La Cosa Nostra en Monterrey
Trieste. Decomiso.
Foto: AP
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Una investigación de más de 10 años puso al descubierto una operación de
tráfico intercontinental en la que cocaína colombiana llegaba a la capital de
Nuevo León para de ahí ser enviada a Europa. La investigación que reveló la
existencia de esa red multinacional –el Operativo Monterrey– fue llevada a cabo
por las policías estadunidense e italiana, al margen de la mexicana, y mostró
que un par de delincuentes apellidados Gerardi –presuntamente al servicio de la
Cosa Nostra– usaban una empresa fachada de fabricación de hornos para
transportar la droga cuyo destino final eran las ciudades de Nápoles y Palermo,
cunas de dos de las mafias más fuertes.
PALERMO, ITALIA (Proceso).- La sospecha de que criminales italianos operaban
en México desde hace tiempo quedó despejada el pasado martes 22, cuando en esta
ciudad se informó que hay 34 órdenes de captura contra integrantes de una red de
narcotraficantes dirigida por los hermanos Bruno y Elio Gerardi, quienes desde
Monterrey, Nuevo León, organizaron una red para vender cocaína a las mafias de
Sicilia, la Cosa Nostra, y de Nápoles, la Camorra.
La investigación que puso al descubierto esta operación de narcotráfico transcontinental la llevaron adelante autoridades estadunidenses e italianas y en ella no participó la policía de México, país en el que se tejió parte de esa red.
Esta es la segunda investigación iniciada en Italia donde se descubre que mexicanos e italianos trabajan juntos para traficar droga de un continente a otro. La primera comenzó en 2008 en Nueva York, donde se descubrió que familias de la ‘Ndrangheta (la mafia de Calabria) habían comenzado a hacer negocios con el Cártel del Golfo.
A diferencia de la Operación Solare, como se llamó aquélla –que duró casi nueve meses y se desarrolló sólo entre Nueva York y la región de Calabria–, ésta duró más de 10 años y tuvo lugar en varios países.
Además de las órdenes de captura –incluidas cinco contra ciudadanos mexicanos que operaban en la misma organización– la Procuraduría y Policía de Palermo, junto con la DEA y la Dirección Central de Servicios Antidroga de Italia dieron a conocer parte de la investigación que llevan a cabo desde 2001, cuando sonaron por primera vez los nombres de los hermanos Gerardi en asuntos ligados con el narcotráfico.
Éstos, oriundos de la ciudad de Módena, en la región italiana de Reggio Emilia, se hacían pasar por negociantes legítimos: tenían una empresa en Castellarano, Reggio Emilia, otra en Colombia y en el último sexenio habían logrado abrir una más en la capital nuevoleonesa, de ahí que la investigación fuera nombrada Operativo Monterrey por las autoridades italianas.
El giro de sus negocios –que era una pantalla– era la fabricación de grandes hornos, del tipo de los que se usan para la elaboración de cerámica para la construcción.
Según las fichas de investigación –en poder de Proceso– Elio Gerardi, de 55 años, aparecía como director responsable de la empresa en Castellarano. Su hermano Bruno, de 44, comenzaba a pasar cada vez más tiempo en el continente americano.
En 2000 ambos constituyeron una empresa de las mismas características en Cúcuta, Colombia, ciudad del departamento de Santander, fronterizo con Venezuela.
Ahí Bruno y Elio comenzaron a operar desde inicios de la década pasada con el mismo perfil de empresarios que tenían en Italia. En poco tiempo lograron constituir su empresa: International Stampi, una intermediaria que transportaba los hornos desde Colombia.
Fue en esa época, después de un aviso de la DEA, cuando las autoridades estadunidenses comenzaron a investigarlos, explica a Proceso Maria Teresa Principato, procuradora adjunta de Palermo.
“En el año 2000, cuando ya se había identificado a estos dos hermanos italianos que viajaban constantemente de Italia a Colombia, se confiscaron 196 kilos de cocaína”, explica.
Dos años después, en noviembre de 2002, los Gerardi, con ayuda de un ciudadano mexicano cuyo nombre fue reservado, intentaron llevar mil 155 kilos de cocaína de Barranquilla a México, para luego transportarla a Italia.
La droga fue confiscada en Colombia y los Gerardi, con investigaciones abiertas en ese país, huyeron: Elio a Módena y Bruno a México.
La investigación que puso al descubierto esta operación de narcotráfico transcontinental la llevaron adelante autoridades estadunidenses e italianas y en ella no participó la policía de México, país en el que se tejió parte de esa red.
