
informados del ataque estadunidense que estaba por emprenderse, depende de
cuáles paquistaníes hablamos. Es claro que Estados Unidos quería mantener el
ataque en secreto para cualquiera que, en Pakistán, pudiera haber interferido o
alertado a Osama. ¿Pero nadie sabía? Tenemos dos piezas de información
contraria que han salido a la luz. The Guardian publicó un artículo
después de la muerte de Osama donde se informó, sobre la base de conversaciones
entre funcionarios estadunidenses y paquistaníes, que el anterior presidente de
Pakistán, Musharraf, hizo un acuerdo con el presidente George W. Bush en 2001,
en el que Musharraf accedió por adelantado a algún ataque unilateral
estadunidense sobre Osama donde quiera que lo localizaran, con la previsión de
que los paquistaníes lo denunciaran públicamente después de sucedido. Musharraf
ahora lo niega, ¿pero quién le cree?
Hay una pieza de evidencia todavía más persuasiva.
Xinhua, la agencia oficial de noticias china, publicó un reportaje el mismo día
de la muerte de Osama que, citando testigos presenciales, narraba que la luz
fue cortada durante la operación –de hecho durante dos horas antes de que
ocurriera el ataque–, lo que únicamente pudo haberlo hecho alguna dependencia
paquistaní que sabía que el ataque estaba por ocurrir. Los chinos tienen en
Pakistán una inteligencia interna por lo menos tan buena como Estados Unidos.
Así que parece probable que, mientras algunas agencias paquistaníes estuvieron
a oscuras, otras se coordinaron con Estados Unidos.
En la punta estadunidense, algunos miembros del
Congreso se agitan por el hecho de que los paquistaníes debieron saber que
Osama vivía en Abbottabad y quieren por lo tanto cortarle, o reducirle, la
asistencia financiera y militar a Pakistán. Pero es claro que esto va contra el
mantenimiento de alguna influencia estadunidense en Pakistán, y es poco
probable que se haga algún cambio real en las relaciones actuales.
Y en cuanto a Afganistán, es claro que, por algún
tiempo, los talibanes han estado guardando su distancia de Al Qaeda y Osama,
con el fin de perseguir su propio retorno al poder. La muerte de Osama tan sólo
puede reforzar su posición dentro de Afganistán, y acelera el proceso por el
cual Estados Unidos es empujado hacia fuera, algo que hará muy felices a los
militares estadunidenses. Algunos en Estados Unidos dirán que esta victoria les
permite hacer los arreglos políticos necesarios con los talibanes. Y algunos de
los que se opusieron desde el principio a la intervención estadunidense dirán
que esto prueba que no hay ya una amenaza plausible que justifique la
continuada presencia estadunidense ahí. Que este escenario es posible puede
verse en el grito angustioso que surge de los elementos no pashtunes en el
norte de Afganistán de que no se saque conclusión alguna.
¿Acaso el asesinato de Osama hace por lo menos
alguna diferencia en Estados Unidos? Bueno, sí hace diferencia. El presidente
Obama asumió grandes riesgos políticos al conducir esta operación,
especialmente por conducirla utilizando una fuerza Seals en lugar de
bombardear la residencia. Si hubiera salido mal en alguna forma, esto lo habría
hundido políticamente. Pero no salió mal. Y así se han deshecho todos los
argumentos republicanos de que es un líder débil, especialmente en asuntos
militares. Esto sin duda lo ayudará en las elecciones venideras. Pero de nuevo,
los comentaristas han apuntado que esto lo ayudará tan sólo un poco. La economía
sigue siendo el gran asunto interno en la política estadunidense. Y la
relección de Obama y las perspectivas demócratas en las elecciones para el
Congreso se verán afectadas sobre todo por asuntos de bolsillo en 2012.
Así, ¿qué diferencia hace la muerte de Osama? No
demasiada.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
Del derecho al hecho
Miguel
Concha
En la actualidad, los derechos humanos se han
constituido en el principal referente para la legitimidad de las acciones
públicas. Décadas de lucha de múltiples actores sociales dieron lugar a que las
declaraciones universales que reconocen derechos de la humanidad se
convirtieran paulatinamente de sólo un referente moral a uno también jurídico,
y, por tanto, en una obligación para los estados que, con su firma, se
comprometen a respetarlos, protegerlos, promoverlos y garantizarlos.