Esta es la segunda investigación iniciada en Italia donde se descubre que mexicanos e italianos trabajan juntos para traficar droga de un continente a otro. La primera comenzó en 2008 en Nueva York, donde se descubrió que familias de la ‘Ndrangheta (la mafia de Calabria) habían comenzado a hacer negocios con el Cártel del Golfo.
A diferencia de la Operación Solare, como se llamó aquélla –que duró casi nueve meses y se desarrolló sólo entre Nueva York y la región de Calabria–, ésta duró más de 10 años y tuvo lugar en varios países.
Además de las órdenes de captura –incluidas cinco contra ciudadanos mexicanos que operaban en la misma organización– la Procuraduría y Policía de Palermo, junto con la DEA y la Dirección Central de Servicios Antidroga de Italia dieron a conocer parte de la investigación que llevan a cabo desde 2001, cuando sonaron por primera vez los nombres de los hermanos Gerardi en asuntos ligados con el narcotráfico.
Éstos, oriundos de la ciudad de Módena, en la región italiana de Reggio Emilia, se hacían pasar por negociantes legítimos: tenían una empresa en Castellarano, Reggio Emilia, otra en Colombia y en el último sexenio habían logrado abrir una más en la capital nuevoleonesa, de ahí que la investigación fuera nombrada Operativo Monterrey por las autoridades italianas.
El giro de sus negocios –que era una pantalla– era la fabricación de grandes hornos, del tipo de los que se usan para la elaboración de cerámica para la construcción.
Según las fichas de investigación –en poder de Proceso– Elio Gerardi, de 55 años, aparecía como director responsable de la empresa en Castellarano. Su hermano Bruno, de 44, comenzaba a pasar cada vez más tiempo en el continente americano.
En 2000 ambos constituyeron una empresa de las mismas características en Cúcuta, Colombia, ciudad del departamento de Santander, fronterizo con Venezuela.
Ahí Bruno y Elio comenzaron a operar desde inicios de la década pasada con el mismo perfil de empresarios que tenían en Italia. En poco tiempo lograron constituir su empresa: International Stampi, una intermediaria que transportaba los hornos desde Colombia.
Fue en esa época, después de un aviso de la DEA, cuando las autoridades estadunidenses comenzaron a investigarlos, explica a Proceso Maria Teresa Principato, procuradora adjunta de Palermo.
“En el año 2000, cuando ya se había identificado a estos dos hermanos italianos que viajaban constantemente de Italia a Colombia, se confiscaron 196 kilos de cocaína”, explica.
Dos años después, en noviembre de 2002, los Gerardi, con ayuda de un ciudadano mexicano cuyo nombre fue reservado, intentaron llevar mil 155 kilos de cocaína de Barranquilla a México, para luego transportarla a Italia.
La droga fue confiscada en Colombia y los Gerardi, con investigaciones abiertas en ese país, huyeron: Elio a Módena y Bruno a México.
Desde Nuevo León
En Monterrey Bruno Gerardi mantuvo su fachada de empresario dedicado a la
fabricación de hornos para la cocción de cerámica. Pero a raíz de sus viajes y
estancias en Colombia, las policías de este país y las de Estados Unidos e
Italia comenzaron a vigilar sus movimientos y llamadas.
En julio de 2006 Bruno y los mexicanos Juan Felipe Álvarez, Arturo y Rodrigo Mora Mondragón, Humberto Valenzuela Ochoa y Reynaldo Oyervides Jaime –hoy prófugos y buscados por la Interpol– preparaban el envío de 500 kilos de cocaína que debían llegar a la localidad de Carpi, en Módena. Rellenaron un horno –que debía ser destruido para recuperar su carga oculta– con 10 paneles de 50 kilos de cocaína casi pura (al 84%) cada uno.
Según los investigadores los planes para hacer llegar la droga a Módena cambiaron cuando Gerardi tuvo contacto con Vincenzo Paone –oriundo de Caserta, Nápoles– y el destino del envío cambió. La cocaína tendría que llegar directamente a Nápoles y una parte de ella sería entregada a personajes cercanos a la Camorra.
Con Paone se involucraron otros napolitanos: Carlo y Pasquale di Lanno, Gerardo Coppola, Vincenzo y Daniele Nettuno, Attilio Cesarano y Pietro Salatiello.
Pero había otros interesados en el cargamento de cocaína. Por las mismas fechas personajes ligados a la Cosa Nostra –específicamente el clan de la familia Graviano, que opera en el barrio popular de Brancaccio– se acercaron a Gerardi para que otra parte de la droga llegara a Palermo.
Fueron 11 los palermitanos implicados: Antonino Catanese, Fabio Cucina, Luigi Catalano, Vincenzo y Salvatore Inzerra, Francesco Paolo Rizzuto, Gaetano Rubino, Maurizio Riolo, Alberto Cannia, Maurizio Dentici y Vincenzo Esposito. Todos ellos y los napolitanos ya están detenidos y acusados de importación y tráfico internacional de drogas.
“También en este caso, como ya ha ocurrido en el pasado, no han faltado las conexiones entre el grupo que hemos desmembrado y la Cosa Nostra palermitana, en particular del clan de Brancaccio”, señala Principato. “Una vez más la Cosa Nostra, que durante años ha bajado la guardia, no logra renunciar a lo que la droga y el narcotráfico significa para cualquier organización criminal”.
La procuradora adjunta explica que la diferencia ahora con la Cosa Nostra es que utiliza a otras personas, aparentemente limpias y con perfiles que nada tengan que ver con ellos, para seguir haciendo negocios sin que sus integrantes se expongan demasiado, ya que las leyes son cada vez más severas.
En julio de 2006 Bruno y los mexicanos Juan Felipe Álvarez, Arturo y Rodrigo Mora Mondragón, Humberto Valenzuela Ochoa y Reynaldo Oyervides Jaime –hoy prófugos y buscados por la Interpol– preparaban el envío de 500 kilos de cocaína que debían llegar a la localidad de Carpi, en Módena. Rellenaron un horno –que debía ser destruido para recuperar su carga oculta– con 10 paneles de 50 kilos de cocaína casi pura (al 84%) cada uno.
Según los investigadores los planes para hacer llegar la droga a Módena cambiaron cuando Gerardi tuvo contacto con Vincenzo Paone –oriundo de Caserta, Nápoles– y el destino del envío cambió. La cocaína tendría que llegar directamente a Nápoles y una parte de ella sería entregada a personajes cercanos a la Camorra.
Con Paone se involucraron otros napolitanos: Carlo y Pasquale di Lanno, Gerardo Coppola, Vincenzo y Daniele Nettuno, Attilio Cesarano y Pietro Salatiello.
Pero había otros interesados en el cargamento de cocaína. Por las mismas fechas personajes ligados a la Cosa Nostra –específicamente el clan de la familia Graviano, que opera en el barrio popular de Brancaccio– se acercaron a Gerardi para que otra parte de la droga llegara a Palermo.
Fueron 11 los palermitanos implicados: Antonino Catanese, Fabio Cucina, Luigi Catalano, Vincenzo y Salvatore Inzerra, Francesco Paolo Rizzuto, Gaetano Rubino, Maurizio Riolo, Alberto Cannia, Maurizio Dentici y Vincenzo Esposito. Todos ellos y los napolitanos ya están detenidos y acusados de importación y tráfico internacional de drogas.
“También en este caso, como ya ha ocurrido en el pasado, no han faltado las conexiones entre el grupo que hemos desmembrado y la Cosa Nostra palermitana, en particular del clan de Brancaccio”, señala Principato. “Una vez más la Cosa Nostra, que durante años ha bajado la guardia, no logra renunciar a lo que la droga y el narcotráfico significa para cualquier organización criminal”.
La procuradora adjunta explica que la diferencia ahora con la Cosa Nostra es que utiliza a otras personas, aparentemente limpias y con perfiles que nada tengan que ver con ellos, para seguir haciendo negocios sin que sus integrantes se expongan demasiado, ya que las leyes son cada vez más severas.
El largo viaje
Para los investigadores, el Operativo Monterrey tuvo la peculiaridad de que
–contra lo que ocurre en otros casos, en los que se empieza a seguir a los
narcomenudistas o a los “correos”– esta vez todo comenzó desde la cabeza. Los
hermanos Gerardi, quienes aprovechando su imagen y experiencia como empresarios
hacían uso de sus compañías aparentemente legales para hacer pasar a otros
narcotraficantes como empleados y sus productos como medio de transporte para la
cocaína.
“Los Gerardi, así como otros de los personajes que participaron con ellos, eran personas de las que no se sospechaba. Sólo las investigaciones que hicimos durante años permitieron a la policía y a la magistratura focalizar e identificar su papel en la organización mafiosa siciliana.
“De las investigaciones podemos comprender también el momento en el que está la Cosa Nostra actualmente. A diferencia de otros años ya no se exponen y aunque sigue organizando el tráfico internacional de droga, sus miembros prefieren estar atrás de otras organizaciones para evitar las penas actuales”, indica Principato.
En julio de 2006 (los investigadores no dieron a conocer fechas exactas) un contenedor con el horno dentro salió de Monterrey a Tampico para ser embarcado a Holanda. De ahí, dice Principato, fue trasladado en tráiler a Milán escoltado por italianos y mexicanos.
Su primera parada debería haber sido Nápoles, pero la policía palermitana también seguía la ruta del contenedor y fue en la localidad de Fabro, provincia de Terni al norte de Roma, donde los investigadores decidieron parar el tráiler. Con ayuda de los bomberos, los policías pudieron desmontar el horno para retirar de su interior los 500 kilogramos de cocaína.
Según los investigadores esta droga hubiera tenido ganancias de hasta 100 millones de euros en las diferentes plazas de Italia donde se pensaba vender al menudeo.
Hasta el martes 22 la noticia se había mantenido en secreto, pues se sabía que las mafias italianas implicadas ya habían contactado a narcotraficantes de Marruecos para cuadrar el traslado de 500 kilogramos de mariguana usando el mismo método que con la cocaína.
Entre los narcotraficantes que tienen una orden de aprehensión están también los polacos Rafal Mariusz Strzalka, Bozena Helena Zajac y Marcin Maciej Pyko. Ellos eran los choferes del tráiler donde venía escondida la droga.
Aunque las autoridades italianas aseguran que los Gerardi habían establecido contacto desde hace varios años con narcotraficantes locales, aún no tienen la certeza de con cuál de los cárteles que operan en Monterrey tienen nexos.
De lo que sí están seguros es de que el clan de Brancaccio los usaba para seguir en los negocios de la droga. “Los Gerardi son en realidad prestanombres de la Cosa Nostra. Es obvio que ellos reciben una parte de todas las ganancias, pero todavía estamos investigando quiénes están atrás de ellos”.
Actualmente los hermanos Gerardi están prófugos.
Los investigadores creen que Bruno podría estar todavía en México. De Elio, según la procuradora, se perdió la pista y en algún momento de la investigación se llegó a pensar que fue asesinado, aunque no es seguro.
El Operativo Monterrey sigue abierto. l
“Los Gerardi, así como otros de los personajes que participaron con ellos, eran personas de las que no se sospechaba. Sólo las investigaciones que hicimos durante años permitieron a la policía y a la magistratura focalizar e identificar su papel en la organización mafiosa siciliana.
“De las investigaciones podemos comprender también el momento en el que está la Cosa Nostra actualmente. A diferencia de otros años ya no se exponen y aunque sigue organizando el tráfico internacional de droga, sus miembros prefieren estar atrás de otras organizaciones para evitar las penas actuales”, indica Principato.
En julio de 2006 (los investigadores no dieron a conocer fechas exactas) un contenedor con el horno dentro salió de Monterrey a Tampico para ser embarcado a Holanda. De ahí, dice Principato, fue trasladado en tráiler a Milán escoltado por italianos y mexicanos.
Su primera parada debería haber sido Nápoles, pero la policía palermitana también seguía la ruta del contenedor y fue en la localidad de Fabro, provincia de Terni al norte de Roma, donde los investigadores decidieron parar el tráiler. Con ayuda de los bomberos, los policías pudieron desmontar el horno para retirar de su interior los 500 kilogramos de cocaína.
Según los investigadores esta droga hubiera tenido ganancias de hasta 100 millones de euros en las diferentes plazas de Italia donde se pensaba vender al menudeo.
Hasta el martes 22 la noticia se había mantenido en secreto, pues se sabía que las mafias italianas implicadas ya habían contactado a narcotraficantes de Marruecos para cuadrar el traslado de 500 kilogramos de mariguana usando el mismo método que con la cocaína.
Entre los narcotraficantes que tienen una orden de aprehensión están también los polacos Rafal Mariusz Strzalka, Bozena Helena Zajac y Marcin Maciej Pyko. Ellos eran los choferes del tráiler donde venía escondida la droga.
Aunque las autoridades italianas aseguran que los Gerardi habían establecido contacto desde hace varios años con narcotraficantes locales, aún no tienen la certeza de con cuál de los cárteles que operan en Monterrey tienen nexos.
De lo que sí están seguros es de que el clan de Brancaccio los usaba para seguir en los negocios de la droga. “Los Gerardi son en realidad prestanombres de la Cosa Nostra. Es obvio que ellos reciben una parte de todas las ganancias, pero todavía estamos investigando quiénes están atrás de ellos”.
Actualmente los hermanos Gerardi están prófugos.
Los investigadores creen que Bruno podría estar todavía en México. De Elio, según la procuradora, se perdió la pista y en algún momento de la investigación se llegó a pensar que fue asesinado, aunque no es seguro.
El Operativo Monterrey sigue abierto. l
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