No obstante lo anterior, es desafortunadamente
frecuente que algunos gobiernos enuncien –con el único fin de legitimarse–
derechos humanos que en la práctica no cumplen. Por ello, se ha avanzado en
criterios para su aplicación, como la progresividad, que significa la
obligación del Estado de procurar todos los medios posibles para su
satisfacción en cada momento histórico, así como la prohibición de cualquier
retroceso o involución en esta tarea; la no discriminación en su disfrute;
mecanismos de reclamo en caso de incumplimiento; acceso a la información y
participación de la sociedad en el diseño de las políticas orientadas a
garantizarlos.
Llama por lo mismo la atención que habiendo una Ley
de Desarrollo Social en el Distrito Federal, vigente desde mayo del año 2000
–producto de la interacción entre académicos, múltiples organizaciones de la
sociedad civil y miembros de la Asamblea Legislativa, que se distingue
precisamente por incorporar ampliamente una perspectiva de derechos humanos–,
se proponga ahora una iniciativa de ley del sistema de protección social que,
según opiniones de especialistas en la materia, restringe, en vez de avanzar en
esa dirección.
Aquella ley en su artículo primero, fracción V,
establece que su objeto es: impulsar la política de desarrollo social con la
participación de personas, comunidades, organizaciones y grupos sociales que
deseen contribuir en este proceso de modo complementario al cumplimiento de la
responsabilidad social del Estado y a la ampliación del campo de lo público. Y
en la fracción VI de su artículo tercero define al desarrollo social como el
proceso de realización de los derechos de la población, mediante el cual se
fomenta el mejoramiento integral de las condiciones y calidad de vida. Estos
enunciados ubican a esta ley en la perspectiva de derechos, los cuales se
realizan mediante los lineamientos para los programas sociales que aspiran a
concretizar su garantía.
En cambio, en un artículo segundo de la iniciativa
del sistema de protección social (no queda incluso claro a qué capítulo
corresponde), se derogan los artículos 32 a 38 de la Ley de Desarrollo Social,
que son justamente los que establecen las características de los programas de
desarrollo social. Lo que en caso de aprobarse conduciría a un contrasentido:
por un lado, una Ley de Desarrollo Social con enfoque de derechos, pero carente
de instrumentos para garantizarlos a través de programas concretos, y, por
otro, una Ley del Sistema de Protección Social con instrumentos pretendidamente
mejorados, pero carente de perspectiva de derechos humanos. Es decir, los
derechos no se convierten en hechos.
Las implicaciones de esta ley afectan además a
muchas otras, pues se derogan también varios artículos de la Ley de Protección
y Fomento al Empleo para el Distrito Federal (DF). De acuerdo al transitorio
segundo de la iniciativa, y contrario a lo que establece la lógica jurídica, se
abrogarán igualmente las siguientes leyes en el momento en que el jefe de
Gobierno expida con un acto administrativo el reglamento de la nueva ley: la
ley que establece el derecho a un paquete de útiles escolares por ciclo escolar
a todos los alumnos residentes en el DF, inscritos en escuelas públicas de esta
ciudad capital, en los niveles de prescolar, primaria y secundaria; la Ley del
Seguro Educativo para el Distrito Federal; la ley que establece el derecho a
contar con una beca para los jóvenes residentes en el DF que estudien en los
planteles de educación media superior y superior del gobierno capitalino; la ley
que establece el derecho a la pensión alimentaria para los adultos mayores de
68 años residentes en el DF; la ley que establece el derecho de las madres
residentes en el DF, solas y de escasos recursos, de recibir un apoyo
alimentario; la ley que establece el derecho al acceso gratuito a los servicios
médicos y medicamentos a las personas residentes en el DF que carecen de
seguridad social laboral.
No se puede afirmar que los derechos establecidos
en las leyes anteriores queden plenamente incorporados en la iniciativa
propuesta. Más bien quedan reducidos a la noción de ayudas del gobierno. Con la
cantidad de leyes que se modifican y abrogan, estaremos de acuerdo en que se
trata de reformas mayores en el enfoque de la política social de la ciudad, y
que este tipo de cambios no se pueden realizar sin una amplia participación de
la sociedad.
Por ello, el pasado 12 de mayo importantes redes de
organizaciones civiles demandaron a la Asamblea Legislativa no aprobar esta
iniciativa en un período extraordinario, y abrir en cambio un amplio proceso de
consultas. Confío en que la Asamblea oirá las diversas voces que se siguen
pronunciando en el sentido anterior. Ha habido también manifestaciones que
afirman que sería mucho más valioso incorporar las legítimas preocupaciones del
Gobierno del DF por hacer más eficientes los programas sociales, en una reforma
a la Ley de Desarrollo Social que tenga en cuenta estas y otras necesarias
adecuaciones al tiempo actual, pero sin perder la perspectiva de derechos
humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario